Danika estaba cansada y agotada para cuando el proyecto terminó.
Llevó a Corna de vuelta a la casa de su madre y lo dejó en el porche delantero. Agachándose para estar a la altura de los ojos del niño, revolvió su cabello nuevamente. —Estarás bien, Corna. Sé un buen chico, ¿de acuerdo?
Corna asintió obedientemente. —Eres una buena Reina... Muy hermosa Reina.
Danika sonrió, aunque se preguntó por qué el pequeño la llamaba de la misma manera que Remeta la llamaba. —No soy una Reina. Era una princesa, Corna. Pero ahora, ya no lo soy...
El niño soltó reacia su dedo de la boca con un estallido. Se acercó y puso su pequeña mano en su vientre. Tocó cada rincón como lo haría un médico durante un examen.
Él levantó la vista hacia su cara confundida y sonrió. —Príncipe de Rwain. Todo estará bien.
Danica devolvió su sonrisa aunque no entendía la mayoría de sus palabras entrecortadas. La puerta se abrió y su madre salió con una cálida sonrisa. Le agradeció a Danika por todo.
