Estaba mirando a través de la ventana de la cocina, viendo la lluvia caer afuera y el cielo gris iluminando la mañana, bebí del café en mis manos. Pensando en el hombre que se encontraba descansando aún en mi habitación. Sentí unos brazos rodearme por la espalda.
- Buenos días.- Me susurró al oído.
Giré levemente la cabeza para mirarlo cuando se apartó, dejando de sentir aquella calidez que su cuerpo me transmitía. Sonreí suavemente al ver su rostro: aún estaba adormilado, su cabello revuelto y llevaba su camisa abierta, junto a los pantalones que tenía la noche anterior.
- Despertaste.- Dije sin más, tomando otro sorbo de mi café.
- No estabas cuando desperté.
Asentí.
-Necesitaba mi café.-. Levanté un poco mi taza.- ¿Quieres?
Él ascendió. Le señalé la cafetera y se acercó a servirse una taza.
- ¿Qué hora es?.-. Preguntó.
-Las ocho-. Respondí, volviendo mi vista a la ventana. Evitando mirarlo con detalle.-¿Debes volver a tu casa?.-. Agregué.
Me miró dejando la cafetera en su lugar cuando terminó de llenar su taza y avanzando, llevándose la misma a la boca.
- Astrid me debe estar esperando.-.mencionó, hablando de su prometida, y dio un sorbo al café.
Asentí lentamente y dejé mi taza en la mesada de la cocina. Luego agarré el cigarrillo que había traído conmigo cuando desperté y lo encendí con el encendedor que se encontraba a mi lado. Una vez encendido, lo llevé a mi boca y le di una calada, mientras seguía mirando por la ventana.
Escuché como dejaba la taza en el fregadero y sentí que se acercaba a mí. Lo miré. Él se mantuvo en silencio antes de dirigir su mano a la mía, la que sostenía el cigarrillo, y agarrar el cigarrillo entre sus dedos para luego dirigirlo a su boca; le dió una calada y luego soltó lentamente el humo. Tragué saliva y llevé mis manos a su camisa para empezar a abotonarla y acomodar su ropa y cabello. Él solo se mantuvo en silencio viendo mi rostro.
-Me tengo que ir. Te llamaré más tarde—Susurró cuando terminé. Dejó un beso en mi frente antes de alejarse, no pude mirarlo, así que solo atiné a sonreír un poco.
Yo me quedé en mi posición, mirando la puerta de la cocina por donde él había salido, con la mirada perdida. Volví a mirar la ventana y llevé el cigarrillo a mi boca, escuchando sus pasos en mi pequeño departamento, hasta que oí que la puerta principal se cerró y me sumí en el silencio. Sola, de nuevo. Suspiré y apagué el cigarrillo en mi taza de café ya vacía.
Aquél hombre que se acababa de ir, era el hombre del que llevaba enamorada desde hace años. Derek, un hombre alto y carismático, dueño de unos hermosos y profundos ojos negros, con una sonrisa tan brillante y encantadora que haría que olvidaras de todo a tu alrededor.
Caminé con paso lento a mi habitación y me quedé parada frente a mi cama, viendo el desorden de esta, me senté en ella y miré a mi alrededor. Mi ropa se encontraba esparcida por toda la habitación, producto de la excitación de la noche anterior.
Froté mi rostro con frustración, odiándome por siempre caer en sus garras, me había prometido a mí misma que no volvería a acostarme con él, o al menos lo había hecho desde que me enteré que se casaría. Lo había estado haciendo bien, pero anoche no sé qué me pasó, me sentí mal, no podía seguir haciendo esto, no con él, solo lograba dañarme más.
Recuerdo cuando empezamos con todo esto de acostarnos. Él lo había planteado cuando estabamos en la secundaria: dijo que sería para ganar experiencia y para pasarlo bien. En ese momento yo no lo había pensado mucho, ya que lo amaba con todo mi corazón. Creía que de alguna manera haría que él se enamorase de mí. Pero no funcionó; Mientras los años pasaban, él comenzó a salir con otras chicas, salía a fiestas y se convirtió en alguien muy popular en el colegio.
Apenas lográbamos coincidir ya que siempre estaba rodeado de gente. Las únicas veces en las que hablábamos era cuando me visitaba a mi habitación, lo cual era casi siempre, ya que éramos vecinos.
