Gog, como de costumbre, iniciaba el día desde muy temprano. Todas las mañanas se levantaba antes que todos. Desayunaba, buscaba sus herramientas y luego desaparecía por una hora. Estuve preguntando al respecto, pero parece que nadie sabe a dónde va todos los días. Simplemente desaparece por toda una hora y luego se le puede ver en las minas, haciendo su trabajo habitual.
Ya había pasado un año desde que llegué y, sin excepción y a la misma hora, Gog desaparecía.
Un día, por mera curiosidad, se me ocurrió preguntarle al señor Kerr, pensando que él debería de saber a dónde va Gog todos los días. Teniendo en cuenta que Gog trabaja para el señor Kerr hace varios años, me imagino que al menos él debería de estar al tanto, teniendo en cuenta que uno de sus trabajadores desaparece por toda una hora.
De vez en cuando, antes del anochecer, el señor Kerr nos visita para ver qué tanto progresamos. Tal parece que dentro de la montaña que se encuentra en los terrenos del señor Kerr se puede obtener un extraño mineral bastante cotizado por las distintas empresas dedicadas a crear armamento militar. Debido a esto, el señor Kerr es uno de los principales exportadores de dicho material.
Durante una de sus visitas a la mina me le acerqué para preguntarle respecto a Gog.
Al acercármele, Kerr esbozó una sonrisa.
—Gibrán, veo que te has acostumbrado bastante bien al trabajo de minería. Me alegra saber que después de un año hayas avanzado tanto. Aunque estoy seguro de que es gracias a lo bien que te ha instruido Gog durante todo este tiempo.
—Sin duda alguna, Gog ha sido de mucha ayuda. Es más, diría que es la primera vez en tanto tiempo que me siento tan tranquilo.
El señor Kerr me miró, parecía sentirse angustiado.
—¿Aun tienes pesadilla?
Desvié mi mirada hacia el suelo, pensativo. —No tan seguido como antes, pero aún no logro librarme de ese sueño por completo.
—Ya veo... y no te culpo. Pasaste por mucho siendo tan solo un niño. De corazón espero puedas recuperar la vida que te fue arrebatada.
—Se lo agradezco... Señor Kerr —mencioné cambiando de tema. —¿Puedo hacerle una pregunta? Es respecto a Gog.
Kerr asintió.
—Pues, verá... Me preguntaba si acaso usted sabría por qué Gog desaparece todos los días, sin excepción. Y hacia dónde se dirige en esos momentos.
—¿No crees que eso es algo que deberías preguntárselo directamente a Gog?
—Por supuesto que lo sé, pero todos los demás se lo han preguntado y me han dicho lo mismo... Gog siempre cambia de tema, evadiendo la pregunta. Se que no tengo derecho a inmiscuirme en su vida personal, más aún cuando es algo que tal parece no quiere contar, pero aun así tengo curiosidad.
Kerr sonrió. —Eres muy joven Gibrán, sin mencionar que has vivido toda tu vida dentro de tu aldea sin haber salido y explorado el mundo que te rodea. Viéndolo de esa forma, es normal que tengas curiosidad por muchas cosas. Tal vez sea más fácil si le preguntas a Gog directamente. Ya han convivido por más de un año, seguramente puedas saciar tu curiosidad con solo preguntarle de frente.
—Pero, ya todos le han preguntado y él nunca les ha respondido.
—Pero tú no. —agregó Kerr. —No pierdes nada con intentarlo.
—Tal vez tenga razón, supongo que puedo intentarlo. De todas formas, le agradezco por darme un poco de su tiempo.
—Créeme, nada me alegra más que poder conversar con ustedes. Después de todo, si no fuera por su arduo trabajo y la gran ayuda que me han dado todo este tiempo, no podría sostener esta compañía por mí mismo. Les estoy muy agradecido.
Podía notarlo. Esas palabras no tenían ni una pizca de falsedad. Sin lugar a duda el señor Kerr hablaba de corazón, expresando sus verdaderos pensamientos.
