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Para cuando Zhou Yu y Lei Mingshan salieron de la mina, ya era noche.
Zhou Yu recordaba la escena de Lei Mingshan torturando a Guo Yuting, y hasta él sentía un escalofrío en la espina dorsal.
Sin embargo, al enterarse de lo que Guo Yuting había hecho a la esposa de Lei Mingshan, Zhou Yu deseaba hacerlo pedazos.
Tras desahogar su ira, Lei Mingshan estaba profundamente abatido, con los ojos rojos e hinchados de lágrimas, incluso siendo un hombre tan fuerte.
—Lei Ge, en este punto, ni siquiera sé qué decir. Solo intenta cuidarte —dijo Zhou Yu.
Al escuchar las palabras de Zhou Yu, Lei Mingshan levantó lentamente la cabeza.
—Zhou Yu, vengar a mi esposa es el mayor deseo de mi vida —dijo Lei Mingshan—. Si no fuera por ti, nunca habría tenido la oportunidad de cumplir este deseo en esta vida.
—De ahora en adelante, yo, Lei Mingshan, estoy dispuesto a ser tu buey y tu caballo para retribuir tu amabilidad.
Lei Mingshan, de hecho, se arrodilló.
