El Reino de Arcaladia y la Teocracia de Alik habían iniciado una guerra tan sangrienta que otras razas y comunidades, atrapadas en medio de sus enfrentamientos, se veían forzadas a elegir entre huir o defender sus tierras. Estas se encontraban en el territorio conocido como el Imperio de Veztuo, una tierra fértil y variada que resistía la devastación de la guerra.
En las áridas tierras de la Teocracia de Alik, el silencio se interrumpía solo por el sonido metálico de los guerreros que afilaban sus espadas y preparaban sus armaduras creadas con la herencia del conocimiento de los Enanos. Las estructuras antiguas, erosionadas por el tiempo y las duras condiciones del lugar, recordaban una época de esplendor y fortaleza. Entre los ciudadanos de Alik se contaba la historia de un misterioso mago de cabellos grises y voz imponente, que había llegado con promesas de protección y poder, declarando que era un Dios. Sin resistencia, los habitantes aceptaron su mandato, y así se consolidó como la máxima autoridad de Alik.
Mientras tanto, en el lejano Reino de Arcaladia, una tierra fértil y próspera, sus habitantes, muchos de ellos magos, observaban con recelo el creciente poder de la Teocracia de Alik. En particular, el Templo de Rya, asentado en el territorio de Alik y hogar de un grupo numeroso de seres con habilidades mágicas. El Templo de Rya mantenía una tensa tregua con Alik, la relación siempre pendía de un hilo. Entre susurros y rumores, se decía que el líder del templo, un misterioso sacerdote llamado Carbeneyo, poseía conocimientos arcanos y desconocidos que le daban poder sobre la muerte.
Alik, implacable en su odio hacia todo ser que usara la magia, decidió destruir al Reino de Arcaladia y expandirse para quedarse sus tierras fértiles, considerándolos una amenaza para su fe y su poder. Por su parte, el reino de Arcaladia decidió actuar. El reino también compartía una aversión particular hacia las brujas, quienes a diferencia de los magos no necesitaban recitar conjuros para canalizar sus poderes. Las brujas practicaban una magia rápida y letal, algo que los altos mandos de Arcaladia veían con cautela y desconfianza. Por el lado contrario el Templo de Rya adoraba parcialmente a la Brujas relacionadas con la muerte.
La Primera Batalla
Un día gris y lleno de tensión fue el escenario de la primera gran batalla. Al frente del ejército de Arcaladia se encontraba el Comandante Mesiol, un guerrero de gran destreza con la espada. Vestía un traje discreto y empuñaba una espada ligera, que manejaba con una habilidad que sus soldados admiraban. Los rumores de su velocidad en combate, de sus movimientos ágiles y precisos, eran conocidos incluso más allá de las fronteras de Arcaladia.
Los soldados avanzaron en formación hacia el Templo de Rya, confiados en la fuerza de su número. El sonido de las espadas y el ruido de los pasos de miles de soldados resonaban mientras se acercaban al inmenso templo, cuyos muros parecían estar tallados por manos divinas. Con cada paso, el comandante Mesiol veía cómo la arquitectura del templo, extraña y majestuosa, desafiaba las construcciones de su propio reino.
Sin embargo, la batalla fue dura. A pesar de su habilidad, Mesiol y sus tropas encontraron resistencia inesperada en los defensores de Rya. Cuando la tormenta de arena se despejó, Arcaladia había perdido 35,000 soldados, mientras que los defensores del Templo de Rya habían perdido unos 4,500. Alik, aunque aliado de Rya, se mantuvo al margen, dejando que los habitantes del templo soportaran la invasión de Arcaladia por su cuenta.
La Segunda Batalla
Decididos a no repetir los errores del pasado, Arcaladia lanzó un segundo ataque, mucho más contundente. Esta vez, 85,000 soldados avanzaron con determinación hacia las tierras de Alik, llevando consigo a 178 brujas. Las brujas nobles que desataban sus poderes con rapidez sin la necesidad de largos conjuros y son extremadamente letales. La vanguardia de este imponente ejército se movía hacia el Templo de Rya, guiados por la voluntad de destruir toda resistencia.
La estructura del templo era colosal y compleja, tanto que muchos soldados se detenían para admirarla antes de retomar su posición. Fue en ese momento, cuando las tropas de Arcaladia se encontraban dentro del templo. Mientras el sacerdote Carbeneyo, desde las sombras, puso en marcha su plan. Con un simple movimiento activó un mecanismo que cerró todas las puertas de la inmensa construcción.
