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Chapter 9 - Episodio 9: Un concepto que no muere.

Victor y Evil Victor, fusionándose nuevamente, unieron sus almas y energías. El aire se cargó con una presión palpable mientras sus cuerpos se entrelazaban, fusionando lo que quedaba de su bondad y maldad en una forma más poderosa, más pura. El resplandor que emanó de su unión iluminó el paisaje, oscureciendo aún más el cielo. La fusión no solo los hacía más fuertes, sino que también les otorgaba una claridad de propósito que nunca habían experimentado antes.

Con un suspiro profundo, ambos alzaron las manos al mismo tiempo, creando una esfera de energía pura que comenzó a girar con una intensidad que hacía temblar la tierra bajo ellos. Se trataba del Omni Yadaratman, una transformación que combinaba todo su poder y conocimiento, fusionando sus habilidades y su voluntad en una única fuerza indomable.

El aire a su alrededor vibraba mientras la energía crecía. La burbuja de energía se formó rápidamente alrededor de las familias de Daiki y Evil Victor, protegiéndolas de cualquier peligro inminente. A continuación, Victor y Evil Victor, ahora uno solo, metieron a todas las personas dentro del bolsillo de Victor, asegurándose de que estuvieran a salvo.

Cuando todo estuvo preparado, ambos guerreros miraron hacia el horizonte. Una sombra oscura se extendía por el cielo, y la figura de Xar'khal apareció lentamente, su presencia aplastante tan poderosa como siempre. Los ecos de su poder reverberaron a través del espacio mientras el dios observaba a sus enemigos, con la certeza de que esta batalla sería la definitiva.

Victor y Evil Victor se miraron mutuamente, sabiendo que no había marcha atrás. El momento del enfrentamiento final había llegado. Las dos entidades, ahora fusionadas en una sola fuerza, se prepararon para la última batalla.

—Este será el fin, Xar'khal —dijo Victor con una voz que llevaba consigo la determinación de un destino irreversible.

Xar'khal sonrió, confiado en su poder. —No me subestimen, humanos. Su final está cerca.

Con una explosión de energía, ambos bandos se lanzaron al combate, el espacio a su alrededor transformándose en un campo de batalla donde solo uno de ellos podría prevalecer.

Victor, con la velocidad de su reacción incrementada por la fusión, esquivó el corte perfecto de Xar'khal, pero no pudo evitar sentir un golpe brutal en el pecho. El impacto lo dejó sin aliento por un momento, y antes de poder procesarlo, se dio cuenta de que algo extraño había ocurrido. Era como si la pelea hubiera dado un salto en el tiempo.

El poder de Rigor, la técnica de salto en el tiempo, había alterado la secuencia de los acontecimientos, enviándolo varios kilómetros hacia atrás en un instante. A pesar de que su cuerpo estaba hecho de energía y resistencia, la sensación del golpe y la alteración del tiempo lo dejaron atónito. Cayó pesadamente sobre el suelo, levantando una nube de polvo y escombros. Estaba desorientado, pero no por mucho tiempo.

Al levantarse, pudo sentir la presencia de algo familiar, algo de su propia familia. Al mirar, vio a su esposa, que había estado oculta hasta ese momento, transformándose en una criatura monstruosa ante él. Ella había dominado su habilidad de transformación, que normalmente la hacía cambiar en animales pequeños, pero ahora había adoptado una forma mucho más feroz y amenazante, una criatura de proporciones gigantescas con una fuerza y agilidad que desbordaban.

—¿Qué has hecho...? —dijo Victor, desconcertado y preocupado, mientras observaba a su esposa en su nueva forma monstruosa.

La criatura, con los ojos brillando con una intensidad desconocida, se giró hacia él. No era su esposa tal como la recordaba, sino una bestia que había perdido parte de su humanidad al adoptar esta nueva forma. Los músculos de su cuerpo se tensaban, y su respiración era profunda y resonante. Aunque en su interior, Victor sabía que aún era ella, la esencia de su ser estaba distorsionada por el poder que había tomado.

Xar'khal, observando desde la distancia, soltó una risa sardónica. —No puedes escapar de la inevitabilidad de tu destino. Incluso tus seres más cercanos te traicionan en este último momento.

Victor, sin embargo, no mostró miedo. Con un leve respiro, se preparó para contrarrestar tanto a la criatura que había sido su esposa como a Xar'khal.

—Esto no es el final —murmuró, mientras la energía a su alrededor se intensificaba. —No importa lo que hayas hecho, ¡no dejaré que destruyas lo que me queda!

Victor se levantó con determinación, su poder fusionado con la voluntad de proteger a los que ama. La batalla no había terminado, y él no iba a rendirse.

Victor observó con horror cómo la criatura monstruosa avanzaba hacia él, pero pronto comprendió que no era su esposa. La transformación no provenía de ella, sino que Xar'khal había usado un poder de la esposa de Victor para crear esta monstruosa forma. La criatura frente a él era una aberración, una distorsión de la habilidad de transformación que su esposa había dominado, pero ahora corrompida y convertida en una manifestación de poder caótico.

Xar'khal, con una sonrisa cruel, observó la confusión de Victor. —¿Te sorprende, Victor? He utilizado el poder de tu querida esposa. Su habilidad de transformación, amplificada por mi voluntad, ha creado esta monstruosidad. Ni siquiera tú puedes salvarla ahora.

Victor apretó los dientes, pero su mirada se mantuvo firme. Aunque su esposa no estaba allí, el poder de Xar'khal aún no podía quebrantar su determinación. —¡Esto no es ella! —gritó, mirando a la bestia con la furia acumulada dentro de él. —Es solo una ilusión de lo que pudiste corromper.

Con un movimiento rápido, se preparó para contrarrestar el monstruoso ataque, sabiendo que debía enfrentarse tanto a la criatura como al propio Xar'khal si quería tener alguna oportunidad de salvar lo que quedaba de su familia. El poder dentro de él comenzó a latir con intensidad, la fusión de sus energías alcanzando nuevas alturas.

Xar'khal, que ya se había anticipado a la reacción de Victor, lanzó un ataque hacia él, disparando una ola de energía directa. La bestia monstruosa que había creado se lanzó hacia Victor con garras afiladas y un rugido ensordecedor, chocando contra él con una fuerza abrumadora.

Pero Victor no se dejó vencer. Activó su Ira Dansandankai con un grito de desafío, rodeando su cuerpo de un resplandor de energía. Evitó el ataque de la criatura con un giro rápido, esquivando por poco la feroz embestida. Al mismo tiempo, extendió su mano y canalizó su energía hacia un solo punto, lanzando un rayo de energía pura directamente hacia Xar'khal.

La explosión de poder atravesó el aire, pero Xar'khal no parecía inmutarse, su rostro mostrando una expresión de confianza en su victoria inminente. —No puedes ganarme, Victor. Ya has visto lo que soy capaz de hacer.

Victor, con la mirada fija y el alma inquebrantable, respondió con voz fría: —No te has dado cuenta, Xar'khal. Este no es el final. No importa cuántos trucos juegues, no ganarás. No voy a dejar que destruyas lo que más amo.

La batalla continuaba, pero Victor sabía que, aunque Xar'khal parecía tener el poder para destruir todo, él no iba a rendirse.

Victor, lleno de furia, reunió todo su poder en un solo movimiento. Su cuerpo brilló con energía, y con un rugido, se lanzó hacia Xar'khal. El dios, confiado, intentó reaccionar, pero no pudo anticipar el ataque de Victor. El golpe de Victor fue directo al pecho de Xar'khal, atravesando su defensa con una fuerza devastadora.

El impacto envió a Xar'khal volando hacia atrás, su forma imponente desmoronándose poco a poco. La energía de la explosión que generó el golpe desintegró parte de la esencia de Xar'khal, destransformándolo en algo más vulnerable. Por fin, el dios cayó al suelo, su poder disminuido, sus ojos desorbitados por el dolor y la sorpresa.

Victor no dio tregua. Con una mirada de determinación, se acercó a él y lo levantó del suelo, tomando a Xar'khal por el cuello con fuerza. —¡Ahora! —rugió, su voz llena de odio y necesidad—. Quiero a mis amigos de vuelta. ¡Devuélvelos!

Xar'khal, debilitado y vulnerable, apenas podía responder, pero con una sonrisa amarga murmuró: —No entiendes, Victor. No puedes detener lo que he comenzado.

Pero Victor no se dejó intimidar. Alzó su otra mano, canalizando su energía en un torbellino de poder. —¡Si tienes el poder de atraparlos, entonces también tienes el poder de liberarlos! —exigió, apretando más fuerte su agarre.

