Lucio admiraba la serena belleza de su esposa mientras ella yacía en un profundo sueño. Su corazón se hinchaba de afecto, y una promesa silenciosa resonaba en su mente. —Quiero ser tuyo en cada vida. La conexión que compartimos va más allá de las palabras. No permitiré que mi pasado arroje sombras sobre tu felicidad. Lo prometo.
Con delicadeza apartó algunos mechones de pelo de su rostro, sus dedos deslizándose suavemente antes de que su mano descansara en su mejilla.
Los ojos de Layla mostraban movimiento mientras despertaba. Parpadeó unas cuantas veces antes de enfocarse en Lucio. —Umm... Lucio —murmuraba somnolienta, acercándose a él como si fuera atraída por el ritmo constante de su corazón—. Buenos días.
Lucio se inclinó y presionó un tierno beso en su frente. —Buenos días, mi esposa —susurró, su voz llena de calidez.
Sus labios se curvaron en una suave sonrisa. —¿Qué hora es? —preguntó, su voz todavía impregnada de sueño.