Chereads / History academy arco 6: El fin del mundo. / Chapter 73 - Episodio 73: Trayendo al gato.

Chapter 73 - Episodio 73: Trayendo al gato.

Murasaki finalmente encontró un momento de calma después de días de angustia. Aunque su cuerpo podía descansar, su mente no dejaba de recordarle lo que había perdido: su hogar, sus seres queridos… y su gato, Lemillion. La ausencia de su pequeño compañero pesaba más de lo que imaginaba. Cada rincón de su nuevo refugio le parecía vacío sin el sonido de sus patas o el ronroneo reconfortante que solía acompañarla en las noches difíciles.

Pero Murasaki no estaba dispuesta a resignarse a esa pérdida. Sabía que existían fuerzas mucho más allá de lo humano, y si alguien podía ayudarle, era Jehová. Su fe le decía que, si era posible, el arcángel Ariel, conocido por su conexión con los animales y la naturaleza, podría traerle de vuelta a Lemillion.

Así que, con el corazón latiendo con esperanza y un nudo en la garganta, Murasaki se preparó para hacer lo impensable: contactar con Jehová y pedirle ese favor. No era algo que tomara a la ligera, pero esta vez, por primera vez en días, sintió que tal vez, solo tal vez, la paz no estaba tan lejos.

En los cielos, Jehová se encontraba ocupado con una tarea de gran importancia: guiar a Nagatchi por el camino correcto. Para ello, contaba con la ayuda de los poderosos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, cada uno aportando su sabiduría y fortaleza en esta misión. Mientras tanto, Jesús, el hijo de Dios y uno de los profetas más poderosos, observaba desde la distancia, atento a los movimientos del mundo y la voluntad de su Padre.

Entre los innumerables reinos celestiales, un serafín vigilaba todo con ojos llenos de fuego divino. Su deber era proteger la armonía del cielo y atender cualquier perturbación que llegara a su atención. Fue entonces cuando sintió un llamado. No era común que alguien intentara comunicarse con Dios directamente, y aquel llamado resonaba con una mezcla de esperanza y desesperación.

Curioso, el serafín decidió responder. Su voz, serena pero imponente, descendió como un eco hasta la tierra, alcanzando a Murasaki.

— No soy Dios, pero he escuchado tu llamado. ¿Qué es lo que deseas?

Murasaki, sorprendida por la respuesta, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sabía que hablar con un ser celestial no era algo que sucediera todos los días. Aun así, respiró hondo y, con el corazón palpitante, se preparó para hacer su petición.

Mientras tanto, en un rincón tranquilo del mundo, Emi y Josué se encontraban solos. Su maestro, Víctor, nunca apareció. El tiempo seguía avanzando, pero su ausencia se alargaba de manera inquietante. Lo más extraño de todo era que ni sus esposas ni sus hijos parecían preguntarse qué había sucedido con él.

El silencio de los que lo rodeaban solo hacía que Emi y Josué se sintieran más aislados. No entendían por qué nadie buscaba respuestas, por qué la desaparición de Víctor parecía no importar.

Ahora, estaban en un lugar que les traía recuerdos: la tumba de su buen amigo Leonel. Sentados sobre la fría piedra, charlaban sin mucho rumbo, dejando que la melancolía se mezclara con la incertidumbre.

— ¿Qué crees que hubiéramos hecho si Víctor estuviera aquí? —preguntó Josué, apoyando sus brazos sobre sus rodillas mientras miraba el cielo.

Emi suspiró, abrazando sus piernas, con la mirada perdida en la lápida.

— Seguramente nos estaría regañando por estar aquí sin entrenar. Diría algo como "¡No pierdan el tiempo en lamentos, sigan adelante!"

Josué sonrió con amargura.

— Sí… pero también sé que, en el fondo, él entiende lo que sentimos. Leonel era importante para nosotros. Y Víctor…

Se interrumpió, sin querer decir en voz alta lo que ambos temían. ¿Y si Víctor ya no volvía? ¿Y si su maestro, su mentor, también se había convertido en un recuerdo, como Leonel?

El viento sopló con suavidad, moviendo las hojas secas a su alrededor. Por un momento, todo quedó en silencio. Ni siquiera las aves cantaban.

— ¿Crees que esté bien? —preguntó Emi en un susurro.

Josué no respondió de inmediato. Solo apretó los puños y cerró los ojos.

— No lo sé… pero si nadie más va a buscar respuestas, tal vez nos toque a nosotros hacerlo.

Emi asintió. Fuera cual fuera la verdad detrás de la desaparición de Víctor, no podían ignorarla. No después de todo lo que habían pasado juntos.

Un portal se abrió de repente frente a Murasaki, su luz era cegadora, como si invitara a un destino desconocido pero ineludible. Al mismo tiempo, otro portal apareció en el lugar donde Emi y Josué se encontraban, justo al lado de la tumba de Leonel. La brisa cambió, y por un instante, todo a su alrededor pareció detenerse.

Sin saber el motivo ni la razón, los tres dieron un paso adelante. Era como si algo más grande que ellos los llamara, como si sus cuerpos actuaran antes que sus mentes pudieran comprender. Y sin darse cuenta, cruzaron.

Lo siguiente fue una sensación indescriptible. No hubo caída ni ascenso, solo una transición suave y casi imperceptible. Sus cuerpos sintieron una paz que jamás habían experimentado, como si la misma existencia hubiera cambiado de forma.

Cuando abrieron los ojos, se encontraron en un lugar imposible de describir con palabras. El cielo era más vasto y luminoso de lo que cualquier amanecer pudiera reflejar. El aire era puro, pero no de una manera común, sino con una frescura que revitalizaba hasta el alma. No había sol, pero todo brillaba con una luz cálida y perfecta.

— ¿Dónde… estamos? —susurró Emi, incapaz de comprender lo que veía.

Josué miró a su alrededor, sintiendo un escalofrío en la espalda.

— No puede ser… ¿es esto el paraíso?

Murasaki, aún procesando lo que acababa de suceder, sintió algo en su interior. Un llamado. Una presencia.

— El cielo… estamos en el cielo.

Los tres se miraron entre sí. No sabían cómo ni por qué habían sido traídos aquí, pero una cosa era segura: este lugar no era un simple destino. Era el inicio de algo más.

