"El cuerpo encontrado en Central Park parece haber aparecido de la nada. Las cámaras de seguridad del lugar no muestran a la víctima en los alrededores, según el comandante del Departamento de Policía de Nueva York quien en recientes declaraciones recalcó que no existe evidencia de intervención humana en la escena, y que el hombre identificado como Piotr Balko, presentaba una marca en su pecho similar a la que se muestra en lo alto de la torre donde habita el guardián de Norteamérica, el Arcángel Miguel, la palabra traidor marcada en su frente junto a una cifra que se presume es una fecha está circulando en las redes, perteneciente a las personas que se acercaron al lugar en el momento en que un rayo impactó contra el suelo".
Las imágenes comenzaron a aparecer una tras otras, en una sucesión que dejaba claras las pruebas.
"Se desconoce el motivo por el cual el hombre fue marcado de tal manera o si estaba vinculado a la torre D'Angelus. Según algunos testigos, el rayo tenía los colores que identifican al arcángel. Se sospecha que sea producto de un enfrentamiento entre guardianes y caídos, sin embargo, el hecho de que la marca del arcángel haya sido colocada supone que el protector realizó el acto con sus propias manos en un evento sin precedentes, por lo que no se sabe si habrá algún contacto con el departamento de policía o existirá la posibilidad de una especie de declaración por parte de los guardianes, en vista de lo sucedido, para aclarar la situación, por ahora, las investigaciones continúan…"
— Un año, dos meses y trece días. — Arakiel respiró profundamente al ver los números impresos en el cuerpo de Piotr y que estaban siendo mostrados por el noticiero, el frío recorrió su columna y se instaló en su pecho. Rápidamente, buscó las imágenes de las que hablaba la periodista como si no creyeran lo que estaba viendo y su pantalla confirmaba los hechos, la piel quemada del hombre marcaba claramente la fecha. La palabra traidor parecía haber sido hecha con neón, la evidente marca de Miguel abarcaba su pecho. Una "M" atravesada en el centro por una espada y un destello de ocho líneas saliendo de la punta para enmarcar la letra. Aunque el rostro estaba difuminado, era evidente que era Piotr, aún llevaba la ropa con la que se habían visto el día anterior. Si Miguel descubría que Arakiel y Piotr habían tenido contacto, sería su fin. La encontrarían a ella.
—¿Papá? ¡¿Papá?! — La voz de la persona más importante para él resonó en la habitación. Tratando de ocultar el miedo que se había instalado en su ser desde el momento en que vio el cuerpo marcado de Piotr, se puso de pie apagando el televisor. — ¡Papá! — La fuerza y la energía de su hija le impactó y le dio fuerza para intentar reponerse. Debía hacerlo por ella.
Luego de cuatro años separados, Anastasia Fallen llegó corriendo a los brazos de su padre, sus ojos verdes y cabello castaño hasta la cintura lo había heredado de su madre, pero su piel, era del mismo tono que el de su padre, de color miel dorado, aunque su estatura se consideraba promedio, sin importar cuánto creciera, en sus brazos siempre se sentiría como una niña.
Anastasia adoraba su padre, sabía que, sin importar lo que sucediera, siempre contaría con él.
— ¡Anya! — Arakiel, utilizando el apelativo que siempre había utilizado su madre, los recuerdos de los tres juntos, siempre le hacía sentir nostalgia, pero hace mucho tiempo que eso había terminado.
Hace siete años, la madre de Anya había tomado un vuelo para ir de visita con sus padres, pero el avión se había desplomado en el mar, nunca encontraron rastro de los tripulantes o de la aeronave. A pesar de las investigaciones no se encontró ni la caja negra, es como si hubiese desaparecido sin dejar rastro, aun después de siete años continuaba siendo un misterio. Desde entonces su mayor temor era volar, le traía malos recuerdos por ello, si necesitaba viajar lejos, prefería conducir por días antes que pensar en un aeropuerto.
