Harry aún no podía creer todo lo que había ocurrido. La muerte de Dumbledore a manos de Snape… y cómo el castillo se estaba llenando de mortífagos. Quizá huir a la sala de menesteres, que era el lugar del que venían los susodichos mortífagos, no había sido la mejor idea del mundo. Y ahora se encontraba huyendo de Bellatrix entre mil y un objetos desconocidos.
Harry no era tonto… ya había experimentado el año anterior lo que era enfrentarse a ella… y sabía que no tenía ninguna posibilidad. Si la bruja no le había matado era porque Voldemort le quería vivo para matarlo en persona. Mientras estaba buscando cómo escapar, tropezó y escuchó un tintineo a su lado. Había caído junto a un montón de pociones, que por el aspecto que tenían, debían llevar siglos allí.
_ ¿Dónde estás, pequeño pottercito? _ Exclamó Bellatrix. _ Ah… ahí estás… al señor tenebroso le va a encantar… creo que voy a envolverte para regalo.
_ Ojalá Voldermort estuviera muerto. _ gruñó el.
Harry trató de alcanzar su varita, pero se le había escurrido de los dedos. Sólo le quedaba una carta. Alargó la mano hacia las pócimas y alcanzó una de un vivo color rosa que lanzó contra la bruja, pensando que eso la distraería el tiempo suficiente como para escapar. Se formó una humareda rosa a su alrededor y lo aprovechó para huir. Recogió su varita y se dispuso a salir corriendo cuando le alcanzó el conjuro aturdidor.
Cuando Harry despertó, se encontraba frente a la casa de los Malfoy. Atado de pies y manos, y frente a sus ojos estaba él. Lord Voldemort. Sabía lo que le esperaba. Él sólo lo había dejado despertar para no matarlo dormido. Tenía la varita preparada y le apuntaba directamente entre los ojos.
_ Adiós, Harry Potter. _ El señor tenebroso dejó escapar una risa, y entonces, un resplandor verde llenó aquel jardín.
Harry abrió los ojos. Se encontraba tirado en medio de la calle, pero inequívocamente vivo. Tenía alguna contusión, pero se sentía bien… o al menos, todo lo bien que podía estar. Se incorporó, notando que algo se escapaba de su mano al abrir el puño.
Se trataba de un trozo de pergamino, que aferró con los dedos para no perder. Pudo leer una pequeña nota de una caligrafía que le era completamente desconocida.
Todo va de acuerdo al plan. Lamento el dolor que has debido sentir, no es ortodoxo, pero ha sido efectivo. Volveremos a vernos cuando haya terminado. Hasta entonces, espero que sigas bien.
Con amor:
Tu más leal sierva
Harry no entendía nada en absoluto. Sólo podía agradecer que estuviera vivo. Terminó el curso y se encaminó al número 4 de privet Drive… no iba a ser un gran verano. Su relación con Ginny se había roto antes de empezar… Dumbledore había muerto y estaban al borde de una guerra terrible. Al cumplir los 17 iba a tener que renunciar a Hogwarts y empezar una búsqueda de horrocruxes que seguramente le costase la vida.
No estaban siendo los mejores días para Harry. Lo cierto es que apenas salía. Lo único en lo que pensaba era en dejar pasar el tiempo… Hasta que recibió la llamada de la señora Figg. Harry no entendía por qué le había llamado, pero le había dicho que era urgente que se presentase en su casa.
Harry tuvo un mal presentimiento. Llevó la varita en la mano en todo momento, esperando lo peor. Pero no encontró la casa de la señora Figg en llamas, ni a un ejército de Mortífagos esperándolo. Pero no podía evitar tener un mal presentimiento. No fue hasta que entró y la vio tomando su té con pastas cuando bajó la varita… todo un error.
Harry reconoció el encantamiento de desarme cuando su varita salió despedida de sus dedos y salió volando hacia un lugar a oscuras en la habitación. Harry reconoció a Bellatrix y se estremeció. No había podido evitar sentir que después de su último encuentro, no tardaría en volver a verla.