Murasaki parpadeó un par de veces, intentando procesar todo lo que estaba viendo. La magnificencia del cielo la había dejado sin palabras por un momento… hasta que recordó por qué estaba allí.

— ¡Lemillion! —exclamó de repente, dándose cuenta de que había olvidado por completo a su gato. Se giró apresuradamente, buscando a alguien, cualquier ser celestial que pudiera ayudarle con su petición.

Mientras tanto, Emi y Josué se miraron entre sí, ambos con la misma pregunta en la mente. ¿Por qué habían sido traídos aquí?

Josué frunció el ceño y cruzó los brazos.

— ¿Tienes alguna idea de por qué estamos aquí?

— No tengo ni la menor idea… pero si ya estamos aquí, podríamos aprovechar la oportunidad, ¿no? —respondió Emi, con una mezcla de emoción y nerviosismo en su voz.

Josué asintió lentamente.

— Leonel… si esto es el cielo, quizás podamos hablar con él. O incluso…

— Revivirlo. —completó Emi con esperanza en su mirada.

La idea era tentadora. Su amigo había muerto, pero si estaban en un lugar donde lo divino era real, entonces quizás podrían traerlo de vuelta.

Pero no solo eso. Había otra pregunta aún más grande en sus mentes.

— Y también… podríamos preguntar por Victor. —murmuró Josué.

El solo mencionar su nombre trajo un silencio entre ambos. Victor, su maestro, había desaparecido sin dejar rastro. Ni sus esposas ni sus hijos sabían dónde estaba. Era como si hubiera sido borrado de la existencia misma.

Si había un lugar donde pudieran encontrar respuestas, era aquí.

Murasaki, por otro lado, todavía estaba en su propia búsqueda. Miró a su alrededor hasta que vio a una figura celestial acercándose.

— ¡Tú! ¡Serafín! —llamó con urgencia.

La figura la observó con una expresión serena.

— ¿En qué puedo ayudarte, hija de la tierra?

Murasaki tomó aire y lo soltó en un suspiro desesperado.

— Sé que puede sonar ridículo, pero… necesito que me ayuden a recuperar a mi gato.

El serafín inclinó la cabeza levemente, sin rastro de burla en su rostro.

— Nada es ridículo cuando proviene del amor. Pero dime… ¿por qué crees que has sido traída aquí?

Murasaki titubeó. ¿De verdad había sido por Lemillion? ¿O había algo más en juego?

Mientras tanto, Emi y Josué no perdieron tiempo. Miraron a su alrededor, buscando alguna señal, alguien que pudiera guiarlos hacia su amigo… o hacia las respuestas que tanto anhelaban.

Cuando Emi y Josué se acercaron al serafín, la urgencia en sus miradas era evidente. No había tiempo para rodeos.

— Queremos revivir a nuestro amigo Leonel y saber qué pasó con nuestro maestro, Victor. —declaró Emi con firmeza.

El serafín los observó en silencio por un momento antes de responder.

— Pedir la resurrección de un alma no es algo sencillo. Cada vida tiene un peso en la balanza del universo… y cada regreso tiene un precio.

Josué frunció el ceño.

— Estamos dispuestos a hacer lo que sea.

Antes de que el serafín pudiera responder, otro portal se abrió a unos metros de ellos. La luz divina se disipó, y de él emergió una figura que les resultó sorprendentemente familiar.

Era Mike.

Emi y Josué parpadearon, sin poder creerlo. Había pasado tanto tiempo… desde que eran niños.

Mike sonrió con nostalgia al verlos.

— Han pasado años… nunca pensé que nos volveríamos a encontrar en un lugar como este.

Emi y Josué apenas pudieron procesar su presencia antes de que el serafín hablara nuevamente, esta vez con una solemnidad que los hizo estremecer.

— Si realmente desean traer de vuelta a su amigo… deberán demostrar que lo merecen.

— ¿Demostrarlo cómo? —preguntó Josué con cautela.

El serafín extendió sus alas y su voz resonó como un trueno celestial.

— Tendrán que enfrentarse a algo más allá de lo humano. Una prueba que pondrá a prueba no solo su fuerza, sino sus almas. Solo aquellos que superan el juicio pueden reclamar el regreso de los que aman.

El ambiente se tornó pesado. Emi, Josué y Mike intercambiaron miradas. Ninguno sabía a qué se enfrentarían, pero una cosa era segura: no había marcha atrás.

Frente a ellos, dos puertas majestuosas se manifestaron en el aire, flotando con una presencia imponente. Cada una estaba adornada con inscripciones doradas que emitían un brillo celestial.

El serafín los observó con una mirada firme antes de hablar:

— Murasaki, tu camino es distinto al de los demás. La puerta a tu derecha es tu prueba. Lo que buscas yace más allá de ella.

Murasaki sintió un escalofrío recorrer su espalda. Recordó por qué había venido… su gato, Lemillion. Por un momento, casi lo había olvidado, pero ahora, frente a esa puerta, supo que debía seguir adelante.

— ¿Qué hay del otro camino? —preguntó Emi, sin apartar la vista de la segunda puerta.

— Esa es para ustedes tres, Emi, Josué y Mike. Dentro enfrentarán lo que realmente necesitan enfrentar. Si superan la prueba, obtendrán lo que buscan.

Josué apretó los puños.

— Y si fallamos…

El serafín no respondió de inmediato. Sus ojos brillaron con un resplandor dorado antes de pronunciar las palabras que los dejaron helados:

— Entonces jamás regresarán.

El silencio fue absoluto. No había más preguntas. Sabían lo que estaba en juego.

Murasaki respiró hondo y, con determinación, avanzó hacia su puerta.

Emi, Josué y Mike hicieron lo mismo.

Las puertas se abrieron en cuanto los cuatro dieron el primer paso.

Y así, cruzaron el umbral, sin saber qué los esperaba al otro lado.

Murasaki entró a su puerta sin mirar atrás. Apenas cruzó el umbral, sintió un cambio en el aire, como si el espacio mismo se hubiera doblado a su alrededor. No tenía idea de lo que le esperaba al otro lado, pero lo descubriría pronto.