Él vivía unas cuantas casas más adelante de la mía, y siempre se escapaba para verme, generalmente por las noches o cuando mis padres no estaban en casa. Hablábamos un poco y de alguna forma siempre me convencia para que termináramos liandonos. Sabía que no estaba bien, pero no podía parar, tener su atención en mí era algo que me emocionaba, y tenía miedo que al negarme, él terminara alejándose de mí. Sabía que solo me estaba usando para satisfacerse, pero no podía hacer nada, no quería.
Seguimos así un tiempo más hasta que empezamos la universidad; él seguía actuando igual, solo que esta vez nuestros encuentros dejaron de ser frecuentes. Él había comenzado a tener relaciones más serias.
Nosotros seguíamos hablando, nos reuníamos para hacer proyectos y pasar el rato, pero nunca me contaba mucho de su vida romántica y no es que yo me esforzara en preguntarle; la verdad es que sentía que me moriría si él comenzaba a hablarme de ellas. No quería saber sobre ellas; debido a eso nosotros habíamos dejado de acostarnos; en parte, agradecía que fuera así. Eso significaba que al fin podría empezar a superar aquel romance estúpido que tuve con él.
Quería comenzar a conocer a más gente, intentar establecer una relación con otros chicos, y así poder superarlo. Pero cuando al fin comenzaba a conocer a algún chico que me gustara, extrañamente estos terminaban alejándose de mí, poniendo excusas tontas, como que no estaban preparados para una relación y que querían enfocarse en sus estudios, pero eran los mismos que luego días después aparecían. saliendo con otras chicas y saliendo de fiesta con ellas.
Eso me dejaba tan mal que terminaba llorando en el hombro de Derek. Nunca dijo nada cuando aquello me ocurría; sólo se limitaba a acariciar mi cabeza y mantenerse en silencio, me compraba comida y se quedaba conmigo, viendo películas de romance mientras comíamos helado; luego de eso se quedaba a dormir conmigo y al día siguiente siempre se mantenía a mi lado en la universidad.
Seguimos así hasta que terminamos la universidad. Él empezó a trabajar en la empresa de su padre. Y yo abrí una pequeña cafetería que quedaba a unas cuadras de mi departamento y de su empresa. De vez en cuando él iba a visitarme y me llevaba alguno que otro presente que compraba en sus viajes de negocios y luego se sentaba en el mismo lugar de siempre y pedía un café como cada mañana.
Su actitud siempre me dejaba un poco confundida y en conflicto con mis sentimientos, se me hacía difícil poder olvidar todo esto que sentía si continuaba comportándose así conmigo.
A veces él me invitaba a clubes o salíamos a pasear, otras veces me visitaba en mi casa, en donde pasábamos la mayor parte del tiempo hablando sobre nuestros trabajos y él se quejaba de que su padre no lo dejaba trabajar en paz, ya que siempre lo estaba controlando.
Hasta que un día llegó a mi casa, ebrio y con lágrimas deslizándose por sus mejillas. Me había mirado a los ojos y me abrazó mientras lloraba. Luego de un rato me contó que su padre quería que se casara con la hija de uno de sus socios más importantes.
Esa noche, sentí que mi corazón se había hecho añicos; no pude decir nada, las palabras no habían logrado salir de mi boca; y solo me limité a acariciar su cabello e intentar que se tranquilizara hasta que se quedara dormido en mi cama.
Suspiré fuerte alejando los recuerdos, y me levanté de la cama para empezar a recoger mi ropa y cambiar las sábanas de mi cama.
En el proceso solo pensaba en que debía encontrar una manera de poner fin a esto, ya no quería seguir sufriendo por un amor no correspondido, debía seguir adelante.
Terminé de acomodar toda la habitación y me dirigí a mi baño para poder asearme antes de salir de casa. Quería ir a la cafetería para poder distraerme con el trabajo.
Al llegar a mi trabajo, pude ver a mis empleados caminando de un lado para otro, atendiendo clientes y llevando pedidos. Me diriji a mi despacho para dejar mis cosas y poder ayudar en lo que hiciera falta, caminé a la cocina del lugar y vi a la cocinera, Alice, se encontraba de espaldas a la puerta, me acerqué a paso lento.
- Hola.--. Saludé una vez estuve a su lado.
Ella dio un pequeño salto y se giró un poco para mirarme con una sonrisa.
- Me asustaste.--. Murmuró y yo sonreí.
- ¿Qué cocinas?.--. Fijé mi mirada en la mezcla que se encontraba batiendo.
- Estoy haciendo un pastel de chocolate, Javier me dijo que ya no hay y antes llegó un cliente al que no pudimos venderle. -- Asentí.