No pude evitar sonreír. Sus palabras me hacían sentir cómodo, como si su mera presencia trajera con sigo una suave brisa, que me envolvía con sus palabras, calmando toda inseguridad.
ΔΔΔ
Luego de haber acabado la jornada, como es habitual, todos aquellos trabajadores eran reunidos en un gran salón dentro de una de las propiedades del señor Kerr, siendo una creada específicamente para que pudiéramos satisfacer todas nuestras necesidades básicas.
Siempre que regresábamos a aquella propiedad nos esperaban con una gran cantidad de alimentos y bebidas, preparadas para ser consumidas luego de un arduo día de trabajo en las minas. En su interior varias decenas de mesas redondas rodeadas de sillas de madera llenaban el lugar y, sobre estas, se hallaban distintos tipos de alimentos y bebidas. El lugar parecía una gran cantina más que un comedor, teniendo hasta varios meseros, llevando los diferentes platillos hasta cada mesa.
Mientras todos se encontraban comiendo, bebiendo y charlando entre sí, decidí aprovechar la oportunidad e ir hacia donde Gog estaba. Caminando hacia la mesa que este solía frecuentar.
Cuando Gog se percató que me estaba acercando alzó la mano y me hizo una seña, llamándome a acompañarlo. Cuando me acerqué lo suficiente como para poder escucharlo, Gog habló.
—Toma asiento y come lo que quieras.
Me senté frente a él y tomé un plato, sirviéndome un poco de carne.
Antes de poder dar un bocado, Gog estiró su brazo izquierdo hacia mí, sujetando un pequeño plato de porcelana el cual en su interior tenía trozos de verduras frescas.
—Eh.. Gracias.
Gog sonrió.
Dejé caer las verduras sobre mi plato, tomando un tenedor y preparándome para comer. Hice una pausa repentina, sosteniendo el tenedor, teniendo mi mano en el aire.
—Señor Gog ¿Puedo hacerle una pregunta?
Gog hizo una pausa mientras llevaba un trozo de carne hacia su boca.
—Claro —respondió.
—¿A dónde va todos los días cuando desaparece por casi una hora?
Gog me miró, llevo su tenedor a su boca, dejando caer el trozo de carne sobre su lengua y, mientras masticaba, me respondió.
—A entrenar.
—¿Entrenar?
—Si. —respondió aun masticando su comida. —¿Quieres ver?
ΔΔΔ
Al día siguiente, antes de que saliera el sol, me dirigí hacia el bosque que cubría la parte norte de la mansión del señor Kerr, justo detrás de la gran montaña por la que nos adentrábamos a la mina.
"Levántate a las 5 y ve hacia el bosque desde la parte trasera de la mansión"
Eso me había dicho Gog. También mencionó que si seguía recto llegaría a un claro dentro del bosque. Mencionó que me tomaría alrededor de 10 minutos en llegar a pie.
Siguiendo sus indicaciones, tal como él dijo, llegué a un claro en medio del bosque. Este estaba bastante alejado de la mansión, únicamente pudiendo ver la gran montaña que se encontraba a un lado de esta. Mientras tanto, a mi alrededor, los árboles obstruían la vista, impidiendo ver más allá de donde me encontraba.
Dentro del bosque se podían ver distintos tipos de animales rondando por los alrededores, siendo en su mayoría conejos, ciervos, algún que otro cerdo salvaje e innumerables cantidades de aves. Según tenía entendido, en aquel bosque era posible encontrarse con osos, pero, a mi sorpresa, no me había encontrado con ninguno.
El claro era bastante grade, como de unos 300 metros cuadrados, y en su interior había varias rocas, siendo en su mayoría de entre 3 y 5 metros de largo. Parecían haberse formado de forma natural. Al mirar más detenidamente pude notar unas marcas en el suelo, que iban desde el centro del claro hasta los bordes, formando una especie de camino y, en medio de todo, se encontraba Gog, parado a un lado de la única roca que permanecía en el centro del lugar.
—Gog. —exclamé caminando hacia él.