— ¡Creí que no llegaría nunca! — La sonrisa deslumbrante de su hija era lo que le hacía seguir adelante cada día. Arakiel haría lo que fuese por mantener la sonrisa de su hija. Por su bien, esperaba que Miguel no se diera cuenta de lo que estaba haciendo con Piotr. No podían asociarlos de ninguna manera. — Disfruto mucho manejar, pero ya tenía ganas de verte. — Se alejó de los brazos de su padre para ir a sacar sus maletas del auto. — ¿Papá? — Se había quedado perdido en sus pensamientos, el llamado de su hija le hizo salir de su estupor. — ¿Estás ahí? — Le preguntó con una sonrisa. — Te noto distraído. ¿Seguro que estás bien?
En realidad, no se encontraba nada bien. La imagen de un Piotr que permanecía tirado en un cráter en medio de Central Park se había marcado en su mente. Sin embargo, tenía que hacer lo imposible porque su hija no notara lo afectado que se encontraba. Podría llevarla a querer investigar lo que estaba sucediendo y no podía permitir que lo asociaran con nada. Si Miguel veía que el polvo se levantaba en su dirección, no dudaría en seguir el rastro.
— ¡¿Papá?! — Arakiel se quedó mirándola por unos segundos y decidió ayudarla. Más le vale reponerse.
—¿Sí? — Le dijo sacudiendo la cabeza.
— ¿Ocurre algo? — La mirada de su hija se tornó preocupada. — Te ves cansado. — Su expresión cambió a duda. — No, cansado no es la palabra, quizá consternado, o asustado.
— Lo siento cariño, es que estoy muy feliz de que estés aquí después de tanto tiempo. — Le dio como excusa tratando de salir del paso y de no preocupar a su hija. Así que decidió que sonreír era la mejor opción.
"TRAIDOR" la palabra que no abandonaba su mente, opacando la llegada de su hija. No se quedaría tranquilo hasta que viera a Anya nuevamente lejos y libre de peligro. "UN AÑO, DOS MESES, TRECE DÍAS".
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La Torre D'Angelus era la sede principal donde Miguel mantenía bajo vigilancia a los guardianes a su mando, operaba como una empresa, poseía diez sedes, desde México hasta Canadá, distribuidas y enlazadas a través de un sistema de comunicación muy sofisticado. Si bien Miguel podía conectar con cualquier guardián en cualquier momento, había situaciones en las cuales sus comandantes podían intervenir si así era requerido. Muy pocas personas tenían acceso a su sede principal, era manejado de tal manera que quienes tenían la oportunidad de trabajar para ellos, eran contratados de forma personal por quienes eran considerados los más allegados a Miguel, luego de múltiples pruebas y entrevistas, se decidía si eran aceptados por un periodo de prueba de un año.
Luego de ese periodo, o eran aceptados o despedidos, y por lo general, quien era aceptado, era recompensado de tal manera que decidían ser fieles a la empresa y trataban de quedarse por siempre. Sin embargo, algunos decían que el miedo que inculcaba Miguel y el temor a ser castigados por este les impedía traicionar al arcángel. Y quienes no eran aceptados, eran compensados de igual manera. No se aceptaba que aplicaran más de una vez a la torre, solo existía una oportunidad de entrar.
Normalmente, Miguel no se presentaba a las plantas bajas de la torre. El personal estaba encargado de monitorear cualquier intrusión en su territorio o si se presentaba algo inusual en algún lugar. Los caídos registrados eran a quienes principalmente mantenían bajo vigilancia. Por lo general preferían mantener un perfil bajo, pero la traición fue la razón por la cual se conoció la existencia de seres como Miguel.
Un caído, era conocido en su mundo como aquel ángel que desafió los estatutos que habían mantenido a su civilización siglo tras siglo. Se dijo que estaban cansados de proteger a los humanos y decidieron acabar con ellos, o que algunos se enamoraron de los humanos y fueron traicionados, otros, simplemente confiaron en ellos y entonces fueron vendidos por fama.
Aún no se sabe exactamente cómo ocurrió el evento que desencadenó el despertar de los sentimientos de estos guardianes, era bien sabido que ninguno de ellos hechos para tener sentimientos, su labor se vería afectada si los sentimientos se interponían entre ellos, sin embargo, la codicia, el amor, el rencor, la ira, el afecto hicieron estragos entre ellos y decidieron revelarse ante los arcángeles que los lideraban.
