Cada acusación era como un látigo para el corazón de Danika. Comenzó a sacudir la cabeza —No, de ninguna manera. Amo al Rey, y no finjo
—Tú eres tan monstruosa como tu padre. —Vetta le lanzó las palabras, tan enojada que su cara se enrojeció por ello—. Vas por ahí engañando al mundo para que te vean como una buena persona, ¡cuando eres tan venenosa como el hombre que te engendró!
—Sé que debes estar sintiéndote victoriosa, felicitándote a ti misma por habértelo ganado. ¡Por hacer que se enamorara de tu falso teatro! Pero, ¡siempre serás su esclava, Danika! ¡Tú, siempre serás más baja que la tierra, con este bastardo que llevas en tu vientre!
El puñalazo en el pecho de Danika fue demasiado. El odio que emitía la Señora era tanto, que sus ojos se llenaron de lágrimas ante la vista insoportable.