Mientras tanto, en otro lugar, un portal se abrió de forma abrupta en medio de una cita entre Dante Megami y Momo Fogosa. Sin advertencia, la fuerza del vórtice absorbió a Dante, arrancándolo del momento de paz y lanzándolo de cara contra el suelo de un escenario completamente distinto. Cayó de boca abajo, sintiendo la dureza del suelo bajo su rostro.

Le tomó un segundo reaccionar y levantar la vista. A unos metros de él, Murasaki también había llegado, mirándolo con sorpresa. No era una coincidencia. Era su oponente.

Su misión era simple: derrotar al otro.

Pero mientras ambos asimilaban la situación, otro portal se abrió en el mismo campo de batalla. Sin ninguna ceremonia, una figura emergió caminando con calma.

Del otro lado del mundo, Emi, Josué y Mike también habían cruzado su puerta. Apenas pusieron un pie en su destino, sintieron un escalofrío. La energía en el aire era sofocante, opresiva, demasiado familiar.

Y entonces lo vieron.

Un hombre de pie frente a ellos. Su presencia era inconfundible. Su postura, su mirada, la intensidad de su poder…

Esa cosa se veía exactamente igual que su maestro.

Era un clon de su maestro, Victor Zombie. Un duplicado perfecto, con la misma apariencia, la misma postura… pero algo estaba mal.

El clon caminaba con calma, con una sonrisa perturbadora en su rostro, como si disfrutara de la tensión en el aire. Cada paso que daba resonaba con un eco extraño, como si el suelo mismo temiera su presencia.

Emi, Josué y Mike sintieron un escalofrío recorrerles la espalda. Sus cuerpos reaccionaron antes que sus mentes, un instinto primitivo de supervivencia activándose sin previo aviso.

—¿Qué… qué es este poder? —murmuró Josué, con la voz entrecortada.

El sudor corría por sus frentes. No era solo la presión del momento, era algo más profundo, más aterrador. Era miedo.

Un miedo que no sentían desde hacía mucho tiempo. Un miedo que solo alguien como Victor Zombie podía causar.

Emi, Josué y Mike, sintiendo la presión del poder del clon de Victor Zombie, no se detuvieron. Con determinación y rapidez, se lanzaron hacia él, cada uno atacando desde diferentes ángulos, buscando la forma de detener a esa amenaza.

Emi fue la primera en moverse, lanzándose hacia el cuello del clon con un puñetazo directo, buscando cortar su respiración y debilitarlo. Josué, por su parte, se deslizó hacia el costado, lanzando una patada feroz al estómago del clon, mientras Mike, aprovechando su agilidad, golpeaba la espalda de la criatura con una serie de golpes rápidos y certeros.

Pero, a pesar de sus esfuerzos, el clon no mostró ninguna reacción inmediata. Su sonrisa permaneció, casi burlona, mientras se mantenía erguido, su piel resistiendo los golpes con una dureza sobrenatural. Cada ataque parecía no hacerle mella.

—¿Qué… qué está pasando? —preguntó Emi, respirando pesadamente, mientras retrocedían, buscando una oportunidad para replantear su estrategia.

El clon de Victor Zombie los observó con calma, su mirada helada, casi vacía. Aunque su expresión seguía siendo una burla constante, algo en su presencia les indicaba que aún no habían tocado su verdadero poder.

La risa del clon de Victor Zombie resonó por todo el campo de batalla, su tono burlón y frío enviando escalofríos a quienes lo escuchaban. Con una sonrisa macabra, se giró hacia los tres jóvenes, Emi, Josué y Mike, y pronunció en un susurro distante:

— I'm seeing them.

Esas palabras fueron como un golpe directo a sus corazones, llenándolos de incertidumbre y temor. La atmósfera se volvió densa, como si todo a su alrededor se hubiera detenido. Pero lo peor estaba por venir.

El clon, sin perder la calma, comenzó a realizar un mudra marici, posicionando sus dedos con una habilidad y precisión aterradora. A medida que lo hacía, las sombras parecían moverse alrededor de él, y la atmósfera se cargó de una energía ominosa. El tampak samping, el mudra utilizado en aquel momento, desató una vibración que resonó en las entrañas de cada uno de los combatientes, dejándolos sin palabras.

Sin embargo, antes de que pudieran reaccionar, una luz blanca descendió del cielo, iluminando el campo de batalla. La luz tocó el suelo, y ante los ojos de Emi, Josué y Mike, apareció Leonel.

Era su querido amigo, aquel que habían perdido en el pasado, ahora con un nimbo sobre su cabeza, un halo de energía pura que parecía irradiar esperanza. Su llegada trajo consigo un aire de calma que contrastaba con la energía oscura del clon de Victor Zombie.

Leonel, con la serenidad y sabiduría que siempre lo caracterizaron, alzó las manos en un mudra varada. Sus dedos se movieron con gracia y control, desatando una energía que parecían conocer bien.

El clon de Victor Zombie, al ver la manifestación de Leonel, soltó una sonrisa siniestra y murmuró, casi como un hechizo:

— Neourucaos eterno.

En ese mismo momento, la energía de Leonel explotó en el campo de batalla, creando una esfera de sanación del pasado eterno. Una energía negra envolvió a todos los presentes, y como si el tiempo se distorsionara, todos fueron absorbidos en un lugar que parecía fuera de la realidad.

El dominio de Leonel y el clon de Victor Zombie se fusionaron, creando un espacio surreal. De un lado, el espacio del clon de Victor Zombie era desolado, con estrellas apagadas flotando en la oscuridad, un reino vacío y muerto, donde la esperanza parecía haber sido olvidada. El ambiente era sombrío, una representación del fin y la desesperación.

Pero del otro lado, el dominio de Leonel mostraba un contraste absoluto: orbes verdes y rojos flotaban en el aire, representando el ciclo de la vida, lo que fue y lo que será. Era un paisaje lleno de memorias y esperanza, de momentos perdidos pero también de nuevos comienzos. La energía que emanaba de esos orbes estaba llena de potencial y resistencia, un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, siempre existe la posibilidad de renacer.

Los tres jóvenes, Emi, Josué y Mike, estaban atrapados entre esos dos mundos, sus sentidos abrumados por las energías que chocaban a su alrededor. No sabían cuál de esos dos universos prevalecería, pero lo único que tenían claro era que su lucha apenas comenzaba.

