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The backroom

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Synopsis
“Si no tienes cuidado y sales de la realidad en la áreas equivocadas, terminarás en los backrooms, dónde no existe nada más allá del hedor de la alfombra húmeda, la locura del papel pintado amarillo, el interminable ruido estático de fondo de las luces fluorescentes zumbando, y aproximadamente seiscientos millones de millas cuadras de habitaciones vacías segmentadas al azar en las que quedar atrapado. Dios te salve si escuchas algo deambulando cerca, porque seguro que eso te ha escuchado a ti”.

Table of contents

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Chapter 1 - Error N°521

"Si no tienes cuidado y sales de la realidad en la áreas equivocadas, terminarás en los backrooms, dónde no existe nada más allá del hedor de la alfombra húmeda, la locura del papel pintado amarillo, el interminable ruido estático de fondo de las luces fluorescentes zumbando, y aproximadamente seiscientos millones de millas cuadras de habitaciones vacías segmentadas al azar en las que quedar atrapado. Dios te salve si escuchas algo deambulando cerca, porque seguro que eso te ha escuchado a ti".

La incomodidad. La sensación más enferma del corazón, muchos dirán que hay muchos otros sentimientos peores, pero en realidad esos sentimientos siempre están acompañados por la incomodidad. Es ese sentimiento que acompaña todo lo malo en la vida y que genera un cambio repentino que da paso a los demás sentimientos.

Se vuelve peor cuando la vivís todo el tiempo, a cada segundo, causando un oscuro agujero sin fin, que te ahoga en un fulgor de miedo eterno. Miedo, no saber que te espera a cada esquina, no saber dónde estás, no saber si estás solo en lo que parece un lugar infinito dónde una perversa mano te puso.

Una vida normal, es lo que yo siempre tuve, pero como todo caos en la vida, la paz de la cotidianidad cambia de un momento a otro. Solo un instante pasó, como si alguien me apagará y me prendiera de nuevo, fue como si de la nada me tropezara y me callera en un lugar turbio. Las palabras no pueden describir con exactitud lo vivido, pero al menos mis notas podrán ayudar a otros.

Estaba muy desorientado, la incertidumbre caminaba por mí cabeza sin parar, mirando a todos lados en busca de respuestas vagas de mí entorno, pero sin respuesta alguna de este. Yo nunca estuve aquí, nunca nadie estuvo aquí, eso pensé, pero luego de un buen tiempo me di cuenta de que no era así.

El lugar era un poco oscuro, las paredes amarillas, cómo si de las paredes de la casa de mí abuela se tratasen, las luces titilantes e incandescentes profundizaban mí miedo a lo desconocido. El lugar era incómodo, es como si viera algo normal, pero que no lo es de cierta manera. Un lugar cotidiano pero diferente, me sentía raro sabiendo que algo normal podía ser diferente, me causaba incomodidad ver esos pasillos irregulares pero cotidianos.

¿Qué harías si algún día caminando por un pasillo te das cuenta de que es infinito, y que cada puerta que cruces te lleva al pasillo de vuelta volviendo un laberinto de habitaciones y pasillos? Pero ese "supuesto" pasillo es irregular, es como si no tuviera sentido.

Caminé por mucho tiempo por este lugar, no sabía si estaba solo, aún menos si estaba seguro, pero el miedo y las ganas de salir de ese lugar me motivaron de una manera anormalmente rara. Pues, como no tener miedo, a cada esquina que cruzaba podía sentir como si alguien me esperaba para sorprenderme. Es como si un montón de pasillos y habitaciones fueran lanzadas a la zar.

La ansiedad al caminar me aturdió durante mucho tiempo, hasta que después de mucho tiempo me acostumbré, no sé cuánto tiempo pasó, pero fue mucho. Las paredes amarillas ya me molestaban, las luces ensordecedoras, la humedad constante de la alfombra, fue todo un desencadenante y sin precedentes me dominó una cólera incandescente. Me enojo saber que todo estaba en mí contra, como un mal sueño, dónde a cada segundo todo está mal y el odio interno carcomía mí corazón.