La única pista que obtuvieron fue en el inicio, después de que uno de sus guardianes fuese atacado, él no quería traicionar a Miguel, y en medio de gritos le entregó una copa de la cual había bebido recientemente y le imploró que acabara con su vida. Miguel lo hizo de la forma más rápida y clemente posible, para alguien que prefería la muerte antes que traicionarlo.
En la copa, aparentemente solo había agua; sin embargo, luego de llevarla con sus sanadores, descubrieron que había sido alterada con unas gotas de alguna cepa que no pudieron identificar. Sin embargo, ese mismo día, el caos se apoderó del lugar, ya que no solo este ángel había luchado contra la locura, padres habían acabado con la vida de sus hijos y familiares para finalmente acabar con sus propias vidas, habían dado paso a una masacre que dejó marcada su historia por siempre. Algunos, sin embargo, se dejaron vencer por la locura y fueron tras los humanos. Desde entonces, el mundo sabe de ellos.
Temiendo encontrarse con sus líderes, los que lograron escapar, se escondieron entre los humanos, algunos aún mantenían su locura oculta y de vez en cuando eran protagonistas de ataques y masacres en el mundo, y de eso se encargaban ellos, de acabar con esas amenazas o mantenerlas bajo control. Algunos se salvaron de esa masacre, pero no podían olvidar que alguien los ponía en peligro.
Si bien los que se convertían en guardianes carecían de sentimientos, era muy diferente en la ciudad que solían llamar hogar, ahí, había padres, hermanos, amigos, familias. No eran ajenos a lo que era sentir.
Se decía que Miguel y sus guardianes nacieron sin sentimientos cuando, en realidad, eligieron no tenerlos. Lo que los humanos no entendían, era que incluso para proteger, debes sentir. Pero hay cosas que es mejor mantener en secreto. Por así decirlo "apagar" sus sentimientos era su decisión, estaban en silencio.
A pesar de no tener sentimientos, si podían tener sensaciones y elegían cuando tenerlas, sabía que el miedo tenía un olor ácido, la alegría era dulce, la ira amarga y así fueron identificando los sentimientos. Pudo saborear el ácido corrosivo que desprendió el cuerpo de Piotr antes de dejarlo en Central Park, solo había un problema, Miguel no había elegido tener sensaciones en ese momento, así que los apagó al instante, dejar su marca, fue una advertencia para el mundo, no había espacio para la compasión.
"NADIE ME TRAICIONA"
Lo que hacía no era solo para proteger a los humanos, era para proteger a los suyos.
Desde el momento en que se supo de su existencia, miles de personas se volcaron a averiguar, ¿De dónde habían salido? ¿Cómo llegaron a ese lugar? ¿Dónde estaban? ¿Por qué nunca se dejaron ver? ¿Por qué ahora?
Eran el escudo que dividían ambos mundos, pero la brecha que atacó primero vino de su mundo. Por lo tanto, debían evitar más daño, algunas veces, se debían hacer sacrificios. Todo el que estuviese del lado de un caído, también debía caer.
Sentándose frente a su escritorio totalmente desprovisto de objetos, Miguel presionó un botón escondido en un lateral y de la superficie se levantó una pantalla, al instante se encendió y aparecieron los nombres de nuevos aspirantes para el trabajo en las torres de Miguel que habían sido enviadas.
— Veamos cuántos pasan la prueba.
Cada año eran llamados a un mes de "inducción", donde creían ser instruidos sobre las políticas y reglas para trabajar con ellos, cuándo realmente serían evaluados por su comportamiento, nivel de discreción y, sobre todo, sobre sus intenciones al solicitar trabajar en ese preciso lugar y para uno de los doce seres más poderosos del mundo.
Había pasado tanto tiempo y aún pensaban que podían encontrar a quien traicionara a Miguel. Bien fuera por miedo o por la seguridad que representaba ser aceptado por él. Una vez dentro, se daban cuenta, que no valía la pena el riesgo traicionarlo.
Y después de lo ocurrido con el cuerpo de Piotr. Más de uno lo pensaría antes de siquiera pensarlo o sugerirlo. Él podía ser considerado "bueno" pero no perdonaba la traición.
Decidió ponerse de pie y alejarse de la lista que brillaba en su pantalla. Ya tendría tiempo para revisarlo. Colocó las manos en sus bolsillos y decidió concentrarse en otra cosa.