El clon de Victor Zombie observó a Leonel con una calma inquietante, como si estuviera analizando cada movimiento del joven. De repente, sus ojos brillaron con una luz oscura, y una presión invisible comenzó a expandirse en el aire, tensando el ambiente de manera aterradora.

En un instante, Leonel sintió una punzada aguda en su cabeza, como si algo estuviera penetrando su mente y desestructurando su esencia misma. Su cuerpo tembló levemente, y su visión se nubló, comenzando a perder el control sobre sus propios sentidos. Un derrame espiritual comenzó a formarse en su cerebro, como si todo su ser se estuviera desmoronando desde adentro hacia afuera.

Emi, Josué, y los demás que estaban cerca de él comenzaron a sentir lo mismo. La presión de la energía oscura del clon de Victor Zombie afectó a todos en el campo, alterando sus sentidos. Todo se volvía borroso y distante, como si el aire mismo estuviera siendo drenado de cualquier tipo de vitalidad.

— ¿Qué... qué está pasando? — murmuró Emi, tratando de mantener la consciencia, pero su visión comenzaba a desvanecerse, y una sensación de horror absoluto la invadió.

Josué intentaba concentrarse, pero su mente era invadida por sombras y fragmentos de recuerdos rotos. La oscuridad que emanaba del clon parecía querer consumirlos a todos, neutralizando sus sentidos y despojándolos de su capacidad de luchar con claridad. Los rasgos físicos de Leonel se distorsionaban, su rostro se retorcía en agonía mientras intentaba aferrarse a su energía interior.

El clon de Victor Zombie, con una sonrisa maliciosa en su rostro, comenzó a hablar en un tono profundo y resonante, como si estuviera orquestando la caída de sus oponentes:

— Nada escapará de mi alcance. Este mundo es mío. Sus sentidos, sus recuerdos, sus almas... todos serán míos para siempre.

La energía oscura del clon parecía estar absorbiendo la luz, el calor y la esperanza, dejando en su lugar una sensación de vacío y desesperanza que amenazaba con engullir todo lo que tocaba. El cerebro espiritual de Leonel, y los de Emi y Josué, parecían estar desmoronándose bajo la influencia de la sombra que se cernía sobre ellos.

Todo se estaba desmoronando a su alrededor. El tiempo se dilataba, y la realidad parecía desvanecerse lentamente mientras luchaban por mantener su propia existencia intacta.

Mike, con la adrenalina al máximo y una furia contenida, se concentró profundamente, reuniendo toda la energía que quedaba en su interior. Sin pensarlo dos veces, levantó su mano y lanzó un orbe verde cargado con una energía intensa. El orbe se deslizó por el aire con una velocidad sorprendente, y antes de que el clon de Victor Zombie pudiera reaccionar, explotó con una luz cegadora en su rostro.

El impacto fue brutal. La explosión lo desestabilizó por un momento, haciendo que el clon retrocediera, tambaleándose mientras el orbe verde penetraba su armadura espiritual, causando que su poder oscuro se disipara brevemente. La presión que había mantenido sobre los sentidos de los demás se aflojó, aunque solo fuera por un instante.

Emi y Josué, al ver esta apertura, recuperaron algo de claridad, sus cuerpos temblando pero llenos de una renovada determinación. La distracción momentánea del clon les dio una ventana para actuar, aunque sabían que no tendrían mucho tiempo antes de que el poder oscuro del clon se reorganizara.

Leonel, aunque aún afectado por la tormenta mental, se aferró a la oportunidad que les dio el golpe de Mike. Su cuerpo se endureció, y a pesar de la presión de la energía negativa, comenzó a concentrar lo que quedaba de su poder para contrarrestar el dominio del clon sobre sus mentes.

El clon, furioso, lanzó una mirada de ira y desdén hacia Mike, quien estaba ligeramente fuera de balance tras el esfuerzo de la maniobra.

— ¡No será suficiente! — rugió, su voz resonando como un trueno mientras recuperaba el control sobre su poder, pero la explosión momentánea le había dado algo de espacio a los héroes para reagruparse.

La batalla, aún lejos de terminar, había dado un giro. Emi, Josué, y Mike ahora tenían una oportunidad para hacerle frente, pero el clon de Victor Zombie era una fuerza destructiva, y sabían que el precio de la victoria sería alto.

La batalla entre Murasaki y Dante Megami era feroz, un choque de voluntades que resonaba por todo el campo de batalla. Murasaki, con la determinación de recuperar a su querido gato Lemillion, se lanzó al ataque con una precisión mortal, sus movimientos rápidos y calculados, como si cada golpe tuviera un propósito más allá de la pelea misma. A pesar de las heridas que sentía en su cuerpo, su mente estaba enfocada en su única misión: recuperar a su gato.

Por otro lado, Dante Megami luchaba con una fuerza igualmente feroz, pero su motivación era diferente. Él no luchaba por una causa personal, sino por una única razón: salir de ese lugar, un destino incierto que lo había atrapado en un laberinto de misterios y combates. La energía que desplegaba era pura y cruda, cada ataque marcado por la desesperación de querer liberarse de su confinamiento.

Los dos se enfrentaban en un intercambio de golpes y habilidades que parecían ser más que meros movimientos físicos. Murasaki, con su dominio de las artes místicas y su habilidad para desatar energías destructivas, buscaba abrir un camino, mientras Dante, utilizando una combinación de técnicas cuerpo a cuerpo y poderes elementales, se defendía ferozmente. El viento aullaba alrededor de ellos, desatado por la intensidad de sus combates.

A pesar de su enfado y determinación, Murasaki comenzaba a sentir el peso de la batalla. La lucha no solo era contra Dante, sino también contra las emociones que la consumían, la ansiedad y el deseo de recuperar lo perdido. Cada ataque de Dante Megami la empujaba más cerca del límite de sus fuerzas.

Pero Dante también parecía estar alcanzando su límite. Cada golpe que bloqueaba, cada defensa que realizaba, parecía costarle más. Sus propios recuerdos, las luces y sombras de su pasado, lo perseguían mientras luchaba. ¿Era este combate realmente necesario? pensaba. La tensión crecía, pero la necesidad de escapar de aquel lugar seguía dominándolo.