La energía que Victor desprendió comenzó a rodear a Xar'khal, quemando su ser con la intensidad del poder acumulado. El dios gritó de dolor, pero lo que más impactó fue el resplandor de furia y esperanza en los ojos de Victor. Sabía que no solo se trataba de liberar a sus amigos, sino de restaurar todo lo que Xar'khal había destruido.

—¡Ahora! —Victor volvió a exigir. Con un movimiento final, canalizó su energía hacia la forma derrotada de Xar'khal, obligándolo a liberar lo que había retenido.

Xar'khal, incapaz de resistir más, comenzó a liberar las almas de las personas atrapadas, incluidos sus amigos y seres queridos. Las figuras de Daiki, Spajit, Rigor, y otros se materializaron frente a Victor, recuperando su forma física.

Victor cayó de rodillas, exhausto por la batalla, pero una sonrisa se asomó a su rostro al ver que sus amigos estaban finalmente libres. —Lo hicimos... —susurró, mientras su corazón se aliviaba, aunque sabía que aún quedaba mucho por hacer.

Pero, por ahora, había recuperado lo más importante: su familia, sus amigos, y su voluntad de seguir luchando.

Xar'khal, consumido por una furia desmedida, observó cómo todo lo que Victor había luchado por proteger se desmoronaba a su alrededor. Las familias, los amigos, aquellos que Victor había jurado proteger, fueron liberados, pero a un costo terrible. La batalla se había convertido en un torbellino de sacrificios y dolor, y, con su poder debilitado, Xar'khal sabía que era su última oportunidad para ganar.

La mirada de Victor, aún con los ojos entrecerrados por el dolor, brilló con determinación. Pero antes de que pudiera reaccionar, un movimiento tan rápido como la oscuridad misma atravesó el aire. Xar'khal, con su furia imparable, se acercó a él, sin dar tiempo a que nadie pudiera detenerlo. En un instante, sus manos rodearon el cuerpo de Victor, y con un rugido aterrador, comenzó a absorber su poder.

El cuerpo de Victor, desgarrado por la acción, colapsó. El alma de Victor fue succionada, atrapada en la oscuridad de Xar'khal. El vacío que dejó su ausencia era tangible. "No..." fue lo último que sus amigos pudieron escuchar. El sacrificio de Victor fue inmediato. El último vestigio de su humanidad se desvaneció, y la oscuridad de Xar'khal se expandió rápidamente.

Con una risa maliciosa, Xar'khal se apartó, notando el poder corriendo por su cuerpo. La esencia de Victor no solo le otorgaba su fuerza física, sino que también lo transformaba internamente. En ese instante, la fría y despiadada naturaleza de Xar'khal comenzó a fragmentarse por las huellas de Victor, una pequeña grieta que nunca había estado ahí. Pero no lo reconocería aún. La transformación estaba casi completa.

El aire a su alrededor vibraba con la energía que había adquirido. "Esto es solo el comienzo," murmuró, sintiendo la inmensa ola de poder que ahora poseía. Su cuerpo se convirtió en algo más allá de un dios, más allá de lo que podría haber imaginado. Pero algo en su interior, una chispa de lo que había sido, comenzó a perturbarlo. La esencia de Victor, a pesar de haber sido absorbida, persistía.

Mientras tanto, Evil Victor, que había sido testigo de todo, sintió una oleada de miedo. Él, que había estado buscando venganza y poder, ahora temía lo que veía. Xar'khal no era solo un dios renovado, sino algo mucho más oscuro, más peligroso. "No... No puede ser..." musitó, dando un paso atrás.

Xar'khal, al notar su presencia, giró lentamente hacia él. "¡Cállate!" rugió, y su voz resonó como un trueno. Cada palabra era un eco del poder que había adquirido. Pero la risa de Xar'khal se extinguió abruptamente cuando sus ojos se clavaron en lo que quedaba de Victor. Un retazo de su alma, apenas visible, seguía luchando por salir.

"No... esto no está bien..." pensó Xar'khal, sintiendo cómo algo dentro de él se retorcía, un sentimiento extraño, ajeno a su naturaleza. Victor había dejado una marca en su alma, y por un instante, el dios vaciló. Esa chispa de humanidad que había absorbido, la determinación que había brillado en los ojos de Victor, le impedía disfrutar de la victoria como lo había hecho antes.

Pero no pudo detenerse. La lucha por el poder, la necesidad de destrucción, era más grande que cualquier fragmento de duda. Xar'khal levantó la mano, sintiendo la energía de Victor en cada fibra de su ser, y se preparó para destruir lo que quedaba de la esperanza, sabiendo que, aunque había ganado, una parte de Victor siempre viviría en él.

"Esto es lo que querías, Victor... un mundo donde nadie esté a salvo... pero ¿sabes qué? Tú... tú siempre serás parte de mí." Las palabras resonaron en su mente mientras la batalla continuaba, ahora no solo por el universo, sino por las sombras que se entrelazaban con las almas de aquellos que aún no entendían el verdadero precio de la victoria.

En ese último momento, la esencia de Victor luchaba por regresar, por encontrar una manera de redimir todo el sufrimiento. ¿Podría aún ser salvado? ¿O estaba destinado a ser consumido por la oscuridad de Xar'khal, un dios sin alma, sin remordimientos?

La batalla estaba lejos de terminar.

Xar'khal, completamente transformado, se alzaba ante el caos con una presencia imponente. Su rostro, una copia exacta del de Victor, era una mueca de poder y oscuridad. Los ojos, que antes brillaban con una furia maligna, ahora reflejaban una mezcla de emociones ajenas a su naturaleza. La textura de su cabello, oscuro y desordenado, caía con una intensidad inquietante. El pantalón rasgado que llevaba parecía absorber la energía del entorno, como si la misma esencia del universo se hubiera adherido a él.

La transformación era aterradora. "Soy tú," murmuró Xar'khal, su voz resonando como un eco de la de Victor, pero distorsionada, casi un susurro de lo que alguna vez fue un alma humana. "Y tú, Victor, ahora vives en mí... Pero nunca más serás libre."

La vibración del aire a su alrededor indicaba que su poder era ahora incalculable. El suelo temblaba bajo sus pies, como si todo el mundo estuviera a punto de ser arrasado por la presencia de esa nueva entidad. Xar'khal había absorbido no solo la fuerza de Victor, sino también su espíritu, su voluntad, y lo más peligroso de todo: la humanidad que residía dentro de él.

Al mirar hacia el frente, la silueta de Evil Victor se desvaneció en las sombras, no porque estuviera derrotado, sino porque, en ese preciso momento, se dio cuenta de que había creado algo más grande que él mismo. Xar'khal ya no era simplemente un dios con sed de poder, sino una mezcla de dos seres con propósitos opuestos, con un poder inimaginable.

"Este cuerpo, este poder..." Xar'khal reflexionó, sintiendo la energía de la fusión recorriendo su ser. "Ahora soy todo lo que fui... y todo lo que pude haber sido. Todo lo que tú, Victor, quisiste evitar... lo he absorbido."

Su rostro, ahora una copia del de Victor, se torció en una sonrisa fría. "Toda tu lucha, tu sacrificio, tu bondad... todo eso ya no tiene sentido. Yo soy la manifestación de todo lo que tú temías."

El suelo tembló bajo él mientras sus manos comenzaban a liberar energía destructiva. El poder de Victor ahora era suyo; esa chispa de humanidad que había quedado atrapada en su alma había sido dominada, y con ella, Xar'khal había alcanzado una nueva forma, un nuevo nivel de existencia.

Pero a pesar de todo su poder, un vacío persistía dentro de él. Aunque había absorbido a Victor, aunque había consumido su ser, había algo que no podía controlar. Una lucha interna entre lo que quería ser y lo que había llegado a ser. Ese pequeño vestigio de la humanidad de Victor, esa chispa de bondad que se había instalado en su ser, seguía allí, intentando aferrarse a algo de lo que había sido.

"No... no importa," pensó Xar'khal, haciendo un esfuerzo por aplastar esa sensación. "Este poder es mío. No hay vuelta atrás."

El aire alrededor de él se distorsionó mientras se preparaba para desatar su poder sobre todo lo que conocía. "El mundo entero será mi reino. Este es el final, y yo soy el principio."

Alzando las manos al cielo, Xar'khal comenzó a canalizar su energía. "¡Nada quedará! ¡No habrá lugar para la esperanza!" Su voz, ahora una amalgama de la de Victor y la suya, resonó en el aire, como si todo el universo estuviera a punto de colapsar bajo su voluntad.

Luci despertó con un fuerte dolor en la cabeza, su cuerpo estaba cubierto de escombros y polvo. Sus ojos parpadearon mientras intentaba orientarse, la oscuridad que la rodeaba era densa, el aire estaba cargado con una tensión palpable. Al levantar la vista, sus ojos se encontraron con una figura que la paralizó: Xar'khal, pero no de cualquier forma. Su rostro, su presencia, eran exactamente los de Victor, su esposo.

