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—¡En aquel momento, dos grandes poderes lanzaron un ataque conjunto contra la Aldea Miao! —dijo Miao Yuting—. ¡Mi abuelo se vio atrapado en la pelea, y el otro poder aprovechó la oportunidad para atacar. Fue suerte que el Rey Dragón llegase a tiempo. De lo contrario, nuestra Aldea Miao hubiera sufrido pérdidas incalculables!
—Claro, en ese entonces, el Rey Dragón aún no había heredado el cargo del Rey Dragón del Grupo Dragón —continuó Miao Yuting—. ¡Nuestra Aldea Miao nunca olvidará la ayuda desinteresada del Rey Dragón. Es un amigo eterno de nuestra gente!
—Entonces, tú eras muy joven en ese tiempo, ¿verdad? —preguntó Ling Feng con un atisbo de confusión.
—Ni siquiera había nacido aún, pero mi papá dijo que fue el Rey Dragón quien lo salvó. ¡Por eso él es mi salvador. Así que siempre lo he admirado y querido ver cómo luce el Rey Dragón! —negó Miao Yuting con la cabeza.
—Luce promedio, no alguna reencarnación de Pan An. ¡Qué hay para ver! —murmuró Ling Feng.