De repente, el sonido de un estruendo sacudió el aire. Murasaki, en un movimiento de desesperación, lanzó una energía concentrada que envolvió a Dante en una explosión de luz. Dante cayó hacia atrás, levantando una nube de polvo mientras trataba de recuperar el aliento, pero aún no estaba derrotado.

Ambos estaban agotados, pero no podían detenerse. Era una batalla de voluntades, y la lucha continuaba, con el destino de ambos pendiendo de un hilo. ¿Quién prevalecería al final? ¿Murasaki, que luchaba por su amor perdido, o Dante, que solo quería escapar?

La batalla entre Murasaki y Dante Megami alcanzó un nuevo nivel de intensidad. El ataque eléctrico de Murasaki había perforado el corazón de Dante, pero en los últimos microsegundos antes de morir, su dominio "Suerte Eterna" se activó.

A su alrededor, el dominio tomó forma, manifestándose como un gran casino interdimensional, con una máquina de apuestas titilando frente a él. El sonido de los rodillos girando llenó el aire y, contra toda probabilidad, el resultado fue el premio mayor. Con esa victoria absoluta, Dante Megami ganó inmortalidad por una hora, y con ello, su fuerza, velocidad, resistencia y energía alcanzaron su máximo nivel.

Murasaki apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Dante se levantara, su cuerpo regenerándose como si jamás hubiera sido herido. Su energía explotó en un destello cegador, generando una onda de choque que empujó a Murasaki varios metros hacia atrás. Por primera vez en la pelea, Murasaki sintió un verdadero peligro.

—¡Ahora sí, veamos quién cae primero! —exclamó Dante, con una sonrisa feroz, antes de lanzarse al ataque con una velocidad que rompía la barrera del sonido.

El choque de sus ataques resonó como truenos en el cielo, cada golpe enviando ondas expansivas que destrozaban el suelo y hacían vibrar el espacio mismo. Murasaki esquivaba y contratacaba con precisión quirúrgica, mientras Dante avanzaba con una fuerza imparable, cada uno llevando su poder al límite.

Ambos combatientes sabían que la pelea no podía durar para siempre. Dante tenía solo una hora de inmortalidad, y Murasaki debía encontrar una manera de derrotarlo antes de que su energía se agotara. La batalla no era solo un enfrentamiento de habilidades, sino también de estrategia y resistencia.

El tiempo corría, y el destino de ambos pendía de un hilo.

Los campos de batalla colisionaron, desintegrando el dominio de Dante Megami, el dominio del clon de Víctor Zombie y el de Leonel en un estallido de energía pura. El choque de esas fuerzas rompió las reglas del espacio y el tiempo, dejando a los combatientes en un nuevo escenario, una vasta extensión de oscuridad y caos, donde una presencia imponente se alzaba.

En el centro de todo, el clon de Víctor Zombie permanecía en pie. Su sonrisa era aterradora, su energía distorsionaba el espacio a su alrededor. No era solo una copia de su maestro, era algo más allá de lo imaginable, algo que trascendía todo concepto de poder conocido.

Él era el más fuerte de la historia.

Emi, Josué, Leonel, Mike, Murasaki y Dante Megami lo comprendieron al instante. El miedo se apoderó de sus cuerpos, pero ninguno podía retroceder.

Dante Megami, con su suerte aún activa, se adelantó con una sonrisa feroz.

—Si eres el más fuerte, entonces veamos si puedes con todos nosotros.

Murasaki ajustó su postura, relámpagos recorriendo su cuerpo. No podía perder de vista su objetivo, pero primero debían sobrevivir.

Leonel, con su nimbo sobre la cabeza, cargó su energía espiritual, mientras Emi y Josué tomaban posiciones, sabiendo que esta pelea sería diferente a cualquier otra.

Mike tragó saliva, sintiendo cómo su cuerpo temblaba, pero no de miedo, sino de pura adrenalina.

—No importa quién seas, te derrotaremos.

El clon de Víctor Zombie dio un solo paso adelante, y el impacto desgarró el suelo bajo sus pies.

La batalla definitiva estaba por comenzar.

Wen Kita, una maestra prodigio de la katana, llevaba años sin ver a Emi. En el pasado, fueron inseparables, pero con el tiempo sus caminos tomaron rumbos distintos.

Sin embargo, el destino tenía otros planes.

Un serafín descendió del cielo, su presencia iluminando el lugar donde Wen Kita entrenaba. Su voz resonó en su mente, firme y solemne.

—Tu mejor amiga, Emi, está en peligro. Quiso revivir a un amigo, pero ahora se enfrenta a una amenaza que ha superado todo límite.

Wen Kita abrió los ojos de golpe, sujeta el mango de su katana y siente un escalofrío recorriéndole la espalda.

—¿Quién es el enemigo?

El serafín hizo una pausa antes de responder.

—El clon de Víctor Zombie.

Solo ese nombre fue suficiente para que Wen Kita entendiera la gravedad de la situación. No podía quedarse quieta.

—Llévame con ellos.

El serafín asintió, y en un instante, un portal sagrado se abrió ante ella.

Sin dudarlo, Wen Kita dio un paso al frente, con la katana en mano y la determinación ardiendo en su mirada.

—Emi, estoy en camino.

Wen Kita cayó en picada desde una gran altura, el viento silbaba en sus oídos mientras gritaba el nombre de su mejor amiga con desesperación.

—¡Emi!

Pero antes de que pudiera reaccionar, el ambiente a su alrededor se oscureció repentinamente.

El clon de Víctor Zombie levantó las manos, sus dedos adoptaron el mudra marici, formando la temida posición del tampak samping.

—Neourucaos eterno.

Su voz retumbó en el vacío, y en cuestión de segundos, una vasta oscuridad emergió, engulléndolo todo. El dominio se cerró como una trampa, aprisionando a todos dentro de aquella distorsionada realidad.

El aire se volvió pesado. El tiempo parecía haberse ralentizado. No había escapatoria.

El clon de Víctor Zombie caminó lentamente hacia Dante Megami, con una sonrisa torcida en su rostro. Su presencia era sofocante, inhumana.

Cuando finalmente se posicionó frente a él, lo miró a los ojos y, sin previo aviso, inclinó la cabeza y mordió con brutalidad su cuello.

—Carne fresca.