El dolor en su pecho fue inmediato, una mezcla de confusión, rabia y tristeza. ¿Cómo era esto posible? Victor no podía ser él. La furia creció dentro de ella, un fuego que comenzó a consumirla. "¡No eres él!" gritó, su voz temblorosa pero llena de fuerza. La confusión se transformó rápidamente en ira. La idea de que Xar'khal se hubiera apoderado del cuerpo de su esposo, tomando su forma y su esencia, la llenaba de una rabia insostenible.

Luci se levantó con rapidez, las piernas tambaleantes pero su voluntad inquebrantable. "¡Te voy a destruir!" murmuró, apretando los puños, con sus ojos brillando de un furor que nunca había sentido antes.

La visión de Victor, o más bien Xar'khal, era como una afrenta personal. El ser que estaba frente a ella no solo era el causante de todo su sufrimiento, sino que además se había apoderado de lo que más amaba.

"¿Cómo te atreves a usar su rostro?" murmuró, una mueca de desprecio cruzando su rostro. Sabía que no podía enfrentarse directamente a él con su poder, pero su enojo era tal que las fuerzas de la desesperación la impulsaban a intentar cualquier cosa para detenerlo.

"¡Victor...!" gritó de nuevo, como si su voz pudiera devolverle su humanidad. Pero sabía que lo que estaba frente a ella no era más que una burda imitación, un monstruo que se había apoderado de su alma. Luci cerró los ojos un momento, recogiendo todo su dolor y rabia, preparando su próximo movimiento.

"¡Voy a salvarte!" prometió, con una determinación feroz. Si su esposo aún estaba dentro de esa figura, ella haría todo lo que fuera necesario para liberarlo.

Luci, impulsada por su furia, desató una serie de golpes rápidos y precisos alrededor del pecho de Xar'khal. Cada impacto resonaba como un trueno, y el suelo temblaba bajo el poder de sus puños. Finalmente, con un grito de guerra, juntó ambas manos sobre el pecho de Xar'khal y liberó una explosión de energía concentrada, arrojándolo varios metros atrás, causando que su figura se desestabilizara.

Por un momento, Luci creyó que había logrado al menos hacerlo retroceder, pero cuando Xar'khal se reincorporó, su sonrisa cruel se expandió aún más. "¿Crees que eso es suficiente?" dijo con una voz que era la de Victor, pero distorsionada por la maldad. La figura de Xar'khal se desmaterializó en un parpadeo.

"Usagi Instantáneo" susurró, activando su habilidad de moverse a una velocidad inimaginable. En un abrir y cerrar de ojos, apareció justo detrás de Luci, con su mano alzada, listo para descargar un golpe mortal.

Pero antes de que pudiera hacer nada, un grito resonó desde un costado. "¡No lo hagas!" fue lo último que escuchó Xar'khal antes de sentir el impacto de un golpe brutal. Fue José, el hijo de Luci, quien apareció con una velocidad sorprendente.

José, con un furor palpable en sus ojos, se lanzó hacia Xar'khal con una fuerza que, aunque no comparada con la de los dioses, sorprendió al ser. "No dejaré que dañes a mi madre." El golpe impactó de lleno en la espalda de Xar'khal, enviándolo de nuevo hacia adelante, haciendo que su cuerpo se tambaleara.

Luci, sorprendida por la valentía de su hijo, no perdió tiempo. Con su madre y su hijo, unidos en esa lucha, se alzó de nuevo. "Gracias, hijo..." murmuró entre dientes, su voz cargada de gratitud y furia. "Pero aún queda mucho por hacer."

Xar'khal, ahora trastornado por la intervención de José, se giró hacia ellos, su sonrisa se desvaneció, y un brillo rojo inyectó sus ojos, indicándole que este combate apenas comenzaba.

Xar'khal desató una serie de ataques de energía a su alrededor, creando ráfagas destructivas que iluminaban el cielo y hacían que la tierra temblara. Las esferas de energía giraban con una velocidad mortal, y Luci y José se vieron obligados a esquivarlas, saltando hacia los lados y buscando cobertura. Cada impacto contra el suelo causaba una explosión ensordecedora, pero ni ellos ni su entorno eran suficientes para detener a Xar'khal.

De repente, un destello de luz cortó el aire. Rigor había aparecido, su presencia imponente y serena marcando el cambio en la batalla. Desde atrás, con una rapidez asombrosa, Rigor lanzó un puño resplandeciente hacia el cuerpo de Xar'khal, creando una onda de energía temporal que envolvía todo a su alrededor. El golpe de Rigor detuvo el ataque de energía de Xar'khal, congelando el tiempo durante unos segundos, suspendiendo las esferas de poder en el aire como si el mismo universo hubiera detenido su curso.

El momento de calma no duró mucho. Rigor, con una fuerza brutal y una precisión letal, lanzó un golpe directo en la espalda de Xar'khal. El impacto fue tan fuerte que el dios se vio impulsado por el aire y salió disparado hacia la luna más cercana, estrellándose contra su superficie con un estruendoso choque que hizo temblar el suelo lunar.

El aire se quedó en silencio por un momento, solo roto por los ecos de la colisión. Rigor se quedó en pie, mirando fijamente el punto de impacto. "No lo detendremos tan fácilmente..." murmuró, sus palabras llenas de determinación, sabiendo que esta batalla apenas estaba comenzando, pero con la esperanza de que este golpe les había dado un respiro.

Xar'khal, erguido sobre la luna, se sacudió el polvo lunar con furia. Su rostro, antes impasible, ahora mostraba una rabia palpable. La ira dansandankai de Victor se encendió a través de su cuerpo como una llamarada, y su poder aumentó de manera vertiginosa. Sin previo aviso, se lanzó hacia el grupo con una velocidad abrumadora, su energía envuelta en un resplandor púrpura intenso. El aire a su alrededor se distorsionaba por la fuerza de su movimiento.

Sin embargo, justo cuando Xar'khal se preparaba para impactar con su golpe devastador, dos figuras surgieron de las sombras. Spajit y Beasty aparecieron como una tormenta, corriendo y saltando hacia el enemigo, ambas con sonrisas de satisfacción al enfrentar a un adversario que, por primera vez, las había llevado a un punto de emoción. El aire alrededor de ellas parecía vibrar con su energía combinada, ambas sintiendo una euforia en su poder.

Sin pensarlo dos veces, Spajit ejecutó su técnica de espada con precisión, desatando el Nefesto Leviathan en su mano. Beasty, con su actitud psicópata y confiada, utilizó la espada de Spajit para realizar el ataque "Corte de Aguardado". Ambas técnicas se encontraron en un solo punto de impacto. El choque entre las espadas y Xar'khal fue ensordecedor, enviando ondas de choque a través del espacio y destrozando fragmentos de la luna cercana. Xar'khal, sorprendido por la velocidad y la ferocidad del ataque conjunto, fue empujado hacia atrás, cayendo al suelo lunar con un rugido de frustración.

Beasty, riendo con su sonrisa desquiciada, se acercó aún más al dios, disfrutando cada momento. Spajit, por su parte, se mostró igualmente satisfecha, disfrutando de la pelea como nunca antes. Ambas sabían que esta batalla era diferente, que por primera vez estaban enfrentándose a alguien a su nivel, pero no dejarían que Xar'khal se saliera con la suya.

"¿Esto es todo lo que tienes?" dijo Spajit, con una sonrisa confiada, mientras ambas se preparaban para continuar su asalto, sabiendo que aún quedaba mucho por hacer para detener a este dios.

Chomosukez, junto con varios aliados más, despertaron al sentir la tremenda energía que emanaba de la batalla. La intensidad de los golpes y la explosión de poder les avisaron que el enfrentamiento estaba llegando a su punto crítico. Con rapidez, Chomosukez, un ser de habilidades especiales y reflejos impresionantes, lideró a su grupo al ataque.

El grupo se lanzó hacia Xar'khal con una velocidad que rozaba lo imposible, aprovechando la sorpresa y la desorientación del dios. Chomosukez, con su agilidad casi sobrenatural, se movió rápidamente alrededor de Xar'khal, lanzando una serie de golpes certeros en puntos vitales del cuerpo del dios. Cada impacto era como un martillazo en una estructura débil, causando que Xar'khal se tambaleara brevemente.

Luci, José, y otros miembros del grupo también atacaron simultáneamente, golpeando con gran sincronización y fuerza. Luci, con su furia acumulada, usó sus poderes para crear explosiones de energía concentrada alrededor de Xar'khal, empujándolo hacia atrás cada vez que él intentaba recuperarse. José, con su poder de maniobra, se lanzó hacia el costado del dios, lanzando una serie de golpes rápidos y precisos.

"¡No te dejaré ganar esta vez!" gritó José, mientras lo empujaba más hacia el límite de su resistencia.