Los soldados de Arcaladia apenas tuvieron tiempo de entender lo que sucedía antes de que las llamas empezaran a consumir todo a su alrededor. Carbeneyo, en un acto de sacrificio y devoción, había decidido sellar el templo y prender fuego a todos los presentes, incluyendo 3,000 soldados de Rya. Los gritos y las llamas se alzaron, el aire se volvió espeso y ardiente, y los soldados atrapados en el templo se vieron envueltos en un infierno que no habían previsto.
Las llamas aún consumiendo el Templo de Rya, la guerra continuaba, y tanto Arcaladia como Alik parecían decididos a enfrentarse hasta las últimas consecuencias. Mientras los reinos se sumían en el caos, el eco de las promesas de gloria y sacrificio resonaba en cada guerrero, en cada mago y en cada rincón de los territorios devastados por el conflicto.
Fin de la Guerra
Las arenas de la frontera entre los reinos de Arcaladia y Alik brillaban bajo la noche y había una tormenta de arena ligera sobre el campo de batalla. En ese lugar inhóspito, Liffel se movía con cautela , flanqueada por el experimentado Caysus. Hacía menos de un año, ella había decidido unirse a la guerra, y en poco tiempo se había convertido en una figura clave dentro del ejército de Arcaladia. Liffel había demostrado una habilidad excepcional para la magia de curación y combate .
Liffel, conocida como la bruja de la vida, siempre había sentido una profunda conexión con la naturaleza y un anhelo por la felicidad. Su magia de curación era un reflejo de su amor por la vida misma; cada herida que cerraba le recordaba la belleza que existía en el mundo. Sin embargo, a medida que la guerra avanzaba, esa luz comenzó a apagarse.
La brutalidad del combate la llevó a tomar decisiones difíciles, y con cada batalla, su corazón se endurecía un poco más. Aunque su esencia era curar y proteger, el peso de la violencia que presenciaba la llenaba de un vacío profundo.
Caysus, un guerrero experimentado, había sido una figura clave en el entrenamiento de Liffel. Con años de batallas a sus espaldas, le enseñó a pelear sin usar la magia, a sobrevivir en un mundo donde la magia no siempre era una garantía de victoria. A lo largo de su tiempo juntos, su relación se fortaleció, y Caysus llegó a considerarla como una hermana pequeña, protegiéndola y guiándola en cada paso del camino. Su apoyo incondicional fue un faro de esperanza en medio del caos de la guerra, brindándole la confianza que necesitaba para enfrentar los horrores del campo de batalla.
—¿Preparada para esto? —preguntó Caysus mientras observaba el horizonte, su enorme martillo descansando a su lado—. Recuerda, aquí no se trata solo de habilidades mágicas.
Liffel asintió con determinación. Aunque el agotamiento y la tensión pesaban en su espíritu, sabía que tenía la fuerza necesaria para enfrentar lo que estaba por venir. El último ejército de Arcaladia contaba con 150,000 soldados y 267 brujas, y el Templo de Rya, el siguiente destino, era defendido por 8,000 soldados, mientras que las tropas de Alik, en camino, sumaban alrededor de 147,000.
Liffel se encontraba junto a Caysus y la comandante Lariel, una bruja prodigiosa y hermosa. La conexión entre las dos hermanas era innegable, pero el destino había trazado caminos diferentes para ellas. Lariel había decidido separarse con la mitad del grupo, dirigiéndose por un camino alternativo para atacar a los últimos supervivientes de la batalla sangrienta.
Mientras el grupo de Caysus se apresuraba hacia el Templo de Rya, un sentimiento de urgencia crecía en el aire. Sabían que estaban llegando tarde. Al llegar, Liffel se encontró con una escena espantosa. Desde la distancia, pudo ver a Lariel en la vanguardia, luchando con una habilidad impresionante. Con su magia y agilidad, había aniquilado a 1,178 soldados, derribándolos uno tras otro con su espada y poder mágico.
Sin embargo, en medio de la batalla, el destino de Lariel cambió drásticamente. Enfrente de ella apareció un soldado con armadura oscura y desgastada. Lariel reconoció esa cicatriz en su cara y el tatuaje en su brazo izquierdo; era alguien que había compartido un pasado con Lariel. Ambos estaban enamorados, pero la guerra los había forzado a enfrentarse el uno al otro en un duelo mortal.
