—Todo lo que llevaba era un par de bragas de encaje —la mano de Carlos bajó por mis senos, aterrizó en mi cintura y terminó en mi muslo. Me puse nerviosa y agarré su mano. Él no se detuvo. Tomó mi mano y trató de meterse en mi ropa interior.
—El borde de mi ropa interior de repente se calentó. Tan pronto como lo toqué, mi mano se retiró. Mi mano inquieta torció la sábana.
—Carlos es imparable. Su mano acariciaba mis bragas y un dedo entró. Fue una experiencia extraña que nunca había sentido antes. Sentía un poco de picor e incomodidad, pero a medida que sus dedos se movían, sentí un tsunami de placer, dolor y alegría.
—Comencé a sollozar incontrolablemente, y al mismo tiempo oí el tenue sonido del agua que venía de mi coño, y me sentí tan avergonzada que se me llenaron los ojos de lágrimas. El placer era como ola tras ola, mis dedos de los pies se encogían inconscientemente, mis piernas sujetaban las manos de Carlos.