—¡Zas!
Oshima Yufu fue lanzado a la calle como un cerdo muerto por los guardias de seguridad, aterrizando en un estado aturdido y desorientado. Emitió una serie de aullidos extraños.
—Bien, buen lanzamiento. ¡Ese pequeño esclavo japonés se merece tal trato! —comentó alguien con desdén.
—Hmph, si me preguntas, eso fue demasiado suave. Deberíamos haberle paralizado las piernas para que tuviera que arrastrarse de vuelta a su isla, impidiéndole hacer daño a nuestro Huaxia —añadió otro con crueldad.
—Muy bien dicho, ¡abajo con los perros japoneses, rechacemos los productos japoneses! —exclamó un tercero.
—¡Abajo con los perros japoneses, rechacemos los productos japoneses! —se unieron otros.
...
Lo que Liang Fei y los demás no esperaban era la cantidad de jóvenes animados en el hotel que, al ver a Oshima Yufu siendo expulsado, se emocionaron de verdad e incluso comenzaron a corear consignas.