Después de lo ocurrido en Central Park, sería bueno dejarse ver, no para infundir miedo en los humanos, sino para que tuvieran presente que estar del lado de un caído que estaba dispuesto a hacer el mal, era firmar su sentencia de muerte, de lo contrario, caerían.
Mirando fijamente a través de las ventanas panorámicas, Miguel se mantuvo quieto siguiendo el movimiento de la ciudad; escuchando.
— Vamos a llegar tarde, te dije… — Una pareja discutiendo.
— Mañana debo salir bien o no me graduaré… — Un joven sentado frente a su computadora totalmente concentrado.
— Olvidé comprar leche… — Un señor verificaba sus paquetes fuera de la tienda.
Se dispuso a abrir la ventana y dirigió su atención a Central Park. Escuchó la puerta de su oficina abrirse, la voz de quien era su amigo desde hace tanto tiempo que lo consideraba familia le hizo detenerse, aunque no se giró para verlo, lo sabía
— Miguel, recuerda que destruiste al traidor, no eres un dictador. — Nikkolai siempre buscaba manera de encontrar su lado bueno, un lado que nunca había tenido. — Pero algunas veces, los tiranos son los mejores escudos cuando de proteger se trata.
— Hay cosas que no pueden saber, pero existen cosas que deben ver, para que entiendan la gravedad de lo que significa ayudar a un caído. — El Arcángel mantenía su mirada fija en el suelo, observando a los humanos distraídos en la cotidianidad de sus vidas. — Deben ponerse bajo resguardo si todo empeora, y la única forma de que lo hagan, es entendiendo.
— Es necesario que lo hagas entonces. — Dijo su amigo desde la puerta.
Con un leve asentimiento, Miguel extendió sus alas, dejando caer el halo que mantenía mientras decidía como actuar y se dejó caer.
Vio como desde el suelo cientos de rostros alzaron la mirada para posarla en él, los guardianes que se mezclaban entre ellos se quedaron inmóviles.
— Todo en orden. — Les dijo a quienes intentaron hacer contacto con él.
A pesar de decirlo en voz baja, supo que todos lo habían escuchado, ya que retomaron lo que estaban haciendo, menos los humanos, quienes fascinados ante la belleza letal del ser que los protegía se mantuvieron con su vista alzada al cielo nocturno.
Luces de teléfonos intentaban iluminarlo, pero era rápido, no tendrían el tiempo de hacerlo.
Si bien Miguel no les debía explicaciones a los humanos sobre sus acciones, tampoco quería que por temor atacaran a los suyos, no causarían gran daño a los ángeles, pero había humanos que trabajaban para él, ellos mismos en su ataque, podían salir heridos. Otra de las desventajas de los sentimientos. Miguel estaba bien así.
Se cubrió nuevamente con su halo cuándo se acercaba al parque. Se posó sobre un poste de luz mientras observaba a las cámaras apuntar al lugar donde el cuerpo sin vida de Piotr estaba tal como lo había dejado, rodeado por llamas azules que no lo tocaban.
A pesar de haber pasado varias horas, nadie había podido acercarse al cuerpo más que para capturar una que otra imagen, el suelo parecía marcado con fuego y nadie se atrevía a tocar algo que tenía la marca de Miguel.
— Aún se esperan noticias de la torre o de alguno de los comandantes del arcángel, pero nadie se ha acercado al sitio, o ha dado declaraciones sobre lo que ocurrirá con el cuerpo que ya lleva horas dentro del cráter de Central Park. Se dice que la entrada de la torre está llena de autoridades, quienes buscan una respuesta de los voceros para saber qué hacer con el cuerpo de Piotr Balko. Sin embargo, no ha habido respuesta, las autoridades están tratando de determinar cómo apagar el fuego azul que rodea el cuerpo, pero no han podido acercarse ya que todo intento de hacerlo, ha fallado, y las llamas continúan aun tal y como… — La voz de la reportera se apagó, mientras fijaba su mirada sobre el poste de luz que estaba a unos metros detrás de los vehículos de la prensa. — Miguel. — Su nombre se escuchó y el caos se detuvo, cientos de cámaras se giraron y apuntaron hacia él.
