Situ Hongliang casi tropezó y se estrelló contra el suelo, pero finalmente logró estabilizarse. Mirando al hombre que tenía delante, cuyo rostro era serio, aparentemente ajeno a las consecuencias de sus propias palabras y al parecer sordo ante las risas a su alrededor, la expresión de Situ no pudo evitar revelar una sensación de impotencia. Si este hubiera sido algún otro chico, podría haber iniciado de inmediato una exhaustiva educación ideológica, pero el joven frente a él era alguien que no podía permitirse provocar.
Para evitar ser enfurecido por el joven y prevenir que pronunciara más declaraciones impactantes que pudieran hacerle escupir sangre de ira, decidió dejar de hablar completamente. Abordar el problema más apremiante era el curso de acción adecuado.
En el momento en que pensó en el problema, su mente corrió y giró la cabeza apresuradamente, mirando hacia atrás a sus secuaces.