Cada golpe que Xar'khal recibía parecía erosionar su poder. Sin embargo, él no se rendía. A pesar de la intensidad de los ataques, su furia solo crecía más, como una tormenta desatada. Pero con cada segundo, la presión de tantos combatiendo a la vez empezaba a hacer mella en él.

A medida que más y más golpes llegaban, la presencia de Xar'khal parecía vacilar. Su poder ya no era tan imponente como antes, y la furia de sus atacantes comenzaba a hacerle tambalear. Chomosukez y los demás no cesaban, atacando sin descanso, y a cada golpe, el dios se alejaba más de su máximo potencial, perdiendo terreno ante la avalancha de ataques.

Xar'khal, tambaleante y cubierto de sangre por la intensidad de los golpes que había recibido, reunió todo el poder que le quedaba. Su mirada fija se dirigió hacia el grupo de héroes, observando cómo se preparaban para su ataque final. Un resplandor de energía rodeaba a Chomosukez, Luci, José, Rigor, Spajit, Beasty, y los demás, unidos en una sola voluntad para destruir a su enemigo.

En el aire, el nombre del ataque resonó con fuerza: "Final History Academy." La energía acumulada por todo el equipo se concentró en un solo rayo, un destello de pura determinación y justicia. El ataque brillaba como una aurora, avanzando rápidamente hacia Xar'khal, cuya expresión reflejaba tanto rabia como desesperación.

Pero antes de que la energía pudiera alcanzarlo, Xar'khal contraatacó. Con un rugido de furia, extendió ambas manos hacia el cielo y lanzó su "Blaster Solar", una técnica devastadora que heredó de Victor, con toda su fuerza. El enorme rayo de energía oscura y abrasadora se dirigió hacia el ataque de los héroes con tal velocidad y poder que el espacio mismo parecía temblar ante el impacto inminente.

Ambos ataques se encontraron en el aire, chocando con una explosión tan masiva que la luz cegadora envolvió todo. La colisión generó una onda expansiva que sacudió el planeta entero, y el choque de energías se mantuvo en tensión por un breve momento, como si el destino de Xar'khal y el de los héroes estuviera en un delicado equilibrio.

Pero la determinación de los héroes fue más fuerte. El "Final History Academy" se abrió paso, abrumando el poder de Xar'khal y empujándolo hacia atrás. El impacto de la explosión fue devastador. La onda de energía estalló con una fuerza tan enorme que Xar'khal fue lanzado por los aires, su cuerpo atravesando capas de atmósfera antes de ser expulsado más allá, cayendo con un estruendo hacia el vacío espacial.

La explosión final fue tan masiva que el planeta tembló. El eco de la batalla reverberó en cada rincón del universo, pero al final, el estruendo se calmó y el silencio lo inundó todo.

Xar'khal había sido derrotado, no solo por la fuerza física de los héroes, sino por su espíritu y determinación, uniendo sus poderes para finalmente poner fin a la amenaza de ese dios oscuro.

Xar'khal apareció de nuevo, su cuerpo completamente regenerado, con una sonrisa confiada en su rostro, aunque las cicatrices de la última batalla todavía marcaban su ser. Sin embargo, en el mismo instante en que celebraba su resurgimiento, sintió algo extraño, como si una presencia dentro de él hubiera comenzado a desvanecerse.

Antes de que pudiera reaccionar, un dolor punzante recorrió su pecho. Sintió un corte profundo, como si su propio ser estuviera siendo desgarrado desde adentro. En ese momento, la esencia de Victor, que había permanecido dentro de él como una fuerza latente, fue arrancada de su interior con una precisión quirúrgica. Xar'khal se tambaleó, perdiendo estabilidad mientras un aura oscura lo rodeaba.

Con un grito de frustración y confusión, Xar'khal trató de recuperar su poder, pero algo había cambiado. Ya no era el dios omnipotente que había sido, ahora su energía estaba drásticamente reducida. Miró a su alrededor, buscando la fuente de su repentina debilidad.

Fue entonces cuando vio a Daiki Talloran, quien se había materializado ante él con una expresión de absoluta calma y determinación. Daiki, con una mirada fría y calculadora, tenía una mano extendida hacia Xar'khal, mientras una brillante esfera de energía pulsaba en su palma. El joven había logrado extraer a Victor del interior de Xar'khal, una hazaña que había requerido una precisión asombrosa y un dominio total de su poder.

Xar'khal, ahora con su poder reducido a lo que podría considerarse su forma más básica, vio cómo su enemigo se erguía ante él, sin la arrogancia que había tenido antes. Daiki había aniquilado su dominio sobre Victor y eso le costó más de lo que esperaba. Xar'khal miró fijamente a Daiki con odio, dándose cuenta de que ya no era el ser que había sido antes.

Daiki habló con firmeza, su voz cargada de un tono autoritario y controlado:

— Xar'khal, tu tiempo ha terminado. No importa cuántas veces te regeneres o cuántos mundos destruyas, el poder que una vez poseíste se ha desvanecido, y tú ya no eres más que una sombra de lo que fuiste.

Xar'khal, con la sonrisa ahora desvanecida, intentó replicar, pero su voz temblaba. El poder que le quedaba se evaporaba rápidamente, y una parte de él sabía que había perdido.

— ¿Quién... quién te crees para...? —Su voz se apagó mientras sus piernas vacilaban.

Daiki observó la caída de Xar'khal, sin mostrar compasión. Sabía que solo había un camino a seguir: no iba a permitir que un ser como Xar'khal destruyera lo que él había jurado proteger.

La mirada de Daiki se endureció, y con un solo movimiento de su mano, la energía en el aire comenzó a comprimirse, formando una esfera de pura devastación que hacía que el espacio mismo se distorsionara.

Xar'khal, ahora completamente debilitado, no pudo hacer más que mirar mientras la última imagen de su existencia se desvanecía en la voraz energía de Daiki.

El fin de Xar'khal estaba cerca, y con ello, el resurgir de la esperanza.

Victor, debilitado y sin energía, se levantó con dificultad, sus movimientos torpes pero decididos. El peso de su agotamiento era evidente, pero había algo más, algo que seguía ardiendo dentro de él. Con una voz rota, pero llena de una autoridad oscura, susurró:

— Infernal Eternal.

Un resplandor oscuro, como un fuego infernal, comenzó a rodear su cuerpo. La energía de Victor se desplegó, una energía antigua, llena de sufrimiento y poder puro. La oscuridad se entrelazó con el fuego, creando un vórtice que comenzó a absorber todo lo que lo rodeaba. La dimensión comenzó a distorsionarse a su alrededor.

De repente, una enorme grieta en el espacio y el tiempo apareció, y dentro de ella, Xar'khal intentó resistirse, su forma aún en la tentativa de regenerarse. Pero no había escape. Victor había sellado a ambos dentro de una dimensión infinita, una prisión que contenía fuego eterno y espacio sin fin, un lugar que no podía ser tocado por ninguna fuerza más allá de la suya.

Xar'khal, viendo que todo a su alrededor comenzaba a desvanecerse en la oscura y abrasante tormenta, gritó con furia:

— ¡No puedes hacer esto! ¡Soy un dios! ¡No soy tan fácil de derrotar!

Pero Victor, con su cuerpo resquebrajado y casi sin energía, solo lo miró. La maldad que ahora corría por sus venas era pura y sólida, una esencia de sufrimiento que había absorbido de cada batalla, de cada sacrificio. Aunque su cuerpo estaba al límite, su voluntad nunca había sido más fuerte.

— Esto no es solo un castigo, Xar'khal. Es el último juicio. —Dijo Victor con una voz grave, el eco de su poder resonando en el vacío.

El fuego eterno comenzó a devorar todo lo que tocaba, incluyendo a Xar'khal, cuyo poder intentaba resistirse pero se desvanecía rápidamente. Las llamas de Infernal Eternal no solo destruyeron su cuerpo, sino también su esencia, dejando atrás solo cenizas de lo que alguna vez fue un dios.

Victor cayó de rodillas en el suelo, agotado, pero una leve sonrisa de satisfacción se asomó en su rostro. Xar'khal había sido derrotado, no por fuerza, sino por la voluntad indomable de Victor. Ahora, encerrado en ese fuego eterno, ambos permanecían atrapados en una dimensión de sufrimiento y caos, donde ni el tiempo ni el espacio tendrían dominio.

Mientras la oscuridad se cerraba a su alrededor, Victor susurró:

— Que tu final sea tan eterno como este lugar...

A pesar de las llamas abrasadoras y la dimensión sin fin que lo rodeaba, Xar'khal comenzó a regenerarse. Su poder, aunque debilitado, no había desaparecido por completo. La esencia de un dios era difícil de erradicar, y la furia de su existencia lo empujaba a luchar con renovado vigor. El fuego infernal de la dimensión parecía debilitarlo, pero no lo suficiente para destruirlo de una vez por todas.

