Mientras Wei Meizi se retiraba, una explosión violenta sonó desde atrás. Su expresión se congeló, se giró y miró el sedán envuelto en llamas desde la distancia.¡El dispositivo de autodestrucción del coche que Xiao Lan y los demás habían activado!
—¡Xiao Lan, Xiaomei! —Wei Meizi se agarró el pecho, gritando de dolor.
—¡Señora, ahora no es momento de lamentarse! —dijo seriamente Xiao Zhu—. ¡No deje que su sacrificio sea en vano!
Wei Meizi tomó una profunda respiración y dijo fríamente:
—¡Si hay un mañana, seguramente bañaré en sangre al Club Taizi para vengaros a todos!
—Ese deseo no está mal, pero desafortunadamente, está destinado a no cumplirse! —En ese momento, una voz escalofriante sonó de nuevo.
Delante de Wei Meizi, apareció otra figura alta y delgada:
—Tsk tsk, no esperaba que tus subordinados fueran tan duros, lograron matar a Tiangu. No está mal, realmente no está mal!
—¿También eres del Club Taizi? —Xiao Zhu se adelantó frente a Wei Meizi, preguntando con cautela.