Chapter 6 - Una pesadilla

Después de la batalla en la isla de los Faunos, la marea de la guerra había cambiado. La caída de Atlas había sido solo una victoria parcial, pero su simbolismo era inmenso. En ese pequeño rincón del mundo, Vash Heydrich, conocido como Vash, había pasado de ser una figura legendaria y una amenaza a un líder inesperado, gobernando ahora a los Faunos con una autoridad que muchos jamás imaginaron que asumiría.

Vash, aunque reticente en su naturaleza, comprendía la magnitud de la situación. Los Faunos lo veían como un héroe, alguien que les había dado tiempo, les había protegido y, en muchos sentidos, les había liberado de la opresión de Atlas.

Sin embargo, ser un líder era una carga que él no había buscado, pero que ahora debía cargar. Cada día que pasaba, la responsabilidad crecía, como una roca que se acumulaba sobre su espalda.

Los Faunos le miraban con respeto, algunos con adoración. La isla, que había sido un lugar de resistencia y lucha, comenzaba a cambiar bajo su guía. Pero lo que no sabían, lo que muy pocos entendían, era que Vash no deseaba ser un líder, ni mucho menos un dios.

"No soy un dios," había dicho en repetidas ocasiones. "No quiero serlo."

Pero las palabras no siempre eran suficientes para calmar los miedos que se gestaban entre aquellos que observaban desde las sombras.

Blake Belladonna se encontraba sola en un rincón tranquilo de la isla, sentada junto a un acantilado, mirando hacia el horizonte donde el sol se encontraba con el mar. Había pasado días sin hablar mucho, sin interactuar demasiado con los Faunos. Se sentía en paz, pero al mismo tiempo, el peso de sus propios pensamientos la consumía.

El viento suave acariciaba su rostro, y la vista del mar en calma le ofrecía una sensación de serenidad, aunque su corazón no estaba en paz. Blake no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido, en todo lo que había aprendido sobre Vash.

En su mente, la figura de Vash se había transformado. Ya no era el hombre despreocupado y algo torpe que ella había conocido al principio. Él había cambiado, y su influencia sobre los Faunos había alterado la isla de maneras que ni Blake ni los demás comprendían completamente.

¿Era esto lo que necesitaban?

¿Era esto lo que quería el propio Vash?

Se preguntaba si, tal vez, lo que sentía por él no era solo gratitud.

"¿Qué es esto?" pensaba, apretando los dedos contra su pecho. No era solo admiración. Era algo más. Algo complicado y perturbador.

Blake cerró los ojos, recordando sus últimas conversaciones con él. Las palabras de Vash sobre su padre, Reinhard Heydrich, eran lo que la dejaban más confundida.

Vash había hablado de él con desdén, mencionando que su padre había sido cruel y despiadado, un hombre cuyas acciones jamás debieron haber sido toleradas. "Él no era un hombre, era un monstruo," Vash había dicho una vez, sin esconder el desprecio en su voz.

Y aunque Blake confiaba en Vash, no podía evitar sentirse inquieta ante la mención de Reinhard. "Si él fue tan cruel," pensaba, "¿cómo es que Vash salió tan diferente? ¿Cómo es que él sigue siendo tan humano a pesar de todo?"

Una parte de ella temía que, quizás, Vash no fuera quien decía ser. Había algo en él, algo en su poder, que era más grande que lo que cualquier persona común podría comprender. ¿Era posible que Vash, el hombre que parecía tan frágil en algunos momentos, en realidad tuviera el mismo potencial destructivo que su padre?

Sienna Khan observaba a Vash desde lejos, con la mente llena de preguntas. Como líder de los Faunos, era su deber proteger a su gente, y ahora, al ver cómo la isla cambiaba bajo el liderazgo de Vash, se sentía desconcertada. Durante su tiempo en el liderazgo de la White Fang, había visto muchas figuras que se alzaban como líderes, algunos por la fuerza, otros por la ideología. Pero Vash… él era diferente.