Gog parecía absorto en sus pensamientos, parecía no haberse percatado de que yo estaba allí. Al detenerme me percaté de que Gog tenía su mano sobre aquella roca, como si intentase empujarla. Podía notar que estaba concentrado, como si no hubiera nada más que él y la roca. Pasaron unos segundos y Gog comenzó a caminar de a poco mientras mantenía su mano izquierda presionando contra aquella roca. Así, de forma lenta pero firme, el enorme objeto comenzó a moverse. Una gigantesca piedra que no podía pesar menos de 4 toneladas, y Gog la movía con un solo brazo.
Pese a moverse lentamente, seguía siendo impresionante. Después de todo, solo alguien con una tremenda fuerza sería capaz de algo así. Fue entonces que lo entendí. Los caminos que iban desde el centro del claro hasta las demás rocas eran en realidad el rastro que dejaban aquellas al ser movidas. Gog las había movido el solo.
En ese momento vino a mi mente cuando Gog me dijo que había perdido su brazo luchando contra un dragón. En aquel entonces lo tomé como una broma, pero ahora comprendo que hablaba en serio. Esa fuerza no se consigue simplemente entrenando por 1 hora al día. Definitivamente quería saber más acerca del pasado de Gog.
Pasó casi media hora.
Gog había empujado la piedra hasta el borde, dejando el centro completamente limpio.
No me había movido durante todo ese tiempo, simplemente me había quedado de pie, observando. Estaba asombrado ¿Cómo no estarlo?
Gog suspiró, se secó el sudor de la frente y miró al cielo por unos segundos. Cuando el sol se reflejó en sus ojos, intentando aclarar su vista, se giró hacia mí, notando que me encontraba allí. Sin decir una palabra, estiró su brazo hacia arriba, abrió su palma y me hizo una seña. Parecía querer que me acercara hacia donde él estaba.
Al acercarme, y verlo más de cerca, me sorprendió ver que no parecía estar cansado. Su respiración y su ritmo cardíaco parecían normales. No paraba de asombrarme.
—Te pido disculpas, —mencionó. —no noté que estabas aquí. Pensé que al final no vendrías.
—Parecía tan concentrado que no quise molestar.
—Ya veo. —dijo Gog entre risas. —Pues, como ves, esto es lo que hago todos los días. —agregó, posando su mano sobre la piedra que acababa de mover.
—Pero... —miré a mi alrededor. —Ya las movió a todas. ¿Ahora qué hará?
Gog sonrió. —Pues, las moveré nuevamente hasta el centro, en donde se encontraban antes.
—¿Y luego de eso? —le cuestioné.
—Las moveré otra vez. —mencionó manteniendo su sonrisa.
—Ya veo. —dije soltando una pequeña carcajada. — Es bastante impresionante. No creí que fuera tan fuerte. —coloqué mi mano en la roca. —A mí me sería imposible poder mover algo tan pesado, incluso practicando por años. Sin duda alguna la fuerza de los enanos es sorprendente.
—Es cierto que mi gente nace con una fuerza superior al promedio, pero puedo decir orgullosamente que esta fuerza la conseguí por mérito propio. Aunque en mis días de aventuras junto a mis compañeros era un poco más fuerte. Tal vez sea el peso de la edad.
—¿Tuvo muchas aventuras?
Gog esbozó una pequeña sonrisa. —Así es. Hemos pasado por muchas cosas.
—¿Podría contarme alguna?
Gog parecía feliz de escucharme interesado, como si fuera un abuelo queriendo contarle una historia a su nieto.
—Pues, —dijo intentando sentarse. —supongo que aún tenemos tiempo. Intentaré no desviarme mucho.
Tomé asiento sobre el suave césped que nos rodeaba y lo miré atentamente, con la intención de no perderme de ningún detalle.