Xar'khal soltó un rugido de pura ira, un sonido que resonó a través de la infinita oscuridad, retumbando en las paredes de esa prisión dimensional. Su forma, fragmentada por el tormentoso proceso de regeneración, comenzó a consolidarse de nuevo. Con un parpadeo, su poder aumentó, abriendo grietas en el espacio que lo rodeaba.

— ¡Esto no termina aquí, Victor! —gritó Xar'khal, su voz retumbando como un trueno en medio del vacío. — He sido destruido, pero mi poder no se extingue tan fácilmente. Te haré pagar por lo que me hiciste. ¡Esta vez no escaparás!

A medida que su forma se reconstruía, una energía ominosa comenzó a envolverlo, el brillo oscuro de su poder resurgiendo. Xar'khal, ahora completamente regenerado, estaba más furioso que nunca, y su poder parecía estar alcanzando niveles que desbordaban la misma dimensión que lo contenía.

Victor, debilitado y aún en su estado precario, se arrastró lentamente hacia una postura de combate, sintiendo cómo el poder de Xar'khal aumentaba a medida que se regeneraba. Sabía que no podía relajarse; la batalla no estaba perdida, pero la lucha que se avecinaba sería más peligrosa que cualquier cosa que hubiera enfrentado antes.

— Si quieres guerra, Xar'khal… —dijo Victor, con voz rasposa, pero llena de determinación. — Entonces prepárate. Porque esta será la última.

Con un movimiento rápido y agotado, Victor concentró lo poco de su energía que quedaba, la que aún palpitaba en sus venas, y formó una esfera de energía oscura. El aire a su alrededor se cargó de tensión, y la fuerza de la esfera se desplegó, creciendo en intensidad mientras Xar'khal se acercaba.

Xar'khal, viendo la amenaza de la esfera, no dudó en lanzar un ataque igualmente destructivo, utilizando su propia esencia como un arma, envuelta en una esfera de energía negra que destellaba con la furia de su venganza.

Las dos esferas de energía se encontraron en medio de la dimensión, chocando con tal fuerza que el universo mismo tembló, y la batalla alcanzó su punto culminante. Victor y Xar'khal sabían que solo uno de ellos quedaría en pie.

Joel y Gaby aparecieron de repente en la escena, saltando desde las sombras del caos que se desataba a su alrededor. Ambos, con una presencia decidida, se lanzaron hacia Xar'khal con la velocidad de un relámpago, sus intenciones claras: proteger a Victor y asegurarse de que Xar'khal no tuviera oportunidad de destruirlo.

Joel, con su poder físico amplificado, le dio un golpe devastador a Xar'khal, impactando con tal fuerza que el dios fue lanzado varios metros atrás, desestabilizándose por un momento. El aire explotó alrededor de Xar'khal, y el suelo vibró con la potencia del impacto.

— ¡No te lo voy a permitir! —gritó Joel, su mirada llena de furia. — Este es el final para ti, monstruo.

Mientras tanto, Gaby, con un instinto protector que superaba cualquier obstáculo, corrió rápidamente hacia Victor. Vio la gravedad de la situación y, con rapidez y habilidad, comenzó a utilizar su poder para sanar las heridas de Victor, concentrando su energía en las zonas críticas de su cuerpo.

— Papá, resiste. Voy a curarte, te lo prometo. —dijo Gaby con determinación, mientras su poder fluía a través de las heridas de Victor, comenzando a cerrar las laceraciones y restaurar parte de su vitalidad.

Xar'khal, irritado por la interrupción, se levantó con una furia renovada, mirando a Joel y Gaby con ojos llenos de veneno.

— ¡Insignificantes! —gritó Xar'khal, su rostro distorsionado por el odio. — ¿Creen que pueden detenerme? ¡Soy un dios!

Pero Joel no retrocedió, saltando hacia él con una velocidad asombrosa, dispuesto a mantener la presión sobre Xar'khal. Gaby, mientras tanto, continuaba su trabajo, concentrándose en sanar a su padre lo más rápido posible. Sabía que el tiempo estaba en su contra.

Victor, a pesar de las heridas, sintió el poder restaurado por Gaby fluyendo a través de él. Aunque no estaba al 100%, sentía que había una oportunidad de volver a luchar. Su rostro, marcado por la tensión, comenzó a mostrar signos de determinación.

— ¡Gaby, Joel! ¡Gracias! —dijo Victor, su voz más fuerte a medida que su cuerpo recuperaba fuerza. — Ahora, déjenme terminar lo que empecé.

Con la ayuda de su hija y su yerno, Victor se levantó, dispuesto a enfrentar a Xar'khal de nuevo, con un poder renovado y una feroz determinación. Xar'khal, por su parte, estaba lejos de ser vencido, pero la intervención de Joel y Gaby había dado a Victor la oportunidad que necesitaba para seguir luchando.

La batalla continuaba, pero el resultado ya no era tan claro. Ambos bandos sabían que solo uno de ellos podría salir victorioso de este enfrentamiento final.

El ambiente en la dimensión se tornó caótico, con el choque de poderes que reverberaban a través de la nada infinita. Victor y Xar'khal se enfrentaban en un combate titánico, cada uno empapado de energía cósmica, luchando por la supremacía.

Xar'khal, con su rostro lleno de furia, comenzó a concentrar su poder en una técnica devastadora. — ¡¡Corte Final de la Aniquilación!! — su voz retumbó mientras su espada de energía se cargaba con una fuerza abrumadora. De un solo movimiento, lanzó un corte tan potente que cortó la propia realidad a su paso, dejando marcas en el aire y dejando a Victor herido con varios cortes en el torso, desfigurando su cuerpo.

Victor, sin embargo, no se rendía. Con determinación en sus ojos, aprovechó la oportunidad para activar su habilidad. En un segundo, creó un portal plano bajo sus pies, un refugio temporal para intentar frenar el desbordante poder de Xar'khal. El portal parecía haber funcionado por un momento, pero las tensiones de la batalla no tardaron en desgarrar la barrera, y con un estruendo, Xar'khal rompió la protección.

— No te bastará un simple truco, Victor. — Xar'khal se burló mientras una ola de poder lo envolvía, y Victor fue nuevamente cortado por los impactos de la técnica del dios.

Pero Victor no iba a dejarse vencer tan fácilmente. Con el dolor creciendo en su cuerpo, su mirada se endureció. Estaba al borde, pero su voluntad nunca vaciló. Activó su blaster solar, concentrando toda la energía en una explosión brutal que lanzó directamente hacia el rostro de Xar'khal. El destello de luz cegó momentáneamente la escena, desintegrando la energía del dios por completo y dejándolo vulnerable por un segundo.

La dimensión misma comenzó a desmoronarse debido a la intensidad del choque. Todo alrededor de ellos comenzó a colapsar en pedazos, el espacio mismo temblando y cediendo. El combate había alcanzado su punto culminante.

Con una última explosión de poder, la dimensión colapsó, y tanto Victor como Xar'khal fueron arrastrados fuera de ella. Ambos cayeron violentamente al campo de batalla normal, el suelo temblando bajo el impacto de sus cuerpos.

Victor, malherido, se levantó lentamente, observando a Xar'khal con una furia renovada, sintiendo la resistencia del dios disminuir. El terreno estaba devastado, pero la batalla aún no había terminado. Ambos sabían que quedaba un solo golpe decisivo para acabar con todo.

— Esto no ha terminado, Xar'khal. — dijo Victor, su voz llena de determinación y rabia. — Este será el último enfrentamiento.

Ambos se miraron en silencio, sabiendo que solo uno saldría victorioso de esa batalla final.

Victor, con su cuerpo cubierto de cortes y heridas sangrantes, dejó escapar una risa llena de confianza y desafío. Su rostro, aunque marcado por el dolor, mostraba una sonrisa soberbia, una sonrisa que solo aquellos al borde del abismo pueden permitirse.

— ¿Eso es todo lo que tienes, Xar'khal? — dijo, su voz rasposa pero llena de determinación. — He enfrentado cosas peores que tú... y he sobrevivido.

Xar'khal, ahora en su forma más poderosa, parecía desconcertado por la actitud de Victor. ¿Cómo podía alguien tan herido seguir de pie con esa confianza inquebrantable? Pero antes de que pudiera procesar la situación, Victor dio un paso adelante, su aura púrpura resplandeciendo con la energía restante de la ira dansandankai.

— Voy a disfrutar cada segundo de esto, — susurró Victor, sus ojos brillando con un fuego intenso.

