Jin observó el cuerpo de su oponente caer al suelo, y el mundo pareció detenerse a su alrededor. La espada se le resbaló de las manos, y apenas sintió cuando el arma golpeó la tierra, dejando tras de sí un eco mudo que solo él parecía oír. Frente a él yacía la evidencia brutal de su propio instinto de supervivencia, un joven al que apenas conocía, alguien que, igual que él, solo había querido vivir. Pero ahora estaba allí, inmóvil, con los ojos abiertos y una expresión de sorpresa congelada en su rostro.
El silencio que lo envolvía era pesado, como una manta de acero que oprimía su pecho, y Jin no pudo hacer más que quedarse quieto, sintiendo cómo un torbellino de emociones lo arrastraba: culpa, incredulidad, horror. Nunca en su vida había imaginado que sus manos fueran capaces de algo tan definitivo, tan absoluto. Matar. La palabra le pareció un abismo en su mente, algo demasiado oscuro y grande para comprender.
Mientras las miradas de los caballeros y los otros reclutas se clavaban en él, Jin notó que algunos parecían evaluarlo, como si él mismo fuera un extraño espécimen en exhibición. Uno de los reclutas, con el rostro pálido y los ojos muy abiertos, lo observaba con una mezcla de miedo y repulsión. Otros miraban al chico caído con expresiones de aceptación, como si esto fuera simplemente una parte inevitable del mundo en el que vivían.
A pesar de la intensidad de las miradas, el silencio se mantuvo hasta que un sonido metálico rompió la tensión. El caballero corpulento, el alto mando de los Knights of None que lo había obligado a pelear, dio un paso al frente, con una sonrisa apenas visible bajo la sombra de su casco.
—Sobreviviste —dijo, con un tono que carecía de cualquier rastro de compasión o empatía—. Lo hiciste porque tuviste la voluntad de matar, porque entendiste la única verdad que vale aquí: en Etrea, solo sobrevive quien esté dispuesto a arrebatar vidas para conservar la suya.
Las palabras del caballero cayeron sobre Jin como un martillo. La "voluntad de matar". No se sentía digno de esas palabras; no había nada honorable en lo que había hecho. Había actuado por puro instinto, por miedo. No había querido quitar una vida; solo había querido proteger la suya, y ahora, con el peso de esa decisión, se sentía más pequeño y vulnerable que nunca.
El caballero se acercó más, y Jin pudo ver las cicatrices que surcaban su rostro, visibles incluso bajo el casco. Aquellas marcas le contaban historias de combates y violencia, un recordatorio de lo que significaba ser un Knight of None.
—Descansa, forastero. Mañana empieza tu verdadero entrenamiento —le dijo el caballero, dándole una palmada pesada en el hombro—. Dormir… si es que puedes —agregó, con una sonrisa fría antes de girarse y caminar hacia los otros reclutas.
Jin sintió el peso de la mano del caballero incluso después de que se retiró. Su corazón latía con fuerza, y, a pesar del cansancio que le pesaba en cada fibra de su ser, sentía que dormir sería imposible. Se giró y, con paso vacilante, comenzó a caminar hacia el improvisado campamento donde se había reunido el resto de los reclutas.
Mientras avanzaba, una mezcla de miedo y repulsión llenaba las miradas de los otros reclutas. Algunos apartaban la vista, como si él fuera alguien que ya no pertenecía a su mundo; otros murmuraban entre ellos, y aunque Jin no podía escuchar lo que decían, intuía que sus palabras no eran amables.
Encontró un rincón apartado del campamento, donde algunos sacos de paja y telas viejas formaban una especie de improvisada cama. Se sentó allí, abrazando sus rodillas, y bajó la cabeza, intentando calmar el tumulto en su mente. Sin embargo, cada vez que cerraba los ojos, la imagen del cuerpo sin vida de su oponente volvía a él con una claridad implacable.
Jin (pensamiento): ¿En qué me he convertido? Esto no es lo que quería. Esto no debería ser real.
La pregunta latía en su mente con una persistencia desgarradora, mientras él intentaba convencerse de que todo había sido una pesadilla. Pero el dolor en sus brazos, el sabor amargo de la culpa y la sangre que aún sentía en su piel eran pruebas ineludibles de que aquello había ocurrido realmente.
Mientras se sumía en su conflicto interno, el sonido de pasos se acercó a él. Al alzar la vista, vio a otro recluta, un joven de ojos sombreados y expresión apagada, que se detuvo a unos pasos de distancia. Parecía dudar, como si quisiera decir algo pero no encontrara las palabras.