La batalla fue feroz, cada golpe resonando con la desesperación de dos corazones atrapados en el horror de la guerra. Pero de repente, la tragedia golpeó. Una flecha envenenada surcó el aire y se clavó en Lariel, quien cayó al instante. El soldado, devastado, se arrodilló, gritando con todo su ser por la pérdida de su amada. Prometió que encontraría la manera de resucitarla y vengarla, mientras tanto, el horror de la batalla se desarrollaba a su alrededor.
Lo que quedaba del escuadrón de Lariel fue aniquilado por el soldado, quien, en un último acto de desesperación y amor, se llevó el cuerpo sin vida de Lariel, dejando tras de sí un rastro de destrucción y un profundo silencio que resonaba en el corazón de Liffel.
Las arenas de la frontera entre los reinos de Arcaladia y Alik brillaban bajo la noche y había una tormenta de arena ligera sobre el campo de batalla. En ese lugar inhóspito, Liffel se movía con cautela , flanqueada por el experimentado Caysus. Hacía menos de un año, ella había decidido unirse a la guerra, y en poco tiempo se había convertido en una figura clave dentro del ejército de Arcaladia. Liffel había demostrado una habilidad excepcional para la magia de curación y combate .
Liffel, conocida como la bruja de la vida, siempre había sentido una profunda conexión con la naturaleza y un anhelo por la felicidad. Su magia de curación era un reflejo de su amor por la vida misma; cada herida que cerraba le recordaba la belleza que existía en el mundo. Sin embargo, a medida que la guerra avanzaba, esa luz comenzó a apagarse.
La brutalidad del combate la llevó a tomar decisiones difíciles, y con cada batalla, su corazón se endurecía un poco más. Aunque su esencia era curar y proteger, el peso de la violencia que presenciaba la llenaba de un vacío profundo.
Caysus, un guerrero experimentado, había sido una figura clave en el entrenamiento de Liffel. Con años de batallas a sus espaldas, le enseñó a pelear sin usar la magia, a sobrevivir en un mundo donde la magia no siempre era una garantía de victoria. A lo largo de su tiempo juntos, su relación se fortaleció, y Caysus llegó a considerarla como una hermana pequeña, protegiéndola y guiándola en cada paso del camino. Su apoyo incondicional fue un faro de esperanza en medio del caos de la guerra, brindándole la confianza que necesitaba para enfrentar los horrores del campo de batalla.
—¿Preparada para esto? —preguntó Caysus mientras observaba el horizonte, su enorme martillo descansando a su lado—. Recuerda, aquí no se trata solo de habilidades mágicas.
Liffel asintió con determinación. Aunque el agotamiento y la tensión pesaban en su espíritu, sabía que tenía la fuerza necesaria para enfrentar lo que estaba por venir. El último ejército de Arcaladia contaba con 150,000 soldados y 267 brujas, y el Templo de Rya, el siguiente destino, era defendido por 8,000 soldados, mientras que las tropas de Alik, en camino, sumaban alrededor de 147,000.
Liffel se encontraba junto a Caysus y la comandante Lariel, una bruja prodigiosa y hermosa. La conexión entre las dos hermanas era innegable, pero el destino había trazado caminos diferentes para ellas. Lariel había decidido separarse con la mitad del grupo, dirigiéndose por un camino alternativo para atacar a los últimos supervivientes de la batalla sangrienta.
Mientras el grupo de Caysus se apresuraba hacia el Templo de Rya, un sentimiento de urgencia crecía en el aire. Sabían que estaban llegando tarde. Al llegar, Liffel se encontró con una escena espantosa. Desde la distancia, pudo ver a Lariel en la vanguardia, luchando con una habilidad impresionante. Con su magia y agilidad, había aniquilado a 1,178 soldados, derribándolos uno tras otro con su espada y poder mágico.
Sin embargo, en medio de la batalla, el destino de Lariel cambió drásticamente. Enfrente de ella apareció un soldado con armadura oscura y desgastada. Lariel reconoció esa cicatriz en su cara y el tatuaje en su brazo izquierdo; era alguien que había compartido un pasado con Lariel. Ambos estaban enamorados, pero la guerra los había forzado a enfrentarse el uno al otro en un duelo mortal.
La batalla fue feroz, cada golpe resonando con la desesperación de dos corazones atrapados en el horror de la guerra. Pero de repente, la tragedia golpeó. Una flecha envenenada surcó el aire y se clavó en Lariel, quien cayó al instante. El soldado, devastado, se arrodilló, gritando con todo su ser por la pérdida de su amada. Prometió que encontraría la manera de resucitarla y vengarla, mientras tanto, el horror de la batalla se desarrollaba a su alrededor.