—Esto fue, veamos... Hace más o menos unos 340 años. Estábamos dirigiéndonos hacia lo que hoy en día conocen como el reino de Piera. En ese entonces todavía no existían reinos como tal, sino que eran más bien pequeñas ciudades independientes, tratando de sobrevivir en una época de incertidumbre sobre lo que depararía el futuro. Las bestias salvajes eran más difíciles de enfrentar, por eso mismo crearon los gremios con la idea de formar grupos de personas fuertes que defendieran a la gente y exploraran en territorio desconocido. En ese entonces a lo que más temían era a las bestias a las cuales hoy en día catalogan con números altos. Y, entre ellas, a la única a la cual se le asignó el número más alto de todos, una criatura que hace cientos de años desapareció como por arte de magia. Aquellos que ostentaron el título de invencibles...
—Dragones...
Gog me miró un tanto sorprendido debido a mi interrupción, pero a la vez feliz por demostrar mi interés en su historia, prestando completa atención a las palabras que salían de su boca.
—Si, dragones. Eran pocos los que intentaban enfrentarlos, incluso en grupos grandes. Su dura piel era extremadamente difícil de penetrar, sus filosas garras podían atravesar el metal más resistente, y sus llamas... las llamas que salían de sus fauces podían convertir en cenizas a cualquiera que sea cubierto en ellas.
—¿Y, aun así, usted se enfrentó a uno?
Gog soltó una carcajada. —No yo solo. —un tanto reflexivo, Gog, volteó su mirada hacia el cielo despejado. —Mis compañeros y yo habíamos recibido un encargo de parte del gremio. Éramos bastante famosos entre los aventureros de antaño, tan así que solíamos recibir solicitudes por parte de personas importantes de manera directa. Entre ellos un pedido que nos enviaría hasta donde hoy reside el reino de Piera, con el objetivo de acabar con un dragón en especial. Uno que se forjó un nombre entre los demás de su especie.
—¿Un nombre?
Gog asintió. —Su nombre era Ramrod. Pese a su apariencia era un ser inteligente capaz de poder predecir los movimientos de sus enemigos. Parecía como si pudiera ver a través de nosotros, incluso pudiendo saber nuestro siguiente movimiento antes de siquiera actuar. Fue una batalla muy dura. Gastamos todas nuestras estrategias y mejores ataques y pese a eso Ramrod no parecía ceder. Sin embargo, uno de mis compañeros de alguna forma logró romper su defensa, dejándome así una oportunidad para atacar con todo. Había logrado herirlo, cortando una de sus extremidades. Sin embargo, no había sido suficiente. En una arremetida feroz se lanzó contra mí, pudiendo zafarme de milagro... o al menos la mayor parte. —agregó, mirando en donde debería de estar su brazo derecho. —Ojo por ojo, supongo.
—¿Y luego que pasó?
—Al final Ramrod simplemente se marchó, desapareciendo entre las nubes. Nunca más volví a verlo. Aparentemente luego de nuestro combate nunca nadie volvió a saber de él. Dudo que haya muerto por algo tan simple, así que seguramente aun esté vivo, en algún lugar.
ΔΔΔ
Pasó el tiempo y ya era hora de regresar a las minas. Durante el trayecto de regreso Gog me dijo que tenía muchas más historias y que, si me interesaba, podría contármelas. Realmente quería escucharlas, más aún sabiendo que eran historias reales, historias de un pasado lejano por el cual sentía mucha curiosidad.
Una vez ya dentro de las minas nos preparamos para así realizar nuestro trabajo diario y, al igual que siempre, al finalizar nos dirigimos al gran comedor para recuperar nuestras energías. Ya habiendo entrado me dispuse a buscar a Gog, estando sentado en su mesa habitual, y una vez lo había visto me encaminé hacia su mesa, tomando asiento para así poder seguir conversando.
Nuevamente Gog se encontraba comiendo carne y, al igual que el día anterior, tomó un tazón con verduras frescas, estirando su brazo hacia mí, entregándomelo.
—¿Quieres que te cuente otra historia? —preguntó el enano mientras aun masticaba su comida.
—Así es. —respondí. —Pero primero quisiera hacerle una pregunta.
Gog me miró. —¿Qué quieres preguntar?
