Capítulo 5: Beru y la Cascada del Rayo
El planeta Kirton era vasto, lleno de paisajes tan imponentes como peligrosos, y en uno de esos lugares aislados y místicos, Beru se encontraba en su propio campo de entrenamiento personal. Frente a él, una cueva sombría se asomaba detrás de una cascada que caía con tal fuerza que el rugido del agua ensordecía todo lo demás. Era un lugar al que decidió llamar la "Cascada del Rayo" por el estruendo de su caída, que le recordaba el sonido de un trueno cuando golpeaba el suelo.
Beru llevaba días entrenando allí, impulsado por el deseo de perfeccionar tanto su fuerza física como su control de Ki. El ruido ensordecedor y la energía que irradiaba la cascada lo hacían el lugar perfecto para mejorar su concentración y resistencia. Pero ese día, tenía un nuevo reto en mente. Sabía que debía enfrentarse a la cascada de otra manera, controlando su Ki de forma que pudiera usar su fuerza interna para soportar la presión del agua.
El Saiyajin se quitó la armadura de entrenamiento que lo protegía del viento frío y se quedó con su uniforme de combate, ajustado y resistente. Se plantó en posición frente a la cascada, adoptando una postura amplia y sólida. Cerró los ojos, concentrando toda su energía en su respiración y en su centro, sintiendo cómo el Ki se movía en su interior, pulsando como un latido firme y constante.
—Hoy es el día. Debo dominar esta técnica —se dijo a sí mismo, sintiendo la adrenalina recorrerle el cuerpo.
Lentamente, comenzó a caminar hacia la cascada, cada paso más pesado conforme se acercaba al poder del agua cayendo. Cuando finalmente quedó debajo de la cascada, el peso del agua lo golpeó con una fuerza arrolladora. Su cuerpo temblaba bajo la presión, y cada músculo parecía al borde de colapsar. Pero Beru apretó los dientes y concentró su Ki, intentando formar un escudo invisible alrededor de su cuerpo, una técnica que había estado practicando en su mente por semanas.
—Concéntrate... controla el flujo de energía —se repetía, casi como un mantra.
La fuerza de la cascada era descomunal, y su Ki fluctuaba de manera inestable, pero continuó enfocándose, concentrando la energía en su abdomen y permitiendo que se expandiera por su torso, brazos y piernas, formando una barrera que contrarrestaba la presión del agua. Sentía el poder fluyendo, como un río interno que seguía el ritmo de su respiración.
Por un momento, logró estabilizarse bajo la cascada, y sintió una calma momentánea, como si el tiempo se detuviera y todo a su alrededor se desvaneciera. La presión del agua dejó de ser una amenaza y comenzó a sentirse como un desafío controlable. Pero la concentración le duró poco. Su mente empezó a dispersarse y, en un descuido, el Ki que sostenía el escudo perdió su estabilidad. El agua lo arrolló, derribándolo contra el suelo rocoso detrás de la cascada. Respirando con dificultad, se levantó, limpiándose el barro y el agua de la cara.
—¡Otra vez! —exclamó, decidido a lograrlo.
Beru volvió a su posición, su cuerpo adolorido, pero su determinación intacta. Esta vez, decidió adoptar otra estrategia. No solo canalizaría el Ki hacia el exterior, sino que lo distribuiría de forma controlada dentro de cada músculo, aumentando su resistencia desde adentro. Era un método que había visto a su padre adoptar, y aunque era arriesgado, él sabía que tenía que intentarlo si deseaba aumentar su poder.
Se paró de nuevo bajo la cascada, esta vez con una calma serena. Cerró los ojos, respirando profundamente, y enfocó cada fibra de su ser en controlar el flujo de Ki. Con cada respiración, su energía se distribuía uniformemente, formando un manto interno que reforzaba su cuerpo. En ese estado, Beru pudo soportar la fuerza de la cascada, sintiendo cómo el Ki vibraba en sincronía con el ritmo de su corazón.
Poco a poco, comenzó a moverse en ese estado, lanzando golpes hacia el agua que caía con fuerza, cada puñetazo rompiendo la corriente por un instante antes de que la presión volviera a arremeter. Practicó sus patadas, su agilidad y su velocidad de reacción, tratando de mantener el control absoluto sobre su Ki mientras soportaba la incesante presión. Su cuerpo se movía fluido y rápido, como un rayo que zigzagueaba entre el agua.
Pasaron varias horas hasta que el sol comenzó a descender en el horizonte, pero Beru apenas notó el paso del tiempo. Se sentía más fuerte, más en sintonía con su propia energía. Finalmente, cuando el cansancio comenzó a superar su resistencia, salió de la cascada y se sentó al borde de la cueva, observando la corriente de agua y el cielo teñido de naranja y púrpura.
Ese entrenamiento había sido un paso importante. La conexión con su Ki y el control sobre sus movimientos se habían vuelto más naturales, casi como una extensión de su propio cuerpo. Sabía que todavía quedaba un largo camino por recorrer, pero en ese momento, mientras sentía la fuerza y el calor de su energía envolviéndolo, se dio cuenta de que estaba cada vez más cerca de su meta.
Mirando la cascada que había sido su enemigo, su aliado y su maestro durante el día, Beru sonrió, respirando profundamente y dejando que el aire fresco llenara sus pulmones. Sabía que volvería al día siguiente, para continuar su entrenamiento y enfrentarse a nuevos desafíos.
—Por ahora...vamos a cazar algo antes de que anochezca—Beru se dijo a si mismo antes de saltar y moverse rápidamente hacia el denso bosque.
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Beru, se sentó junto a una fogata en una cueva, iluminada tenuemente por el calor de las llamas y el crepitar de la leña mientras cocinaba un animal pequeño parecido a un ave, que había cazado esa misma tarde. Con ojos serios y profundos, observaba las llamas como si en ellas pudiera ver su futuro. Había estado monitoreando con su radar por varios kilómetros a las especies nativas de Kirton , aunque había varios niveles de poder fuertes no llegaban al extremo de poder amenazarlo . A la mañana siguiente, tendría que explorar por si mismo su entorno y si existen seres inteligentes con los que hay que tener cuidado.
La emoción mezclada con nerviosismo lo invadía. Sabía que enfrentarse a un planeta desconocido requeriría toda su fuerza y su ingenio. Había entrenado mucho, pero aún era joven, y sus habilidades estaban en desarrollo. Se preguntaba si podría estar a la altura de los desafíos que le esperaban en Kirton, si tendría el coraje para enfrentarse a lo que encontraría allí.
Mientras el aroma de la carne asada llenaba la cueva, Beru reflexionaba sobre su propósito. Era un Saiyajin, y los Saiyajin vivían para superar sus límites y enfrentar enemigos fuertes. No importaba el miedo, sino la voluntad de seguir adelante. Cerrando los ojos por un momento, se comprometió consigo mismo a aprender de cada batalla y a crecer con cada obstáculo que Kirton le presentara. Su viaje no era solo una exploración de un nuevo planeta; también era un viaje hacia su propio potencial.
Cuando el ave estuvo listo, Beru tomó un trozo de carne y lo probó con una sonrisa satisfecha. Mañana le esperaba un día emocionante y peligroso, y esta noche era solo el inicio de la aventura que lo llevaría a descubrir no solo un nuevo mundo, sino también a sí mismo.