_ No culpes a la señora Figg. La pobre no tiene la más mínima resistencia a la maldición imperius… quizá sea normal en una squib. _ Bella lanzó una risotada y se aproximó. _ Te he echado tantísimo de menos, mi pottercito… Mira… te he traído un regalo… aquello que más anhelabas.
Bella dejó una bolsa de deporte sobre la mesilla de té de la señora Figg que, producto de la maldición, seguía tomándose su té, sin reaccionar. Bella retorció su pelo con la varita, juguetona.
_ Vamos… ¡Ábrelo! _ Dijo, abriendo mucho los ojos.
Harry no pudo evitar mirar su varita y cómo de estúpido había sido al relajarse en presencia de una aliada. Debería haber visto lo rara que estaba la señora Figg. Harry esperó lo peor. No sabía qué le habría preparado Bella, pero decididamente no serían caramelos.
Efectivamente, lo que había en la bolsa le hizo lanzar un grito y dejarse caer al suelo. No todos los días uno abría una bolsa de deporte… y se encontraba una cabeza humana dentro… pero no era una cabeza humana cualquiera.
Era la cabeza de Voldemort. Y ahí estaba, la cabeza del mago más temido del mundo, en una bolsa de deporte. Se escuchó un sonido que Harry conocía bien. Bella había sacado un matasuegras de alguna parte y lo estaba haciendo sonar.
_ ¡Sorpresa! _ Dijo, lanzando una risotada. _ ¡Oh, vamos… me ha llevado dos meses matarlo y lo he hecho sólo para ti! Dame una sonrisa, al menos.
_ Le has… matado… _ Repitió Harry. _ Pero tú le… amabas.
_ Bueno, son cosas que pasan. _ Bella no perdió su sonrisa. _ Eso no es importante. Lo importante era lo que tú deseabas.
Bella taconeó rápidamente mientras se reía. Harry siempre supo que esa mujer estaba loca… pero aquello. Aquello era ridículo. Y entonces le vino a la mente la sala de menesteres… las pociones, y la niebla rosa. Bella no parecía tener intención de hacerle daño, y eso era lo bastante raro como para querer investigar.
_ ¿Lo has hecho porque yo lo quería? _ Bella asintió enérgicamente.
_ Dijiste que querías que Voldemort estuviera muerto… así que lo he matado para ti. _ Soltó una risita. Había pronunciado su nombre, como si no significara nada. Los mortífagos nunca lo hacían. Siempre se referían a él como "El señor tenebroso".
_ Pero… Los horrocruxes…
_ Destruidos, todos. _ Bella volvió a reír. _ Es más fácil cuando Voldemort tiene total confianza en ti.
Harry se dejó caer en el sofá. Volvió a mirar aquella cabeza en su bolsa de deporte, y una extraña sensación de triunfo que eclipsó incluso el asco que sentía… le invadió. Y sonrió, sintiendo cómo esa enorme carga desaparecía de sus hombros.
Bella había esperado aquella sonrisa. Ella misma mostró una sonrisa muy distinta a las sonrisas desquiciadas que se habían visto entre sus labios. Se puso de rodillas ante Harry, con su varita y la del muchacha entre sus manos, ofreciéndoselas.
_ Soy tu más fiel sierva y tú eres mi amo. _ Dijo, como un mantra. _ Puedes hacer conmigo lo que quieras. Encarcélame… mátame. Será un placer si eso te hace feliz. He cumplido mi tarea, y estoy dispuesta a cumplir cualquier otra cosa que me pidas. Todo lo mío es tuyo.
Harry la miró. Parecía sincera. Aquella poción, fuera lo que fuera, parecía haber cambiado a Bella por completo. Harry estaba confuso… pero algo en la forma en la que aquella mujer se sometía le resultó increíblemente excitante. Estaba notando que se le ponía dura al mirarla.
_ ¿Qué querrías tú? _ Preguntó él. Bella elevó la mirada y pareció meditar sus palabras.
_ Quiero quedarme contigo. Quiero estar a tu lado, sometida y obediente, cumpliendo todos tus caprichos. Porque ese es mi sitio.