Su voz fue un susurro frío y escalofriante, mientras la sangre se deslizaba entre sus labios, disfrutando cada instante de su macabro festín.

Wen Kita sintió un escalofrío recorrer su espalda en el instante en que su cuerpo impactó contra el suelo. Un dolor punzante la atravesó, pero no era solo suyo, podía sentir que algo estaba afectando a todos los demás.

Su cerebro se nublaba, su visión se volvía borrosa, y un hormigueo paralizante comenzaba a recorrer cada fibra de su ser. Su sistema locomotor se estaba apagando.

Era como si una fuerza invisible les arrebatara el control de sus propios cuerpos. Emi, Josué, Mike, Leonel, Murasaki y Dante Megami también estaban inmóviles. Sus ojos reflejaban terror, pero sus cuerpos no respondían.

No podía dejar que esto terminara así.

Reuniendo toda su fuerza de voluntad, Wen Kita apretó los dientes y movió los dedos con dificultad. Con un último esfuerzo, aferró su katana con firmeza y cargó contra el clon de Víctor Zombie.

El mundo pareció volverse silencioso por un segundo.

La hoja brilló en la oscuridad mientras descendía con un corte preciso y devastador directo al cuello del clon.

¡Corte limpio!

Pero en el último instante, el cuerpo de Wen Kita cedió al colapso. Sus fuerzas no fueron suficientes. La cabeza del clon quedó parcialmente cercenada, pero aún conectada a su cuerpo.

El clon de Víctor Zombie giró su rostro parcialmente desprendido, con su sonrisa torcida intacta. Sus ojos llenos de malicia se clavaron en ella, y su voz surgió con un tono escalofriante:

—Interesante...

El clon de Víctor Zombie sujetó a Wen Kita con una fuerza inhumana, levantándola como si no pesara nada. Su sonrisa oscura se ensanchó mientras sus ojos brillaban con un hambre monstruosa.

—Te comeré a ti— murmuró con voz distorsionada, como si varias entidades hablaran al mismo tiempo.

Wen Kita sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sus músculos no respondían; el dominio de aquel ser estaba afectando su sistema nervioso, dejándola completamente vulnerable. Intentó mover los dedos, alcanzar su katana, pero su cuerpo no le obedecía.

El resto del equipo observaba la escena con terror. Emi, Josué, Leonel, Mike y Murasaki luchaban por resistir los efectos del dominio, pero cada segundo que pasaba se sentían más débiles. Dante Megami, aún con su poder amplificado, intentó moverse, pero el clon de Víctor Zombie apenas le lanzó una mirada y su cuerpo se paralizó.

Wen Kita, con su última pizca de energía, forzó una sonrisa desafiante.

—No... eres... invencible —susurró.

El clon inclinó la cabeza, fascinado por su resistencia. Pero en su interior, algo crepitaba... Un nuevo poder estaba surgiendo en Wen Kita, algo que podría cambiar el curso de la batalla.

El clon de Víctor Zombie se regeneró casi instantáneamente, un proceso que, dentro del dominio, tomó apenas 5.39 × 10⁻⁴⁴ segundos. Su cuerpo volvió a un estado impecable como si jamás hubiera sido herido. La katana que Wen Kita había intentado usar contra él aún estaba incrustada en su cuello, pero con una risa distorsionada, la sujetó y la sacó lentamente, dejando que la herida se cerrara al instante.

Dante Megami, aún en su estado de máxima potencia, se dio cuenta de algo alarmante: su inmortalidad estaba por llegar a su límite. Apenas unos segundos más y perdería la ventaja que había obtenido con su "Suerte Eterna".

Mientras tanto, Wen Kita, con dificultad, logró mover sus dedos. Su cuerpo temblaba, su respiración era errática, pero su voluntad se negaba a rendirse. Dio un paso inestable, intentando recuperar el control total de su cuerpo, cuando el clon de Víctor Zombie la agarró del cuello con una sola mano y la levantó del suelo.

Con una sonrisa sádica, el clon giró la katana en sus manos, observándola como si fuera un juguete.

—Interesante... —susurró con su voz doblemente distorsionada.

Sin previo aviso, colocó la punta de la katana en el pecho de Wen Kita y la presionó lentamente contra su piel. La sensación helada del metal hizo que la chica contuviera la respiración.

Los demás, aún paralizados por el dominio, miraban con horror. Dante Megami intentó moverse, pero su cuerpo ya no respondía con la misma velocidad de antes.

El clon de Víctor Zombie sonrió aún más.

—Veamos cuánto puedes resistir antes de romperte...

El dominio del clon de Víctor Zombie se rompió de repente, como si la realidad misma hubiera colapsado sobre sí misma. Todos fueron expulsados de vuelta a la arena de combate, cayendo al suelo con pesadez. El cambio fue brutal: el aire se volvió más denso, y la presión que los había inmovilizado antes aún pesaba sobre sus cuerpos.

Sin embargo, el único que se movía con total normalidad era el clon de Víctor Zombie. Su sonrisa no se había desvanecido ni un solo instante.

Wen Kita, todavía con la katana presionada contra su pecho, intentó respirar, pero su cuerpo no respondía. Dante Megami ya no tenía su inmortalidad, y cada músculo de su cuerpo sentía el peso de la fatiga extrema.

Emi, Josué, Mike y Leonel estaban en peores condiciones. Apenas podían alzar la vista. Sus cuerpos no respondían, y aunque sus mentes seguían activas, el impacto del dominio aún los mantenía en un estado de semi-parálisis.

El clon de Víctor Zombie miró a todos con satisfacción. Se pasó la lengua por los labios y estiró los brazos, como si disfrutara de la situación.

—¿Qué pasa? ¿Se acabó la diversión?

Dio un paso adelante. Luego otro.

Cada paso suyo resonaba en la arena como un eco de muerte inminente. La cacería apenas comenzaba.

El clon de Víctor Zombie se giró apenas un instante, sintiendo la acumulación de energía detrás de él. Leonel fue el primero en atacar, reuniendo un pequeño orbe de energía y lanzándolo con dificultad. Emi siguió, repitiendo el proceso. Josué, Mike, Dante Megami y Murasaki hicieron lo mismo, todos reuniendo lo poco de poder que les quedaba.