Policías, bomberos, reporteros, camarógrafos, paramédicos y cientos de ciudadanos en total silencio viéndolo a él.
Se dejó caer del lugar extendiendo sus alas para suavizar su caída, un camino de personas se abrió ante él dejándole pasar, sin decir nada, sin expresar nada, ni los periodistas se acercaron a él.
Comenzó a caminar hacia el lugar, pero nadie se interpuso en su camino. Estaba por cruzar la cinta amarilla cuándo un hombre se puso de pie frente él impidiéndole traspasar la cinta "Valiente". Fue la palabra que cruzó la mente del arcángel.
Un murmullo y respiraciones contenidas ante la osadía del hombre, en expectativa por saber cuál sería la reacción de Miguel.
— Señor, no puede pasar. — La voz del hombre, aunque dudosa, se escuchaba claramente.
Los ojos de Miguel estaban fijos en los del hombre, dio la impresión de que para el humano pasaron horas, pero el policía le mantuvo la mirada. "No tiene nada que temer, y lo sabe". Ni siquiera los periodistas se movieron, había tensión, Miguel podía olerla, era como hielo. Este hombre, por decirlo de alguna manera, le agradaba.
No dijo palabra alguna y dirigió su mirada al jefe del Departamento de Policía de Nueva York, el hombre dedicó una mirada hacia al subordinado que le impedía el paso, y con un asentimiento del jefe, el Policía se apartó. Pudo apartarlo con solo agitar su mano, pero no estaba ahí para causar daño a nadie, solo quería mostrar lo que sucedía cuando daba con un traidor.
Se acercó a la cinta y la sujetó con su mano un momento, esta se encogió como si hubiese sido pasada por fuego y se convirtió en cenizas. Todos permanecían atentos a los movimientos del arcángel.
Miguel colocó un pie dentro del fuego y la intensidad del mismo disminuyó, cuando estuvo de pie dentro del círculo, casi se apagó por completo, nadie despegaba su mirada del lugar, era el momento de que tomaran consciencia, de que los caídos podían traicionarlos sin importarles nada. Era un movimiento que debía hacer.
Caminó hasta quedar frente al cuerpo de Piotr y se inclinó sobre él. Su mano se posó en el pecho del hombre y se hundió en su cuerpo, no hubo sangre, ni huesos rotos, su mano solo lo atravesó, la impresión y el miedo se apoderó del sitio mientras el fuego azul que los rodeaba se avivó, susurros y exclamaciones de miedo colmaron el ambiente del lugar.
El cuerpo comenzó a desintegrarse y una bruma roja comenzó a salir, eran lenguas de un veneno destinado a acabar con la vida de quien entrase en contacto con ella.
— ¡Mira mami! ¡Un ángel! — La voz de una niña muy cerca de él.
Las alas de Miguel se abrieron y contuvieron la niebla en el paraje, las llamas lamían las plumas sin quemarlas, pero eliminaban los rastros del veneno. Lo que quedaba del cuerpo se convirtió en una luz brillante que envolvió el cuerpo de Miguel, entonces sus alas se cerraron cubriendo la luz que despedía y por un momento, en Central Park, se hizo de día.
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Había algo en su mano, Miguel lo sabía, Piotr también había sido traicionado, si Miguel no acababa con su vida, hubiese muerto de igual forma, pero llevándose a muchos inocentes a su paso. El objeto había explotado en su mano, pero había podido contenerlo.
Se puso de pie y observó todo a su alrededor, los humanos estaban en el suelo o cubriendo sus ojos, por lo que acababa de suceder, un poco más y todos hubiesen muerto.
En el rostro del arcángel y su ropa había evidencia de la intensa energía que tuvo que contener para evitar el daño a los inocentes presentes.
Giró su rostro cuándo vio que unas alas conocidas alzaron el vuelo en la oscuridad, un destello a su derecha le hicieron saber que estaba cubierto. Revisó de nuevo el trozo metálico que tenía en su mano "ADASTRO" la palabra escrita en la base del objeto era legible. Debía llevar esto a sus sanadores, esperaba que aún quedara rastro de la sustancia utilizada.
— ¿Están bien? — La voz de Miguel fue el único sonido después de que el cuerpo de Piotr se desintegrara. No hubo respuesta alguna.
