Sofía siempre había estado muy unida a su abuelo, un hombre que sabía contar historias como nadie. Su abuelo había dejado una caja de música en su desván, llena de polvo y recuerdos. Cada vez que la abría, la melodía suave la transportaba a momentos felices: los paseos por el parque, las historias antes de dormir y las risas compartidas. Sin embargo, cada vez que escuchaba la música, también sentía una punzada de tristeza, pues su abuelo había fallecido y ella se sentía sola sin él.
Un día, mientras escuchaba la melodía, decidió escribirle una carta. En ella, le contaba sobre su vida, sus sueños y lo mucho que lo extrañaba. Luego, colocó la carta dentro de la caja de música y la cerró con cuidado. Al hacerlo, sintió como si su abuelo la estuviera escuchando. Con el tiempo, la caja se convirtió en su refugio, donde podía encontrar consuelo en su música y las palabras que le había escrito.
Un día, mientras tocaba la melodía, notó que la música sonaba diferente. Al abrir la caja, descubrió que su abuelo había dejado un pequeño mensaje dentro: "Siempre estaré contigo". Sofía sintió que su corazón se llenaba de calidez. Con lágrimas en los ojos, se dio cuenta de que aunque la ausencia duele, los recuerdos son un regalo eterno.
Decidió compartir la música con otros, creando un grupo donde las personas podían contar sus historias y recordar a sus seres queridos. La caja de música se convirtió en un símbolo de amor y conexión, recordándoles a todos que, aunque la pérdida es dolorosa, los recuerdos siempre mantienen viva la esencia de quienes amamos.