Lo que quedaba del escuadrón de Lariel fue aniquilado por el soldado, quien, en un último acto de desesperación y amor, se llevó el cuerpo sin vida de Lariel, dejando tras de sí un rastro de destrucción y un profundo silencio que resonaba en el corazón de Liffel.
Liffel y Caysus observaban el Templo de Rya ardiendo mientras el sacerdote Carbeneyo se retiraba riendo del lugar en llamas. Sin pensarlo, Liffel se adelantó y le apuñaló .
Carbeneyo la miró fijamente, con una mezcla de odio y desdén.
—Así que moriré por una bruja hereje —habló con dolor con su voz ahogada—, pero no importa. Todas ustedes están condenadas.
El sacerdote cayó muerto, mientras Liffel, en silencio, observaba el templo en llamas. Las llamas iluminaban el sudor y el cansancio en su rostro, y Caysus, al ver sus manos temblando, colocó una mano en su hombro para tranquilizarla. La noche continuaba en el desierto y accidentalmente Liffel tropezó con una roca y abrió un ataúd enterrado bajo la arena. Dentro, una endeble alma oscura se transfirió a ella sin que se diera cuenta.
Días después, Alik envió a Marze, uno de sus soldados de mayor rango, junto a un centenar de soldados para eliminar cualquier amenaza al Templo de Rya. Marze es un guerrero de cabello rubio y con cicatrices de guerra, equipado con armadura avanzada y un dispositivo en la espalda que emanaba energía extraña. Sin decir nada, él y su grupo rodearon a Liffel, Caysus y a los pocos soldados de su equipo.
—Retirada —ordenó Caysus, abriendo paso por entre las defensas enemigas y eliminando a varios soldados a su paso. Pero Marze, utilizando una velocidad sobrenatural, voló por encima, lanzando ráfagas de energía simultáneas que fulminaron a los soldados aliados de Liffel y Caysus. En un solo instante, Marze dejó inconsciente a Caysus, y Liffel, arremetiendo con un rayo de magia, eliminó a los soldados de Marze, aunque él logró esquivar su ataque con una agilidad inquietante.
El sonido del metal y la magia chocando resonó en el aire mientras Marze la embestía con sus katanas. Liffel convocó una espada azul de energía, bloqueando su ataque, pero Marze no cedía, presionándola hasta que sus fuerzas se vieron al límite. Intentó teletransportarse detrás de él para sorprenderlo, pero el escudo de Marze absorbió su ataque, neutralizando su magia temporalmente. Marze le hace un corte en la pierna mientras mira como cae al suelo, la mira fijamente con una tristeza inexplicable . Mientras Liffel soportaba el dolor, tirada en el suelo, lo miró y le preguntó:
—¿Por qué esa mirada? —le preguntó Liffel, agotada, desde el suelo.
Marze, con una expresión de nostalgia, respondió:
—Debes seguir viviendo. No estoy aquí para acabar contigo. Mis objetivos no tienen que ver con esta guerra.
Y antes de que Liffel pudiera responder, Marze se desvaneció, volando hacia el cielo.
—¿Ehh...? —murmuró Liffel, desconcertada. Rápidamente, se ató un torniquete usando el guante largo de su brazo derecho y, sintiendo que sus poderes regresaban, empuñó su espada mágica. Con esfuerzo y cojeando fue a buscar a Caysus, que yacía inconsciente.
Ambos regresaron al punto de encuentro del ejército de Arcaladia, donde se reagruparon y salieron del territorio de batalla. Alik, al final, envió refuerzos que lograron expulsar a los soldados de Arcaladia, marcando una nueva frontera. Sin embargo, Arcaladia, después de ganar la guerra, declaró peligrosas a las brujas y comenzó a perseguirlas.
Poco después de la tregua, en un intento por establecer la paz, se decidió casar a Liffel, de 20 años, con Marze, quien, a sus 27, se había convertido en un héroe de la guerra. Aunque sus encuentros habían sido pocos, desarrollaron una relación de respeto mutuo, donde incluso surgió una especie de amor silencioso y tranquilo. Pero una mañana, Marze desapareció sin previo aviso, dejando a Liffel una vez más atrapada entre las sombras de la guerra y la soledad .