Se giró para buscar a la niña cuya voz había escuchado. Un cuerpo tembloroso y acurrucado en el suelo era lo que tenía más cerca. Esperaba haber cerrado sus alas a tiempo. Cubrió el objeto con su halo y se acercó a la pequeña que no se movía. Apenas dio unos pasos fuera del cráter cuando el rostro de alarma de una mujer tratando de contener un grito llamó su atención.
Una mujer menuda y de piel tostada lo miraba fijamente, pero de inmediato desvió sus ojos al pequeño cuerpo tembloroso y supo que era la madre. Miguel debía actuar bien en ese momento, había humanos que aún debían aprender a confiar en él.
Apoyó una rodilla en el suelo y se inclinó sobre la niña, era muy consciente de que todos los presentes tenían su atención en él, no era común ver al guardián de Norteamérica tan de cerca. Posó su mano sobre el cuerpo de la niña y un olor ácido se incrustó en sus sentidos. "Tiene miedo". Recuerdos de niños con alas quemadas y cercenadas llegaron a su mente, aún con vida, pero heridos y otros sin tanta suerte. Él estaba para protegerlos, ¿estaba esta niña herida?
— ¿Hola? — Se dirigió a la pequeña, vio que por primera vez se movió y dejó de temblar, una piel de un tono aceituna y ojos negros profundos se fijaron en el rostro de Miguel. — ¿Estás bien? — Le preguntó a la pequeña, quien al instante dibujó una sonrisa en su rostro y el olor dulce de la alegría reemplazó el miedo.
— ¡Ángel! — La risa de la niña fue espontánea. Podía ver la inocencia aún reflejada en su mirada. No estaba herida.
Y entonces una sonrisa genuina brotó de Miguel, dedicada a la niña que parecía tener como máximo cuatro años. Notó que el recuerdo que tuvo le había hecho reaccionar, sobre todo al ver que la pequeña no estaba herida. ¿Qué diablos le estaba pasando? Apagó nuevamente todo tipo de sensación que pudiese afectarle y tomó a la pequeña en brazos.
— Sí, ángel. — Fue la respuesta de Miguel.
Buscó entre la multitud a la madre de la pequeña, quien se había acercado un poco más a ellos. El color de su rostro era escaso, al ver a la pequeña con el rostro hundido en el cuello de un arcángel en un abrazo inocente. Fijó su mirada sin alterar en la mujer, ya no mostraba signos de la sonrisa involuntaria que le dedicó a la pequeña.
— ¿Latifah? — La voz temblorosa y con acento de la madre intentando llamar la atención de la pequeña.
— ¡MAMI! — La pequeña extendió sus brazos hacia la mujer, quien instantáneamente la abrazó fuertemente.
La mujer comenzó a llorar de alivio mientras veía el rostro de la pequeña.
— ¡Shukran! — Con una profunda reverencia y lágrimas en los ojos, la mujer agradecía a Miguel en su idioma nativo. — ¡Shukran!
Inclinando la cabeza, dio a entender que aceptaba sus palabras.
Miguel dirigió su mirada al policía que se había interpuesto en su camino, le diría a Nikkolai que lo investigara, muy pocas personas le mantenían la mirada a Miguel, menos aún, se interponían en su camino.
El jefe de policías se acercó a él y se aclaró la garganta llamando la atención de Miguel. Claro, la sensación de que no habían perdido poder era lo que mantenía a los humanos calmados, debían controlar la situación para creerse seguros. Era la única forma de protegerlos.
— Alguien se pondrá en contacto con usted. — Miguel habló primero, debía darle a entender que estaban siendo tomados en cuenta, involucrarlos era la única forma de que no fuesen a traicionarlo. Los humanos son muy cambiantes, sobre todo cuando ven que algo no les favorece. — Por favor asista, será llevado a la torre.
Sin decir nada más, abrió sus alas y el blanco con dorado fue capturado por cada cámara del lugar.
Con un pequeño salto, Miguel alzó el vuelo dejando a todos en silencio. Una vez que permitió que el halo lo cubriera, el escándalo y la adrenalina por todo lo que habían captado se apoderó del lugar
"Adastro…" La palabra no abandonaba su cabeza, era de esperar. Porque no le agradaba la idea de alguien que no se rendía.