Lucio se despertó tarde, cerca de las 11 a.m., y se recostó en el cabecero. Su mirada se desvió hacia su teléfono, donde descansaba una pequeña nota adhesiva. Al despegarla, leyó el mensaje simple pero sincero: Te amo.
Una sonrisa radiante iluminó su rostro y su corazón se aceleró. —Yo también te amo, Layla —murmuró suavemente para sí mismo. Dejando la nota a un lado, balanceó sus piernas hacia el borde de la cama y se dirigió al baño para refrescarse. Últimamente su horario había sido un desastre, y se propuso volver a poner las cosas en orden. A este paso, nada se alinearía como debiera.
Después de una ducha refrescante, Lucio se envolvió en una bata y se paró frente al espejo. Mientras se cepillaba los dientes, fragmentos de la noche anterior se reproducían en su mente. Se había permitido ser vulnerable frente a Layla, algo que raramente hacía.