Con un grito que hizo temblar el cielo, Victor se lanzó hacia adelante, sus puños envueltos en energía cósmica. Cada golpe resonaba como un trueno, impactando con una fuerza devastadora. Xar'khal intentó contrarrestar, lanzando sus cortes perfectos, pero Victor los esquivaba con una agilidad sobrehumana, como si cada herida en su cuerpo solo lo impulsara a luchar con más ferocidad.

— ¡Este es el final, Xar'khal! — rugió Victor, canalizando todo su poder en un último ataque.

El choque de sus poderes desató una explosión tan intensa que el cielo se rasgó y el suelo se partió bajo ellos. Xar'khal fue empujado hacia atrás, sorprendido por la fuerza de ese último embate. Victor, jadeando, se mantuvo de pie, su cuerpo temblando pero su espíritu indomable.

— ¿Ves esto? — dijo entre jadeos. — Es el poder de alguien que no tiene nada que perder... y todo que ganar.

La batalla estaba lejos de terminar, pero por primera vez, Xar'khal sintió una sombra de duda. Victor no era solo un guerrero, era una fuerza imparable, alguien que incluso al borde de la muerte, lucharía con cada fibra de su ser. Y esa era la verdadera amenaza que enfrentaba.

Victor, con su cuerpo temblando de agotamiento pero sus ojos encendidos con una resolución feroz, comenzó a elevar su poder una vez más. El aire a su alrededor se llenó de una energía abrasadora, mientras un fuego morado emanaba de su cuerpo, envolviéndolo como un aura infernal.

Concentrándose al máximo, Victor alzó sus manos y moldeó el fuego en una forma precisa y letal. El fuego morado empezó a tomar la forma de una flecha, alargándose y afilándose hasta convertirse en un proyectil de pura energía destructiva.

— Este es tu fin, Xar'khal, — murmuró Victor, sus palabras llenas de un odio implacable. — ¡No hay escapatoria para los dioses caídos!

Xar'khal, observando la creación del fuego morado, frunció el ceño. Sabía que esta técnica no era algo que pudiera tomarse a la ligera. Intentó prepararse para lo que venía, pero había algo en la mirada de Victor que le hacía sentir una incomodidad nunca antes experimentada.

Victor, con una sonrisa cargada de desafío, apuntó directamente hacia Xar'khal, enfocando toda su ira y poder en esa flecha incandescente.

— ¡Corte Infernal: Flecha del Juicio! — gritó Victor.

Soltando el proyectil con una explosión ensordecedora, la flecha morada atravesó el aire, rasgando el espacio a su paso como si fuera papel. El suelo bajo sus pies se agrietó por la presión y las nubes se apartaron, abriendo un camino en el cielo. Xar'khal intentó esquivar, pero la velocidad de la flecha era más de lo que incluso un dios como él podía anticipar.

Impactó justo en el pecho de Xar'khal, quien dejó escapar un grito de agonía mientras el fuego morado comenzaba a consumirlo desde adentro. La explosión resultante iluminó el campo de batalla, lanzando ondas de energía que sacudieron el entorno.

Xar'khal cayó de rodillas, luchando por mantenerse consciente mientras su cuerpo se descomponía lentamente bajo el fuego morado de Victor.

— Este es el precio por meterte con mis seres queridos, — susurró Victor, acercándose lentamente al dios caído, sus pasos firmes en medio del caos que él mismo había desatado. — Nunca debiste cruzarte en mi camino.

Pero antes de que Xar'khal pudiera responder, Victor levantó una mano, preparando lo que parecía ser el golpe final.

Xar'khal, aún envuelto en llamas moradas, se negó a caer sin luchar. Con un rugido gutural, ignorando el dolor de las quemaduras que consumían su cuerpo, alzó su brazo derecho. En un movimiento horizontal rápido y preciso, lanzó un corte devastador.

La hoja invisible de su ataque cruzó el aire como un relámpago, dirigiéndose hacia Victor. El impacto fue tan brutal que el cuerpo de Victor casi se parte en dos, sangre brotando de una herida profunda que le atravesaba el torso.

Justo en ese instante crítico, Daiki apareció como un destello, su katana brillando con un resplandor etéreo. Con un grito decidido, interfirió entre su padre y el ataque, clavando su katana en el suelo para crear un soporte. El filo de su espada absorbió parte del impacto, mitigando el daño que Victor habría sufrido.

—¡No dejaré que caigas, papá! — gritó Daiki, con los dientes apretados, mientras sus brazos temblaban por el esfuerzo de detener el ataque.

Victor, jadeando por el dolor, miró a su hijo con una mezcla de orgullo y gratitud. A pesar de la sangre que corría por su boca, esbozó una sonrisa débil.

—Daiki... — murmuró, sus ojos brillando con una chispa de esperanza renovada.

Xar'khal, viendo que su golpe no había sido suficiente para rematar a su enemigo, rugió de frustración. Pero antes de que pudiera lanzar otro ataque, Daiki dio un paso adelante, empujando a Victor hacia atrás para ponerlo a salvo, mientras él alzaba su katana, preparándose para enfrentar al dios.

—No te atrevas a tocar a mi familia otra vez, — desafió Daiki, sus ojos llenos de determinación, listo para enfrentar el poder de Xar'khal aunque su vida estuviera en juego.

La tensión en el campo de batalla era palpable, con ambos lados exhaustos pero llenos de determinación. Victor, recobrando un poco de fuerza gracias al coraje de su hijo, comenzó a reunir lo poco que le quedaba de energía, dispuesto a luchar hasta el final junto a Daiki.

Xar'khal sonrió de forma retorcida, encantado con el desafío que tenía ante él.

—Interesante... dos generaciones de guerreros... veamos si ambos juntos pueden derrotar a un dios.

El combate final estaba lejos de terminar, y ahora, con padre e hijo luchando lado a lado, la batalla alcanzaba un nuevo nivel de intensidad.

Daiki se quedó inmóvil al escuchar las palabras de Victor, como si un golpe invisible le hubiera robado el aliento. Sus manos temblaban alrededor de la empuñadura de su katana, su mirada se llenó de incredulidad, luego de un dolor profundo.

—¿Qué...? — murmuró, apenas audible, su voz quebrándose. —Padre, no puedes pedirme esto... no ahora. No después de todo lo que hemos pasado juntos.

Victor lo miró, su rostro endurecido, pero con una chispa de tristeza en sus ojos. Había sangre corriendo por sus heridas, su cuerpo estaba al borde del colapso, pero aún se mantenía de pie, desafiando al destino.

—Escúchame bien, Daiki, — dijo con voz grave y cargada de determinación. —Tienes una familia que te necesita, una vida que proteger. Yo ya hice mi elección...

Daiki apretó los dientes, sus ojos llenándose de lágrimas que no podía contener. Detrás de él, los ecos de la batalla resonaban como una sinfonía de caos, pero en ese momento, lo único que existía para él era su padre.

—¡No puedo dejarte aquí! — gritó, su voz desesperada. —No puedo abandonarte a este destino, padre... ¡No después de todas las veces que me salvaste!

La sonrisa en los labios de Victor era amarga, cargada de un dolor que solo él entendía. Levantó su mano con dificultad y creó una barrera de energía entre él y su hijo, una barrera que empujó a Daiki hacia atrás, alejándolo del peligro.

—No es abandono, hijo, es supervivencia, — dijo, con una voz que temblaba por un instante, pero que rápidamente se endureció. —Tienes que vivir. Tienes que ser más fuerte de lo que yo fui. ¡Salva a los tuyos! No repitas mis errores.

Daiki se golpeó contra la barrera, sus puños chocando una y otra vez contra la superficie impenetrable. Sus lágrimas caían, su rostro deformado por la desesperación.

—¡No! ¡No puedo hacer eso! ¡Papá, por favor! — suplicaba, su voz rasgando el aire como un lamento.

Mientras tanto, Xar'khal, con su rostro distorsionado en una sonrisa cruel, se deleitaba en la escena.

—¿De verdad, Victor? ¿Vas a sacrificarte por este crío? Pensé que tenías más ambición que esto. — se burló, acercándose con una mirada de pura maldad.

Victor ignoró las palabras del dios. En su mirada había una determinación que eclipsaba el miedo y el dolor. —Si puedo hacer una cosa bien en esta vida, será darte el tiempo que necesitas, Daiki. Ahora... ¡corre!

Con un rugido que resonó por todo el campo de batalla, Victor encendió su Ira Dansandankai. El fuego morado envolvió su cuerpo, convirtiéndolo en una figura imponente y terrible. La tierra tembló bajo sus pies, el aire se llenó de una energía tan densa que parecía que el universo mismo contenía la respiración.

Daiki, atrapado detrás de la barrera, solo podía ver cómo su padre se lanzaba hacia Xar'khal con una furia desatada, un último sacrificio para proteger a su hijo y a todos los que amaba.

—¡Nooooo! — el grito desgarrador de Daiki se perdió entre el rugido de la explosión que siguió.

