Al escuchar la exclamación de Bai Feifei, Ling Feng no pudo evitar rodar los ojos.
La forma en que lo dijo era como si verlo fuera una amenaza para su castidad.
—Oye, oye, ¿cómo puedes hablar así? —se quejó Ling Feng—. Estos cuatro idiotas estaban robando el banco, y fui yo quien intervino para ayudarte a someterlos. Ni siquiera das las gracias, ¿y luego adoptas esa actitud? ¡Cuidado, podría presentar una queja contra ti!
Bai Feifei echó un vistazo a Ling Feng y dijo:
—Está bien, está bien, mi culpa, ¿de acuerdo? Si hubiera sabido que estabas adentro, no me habría preocupado tanto. Por cierto, ¿qué estás haciendo?
—Mira, estos dos tipos tienen bombas de control instaladas. Si no se desactivan en media hora, ¡todo el Banco Huaxia podría volar en pedazos!
—¡¿Qué?! —gritó Bai Feifei sorprendida—. ¡Rápido, llama al experto en desactivación de bombas!