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—¡Escapar! —gritó jadeante.
Él tiene que mantenerla cerca. ¡Tiene que mantenerla cerca! ¡No dejarla ir!
El Rey Lucien no puede pensar más allá de esos impulsos animalísticos que golpean su cabeza. No puede oír más allá de ellos.
Ella lucha contra él. Le enfurece que ella intente alejarse de él. ¡No se va a ir como lo hizo su hermana! ¡No como lo hizo Declan! ¡Hará todo para mantenerla cerca!
—¡Jamás! ¡Ella no se escapará! ¡Él no la dejará ir!
Él palmeó su muslo y levantó su pierna, desnudándola ante él. Instintos puramente animalísticos lo montaban tan fuerte, que estaba temblando con el impulso de enterrarse tan profundo en la suave carne que enjaulaba ante él.
Posicionándose a ciegas, tropezó contra ella pero el cuerpo de ella restringió su invasión. Un gruñido animalístico rasgó su garganta y apretó su mano sobre su cintura y su muslo.