Quería gritar, quería deshacerme de todo mí dolor, mí frustración constante que se volvió una condena eterna en una cárcel de amargura. Lo hice, un grito ensordecedor, directamente salido de mí alma y mis sentimientos.

—Ayuda… —En la lejanía, como un eco dormido por pasillos ruidosos.

Mire a mí alrededor, buscando inocentemente esa voz, con una esperanza fulgurosa. Estaba feliz, emocionado por saber que mi soledad eterna podía acabar con la compañía de otro, volví a gritar, quería encontrarlo y saciar mi sed de compañía. Volvió a hablar.

—Ayuda… no estás solo… me estoy acercando... —Se seguía escuchando en la lejanía pero cada vez más cerca.

Estaba feliz, por fin iba a estar con otro ser humano, mí soledad eterna podía ser cortada de raíz por una sola persona. Escuchando pasos acercándose, pasos rápidos y precisos hacia mí posición, ¿Como sabía mí ubicación exacta en este laberinto? Algo andaba mal, me sentía asustado, me preguntaba a cada segundo si lo que se acercaba a mí era una persona o algo que podía provenir de este lugar. Mí instinto me decía que corra, todo mí cuerpo me pedía que saliera corriendo de este lugar, pero mí esperanza negaba cualquier incertidumbre, yo solo quería ver a otra persona y dejar de sentirme solo.

Mí error pudo haberme costado la vida, ya que no era un ser humano, la verdad no sé qué era, pero tampoco era amigable. Este ser solo se quedó mirándome, como si yo fuera su plato de comida favorito, una comida que disfrutaba y que no veía muy seguido. Corrí lo más rápido que pude, no podía soportar la idea de que ese ser humanoide me devorara con esa enorme boca, mí escape era interminable, temia que en algún pasillo me toparía con un callejón sin salida. Se acercaba cada vez más, era mucho más rápido que yo, me quería hacer algo, pero no era nada bueno y tal vez lo más bueno que me hubiera hecho fuera la muerte.

Ya lo tenía soplandome el cuello, hasta que pude ver un agujero en la pared. Esa pared amarilla que tanto odiaba por fin me daba esperanza, corrí hasta el agujero, saltando de palomita y esperando que el ser que me perseguía me perdiera en la oscuridad rotunda del agujero. Pero este ser me tomó de la pierna, no sentía como una mano apretando mí pierna, solo como me tiraba del pie. Al final pude soltarme, empecé a gatear lo más rápido que pude por el agujero, fueron los minutos más insoportables que viví en mí vida.

El agujero se hacía interminable, era un túnel infinito, que a medida que lo atravesaba todas mis esperanzas de poder encontrar un lugar seguro se empezaban desvanecer, pero el hecho de no rendirme me hacía sentir un estupido. Sentirse tonto después de todo lo que pase, después de sentirme la persona más desafortunada del mundo, como no sentirse estupido al pensar que podía salir de este lugar, es como pensar que podría salir del mismo infierno. Mí propio infierno dónde expiaria todos mis errores, dónde todo podría salir mal y mi vida sería condenada a sufrir por toda la eternidad.

Seguí con mí odisea de lamentos, que luego se convertiría en llanto, uno desgarrador e incontrolable, pero no pensaba gritar de nuevo. En medio de mí desgarrador lamento pude notar que el túnel cambió de material ¿En qué momento? ¿En qué momento empecé a gatear en un túnel que parece ser de metal?

Seguí gateando, mientras todos mis lamentos hacían eco en el túnel y mis llantos mojaban el metal viejo y húmedo. Todo está mal, demasiado silencio en el oscuro lugar donde me encontraba, sabía que mí paz melancólica iba a ser interrumpida en algún momento. Un sonido en el túnel, un sonido que destinaba mí futuro de terror constante, escuchaba como alguien a toda velocidad se acercaba por detrás mío, cada vez más cerca y mí instinto actuó. Empecé a acelerar el paso, mis llantos se hicieron más graves, como un niño pequeño que se golpea. Una luz, se empezó a ver una luz al final del túnel, como si de la metáfora se tratase y ahora tomaba forma en un estado literal.