Sirviéndome los alimentos, me tomé unos segundos para pensar bien mi pregunta. —Es sobre lo que me contó hace tiempo. Sobre su viaje a Konungur, respectó a su motivo para ir hasta allí.
—Quiero visitar la tumba de un querido amigo que se encuentra allí.
—Lo se. Lo mismo me había dicho la primera vez. —agregué. —Pues vera, Quería saber si ese amigo suyo fue uno de sus compañeros de aventuras. Y, si así es, me preguntaba si podría contarme cómo fue que murió.
Gog tomó un sorbo de su jarra, limpiándose los labios con su brazo. —Sí. Él fue parte de mi grupo de compañeros. Todos nos llevábamos bien, pero nuestra relación ya existía desde antes de haber conocido a los demás. Era mi mejor amigo. Fue por él que me convertí en aventurero. Siempre tuvo el sueño de poder unir al mundo, pensando que tal vez así la vida de las personas sería mejor. Pero no era ningún tonto, sabía que eso sería una tarea prácticamente imposible. Así que decidió volverse un aventurero para así hacerse con una gran reputación y de alguna forma acercarse más a su sueño.
—¿Y usted decidió acompañarlo en su sueño?
Gog asintió. —Nos unimos a un gremio y comenzamos a hacer varios trabajos. Posteriormente conocimos a los demás, decidiendo formar un grupo. Él era bastante fuerte, de los más fuertes que he conocido. No solo por su poder físico, sino por su perseverancia y valor.
—La persona que logró romper las defensas de Ramrod, ¿acaso fue él?
Gog sonrió. —Así es. Nunca dejó de sorprenderme, siempre intentando superarse a sí mismo y volviéndose cada vez más fuerte. Tanto mis compañeros como yo pensábamos lo mismo.
—¿Qué cosa?
—Sin importar los años, las décadas que pasen, nunca habrá nadie como él. Decíamos que era único en su tipo. Realmente era alguien especial.
—¿Y cómo se llamaba?
Gog miró su jarra casi vacía, haciendo una pequeña pausa como si le costara pronunciar sus siguientes palabras, acercando la bebida hasta su boca mencionó de manera casi melancólica un nombre.
—Seine. —dijo suavemente antes de beber el poco licor que aún le quedaba.
Podía notar que algo le sucedía a Gog. Su humor, aunque levemente, cambió de repente. Sin embargo, ya no podía retractarme, así que hice la pregunta.
—¿Y cómo fue que murió?
Suavemente Gog colocó su jarra vacía sobre la mesa, estirando su brazo para alcanzar la botella que se encontraba en medio de esta, tomándola y dejando caer el líquido dentro de la jarra.
—Fue después de una disputa que tuvimos. Nos habíamos peleado y entonces decidió dejar el grupo. Fue una pelea estúpida, seguramente hubiéramos podido arreglar las cosas. No era la primera vez que estábamos en desacuerdo, pero esa vez fue diferente. Dije algo que no debía de haber dicho. Hasta ahora me arrepiento de no haber intentado detenerlo. Poco después me enteré de que había muerto a manos de unos simples bandidos en Konungur mientras intentaba defender a unas personas.
—¿Perdió contra unos bandidos? —cuestioné. —¿Con lo fuerte que era?
Gog me miró. —La fuerza no lo es todo. Una vez mueren tus convicciones la fuerza bruta no es diferente a pelear contra una bestia, únicamente utilizando una frágil rama. Seine murió el día en que dejó de lado su convicción. Luego de enterarme de lo sucedido viajé hasta Konungur, con la intención darle una sepultura apropiada. Eso fue hace más de 200 años. Desde entonces han pasado muchas cosas, hasta que finalmente me volví un esclavo. Mucho tiempo después conocí a Kerr y terminé trabajando para él. Es una buena persona y estoy agradecido de haberlo conocido. Dentro de unos años habré ganado suficiente dinero, y cuando lo haga volveré a Konungur para visitar la tumba de Seine.
