Xiao Yi no se alegró, ni siquiera miró a Situ Hongliang a su lado. Su mirada, en cambio, se volvió hacia Wang Qingqing. Al ver las lágrimas cristalinas en sus ojos y la apasionada emoción que apareció en su rostro, una tenue y sincera sonrisa surgió en sus labios.
Originalmente, su personalidad no era la de alguien que fuera implacable o impulsivo. Pero en ese momento, al ver las horribles expresiones en sus cuatro rostros, su corazón se conmovió. Parecía escuchar nuevamente las acusaciones entre lágrimas de Fatty Tang de aquel día.
Ya había oído las acusaciones de Fatty Tang; ¡no quería oír más de Wang Qingqing, ni de Li Xiaomei!
No podía cuidar de tantas personas, ni podía atender todas las injusticias del mundo. ¡Lo único que podía hacer ante tales situaciones era dar al otro una feroz bofetada, devolviéndola de la manera que preferían y en la que eran mejores: una resonante bofetada en la cara!