Vetta miró con furia a la criada que le subía los calcetines por la pierna. —¡¿Así es como se supone que debe ir ese calcetín?! —gritó con enojo.
Los ojos de Uyah se abrieron de miedo. —¡L-lo siento mucho, señora...! —sacó los calcetines y empezó de nuevo.
—Idiota inútil. No puedes hacer nada bien. —Vetta le espetó con enojo.
Las manos de Uyah temblaban mientras terminaba de subir los calcetines por las piernas de la señora. Se levantó y caminó detrás de la señora para trabajar en el abrochado de sus botones.
Hizo lo mejor que pudo para mantener el corsé junto mientras ataba las cuerdas. Estaba casi terminada cuando las cuerdas se soltaron y el corsé se aflojó de nuevo.
Vetta gimió con enojo. Se dio la vuelta y golpeó a Uyah tan fuerte en la cara. —¡No puedes hacer nada bien!
Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas mientras sus mejillas ardían. Parpadeó rápidamente. —De verdad lo siento, s-señora...