El choque entre Victor y Xar'khal fue tan violento que el cielo se partió en dos, la energía desatada arrasó con todo a su alrededor, mientras Daiki era lanzado lejos, protegido por la barrera que su padre había creado para él.

Cuando el polvo se asentó, Daiki estaba arrodillado, mirando el lugar donde su padre había estado momentos antes. Todo lo que quedaba era un cráter humeante y el eco de una batalla que había terminado con un sacrificio.

—Padre... — susurró, con el corazón roto, sabiendo que nunca volvería a verlo del mismo modo.

Pero en lo más profundo de su ser, una chispa de determinación ardía. Su padre le había dejado un legado, y ahora Daiki sabía que debía vivir para honrarlo.

Victor se tambaleó al ponerse de pie, su cuerpo maltratado y lleno de heridas sangrantes. A su alrededor, no había nada más que un vasto y opresivo vacío, un espacio de pura nada donde ni siquiera el tiempo parecía tener significado. Era un lugar entre la existencia y el olvido, un rincón donde ni los dioses podían intervenir.

Frente a él, Xar'khal también se levantaba, su rostro torcido por el dolor y la furia. El dios había perdido su forma imponente, su poder reducido a un eco lejano de lo que solía ser. Ambos guerreros se miraron, sabiendo instintivamente que habían cruzado un umbral irreversible. Habían sido borrados de la existencia, condenados a un purgatorio eterno donde el universo mismo había rechazado su presencia.

—Parece que hemos llegado al final, ¿eh, Xar'khal? — dijo Victor, con una sonrisa desafiando el dolor que lo consumía. Cada palabra era un esfuerzo, su voz apenas un susurro en la inmensidad vacía.

Xar'khal soltó una carcajada amarga, aunque su risa no tenía eco en ese lugar sin fin. —¿Y qué, Victor? Aquí no hay nadie a quien salvar, nadie que admire tus estúpidos ideales heroicos. Solo tú y yo... y la eternidad que nos devora.

Ambos estaban rotos, cuerpos y almas fragmentados por una lucha que había trascendido más allá de la vida y la muerte. Victor miró sus manos ensangrentadas, notando cómo incluso sus heridas parecían no tener sentido en ese espacio donde ni siquiera el dolor podía aferrarse. Pero su mirada se endureció, con una resolución que no podía ser extinguida ni por la muerte ni por el olvido.

—Tal vez... pero si voy a desaparecer, me aseguraré de llevarte conmigo, — murmuró, su voz llena de una furia tranquila.

Xar'khal lo observó, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y desprecio. —¿De verdad crees que todavía puedes matarme aquí? Este es el fin, Victor. No hay retorno. Solo la nada.

Pero Victor ya había hecho su elección. Con un grito que resonó en la nada, desató lo último de su Ira Dansandankai, envolviendo su cuerpo en un fuego morado que parecía consumir la misma oscuridad que los rodeaba. El fuego creció, expandiéndose hasta convertirse en una tormenta cósmica, un huracán de pura determinación.

Xar'khal intentó resistir, lanzando un último corte con su poder disminuido, pero la explosión lo alcanzó, envolviéndolo en una ola de energía que comenzó a devorar su esencia, como si la misma nada los estuviera reclamando.

En medio del caos, Victor dio un paso adelante, enfrentando al dios con todo lo que le quedaba. —Si este es el final, lo acepto... pero no iré solo.

Y con un último estallido de poder, ambos fueron consumidos por la tormenta de fuego morado, sus cuerpos y almas desintegrándose en el vacío.

Por un instante eterno, hubo silencio absoluto. Luego, solo la nada.

Pero incluso en ese rincón olvidado del universo, la voluntad de Victor había dejado una huella, un eco de su sacrificio que resonaba en la oscuridad, recordando a quien fuera capaz de escuchar que incluso en la muerte, un héroe nunca se rinde.

Victor y Xar'khal se miraron con un odio que iba más allá de las palabras, sus cuerpos maltratados brillando con los últimos vestigios de poder que aún les quedaban. Sin ninguna señal previa, ambos se lanzaron al ataque, sus movimientos casi imposibles de seguir, creando un torbellino de golpes y explosiones que desafiaban las leyes del universo mismo.

Cada impacto resonaba con la fuerza de mil supernovas, sacudiendo la estructura misma de la realidad. El espacio a su alrededor comenzó a distorsionarse, plegándose sobre sí mismo mientras los dos titanes se enzarzaban en un combate que no tenía rival. Los puñetazos y patadas se sucedían a una velocidad vertiginosa, sus energías colisionando en destellos cegadores que arrancaban pedazos del vacío y los transformaban en estrellas fugaces.

—¡No te permitiré existir ni un segundo más, Xar'khal! —rugió Victor, sus ojos ardiendo con una furia incandescente.

—¡Tú y yo moriremos juntos en este infierno cósmico, Victor! —escupió Xar'khal, liberando un estallido de energía que lo envolvía como un manto de destrucción pura.

Ambos soltaron un rugido desgarrador, cargando con sus energías desbordantes. En un movimiento sincronizado, se lanzaron al frente con toda su fuerza, sus puños chocando en un punto de convergencia tan denso que el universo no pudo soportarlo.

El impacto desencadenó una explosión cósmica, una singularidad que se expandió en todas direcciones con el poder de un nuevo Big Bang. Las galaxias cercanas fueron arrancadas de sus órbitas, mundos enteros reducidos a polvo estelar. El tiempo y el espacio se doblaron, creando un vórtice infinito que absorbió todo a su alrededor.

En ese instante, una nueva realidad nació de las cenizas del combate, mientras ondas de energía pura moldeaban la estructura misma del cosmos. Victor y Xar'khal, envueltos en la furia de su propio poder, fueron lanzados hacia los extremos de este nuevo universo, separados por la inmensidad que habían desatado.

Ambos flotaron en la vasta oscuridad, su respiración pesada, sus cuerpos casi desintegrados por la magnitud de su poder. Pero mientras las estrellas comenzaban a formarse a su alrededor, Victor, aún sonriendo entre jadeos, murmuró:

—Esto... aún no ha terminado.

Xar'khal lo miró con una mezcla de asombro y rabia. La batalla que había comenzado como un conflicto de ideologías y poder había trascendido la propia existencia. Habían creado un universo, pero solo uno de ellos sería digno de gobernarlo.

Y así, entre las estrellas recién nacidas y el polvo cósmico, los dos guerreros se prepararon para continuar su lucha, en un campo de batalla que ahora abarcaba toda la creación.

Victor, flotando en medio de los restos de su batalla titánica, comenzó a sentir una perturbación. A pesar de haber desencadenado una explosión cósmica que rivalizaba con el nacimiento de un nuevo universo, algo no encajaba. Sus sentidos, afilados por años de lucha y sufrimiento, captaron dos presencias poderosas que aún no habían sido liberadas.

—No puede ser... —murmuró, su voz ronca y teñida de incredulidad. Sentía dos energías que no deberían estar allí, dos pulsos de poder que resonaban con una luz divina. Apretando los dientes, su cuerpo herido comenzó a arder con un fuego renovado.

Xar'khal, sonriendo con un aire de arrogancia, flotaba frente a él, sus ojos brillando con un matiz de burla. Había un resplandor dorado que rodeaba su cuerpo, una energía que no le pertenecía. Y entonces, Victor lo entendió: Xar'khal aún mantenía prisioneros a dos de los seres más poderosos del cosmos.

—Así que aún sostienes a Jehová y al arcángel Miguel... —dijo Victor, su voz apenas un susurro, pero cargada con la furia de un millón de tormentas.

Xar'khal soltó una risa estridente, llena de desprecio y satisfacción.

—¿Acaso pensaste que habías ganado? —preguntó con una voz que resonaba en la vasta negrura del espacio—. He capturado a los mismos pilares del Cielo. Mientras los mantenga, soy invencible. ¡Su poder es mío para dominar!

Con un gesto de su mano, Xar'khal liberó una fracción del poder divino que había robado, y una tormenta de luz celestial envolvió el campo de batalla. Relámpagos dorados se dispararon en todas direcciones, rasgando el tejido mismo del espacio.

Victor fue empujado hacia atrás, sus músculos quemando con el esfuerzo de mantenerse en pie ante esa energía abrumadora. Pero sus ojos brillaron con determinación.

—No te pertenece ese poder, Xar'khal. —Victor apretó los puños, el fuego morado de su Ira Dansandankai rugiendo con una intensidad renovada—. Devuélvelos o te destruiré hasta que no quede ni un átomo de ti.

Xar'khal sonrió, con los ojos entrecerrados y llenos de maldad.

—Ven a intentarlo, Victor. Pero ten en cuenta que cada golpe que me des es un golpe contra tus propios dioses.

