Desde que el Presidente Liang había hablado, los guardias de seguridad inmediatamente se retiraron. Sin embargo, su comportamiento conciliador parecía, para los tíos y tías, un signo de culpa, y empezaron a gritar y corrieron hacia el edificio de la empresa a pesar de los fuertes gritos de Liang Fei. Nadie le hacía caso.
¡Wuu wuu wuu!
Justo cuando la escena se estaba volviendo caótica, de repente una estridente sirena de la policía estalló en los oídos de la multitud, deteniendo finalmente su carga.
—Por favor, calmémonos todos, por favor escuchen lo que tengo que decir —Eran las mismas palabras que las de Liang Fei, pero cuando las pronunciaba un oficial de policía, parecían tener inmediatamente un efecto diferente.
Al escuchar estas palabras, todos dejaron de hacer ruido, se quedaron quietos, escuchaban atentamente y miraban hacia la fuente de la voz.