Las explosiones hicieron que el clon soltara su agarre sobre Wen Kita, su atención dividida por los ataques. Era el momento perfecto.

La katana de Wen Kita cayó al suelo con un sonido metálico.

Aprovechando el instante, ella la tomó con rapidez y, con un movimiento preciso, la hundió en el cuello del clon de Víctor Zombie.

—¡Corte Explosivo! —gritó con todas sus fuerzas.

Una chispa recorrió la hoja.

El filo de la katana emitió un destello cegador antes de liberar una explosión majestuosa y devastadora.

El clon de Víctor Zombie quedó envuelto en una tormenta de luz y fuego, su silueta desapareciendo entre la energía desatada.

El silencio cayó sobre la arena.

El enemigo más fuerte de la historia había sido derrotado.

Después de la intensa batalla, el serafín apareció ante ellos con una expresión serena.

—Han pasado la prueba.

Un resplandor dorado cubrió a Murasaki, y en sus brazos apareció Lemillion, su gato, completamente sano. Pero había algo distinto en él: una pequeña aura rodeaba su cuerpo.

—Como recompensa, tu compañero ahora tiene habilidades básicas para defenderse, dijo el serafín.

Murasaki sonrió con alivio, abrazando a Lemillion con fuerza. Había valido la pena. Con su misión cumplida, un portal se abrió para ella, permitiéndole regresar al mundo mortal, al planeta Tierra. Su vida de caos había terminado, ahora podía disfrutar de una vida tranquila con su gato.

Mientras tanto, Emi, Mike, Josué y Wen Kita aún permanecían en el campo celestial, observando a su alrededor con incertidumbre. De repente, un resplandor divino envolvió a Leonel.

Un ángel descendió con majestuosidad, tocando el cuerpo etéreo de Leonel.

La luz lo envolvió por completo… y, al instante, su carne volvió a formarse.

Leonel había sido resucitado.

Sin embargo, había un pequeño problema. Estaba completamente desnudo.

Todos quedaron en silencio por un segundo, procesando la situación. Después de todo, la túnica que usaban los muertos en el paraíso no era parte de su cuerpo resucitado.

Leonel miró hacia abajo, luego hacia sus amigos, luego nuevamente hacia abajo.

—... Bueno, esto es incómodo.

Los demás se quedaron mirándolo con caras de incredulidad, hasta que Wen Kita se volteó bruscamente.

—¡Consíguete algo de ropa, por favor! —exclamó, sonrojada.

Mike, Emi y Josué rompieron en carcajadas, mientras Leonel se apresuraba a cubrirse como podía.

Después de tantas batallas y desafíos, por fin tenían una victoria que celebrar.

Emi, aún con la risa en los labios por la situación de Leonel, volvió su mirada hacia el serafín con seriedad.

—Oye… ¿sabes dónde está nuestro maestro, Victor?

El serafín guardó silencio por un momento, como si estuviera procesando la pregunta. Luego, con una voz calmada pero firme, respondió:

—Victor ya no está en este plano.

Los ojos de Emi, Josué, Mike, Wen Kita y Leonel se abrieron de par en par.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Josué, sintiendo un escalofrío.

—Su existencia ha trascendido a otro nivel. Ya no es un simple mortal… pero tampoco es un dios. Él se ha convertido en algo más.

El grupo intercambió miradas llenas de confusión y preocupación.

—Entonces… ¿está vivo? —preguntó Mike.

El serafín hizo una pausa antes de responder.

—Sí… pero no de la forma en que lo recuerdan.

El aire se volvió pesado. Si Victor no estaba muerto, pero tampoco era el mismo, ¿qué significaba eso realmente? ¿Se había vuelto algo más allá de su comprensión?

Emi apretó los puños.

—Tenemos que encontrarlo.

Wen Kita asintió.

—Si realmente ha cambiado… entonces debemos verlo con nuestros propios ojos.

El serafín los observó con interés, pero no dijo más. Solo extendió una mano, creando un portal brillante delante de ellos.

—Este es su camino. Si desean respuestas, deben estar listos para afrontar lo que encontrarán.

El grupo se miró entre sí, llenos de determinación.

El serafín extendió su mano, y en el aire se formó una imagen translúcida, como si fuera un espejo divino. En él, se mostró el lugar donde se encontraba Victor.

El grupo se acercó de inmediato, conteniendo la respiración.

Lo primero que vieron fue a Victor Zombie, el original, encerrado en un espacio oscuro. A su alrededor, todo parecía vacío y opresivo, como si la realidad misma estuviera doblada a su alrededor. Pero lo que realmente los estremeció fue su expresión.

Estaba sonriendo.

No una sonrisa de alegría, ni de burla. Era una sonrisa tranquila, casi aterradora, como si todo esto no fuera más que un juego para él. No parecía incómodo, ni desesperado.

—¿Qué demonios…? —susurró Josué.

Pero hubo algo más que llamó la atención del serafín.

En la imagen, se veía un pequeño cubo oscuro, flotando en el aire, ignorado por todos. Desde afuera, parecía insignificante, pero cuando el serafín ajustó su visión y vio dentro…

—Ahí está. —La voz del serafín bajó en tono.

Todos se quedaron en silencio cuando la imagen reveló lo que había dentro del cubo.

Victor. El maestro.

El verdadero Victor estaba encerrado dentro del cubo, en una dimensión completamente distinta, aislado del resto de la realidad. Desde afuera, el cubo parecía pequeño y opaco, pero por dentro era un vasto vacío sin fin.

Y Victor estaba sentado en el centro, con la misma sonrisa inquebrantable.

—¿Cómo es posible…? —preguntó Wen Kita, dando un paso atrás.

—Lo dividieron… —murmuró el serafín—. El Victor Zombie que vemos afuera no es más que un cascarón. El verdadero Victor está atrapado en este cubo dimensional.

El grupo se quedó sin palabras.

Su maestro no solo estaba encerrado… su existencia misma había sido fragmentada.

El grupo observaba en silencio la imagen del serafín. Todo parecía indicar que su maestro había sido fragmentado, pero… ¿realmente era así?

Algo no encajaba.

—No podemos asumir nada… —dijo Emi, aún mirando la imagen—. Victor siempre ha sido impredecible. Tal vez esto es parte de algo más grande que no entendemos.

Josué cruzó los brazos, pensativo.