No sabía que decir. Me sentía un tanto culpable por haberle preguntado, sintiendo que tal vez era algo de lo que él no quería hablar. Pero había algo de lo que podía estar seguro. Sin duda su amistad con el señor Seine era muy importante para él. Podía notarlo, cuando mencionó que tuvieron una pelea se escuchaba completamente arrepentido.
—¿Y tú? —preguntó.
—¿Qué...? —pregunté extrañado.
—¿Qué piensas hacer cuando dejes de ser un esclavo?
Su repentina pregunta me sorprendió. Y en ese momento me di cuenta... he estado pensando en esperar hasta que se cumplan los 6 años del contrato para buscar a Moira. Pero no he pensado en cómo hacerlo. No conozco prácticamente nada del exterior, más que lo que la gente de mi aldea me contaba de sus viajes. ¿Qué debo hacer para empezar? ¿Hacia dónde debo de ir? Aunque descubra en dónde se encuentra, ¿Podré salvarla? ¿Seré lo suficientemente fuerte? Las dudas me hacían doler la cabeza.
—¿Puedo aconsejarte algo?
—¿Eh?
—Para empezar, deberías de unirte a un gremio.
—¿A un gremio?
—Si. En los gremios puedes obtener información sobre muchas cosas, siendo uno de los privilegios de aquellos de mayor rango. Tal vez, de esa forma, puedas encontrar a tu amiga. —dijo Gog, levantándose de su asiento. —No te puedo prometer que la encuentres fácilmente. Pero al menos podrías intentar
—Pero, aunque llegué a encontrarla, si no soy lo suficientemente fuerte como para pelear contra los que la capturaron. Entonces yo...
—En ese caso... ¿Quieres que te ayude?
—¿Qué?
—No puedo acompañarte en tu viaje, pero si puedo enseñarte algunas cosas para que puedas defenderte a ti mismo y a las personas que quieres.
—¿Haría eso por mí?
—Eres un joven de buen corazón al que le fue arrebatado todo, y lo único que te queda es esa amiga tuya. Me sentiría mal si no te ayudara de alguna manera.
—En verdad se lo agradecería. No sabría como agradecerle.
—No te preocupes por eso. Por ahora, solo concéntrate en esforzarte todo lo que puedas durante los próximos 5 años.
—Se lo prometo, haré todo cuanto pueda.
Gog esbozó una sonrisa. —Bien. Pero, antes que nada, déjame darte otro consejo.
—¿Qué consejo?
—Cuando se cumplan los 6 años, dirígete hacia Ri.
—¿Hacia Ri?
—Ri es conocida como el reino de los aventureros. Allí se encuentran los gremios más importantes. Si te unes a uno de ellos es seguro que obtendrás información respecto a quienes atacaron tu aldea.
—En ese caso, viajaré allí primero.
—Además... —agregó Gog.
—¿Qué cosa?
—Es solo mi opinión, pero te recomendaría unirte a algún grupo. Estoy seguro de que así se te hará más fácil. Sin mencionar que seguramente debas de hacer varios pedidos para así ganar algo de dinero y, sobre todo, subir tu rango.
—¿Subir de rango?
—Dentro de los gremios sus integrantes se dividen en diferentes rangos dependiendo de la cantidad y nivel de las peticiones que hayan realizado. Si te unes a un gremio importante, intenta subir de rango. Seguro que así se te hará mucho más sencillo obtener información.
—Entiendo. ¿Es muy difícil subir de rango?
Gog mantuvo silencio por unos segundos y, tras pensarlo un poco, respondió. —Depende. Hay muchas formas de ascender de rango. Pero creo que la más rápida es cumpliendo misiones de nivel 5 o superiores. Pueden ser un poco complicadas, pero si te esfuerzas lo suficiente durante los entrenamientos puede que no se te complique tanto. Además, se te harán mucho más fáciles si las haces junto a otras personas.
—Está decidido. —exclamé firmemente, levantándome de golpe.
Gog se sorprendió.
—Me haré más fuerte, me inscribiré en un gremio y subiré de rango. Debo de esforzarme. —llevé mi mano hacia mi pecho, sosteniendo mi collar con fuerza.