—Yo… lo siento por ti —murmuró finalmente, bajando la mirada—. Todos nosotros… en algún momento, nos veremos en el mismo lugar en el que estás ahora. Matar… parece ser la única forma de sobrevivir aquí.
Jin no respondió; solo asintió en silencio, sintiendo cómo las palabras del otro recluta se mezclaban con las suyas propias, en una especie de desesperanza compartida. El chico le dio una última mirada, como si reconociera algo de sí mismo en Jin, y luego se marchó, dejándolo solo una vez más.
Finalmente, la noche cayó, y el campamento se sumió en un silencio oscuro, roto solo por el crepitar de las antorchas y el murmullo lejano de los caballeros. Jin se recostó en el saco de paja, cerrando los ojos con fuerza, intentando alejar el miedo y la culpa. Quería convencerse de que, al despertar, todo esto no sería más que una pesadilla.
La sensación de agotamiento, tanto físico como emocional, eventualmente lo venció, y, aunque de mala gana, se sumió en un sueño inquieto y frágil.
La oscuridad del campamento de Etrea lo envolvía mientras el cansancio lo arrastraba poco a poco hacia el sueño. Jin, finalmente rendido, cerró los ojos, dejándose llevar por la esperanza de que, al despertar, todo aquello no sería más que un mal recuerdo.
Sin embargo, al abrir los ojos, algo se sintió… diferente. La sensación de frío en la piel había desaparecido, y el ruido de las antorchas y de las conversaciones bajas de los caballeros se había esfumado. Jin parpadeó, aturdido, mientras sus ojos se adaptaban a la penumbra de la habitación. Estaba en su cama. Reconocía las sábanas, el leve resplandor de la lámpara de escritorio y la silueta de sus libros y objetos familiares que lo rodeaban.
Se sentó lentamente, observando cada rincón de su habitación, como si estuviera viendo un milagro. La respiración de Jin se aceleró, y una mezcla de alivio y confusión lo envolvió. Tocó la sábana, la textura suave y cálida entre sus dedos. ¿Había sido todo un sueño?
Jin (pensamiento): ¿Fue solo una pesadilla? Pero…
Su mente luchaba por procesar la experiencia. Podía sentir aún el peso de la espada en sus manos, el eco de los gritos, el frío de las miradas de los caballeros. Recordaba cada detalle con una claridad que lo asustaba, como si cada momento en Etrea hubiera sido más real que cualquier otro sueño que jamás hubiera tenido.
Intentando despejar su mente, Jin encendió la computadora. Algo en su interior le susurraba que debía buscar, confirmar que nada de aquello había ocurrido. Pero la ansiedad lo empujaba a revisar cualquier indicio, cualquier posible conexión que lo asegurara de que Etrea no era real.
Abrió el navegador, y en la barra de búsqueda, escribió "Claim of Etrea". El nombre del juego brillaba en la pantalla, y aunque había un alivio en ver que existía como un juego más, la sensación de inquietud en su pecho no desapareció. Decidió navegar más, buscando información que probara que lo que vivió fue solo parte de una fantasía.
Sin embargo, al explorar la página principal del juego, notó un apartado oculto, un link que solo podía verse si se mantenía el cursor sobre un borde de la pantalla. Curioso, hizo clic, y un foro se desplegó ante sus ojos. Era una sección cerrada, un foro con temas que no aparecían en la página principal.
Uno de los hilos llamó su atención de inmediato. Se titulaba "Experiencias en Etrea: para aquellos que han cruzado el límite". Con manos temblorosas, hizo clic, y un conjunto de mensajes comenzó a cargar.
El primero de ellos decía: "Si estás leyendo esto, significa que has visto lo que Etrea realmente es. Lo que has experimentado no es un sueño. Esto no es un simple juego. Has sido marcado, y ahora perteneces a algo más allá de tu mundo."
Cada palabra perforaba su mente, como una confirmación de sus peores miedos. No estaba solo; otros habían estado allí, otros habían sentido el miedo, la desesperación, y habían experimentado ese mismo lugar oscuro y opresivo. Jin leyó varios de los mensajes, buscando respuestas, una salida, alguna forma de entender qué significaba todo aquello.
—¿Esto… esto es real? —susurró, sintiendo un nudo en la garganta.