—Si su existencia fue realmente dividida, ¿cómo es que el Victor Zombie sigue actuando con tanta naturalidad?

—Y sobre todo… —intervino Mike—, ¿por qué sigue sonriendo?

El serafín se mantuvo en silencio, sin responder.

Era posible que lo que veían no fuera la verdad absoluta. Quizás Victor no estaba fragmentado… o quizás sí, pero no de la forma en que lo imaginaban.

Solo había una manera de saberlo con certeza.

Preguntarle a Victor mismo.

Emi le dijo al serafín que utilizara sus poderes mentales para comunicarse con Victor, que estaba adentro de ese cubo.

Cuando conectaron con él, parecía estar feliz, su sonrisa reflejada en el "espejo" que ellos veían como un televisor.

—Victor, ¿estás bien? —preguntó Emi con un tono serio.

—Perfectamente. Aunque parece que les preocupa algo…

—Queremos saber si estás fragmentado o dividido de alguna forma, —añadió Josué.

Victor se rió entre dientes, con su característica expresión despreocupada.

—Oh, eso es incorrecto. No estoy fragmentado… pero hay más aquí de lo que no pueden ver.

El grupo se miró entre sí, confundidos.

—¿Qué significa eso? —preguntó Mike.

Victor ladeó la cabeza con diversión, su sonrisa intacta.

—Ese "otro yo"… es una versión donde no sobreviví. Y, por lo que tengo entendido, zombie significa algo así como "no muerto", ¿no? No sé por qué les ponen nombres tan raros a las cosas.

Dicho eso, rió nuevamente, como si todo esto fuera solo un juego para él.

El grupo se quedó en silencio por un momento, tratando de procesar lo que Victor acababa de decir.

—¿Otro tú donde no sobreviviste? —repitió Emi con el ceño fruncido.

Josué apretó los puños, sintiendo un escalofrío en la espalda.

—Entonces… ese "Victor Zombie" es una versión tuya de otra línea temporal o algo así…

Victor rió dentro del cubo, con esa misma sonrisa que parecía inquebrantable.

—¿Línea temporal? Puede ser, o puede que no. Al final, ¿qué es el tiempo sino una maraña de caminos que se cruzan y se enredan?

Wen Kita se cruzó de brazos.

—Eso no explica por qué sigues encerrado ahí. Si no estás fragmentado ni atrapado realmente… ¿por qué no sales?

Victor ladeó la cabeza, divertido.

—Porque esto también es parte del juego. ¿O creen que todo esto pasó por accidente?

El grupo se miró entre sí, con más preguntas que respuestas.

—¿Qué significa eso, maestro? —preguntó Mike, inquieto.

Victor solo sonrió aún más, pero no respondió.

Algo más estaba ocurriendo… algo que aún no entendían.

Victor los miró con su sonrisa inquebrantable y dijo con calma:

—Dentro de un año, más o menos, saldré de este cubo. Así de sencillo.

El grupo se tensó al escuchar eso.

—¿Un año? —repitió Emi, con incredulidad.

—Exacto. Ustedes tendrán que esperar al menos hasta enero. Apenas estamos a mitad de año, así que tienen tiempo… —Victor hizo una pausa y su sonrisa se ensanchó—. Tiempo para entrenar, volverse más fuertes… y prepararse para la guerra. ¿Qué más esperan?

Su tono no dejaba lugar a dudas. No era una advertencia. Era un hecho.

Victor miró fijamente al grupo, sus ojos brillando con una intensidad extraña mientras continuaba.

—Además, estos sujetos robaron mi cuerpo en otra línea de tiempo. —Su tono se volvió más grave.— Están usando a esa cosa no muerta que soy yo, para algo mucho más siniestro. Un virus, o algo peor, para matarnos bajo ciertas circunstancias.

Emi, Josué y los demás intercambiaron miradas, la gravedad de sus palabras calando hondo en sus corazones.

—Pero hay algo aún más peligroso, algo que va más allá de mi cuerpo. —Victor continuó, su voz resonando con un eco lejano, como si estuviera pensando en algo que había ocurrido mucho antes. —En otras líneas de tiempo, también hubo otros de nosotros a quienes les robaron sus cuerpos. Y no son solo humanos...

El serafín que estaba observando, también se mostró más alerta.

—Está esa entidad. —Victor cerró los ojos, como si estuviera midiendo sus palabras. —Una entidad que está en igualdad de condiciones que Jehová. Poderosa y peligrosa... y si logramos derrotarla, no será solo una batalla por nuestras vidas, sino por el control de todo lo que conocemos.

El ambiente se llenó de una tensión palpable. La misión de los guerreros, hasta ahora tan personal, se había transformado en algo mucho más grande. Un enfrentamiento no solo por la supervivencia, sino por el destino de realidades enteras.

Victor, con una sonrisa astuta, dijo en voz baja:

—Soy el más fuerte.

Su risa se extinguió rápidamente mientras se desconectaba de la conexión mental con el serafín, cortando toda comunicación. En ese instante, la visión en el espejo tipo televisor comenzó a parpadear y fallar, como si la señal se hubiera perdido por completo. El serafín observó con atención, entendiendo que la desconexión era algo deliberado de parte de Victor, una señal de que ya no quería comunicarse más.

El serafín, con un suspiro, miró al grupo y les habló:

— Es tiempo de regresar.

Sin más palabras, el serafín creó un portal brillante, el cual abrió ante ellos. Todos, incluyendo Emi, Josué, Mike, Wen Kita, Leonel, entraron al portal, regresando al planeta Tierra.

Sin embargo, a Dante Megami le fue creado un portal diferente. La luz de su portal lo envolvió y, en un instante, fue transportado directamente al lado de Momo Fogosa, su pareja, quien lo esperó en un rincón tranquilo del mundo, aliviada de verlo llegar sano y salvo.

Mientras el portal se cerraba, el grupo restante observó el horizonte, cada uno sumido en sus pensamientos. La guerra no había terminado, el reto era aún mayor y la promesa de Victor de regresar en un año les dejaba claro que el tiempo era valioso. Tendrían que entrenar y fortalecerse, pues lo que se venía sería aún más grande de lo que podían imaginar.

La pregunta seguía flotando en el aire: ¿Qué harían ahora?

Fin.