La mañana siguiente, el sol brillaba intensamente en el cielo. Mateo se despertó temprano, sintiendo una mezcla de emociones: ansiedad, nerviosismo y curiosidad. Se levantó de la cama, se vistió rápidamente y bajó a la cocina para desayunar.
Su madre ya había preparado un delicioso desayuno: pan tostado, huevos revueltos y jugo de naranja fresco. Mateo sonrió al ver la nota que su madre había dejado en la mesa: "Buena suerte en tu primer día, Mateo. Estoy orgullosa de ti".
Después de desayunar, Mateo se dirigió al colegio, sintiendo una sensación de nerviosismo en el estómago. Al llegar, se encontró con un mar de caras desconocidas. Los estudiantes charlaban y reían, mientras los profesores daban indicaciones.
Mateo se acercó a la puerta del salón de clases, donde una profesora sonriente lo recibió. "Hola, soy la profesora Gómez. Bienvenido, Mateo. ¿Eres nuevo aquí?"
Mateo asintió, sintiendo una ligera timidez. La profesora Gómez lo guió hasta su asiento, donde se sentó junto a un chico llamado Lucas, quien lo saludó con una sonrisa.
La clase comenzó y Mateo se sumergió en el mundo de la matemática, la literatura y la historia. A medida que pasaban las horas, se sintió más cómodo, haciendo preguntas y participando en las discusiones.
Durante el recreo, Mateo conoció a más estudiantes, incluyendo a Sofía, una chica amable que compartía su pasión por la lectura. Juntos, exploraron el campus y hablaron sobre sus intereses.
Al final del día, Mateo se sintió agotado pero satisfecho. Había encontrado amigos y había aprendido mucho. Al salir del colegio, se dio cuenta de que este nuevo capítulo de su vida estaba lleno de posibilidades.
Fin del capítulo