Mientras continuaba leyendo, se topó con otro mensaje, uno más reciente: "Para quienes han regresado, recuerden: Etrea no es algo de lo que puedan escapar. Cada vez que caigan en el sueño, estarán a merced de las reglas de ese lugar."
La pantalla comenzó a temblar ligeramente bajo su mirada, o tal vez era su propia visión la que titilaba. Sentía como si las paredes de su habitación se encogieran, volviéndose opresivas, hasta el punto en que le costaba respirar. Había esperado que esto fuera un simple sueño, algo que pudiera olvidar con el tiempo, pero ahora la realidad le caía encima como una losa.
Intentó cerrar el foro, pero un último mensaje apareció antes de que pudiera salir: "No estás solo. Otros estamos buscando respuestas. Solo recuerda que, en Etrea, cada muerte deja una cicatriz que no podrás borrar."
Jin cerró la pantalla de inmediato, su respiración agitada y sus manos frías. Se recostó en la silla, observando el reflejo de su rostro pálido en la pantalla apagada. La idea de que, en cualquier momento, podría regresar a ese mundo lo aterrorizaba. No había escape. Había algo en Etrea que lo conectaba a su mundo de una manera que no alcanzaba a comprender.
Después de unos minutos de introspección, dejó escapar un suspiro profundo, intentando calmarse. Si todo esto era real, pensó, entonces tenía que aprovechar cada instante aquí, en su propio mundo. Tenía una segunda oportunidad, una posibilidad de vivir sin miedo, de cambiar las cosas. Al menos, en su propio mundo, podía intentar ser alguien distinto.
La idea lo reconfortó. Sentía como si algo dentro de él hubiera cambiado, como si la brutal experiencia en Etrea lo hubiera liberado de algunos de los miedos que lo paralizaban en su vida cotidiana. Tal vez esta era su oportunidad de vivir como siempre había deseado, de atreverse a hacer lo que antes ni siquiera habría considerado.
Mientras avanzaba la mañana, Jin se preparó con una energía renovada. Se dirigió a la escuela, sintiendo que cada paso lo acercaba a un nuevo comienzo. El peso en su pecho había disminuido, reemplazado por una determinación que nunca antes había sentido. Sabía que lo que había vivido en Etrea siempre estaría en su mente, pero en ese momento, decidió concentrarse en el presente, en la vida que le quedaba aquí.
Cuando llegó al campus, observó a los estudiantes pasar a su lado, y una sonrisa leve se dibujó en su rostro. No iba a desperdiciar esta oportunidad. Justo en ese instante, vio a Yumi, la chica que siempre le había gustado, caminando sola por el pasillo. Era la oportunidad perfecta para hacer algo diferente.
Respiró hondo, sintiendo el corazón latir con fuerza. Se acercó a ella, y cuando Yumi levantó la vista y lo vio, le sonrió con sorpresa.
—Hola, Yumi —dijo Jin, con una confianza que no reconocía en sí mismo—. ¿Tienes planes para después de clases?
Yumi lo miró con sorpresa, pero luego su expresión se suavizó en una sonrisa. Parecía notar el cambio en él, y sus palabras no parecían tener la timidez de siempre.
—No, no tengo nada planeado —respondió, con una chispa de curiosidad en sus ojos—. ¿Tienes alguna idea?
Jin sonrió, sintiendo que esta pequeña conversación era el primer paso hacia una vida que siempre había deseado pero que nunca se había atrevido a perseguir. Mientras avanzaban por el pasillo juntos, notó que, aunque Etrea estaba grabado en su memoria, esta vez, en su propio mundo, tenía la oportunidad de ser alguien distinto, alguien más valiente.
Después de la inesperada conversación con Yumi, Jin sintió que su vida había dado un giro. Aquella simple interacción, que antes le habría parecido imposible, era ahora una prueba de que tenía una segunda oportunidad. Había decidido vivir sin las cadenas de sus miedos, de los límites que antes lo retenían.
Sin embargo, a lo largo del día, Jin comenzó a notar algo extraño. Durante las clases, una ligera presión le cubría el pecho, como si un peso invisible intentara recordarle la presencia de Etrea. Cada vez que desviaba la mirada hacia la ventana o intentaba concentrarse en la voz del profesor, sentía un murmullo suave, apenas perceptible, pero que retumbaba en su mente.