Se empezaron a escuchar risas, estás venían por detrás de mí, dándome cuenta de que no me perseguía algo, me perseguían varias criaturas. Se reían de mí, sentía como disfrutaban mí miedo, mí frustración, mí desesperación. Odiaba eso, odiaba saber que no podía hacer nada contra ellos, sabía que no podía y aunque lo intentará no quería saber si perdía. A medida que llegaba a la luz mí cordura recibía un golpe de cruda realidad, una realidad dolorosa y frustrante. No había nada, el túnel terminaba, pero no había nada, solo era un foco prendió con una luz tenue en el final de este túnel.

Las criaturas se acercaban cada vez más, el sonido del metal siendo golpeado. Las risas se empezaron a transportar a mi cabeza, las escuchaba como si estuvieran en mis pensamientos, mi desesperación subió tan rápido como también bajo mi cordura. Sabía que mi destino ya estaba fijado, mi futuro me golpeaba contra la pared de la realidad, nunca iba a salir de este lugar, este sitio me absorbió y me devoró con sus garras de agónica desesperación. Solo quedaba aceptar mi futuro de tinieblas, darle la cara a la realidad y demostrarle que estoy listo para ella.

La luz del pequeño foco se apagó, las criaturas y las risas pararon. Todo se volvió oscuro, un profundo frío me empezó a recorrer por todo el cuerpo y una gran sensación de despertar me abundó. Aparecí en mi cuarto, todo estaba confuso, recostado en mi cama no podía creer que por fin escape. Había logrado salir de ese lugar, me levanté hacia la sala, pero algo extraño había en la mesa, algo que sabía muy bien que nunca compré. Una botella de jugo de almendras había en la mesa, nunca compraría algo que no me gusta tomar, pero decidí salir afuera para poder ver el sol de nuevo después de tanto tiempo vagando en ese infierno.

Al abrir la puerta pude ver que mi desafortunado futuro me perseguía a todos lados, mi oscuridad y mi dolor nunca pararían. Del otro lado de la puerta estaban los mismos pasillos irregulares de antes, volver a escuchar el chirrido de las luces y volver a oler la humedad de la alfombra amarilla me hizo querer derretirme en un fulgor de fuego. Odiaba saber que la idea de que nunca salí de ese lugar podía perseguirme. Esto solo fue una ilusión de este lugar para poder ilusionar y torturar a esta alma atormentada.

Cerré la puerta, esperaba que pudiera volver a mi casa, tratando de engañarme a mí mismo. Camine por la sala, quería saber si era mi verdadero hogar. No estaban los cuadros de mis padres, en la heladera solo había jugo de almendras, la tv no respondía a cualquier botón que apretase y era definitivamente una copia de mi departamento puesto en este laberinto. De repente alguien tocó a la puerta, gire mi cabeza lentamente hacia allí, esperando que lo que sea que esté del otro lado no se le ocurriera abrirla. Empezó a hablarme, sabía que yo estaba ahí.

—No tengas miedo, solo soy alguien que te quiere ayudar. —La voz susurrante de una mujer joven.

—¿Qué quieren de mí? —Mi voz de lamentos, destruida por mis experiencias traumáticas.

—Nada, nadie decide quien cae en este lugar, solo terminas aquí. —Un gran suspiro de desdén. —Yo antes era como tu, pero un ente me cambió y me trajo a este lugar de los backrooms.

—¿Backrooms? ¿Así se llama este lugar? —Se empezó a acercar lentamente hacia la puerta. —¿Este lugar tiene salida? Porque no pienso rendirme, voy a salir de aquí.

—Es imposible que puedas encontrar la salida. Existe, pero no es posible encontrarla, es probable que este lugar te absorba antes. —Un grito en la lejanía. —Abre la puerta, te voy a mostrar lo que este lugar puede hacer, lo que el mundo eliminó para que gente como nosotros termine atrapada.

La puerta empezó a abrirse de apoco, rechinando levemente. Del otro lado no había nadie, el camino hacia afuera viendo que el lugar amarillo seguía igual de perturbador que siempre, al cruzar la puerta sintió como alguien le respiro en la nuca, al darse la vuelta no había nada. Estaba de nuevo en el mismo lugar, la copia reconfortante de su hogar ya no estaba.

—Lo siento…