Vetta estaba cansada. Tanto física, mental como emocionalmente.
Las memorias la asediaban y amenazaban con devorarla viva. Esas memorias de las que había estado huyendo.
Todas esas noches en las que gritó justo aquí en este calabozo, estaba huyendo de esas memorias.
Y ahora ya no puede huir. Llenaban su cabeza.
Violación tras violación. Golpizas tras golpizas. Los asesinatos... Sus piernas tan desgarradas y magulladas, cojeaba gravemente durante meses. Guardias burlándose de ella...
—¡La Esclava Puta! Es ella, es la puta otra vez —risas—. Puta, puta, puta.
Cerró sus oídos con manos temblorosas. ¿Por qué no puede dejar de escuchar sus voces?
—¡Lo matarás! Te lo ordeno —la voz de Cone rasgó su oído. Coza estaba allí sonriendo como una cabra en celo.
—¡Sobre mi cadáver! —el sonido de su propio gemido hizo que su cuerpo se estremeciera. Su repugnante liberación manchó sus muslos y solo continuó goteando fuera de su cuerpo. Quiere cortarse su propio cuerpo.