Al principio intentó ignorarlo. Se dijo a sí mismo que solo eran los restos de su propia ansiedad, de los ecos de aquella experiencia que todavía lo perseguían. Sin embargo, la sensación solo aumentaba en intensidad, como una sombra que se cernía sobre él. En más de una ocasión, le pareció ver el reflejo de una figura en los cristales de las ventanas del aula, pero cuando giraba la cabeza, no había nada.
Durante el receso, revisó su teléfono. La necesidad de comprender lo que le estaba sucediendo se hacía cada vez más apremiante. Abrió la página de Claim of Etrea y, sin saber exactamente qué estaba buscando, exploró los hilos en el foro, esperando encontrar alguna respuesta que lo tranquilizara.
Uno de los mensajes capturó su atención al instante: "Para aquellos que creen haber escapado, sepan que Etrea siempre llama a los suyos. Si escuchas las voces, si ves las sombras, el regreso es inminente. Nadie escapa de Etrea; es solo cuestión de tiempo."
Esas palabras fueron como un cuchillo en su mente. Jin apartó la vista de la pantalla, sintiendo cómo una ola de miedo lo invadía. ¿Significaba eso que pronto volvería a Etrea? La idea de regresar a ese mundo, con sus sombras y amenazas constantes, lo dejaba sin aliento.
Más tarde, mientras almorzaba en la cafetería con algunos compañeros, intentó distraerse, charlando de cosas triviales. Pero incluso en medio de la conversación, notaba pequeños destellos en su visión periférica, como si algo se moviera rápidamente a su alrededor. Cada vez que intentaba enfocar, solo encontraba la mirada curiosa de sus compañeros, preguntándose por qué Jin parecía tan distraído.
—¿Estás bien, Jin? —le preguntó uno de ellos, mirándolo con preocupación.
Jin asintió lentamente, tratando de ocultar su inquietud. Se dio cuenta de que, por mucho que intentara llevar una vida normal, la sombra de Etrea seguía allí, acechando en cada rincón.
Más tarde, al salir de la escuela, notó que el mundo a su alrededor parecía perder color. El cielo, que debía estar iluminado por el sol, se sentía opaco y gris, como si una neblina invisible envolviera todo.
Mientras caminaba de regreso a casa, sentía que las sombras en las esquinas de las calles se alargaban y parecían moverse con vida propia. Aunque sabía que era irracional, no podía evitar la sensación de que algo lo estaba siguiendo. En un momento dado, se giró rápidamente, esperando ver alguna figura detrás de él, pero no había nada.
Jin (pensamiento): ¿Es esto lo que el foro decía? ¿Que el regreso es inevitable?
Esa noche, mientras cenaba con su familia, apenas pudo probar bocado. Su madre le dirigió una mirada preocupada, preguntándole si estaba bien, pero él solo murmuró una respuesta vaga, sin atreverse a explicar la sensación que lo consumía.
Cuando finalmente se retiró a su habitación, el temor había crecido a un punto que ya no podía ignorar. Se sentó en el borde de la cama, observando la ventana de su cuarto, donde las sombras de los árboles parecían moverse de forma antinatural con la brisa. La sensación de que Etrea estaba esperando a que cerrara los ojos se hacía cada vez más fuerte.
Jin (pensamiento): ¿Qué pasará si vuelvo a ese lugar?
El miedo era casi paralizante. Cerró los ojos, deseando que todo fuera una ilusión, que la sensación de inminente regreso desapareciera. Sin embargo, en el fondo sabía que era inevitable. Como si obedeciera a un llamado que no podía resistir, se recostó en la cama, sintiendo cómo el cansancio se apoderaba de su cuerpo.
Apenas había cerrado los ojos cuando la oscuridad lo envolvió. No era el sueño pacífico al que estaba acostumbrado, sino una negrura pesada, opresiva, que parecía tener vida propia. Y en medio de esa oscuridad, sintió cómo Etrea lo reclamaba una vez más.
Cuando abrió los ojos, estaba de vuelta en el campamento. La fría brisa de Etrea lo golpeó de inmediato, y el sonido de las antorchas y el murmullo lejano de los caballeros le confirmó que estaba de regreso en ese mundo. El peso de la espada en su mano era real, y el miedo en su pecho también.
Jin (pensamiento): No hay escapatoria…
Miró a su alrededor, y al ver las sombras de las figuras que lo rodeaban, comprendió que su conexión con Etrea era mucho más profunda de lo que había imaginado. Estaba atrapado entre dos mundos, y, de alguna manera, ambos habían comenzado a reclamarlo.