Gog parecía sorprendido, pero no pudo evitar mostrar una pequeña sonrisa.
—Bien, mañana por la mañana empezaremos.
ΔΔΔ
Pasaron los días. Todas las mañanas me levantaba antes de la salida del sol y me dirigía hacia el bosque. Allí, mientras Gog movía las rocas, yo entrenaba mi cuerpo. Corría, me ejercitaba y practicaba. Gog quería que aprendiera combate mano a mano antes de empuñar un arma. Respecto al combate armado, el señor Kerr me había prestado una pequeña espada que le pertenecía. Aquella oferta me sorprendió, por obvias razones, que una persona le dé un arma real a uno de sus esclavos era bastante peculiar. Sus palabras al entregarme esa espada fueron "Confío en ti".
El entrenamiento básico se basaba en ganar resistencia. En palabras de Gog, "hay que estar preparado para una batalla prolongada". Además de eso, solíamos tener pequeñas peleas de práctica.
Durante las practicas, Gog me pedía que lo ataque con todo lo que tenía, pidiéndome que intentara golpearlo. Era extremadamente difícil.
Al principio era obvio que no podría hacer nada, pero con el pasar de los días me di cuenta. Aunque entrene por años, nunca podría siquiera estar al nivel de Gog. Incluso, pese a haber perdido su brazo dominante, podía esquivar y parar cada uno de mis ataques.
Durante el primer año simplemente se dedicaba a esquivar y bloquear mis ataques. Pero a partir del segundo año me comentó que comenzaría a contraatacar.
Pasaron los días, el entrenamiento era cada vez más complicado. Al principio solo me atacaba una o dos veces, pero con el tiempo las practicas eran más y más completas.
Y así llegué a mi tercer año de entrenamiento.
—Bien. —Gog se quitó su camisa, dejando a la vista su musculoso cuerpo lleno de cicatrices, denotando más que nada la ausencia de su brazo derecho. —Adelante. —exclamó poniéndose en posición de ataque.
—Si. —dije, tomando carrera y lanzándome contra él.
Gog simplemente permanecía en su posición sin mover un musculo.
Lancé un golpe directo a su rostro. Podía notar que mi velocidad era mayor a la de antes, el haber entrenado tanto durante un año había dado sus frutos. Pero, comparado con la fuerza del hombre delante de mí, eso apenas era el primer escalón.
Gog, como si nada, detuvo mi golpe posicionando su palma frente a su rostro de tal manera que, al hacer contacto con mi puño, desvió mi ataque hacia un lado, para posteriormente lanzar un gancho a mí estómago.
Casi instintivamente, mi cuerpo se movió solo, alejándose en el último momento, logrando así evadir su ataque.
Sabía que Gog no pelearía en serio, pero ese golpe sin duda me habría hecho mucho daño.
—Excelente. —expresó Gog. —Ahora, ataca otra vez.
Volví a ponerme en posición de ataque, esta vez moviéndome en círculos alrededor de él mientras me acercaba gradualmente, buscando una apertura.
Gog permanecía en su posición, sin moverse, dejándome posicionarme detrás de él, teniendo su espalda completamente desprotegida. Me lancé nuevamente, buscando darle un golpe en su espalda.
Al entrar dentro de su radio de ataque Gog giró su cintura, moviendo su torso al mismo tiempo que estiraba su brazo hacia mi rostro, intentando golpearme con el reverso de su puño.
Viendo venir su ataque, rápidamente me agaché, esquivando su golpe y preparándome para golpear la zona baja de su espalda.
Es imposible que me esquive a esta distancia.
Pero me equivocaba.
Rápidamente Gog presionó su pie izquierdo y, con un movimiento rápido girando sobre su propio eje, dobló su pierna derecha lanzando velozmente su rodilla hacia mi cabeza.
Su velocidad era increíble. Esta vez no pude evadirlo por completo. Aunque pude reaccionar a tiempo nuevamente, su velocidad fue superior, logrando golpear mi nariz.
