Xun Zheng estaba estupefacto.
No era tonto; entendió de inmediato.
Zhou Yu no había terminado de matar; quería continuar provocando a los altos mandos de la Asociación Letian.
¿Qué diablos estaba intentando hacer?
La mente de Xun Zheng se llenó de miedo.
—¿Qué? ¿Tengo que pedírtelo una segunda vez? —la voz helada de Zhou Yu instantáneamente devolvió a Xun Zheng a la realidad.
Asintió rápidamente.
—No, no, no, no hay necesidad; escucharé todo lo que el señor Zhou diga —a Xun Zheng ya no le importaba en ese punto; sabía que el conflicto entre Zhou Yu y la Asociación Letian estaba muy por encima de lo que un pez pequeño como él podía interferir. Su única preocupación ahora era salvar su propia vida.
...
La oficina de Tong Yingzi.
Qin Lan caminaba ansiosamente de un lado a otro en la oficina, sosteniendo un teléfono móvil en su mano. La pantalla del teléfono mostraba un cronómetro.
Desde que Zhou Yu se había ido, ella había empezado a tomar el tiempo.