- Bien, iré a ver como están afuera.-. Dije mientras me alejaba para dirigirme al mostrador. Ahí se encontraba un chico castaño, era Javier, atendiendo a una anciana, me paré en la caja y le sonreí a la mujer cuando mi compañero terminó de atenderle.
- Buenos tardes, jefa.--. Saludó el castaño.
- Hola, ¿Cómo va todo?
- Es una tarde bastante movida, pero bien.-. Sonrió dulcemente.- ¿Usted cómo está?
Sonreí y miré la puerta principal viendo que se acercaba una pareja.- Estoy bien, gracias por preguntar.
Él solo pudo sonreír y asentir ya que la pareja ya había llegado al mostrador, yo me quedé mirándolo por unos segundos antes de notificarle que me iría a mi despacho y que me avisara si necesitaba algo.
Al entrar a mi oficina me dirigí a mi escritorio y encendí mi laptop para poder empezar a hacer algunos papeleos que tenía pendiente, hoy debían decirme qué cosas faltaban en el almacén, así que me dispuse a hacer algunas cuentas hasta que fuera la hora de cierre y viniera Javier con el informe de todo lo que hacía falta.
Él era al que más confianza le tenía, llevaba trabajando conmigo hace mucho tiempo y fue al primero al que contraté cuando al negocio le empezó a ir bien. Con el tiempo él se convirtió en mi mano derecha y en quien confiaba para cualquier cosa, deje que él se encargara de abrir el lugar por las mañanas y monitorear todo cuando yo no me encontraba en el lugar.
Levanté la vista de mi laptop cuando escuché unos leves golpes en la puerta de mi oficina.
- Pase.-. Dije en voz alta para que me oyera desde el otro lado de la puerta, vi que esta se abría lentamente y pude ver a Javier asomarse con unos papeles en sus manos. Él sonrió al verme.
- Vengo a dejarte el informe de lo que hace falta.-. Arrugué la frente un poco desconcertada, se supone que eso lo debía traer antes de cerrar. Miré la hora en mi laptop y alcé las cejas sorprendida al ver que ya eran más de las siete de la tarde.
- Es tarde, por qué aún sigues aquí.-. Sonreí y le señale el asiento frente a mi.
- Estaba asegurándome que estuviera bien el informe y acomodando algunas cosas para mañana.-. Dijo tomando asiento frente a mí y pasándome el informe. Asentí y lo tomé en mis manos para ojearlo.
- ¿Son muchas cosas para comprar?
Él asintió.- Tuvimos muchas ventas este mes, hizo que los suministros se agotarán mucho más rápido. Sonreí.
- Eso es bueno.-. Bromeé y él sonrió.
Dejé el informe en mi bolso, lo analizaría a profundidad en mi casa, apagué mi laptop y también la metí en mi bolso.
- ¿Es muy tarde, quieres que te acerque a algún lado?.-. Pregunté mientras me levantaba de mi silla y buscaba la llave de mi auto en mi bolso.
Él negó con rápidez.- No hace falta, no quiero hacerte perder tiempo.
Lo miré mientras sonreía.- Insisto, ya es muy tarde y estuviste trabajando todo el dia, deja que al menos te acerque a la parada de autobuses.
Bajó la mirada y un pequeño sonrojo apareció en sus mejillas.- Está bien, solo deje que busque mis cosas y cierre todo.
- Bien, te espero afuera.
Caminé a paso lento hacia la puerta principal del lugar y me quedé esperando a Javier afuera, el frío viento del otoño me hacía temblar de frío. Miré mi móvil comprobando los mensajes que tenía, contesté algunos, hasta que sentí que Javier se paraba a mi lado, cerrando la puerta del lugar y bajando la persiana del lugar para después ponerle un candado. Al finalizar me miró con una sonrisa y comenzamos a caminar a mi auto.
En el trayecto en coche, comenzamos a charlar y bromear sobre algunas cosas hasta que llegamos a la parada él tuvo que bajar.
- ¿Seguro que no quieres que te deje en tu casa? Es muy tarde.
Él volvió a negar con una sonrisa.- Aquí está bien, vivo cerca, no te preocupes. Además seguramente tú también estás cansada, ve a descansar.-. Dijo bajando del auto y asomándose para verme aún con su radiante sonrisa.- Nos vemos mañana.-. Dicho esto cerró la puerta y caminó a la parada en donde justo paraba un autobús y él se acercaba a paso rápido para poder subir. Vi el autobús alejarse y luego yo también hice lo mismo para irme a mi casa, estaba cansada.