—Padre, ¿por qué no te quedas a cenar con nosotros? —preguntó Layla con calidez, una sonrisa esperanzada en su rostro.
—Tal vez la próxima vez —respondió Alekis, desviando la mirada hacia Lucio antes de prepararse para marcharse.
—Yo acompaño a papá afuera —se ofreció Lucio, avanzando para acompañar a su padre, dejando a Layla esperando en la sala.
Una vez en el coche, Lucio abrió la puerta trasera, y Alekis colocó una mano firme y tranquilizadora sobre el hombro de su hijo. —Sé que has estado preguntándote por qué vine hoy —empezó Alekis—. Quería ver cómo estabas tú y Layla, y me di cuenta de que no puedo permanecer imparcial entre ti y tu esposa. Ofrecerle una pequeña parte de las acciones a Layla me pareció correcto; ella te cuida bien, y no esperaba que fuera una esposa tan buena —admitió, con un atisbo de admiración en su tono.