Harry recogió la varita que le tendía, pero dejó a Bella conservar la suya. Acarició lentamente el cabello de la mujer y ella ronroneó.
_ ¿Hay alguien en tu casa ahora, Bellatrix? _ Preguntó Harry.
_ No. Y es tu casa ahora, amo. _ Alargó la sonrisa.
_ ¿Qué hay de tu marido?
_ Muerto, descubrió lo que iba a hacer y tuve que ocuparme. Culpé a la orden del fénix.
_ Bella, de ahora en adelante no vas a matar a nadie, ¿De acuerdo?
_ Lo que desees.
Harry estaba en una tesitura. Porque Bella era una persona muy peligrosa, y él era consciente de ello. Pero en aquel momento estaba de rodillas delante de él y para el adolescente eso era mucho. Su polla ya se marcaba en el pantalón, porque si bien era cierto que Bella era mucho mayor que él… también era una mujer muy atractiva. Y la curiosidad estaba siendo más fuerte que la sensatez.
_ Vuelve a guardar esa cabeza. _ Le indicó. _ Vas a borrar la memoria a la señora Figg y romperás la maldición imperius. Después iremos a… ¿Cómo has dicho? Ah sí, mi casa.
_ Como desees.
Bellatrix estuvo paseando a Harry por la mansión tan alegremente mientras el muchacho la observaba. Lo cierto es que todo aquello era una prueba más para asegurarse de que no fuera ninguna trampa. Bella no flaqueó en ningún momento y Harry terminó de convencerse de que sus intenciones eran reales. Harry había estado mirando las curvas de la mujer al mismo tiempo.
Harry no había sido nunca un muchacho especialmente calenturiento. Tampoco un pervertido. Pero no dejaba de estar en la adolescencia… Y Bella había hablado de un modo que le dejaba claro que podía hacer lo que quisiera con ella. Y esa sensación de poder lo nublaba. Cuando llegaron al dormitorio, y con una erección de caballo, Harry no pudo más.
_ Bella… en-enséñame tu cu-cuerpo. _ Dijo Harry, sin poder evitar tartamudear.
_ Que adorable, pottercito. _ Bella se rio. _ Pensé que nunca me lo pedirías.
Bella se quitó la túnica con mucha parsimonia. Bajo ella escondía lo que parecía oro… Harry se quedó anonadado. Esperaba que Bella tuviera un aspecto mucho peor, y que su belleza se concentrase en su rostro… pero se equivocaba. La mujer tenía dos pechos grandes y firmes, y su culo estaba redondo y respingón. A Harry la polla le dio un bote.
_ ¿Te gusta? Me he hecho unos arreglos para ti. _ Dijo, con una risita.
Harry alargó las manos y apretó aquellas dos hermosas tetas que tenía delante de él. Eran las primera que tocaba. Cho jamás le había permitido hacer nada más allá de un par de besos, y con Ginny apenas había empezado a salir cuando cortaron.
_ Me encanta la magia. _ Dijo, más alto de lo que quisiera, Bella sólo gimió en respuesta. _ No sé cómo empezar, yo nunca…
_ Estás demasiado caliente para decidir nada. _ Bella le acarició la mejilla. _ Verás cómo te es mas fácil pensar si te la chupo antes.
_ ¿Chupármela? _ Harry había visto mamadas en el porno… pero decididamente no esperaba poder tener una, al menos no tan pronto. Ginny no parecía la clase de chica que lo haría.
_ ¿Qué pasa, no quieres? _ Bella parecía decepcionada.
_ Sí… digo, que sí que quiero.
Bella se inclinó ante él.
_ Harry… si vas a ser mi amo… _ Le bajó el pantalón. _ Tienes que empezar a tener claro…
El calzoncillo bajó de un tirón.
_ … Lo que deseas. _ Y se la metió en la boca.
Harry lanzó un hondo gemido de placer cuando la experimentada bruja empezó a trabajar. Estaba claro que tenía una dilatada experiencia que seguramente estaba más ligada al dueño de la cabeza que habían dejado en el salón que a su marido.
