La Santa Brillante no parecía extraordinariamente diferente a primera vista, aproximadamente de veintitrés o veinticuatro años de edad, con cabello rubio y ojos azules, su cuerpo entero envuelto en una amplia túnica. Sus rasgos eran normales, parecidos a los de una típica chica occidental, pero lo que la hacía diferente eran sus ojos — profundos y vibrantes. Si observabas de cerca, era como si una vasta bola de luz durmiera dentro de ellos, ¡pero nadie podía ver exactamente qué había dentro de esa bola de luz!
—¿Puedo preguntar qué ha obtenido la Santa de esta visita? —dijo Rey Dragón sorbiendo lentamente su té e indiferente.
La Santa Brillante y su comitiva ya habían inspeccionado el cadáver del hombre lobo y llegaron a una conclusión de inmediato.