El fresco aliento del aire de la tarde los rodeaba. Pájaros volaban sobre sus cabezas. El sonido de la suave turbulencia del agua. La caricia del viento en su piel era refrescante.
Dos amantes caminaban por la playa, hacia el bosque que conducía al Palacio.
Un hombre grande y poderoso con una prenda de colores dorado y rojo, su cabello oscuro recogido en un pequeño clip en la parte trasera de su cabeza. Y una mujer con un vestido gris sencillo pero bien planchado que se hundía en su vientre inflamado, antes de caer hasta su tobillo.
Caminaban juntos, sus pasos medidos y uniformes, caminaban como aristócratas. Pero no todo es lo que parece, porque uno es un Rey y la otra es una Esclava.
El Rey Lucien estaba demasiado callado otra vez. El silencio siempre ha sido su lema, pero en estos días, su silencio la incomodaba.
—Entonces, ¿cómo fue tu día en la corte hoy, Su Alteza? —preguntó ella, intentando hacer conversación.