Bellatrix se entretuvo un rato lamiendo los huevos del muchacho cubiertos de vello. Harry la miraba. Había genuina admiración en los ojos de Bella mientras chupaba y empezaba a subir su lengua hasta el capullo, lamiéndolo con dulzura.
Si a Harry le quedaba alguna duda de aquello pudiese ser una trampa, al ver la absoluta sumisión en Bella se convenció del todo. La mujer finalmente tragó su miembro, lentamente, haciéndole gozar cada centímetro de su cavidad bucal mientras la frotaba con los labios.
Harry estaba en el paraíso. Nunca imaginó que una mortífaga fuese a hacerle algo así. Harry se corrió con mucha fuerza, a punto estuvo de desmayarse. Pero Bella le sostuvo el culo mientras le limpiaba el rabo y se aseguraba de que no se cayese.
Harry se quedó amodorrado y se durmió. Cuando despertó, se encontró en la cama de Bellatrix. Se sentía increíblemente bien en aquella cama adoselada. A un lado, en la mesilla, había un desayuno esperándolo, y al otro, estaba Bella, acurrucada a su lado, con una gran sonrisa.
_ Buenos días, pottercito. _ Dijo ella, acariciándole el pecho con una mano y los huevos con la otra. _ ¿Quieres que te baje la tienda de campaña mañanera?
_ Me gustaría, sí. _ Todo adolescente fantaseaba con tener alguien así, debía reconocerlo.
Quizá Bella no fuese la persona que él habría elegido, pero lanzar aquella poción había sido todo un acierto. Bella se acomodó sobre él, acariciando su polla para que volviese a endurecerse, y esta vez fue su coño el que la recibió.
Harry se quedó sobrecogido. El sexo vaginal era una sensación nueva para él. Perder la virginidad con Bella quizá no fuese lo esperado. Pero Harry pensó que había hecho algunos "arreglos" también en sus partes bajas, porque aquel cálido coño estaba estrecho y acogedor, justo para él. Pero no era ahí donde estaba mirando. Harry miraba a Bella que, sobre él, botaba animadamente, provocando que sus hermosas tetas se movieran golosamente, forzándole a tocarlas por puro instinto.
Cuando estaba cerca del orgasmo, se acomodó sobre él y se besaron con ansiedad. Harry se corrió dentro, ni siquiera lo pensó, presa del placer. Respiró pesadamente sintiendo aquella hermosa mujer encima de él. Bella le había dado un nuevo amanecer. Suspiró y le acarició el pelo.
_ ¿He sido una buena sierva? _ Preguntó.
_ La mejor, Bella. La mejor. _ Susurró él.
Harry se acomodó en la cama y comprobó que, junto al desayuno, había una carta para él… aunque aparecía etiquetada con Privet Drive como destino.
_ Envié a alguien a buscar tu correo. _ Le comentó Bella. _ Pensé que querrías tus cartas.
_ Estás en todo, Bella. _ La mujer dejó escapar una de sus risitas. A Harry empezaban a resultarle encantadoras.
_ Intento hacerte feliz en todo lo que pueda. _ Recordó ella, colocándose el pelo tras la oreja.
Harry abrió la carta y comprobó que era de Ginny. A pesar de que habían roto, habían acordado seguir siendo amigos.
_ ¿De quién es? _ Preguntó Bella, notando que parecía triste.
_ Es de Ginny. Íbamos a salir juntos pero… con todo lo ocurrido al final… no parece que vaya a salir bien.
Harry instantáneamente pensó en la poción que le había lanzado a Bella… si la tuviera podría conseguir que Ginny volviese con él. Una parte racional le decía que estaba mal, pero otro, probablemente con mejor comunicación con sus genitales… le tentaba profundamente.
_ La echas de menos… _ No era una pregunta. Bella tenía una extraña sonrisa. _ Bueno, aún no podemos hacer que vuelva pero… mientras tanto…
Bella metió los dedos en el sobre y extrajo un largo cabello pelirrojo que parecía haberse quedado atrapado entre los dobleces de la carta. Con esa longitud no había duda de quién era… sólo podía ser de Ginny. Bella y Harry se miraron… y el muchacho tuvo el presentimiento de lo que se pasaba por la mente de Bella.