La sangre comenzó a brotar. —Mierda. —me quejé mientras comenzaba a tambalear.
Pese a haberme tocado por poco, fue suficiente para hacerme perder el equilibrio.
Intenté parar el sangrado, llevando mi mano a mi nariz.
—No estas lo suficientemente atento. —recriminó.
No es eso. Es que su velocidad es increíble, incluso conteniéndose.
—Debes pelear usando todo lo que esté a tu disposición.
—En eso tiene razón. —murmuré y, con una sonrisa, exclamé. —Es bueno que me halla guardado esto hasta ahora.
—¿Qué cosa? —se cuestionó.
Tomé una pequeña piedra del suelo y tras murmurar unas palabras la lancé con todas mis fuerzas hacia el rostro de Gog.
—No logro entender tu punto. —recriminó.
La piedra rápidamente se acercaba hacia él, dándole el suficiente tiempo para llevar su mano hacia la dirección en la cual la piedra impactaría.
Una sonrisa se formó en mi rostro. —¡Luz!
—¿Qué?
La piedra repentinamente comenzó a emitir una luz dorada, cubriendo por completo la visión de Gog, obligándolo a cerrar los ojos.
—¿Un conjuro? —se preguntó.
Rápidamente corrí hacia delante aprovechando la distracción y di un salto mientras giraba mi torso inferior, estirando mi pierna derecha y apuntando hacia la cabeza de Gog.
—¡Este será mi primer golpe! —exclamé dejando notar mi emoción.
—Creo que te estas confiando.
—¿Eh...?
Gog alzó su brazo y sujetó mi tobillo, dejándome suspendido en el aire durante un segundo para posteriormente hacer presión con su pie derecho y rotar su cuerpo mientras aun me sujetaba, lanzándome por detrás de su hombro derecho y estrellándome contra el suelo.
—¡Agh!
—En verdad me sorprendiste. Pero te confiaste mucho al ver una pequeña apertura.
—¡Cof!, ¡Cof!... Pensé que podría sorprenderlo. —dije mientras me levantaba con dificultad.
—Lo hiciste. —mencionó Gog. —Pero cuando notaste que había funcionado dejaste de pensar por la confianza que tenías.
—Entiendo. —exclamé levantándome con dificultad. —Mucha confianza es mala. Es bueno saberlo. —agregué entre risas ahogadas.
—Bien, es suficiente por hoy. —Gog tomó su camisa. —Es hora de volver a la mina. —decía mientras se colocaba su prenda.
—Supongo que seguiremos mañana. —exclamé mientras recuperaba el aire.
Gog se me acercó. —Niño. —pronunció con un tono sereno. —Realmente no me esperaba que usaras un hechizo. Me habías dicho que sabías algunos, pero en estos 2 años nunca los usaste contra mí. ¿Qué fue lo que cambió? —me cuestionó.
Tomé un respiro hondo, buscando regular mi pulso, y tras una bocanada de aire lo miré a los ojos. —Al principio pensaba que sería descortés usar magia después de que usted me haya enseñado a pelear usando mi cuerpo. Aun así, nunca deje de estudiar y practicarla. El señor Kerr me dio varios libros que me fueron de mucha utilidad. Eh estado estudiando todas las noches sin falta. Pero durante el último año me eh dado cuenta de algo... lo realmente descortés sería no darlo todo. Después de todo usted mismo me lo repite todos los días. "Debes darlo todo y usar todo lo que esté a tu disposición". Esas fueron sus palabras.
Gog parecía sorprendido por lo que decía. Pero a la vez pude notar que de él emanaba una sensación de felicidad. Como si fuera un padre orgullos por los logros de su hijo.
—Sin duda has mejorado mucho. Estoy seguro de que durante los próximos dos años mejoraras aún más.
Sus palabras eran cálidas, me daban una sensación de tranquilidad profunda. Me hacían sentir extremadamente feliz, siéndome imposible ocultar mi sonrisa. Entre tanta alegría únicamente pude decir una palabra, desde el fondo de mi corazón.
—Gracias.