Sin dudarlo, Victor cargó hacia él, su velocidad destrozando la luz misma mientras se lanzaba hacia su enemigo. Xar'khal, envuelto en el poder robado de Jehová y Miguel, levantó una barrera divina justo a tiempo para recibir el impacto.

El choque fue brutal, un clamor que resonó en todos los rincones del recién nacido universo. Pero Victor no se detuvo; con cada golpe, él rogaba que pudiera liberar a sus aliados divinos.

—¡No dejaré que uses sus poderes para tus propios fines! —gritó, sus ataques haciéndose más feroces. Las heridas en su cuerpo se reabrieron, pero su voluntad era indomable.

En medio de la ráfaga de ataques, Victor cerró los ojos y concentró todo su poder en un solo punto. Sintió una conexión, un hilo delicado que unía a Jehová y al arcángel Miguel con el corazón de Xar'khal. Sin pensarlo dos veces, lanzó un Corte de Liberación, una técnica que desgarró la misma esencia de su enemigo.

Hubo un estallido, y por un breve momento, todo quedó en silencio. Xar'khal retrocedió, su expresión cambiando de confianza a pánico cuando sintió cómo el poder que había robado comenzaba a desvanecerse.

Una luz cegadora envolvió a Victor, y en un destello divino, los espíritus de Jehová y Miguel fueron arrancados del control de Xar'khal, liberados al fin.

—Esto es el fin para ti, Xar'khal, —murmuró Victor, con una voz que resonaba con la autoridad de los cielos—. Ya no tienes nada que te respalde.

El rostro de Xar'khal, ahora pálido y desesperado, comenzó a desmoronarse mientras el verdadero combate final se acercaba.

Xar'khal, aún tambaleante y gravemente herido, logró regenerarse parcialmente. Su cuerpo, aunque destrozado, se reformaba con una obstinada resistencia que desafiaba toda lógica. Con una última mirada de odio, apareció nuevamente ante los héroes, su figura rodeada de un aura maligna.

Pero antes de que pudiera lanzar otro ataque, Jehová se manifestó en un destello de luz divina, su presencia imponente deteniendo el tiempo mismo por un instante. Con un movimiento sereno de su mano, creó un cubo perfecto de cinco dimensiones. El cubo brillaba con un resplandor que desafiaba la comprensión, cada una de sus caras destellando con runas antiguas y símbolos celestiales que sellaban la esencia de Xar'khal.

—Ya has causado suficiente caos, criatura de la oscuridad, —dijo Jehová con una voz que resonaba como un trueno, reverberando en los confines del universo.

Xar'khal, atrapado dentro del cubo, lanzó un grito desgarrador, golpeando las paredes con furia. Pero sus esfuerzos fueron inútiles. Las dimensiones adicionales del cubo se distorsionaban y se recomponían constantemente, imposibilitando cualquier intento de escapar.

—Tu existencia misma es un error, —continuó Jehová, su mirada llena de compasión y severidad a la vez—. Serás confinado a un destino peor que la muerte.

Con un último gesto solemne, Jehová abrió un portal hacia un abismo infinito, un lugar más allá del tiempo y el espacio, donde ni la luz ni la oscuridad podían sostenerse.

El cubo fue lanzado a través del portal, desapareciendo en la eternidad de la nada, un vacío sin fin donde Xar'khal sería olvidado para siempre, su esencia disuelta en la vastedad del olvido.

Los héroes, agotados pero victoriosos, observaron en silencio cómo el portal se cerraba con un destello final. Una sensación de paz y alivio llenó el campo de batalla. Jehová, con una mirada solemne, se volvió hacia Victor, Daiki, y los demás.

—Habéis luchado con valentía, y vuestra fuerza ha restaurado el equilibrio, —dijo antes de desvanecerse lentamente, llevándose con él la bendición de los cielos.

Victor, respirando pesadamente, cayó de rodillas, aliviado pero consciente del precio que habían pagado. Miró a su familia y amigos, quienes poco a poco se acercaron para apoyarlo, sabiendo que, al menos por ahora, la amenaza había sido contenida.

Y así, en medio de un campo de estrellas y destrucción, los héroes se reunieron una vez más, sabiendo que juntos habían vencido lo imposible, pero también conscientes de que nuevas batallas podrían esperarlos en los rincones más oscuros del universo.

Victor, aún respirando con dificultad y con su cuerpo cubierto de heridas y quemaduras, se tambaleó mientras trataba de mantenerse en pie. Los ecos de la batalla aún resonaban en sus oídos, pero había un silencio inquietante entre los héroes y los dioses que observaban el resultado final.

Daiki, con lágrimas en los ojos y lleno de gratitud, se acercó corriendo hacia él. —Padre... lo lograste... —susurró, su voz quebrándose al intentar procesar todo lo que había sucedido.

Victor lo miró fijamente, sus ojos aún brillando con un destello de furia contenida. Se mantuvo en silencio por un momento, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. Y entonces, en un tono frío y cortante, le respondió:

—No vuelvas a llamarme padre, Daiki —dijo con una voz firme, llena de un cansancio que trascendía lo físico—. Esa palabra no tiene ningún sentido para mí. El único que merece ese título es James Talloran, quien murió por ti, quien te amó incondicionalmente hasta su último aliento. Él fue tu verdadero padre, no yo.

Daiki se quedó inmóvil, sus ojos abiertos en shock. Era como si el suelo se hubiera desmoronado bajo sus pies. No esperaba esas palabras, no después de todo lo que habían compartido. —Pero... Victor, tú has estado a mi lado todo este tiempo... —intentó replicar, con un nudo formándose en su garganta.

Victor se dio la vuelta, su expresión endurecida, su corazón endurecido aún más después de todas las batallas, después de haber cruzado los límites entre la vida y la muerte. —No soy el hombre que tú crees que soy —continuó con una amargura que resonaba en cada palabra—. Soy un guerrero, un monstruo, un sobreviviente de la oscuridad. No tengo derecho a ese título, ni a ese vínculo. Deja de aferrarte a una ilusión. Tu verdadero padre murió por ti. Honra su memoria, no la mía.

Daiki quedó paralizado, sintiendo que el dolor de esas palabras era casi peor que cualquier herida física. Pero antes de que pudiera decir algo más, Victor ya había empezado a caminar, alejándose de él, dejando atrás un silencio pesado, lleno de sentimientos no resueltos.

Luci, que había observado la escena desde la distancia, se acercó a Daiki y lo tomó en un abrazo, intentando consolarlo mientras su esposo se perdía en la oscuridad que él mismo había creado alrededor de su corazón.

Y así, en medio de la devastación que habían dejado, Victor se alejó, llevando consigo las cicatrices de no solo su cuerpo, sino también de su alma, sabiendo que la paz era un lujo que él nunca podría permitirse.

Victor, agotado por la batalla y con su cuerpo apenas sostenido por el último vestigio de su voluntad, cayó al suelo con un golpe seco. El sonido de su cuerpo chocando contra la tierra resonó en el aire vacío. La lucha había sido implacable, y aunque su mente seguía en pie, su cuerpo no pudo resistir más. Cada herida, cada cicatriz, parecía recordarle que su tiempo había llegado al límite.

El suelo bajo él era frío y duro, como un recordatorio de que la muerte siempre estaba al acecho, esperando su turno. El mundo a su alrededor se desvaneció en una niebla gris. El dolor era insoportable, pero de alguna forma, Victor ya no sentía miedo. Había cruzado tantas líneas, peleado tantas batallas, que ya no sabía si la muerte sería una liberación o simplemente otro capítulo más en su existencia de oscuridad y sufrimiento.

Mientras su respiración se hacía cada vez más dificultosa, las últimas imágenes que pasaron por su mente fueron de sus amigos y seres queridos, de aquellos que quedaban atrás, de aquellos que lucharon a su lado, de Daiki... aunque sus palabras lo habían herido, aún quedaba en él un amor paternal que se resistía a desaparecer.

—Lo siento... —susurró con dificultad, su voz temblorosa.

Un leve destello de luz iluminó el horizonte, pero era imposible saber si era una señal de esperanza o simplemente el fin definitivo. Victor cerró los ojos, su cuerpo ya incapaz de resistir más. La vida se desvanecía lentamente, y con ella, las últimas reservas de su fuerza.

Pero algo inesperado ocurrió. En ese último momento, un resplandor cálido, como un eco lejano de esperanza, envolvió su cuerpo. Su alma, atrapada entre la vida y la muerte, sintió una conexión, un lazo con algo más allá de la oscuridad que lo había rodeado tanto tiempo. Un susurro en su oído, una presencia familiar que lo llamaba.

Con una última respiración profunda, Victor dejó de luchar, y aunque su cuerpo estaba destruido, su alma aún buscaba una respuesta, un destino que no podía ver, pero que sentía acercarse.

Fin.