Vash no solo había derrotado a sus enemigos. Había destrozado la flota de Atlas con una facilidad que desbordaba cualquier expectativa, y con ello había demostrado que no solo era un hombre capaz, sino que parecía poseer un poder que ni ella ni nadie en la isla entendía completamente.

¿Era posible que Vash fuera algo más que humano?

La idea la perseguía. A pesar de su respeto por él, Sienna no podía dejar de sentirse perturbada. "No puede ser solo un hombre…" pensaba, mientras lo observaba desde su puesto en la cúpula del consejo de los Faunos.

"Pero si no es un dios, ¿qué es?"

Cada vez que Vash hablaba de sus ideales, de la libertad de los Faunos y su lucha por un futuro mejor, Sienna sentía que su visión del mundo se expandía. Pero había algo en su mirada, en ese brillo intenso cuando tomaba decisiones, que la hacía preguntarse si él no estaba buscando más que la libertad de los Faunos. Si lo que deseaba, al final, era poder.

Un día, cuando la tarde comenzaba a caer sobre la isla, Sienna se acercó a él mientras contemplaba el horizonte, pensativo.

"¿Qué eres, Vash?" le preguntó, con una sinceridad que sorprendió incluso a ella misma. "¿Por qué te has arriesgado tanto por nosotros? Y… ¿por qué tus poderes parecen tan… sobrehumanos?"

Vash la miró, sonrió suavemente, y la respuesta que dio fue tranquila pero cargada de algo más, algo que no era una negación directa, sino una afirmación enmascarada en duda.

"No soy un dios, Sienna," dijo con firmeza, aunque en sus ojos brillaba una chispa que sugería que sabía exactamente a lo que ella se refería. "Lo que tengo es solo una habilidad. Una habilidad que usé para proteger a los que no podían defenderse, y eso es todo. Si tú quieres verlo de otra manera, si quieres pensar que soy algo más, eso es tu decisión."

Sienna se quedó en silencio, estudiando sus palabras y su tono. Sabía que él no mentía, pero había algo en su presencia que desbordaba lo humano, algo que no encajaba en la idea tradicional de lo que una persona podía ser.

"¿Y si tus habilidades se descontrolan algún día? ¿Qué sucederá cuando tu poder sea demasiado para ti mismo?"

Vash la miró fijamente, un brillo de tristeza cruzando su rostro, como si la pregunta tocara una fibra muy sensible. "Lo que pase cuando eso ocurra… es algo que yo mismo temí mucho tiempo. Pero no soy un dios. No quiero serlo."

Sienna lo observó en silencio, buscando respuestas en sus ojos, pero lo único que vio fue a un hombre que, a pesar de su poder, seguía siendo profundamente humano, vulnerable.

¿Era posible que alguien tan fuerte pudiera seguir siendo tan frágil?

La noche cayó sobre la isla, y con ella, la incertidumbre que había comenzado a sembrarse en el corazón de los Faunos creció más. Aunque Vash había traído una nueva era para ellos, la pregunta seguía flotando en el aire: ¿realmente era el salvador que necesitaban?

O, ¿era un hombre al borde de convertirse en algo mucho más peligroso de lo que podían imaginar?

Blake, mientras se perdía en sus pensamientos, sentía esa misma incertidumbre en su interior. ¿Qué significaba realmente su vínculo con Vash? Y más importante aún, qué significaba para ella el hecho de que, incluso en su derrota, él había dejado una huella imborrable en su alma?

El futuro de la isla de los Faunos, y de todos aquellos que dependían de Vash, estaba más incierto que nunca.

Y aunque él seguía afirmando que "esto no ha terminado", nadie sabía realmente lo que el destino les tenía preparado.

Lo único claro era que Vash sería una figura que cambiaría el curso de sus vidas para siempre.

La casa del alcalde de la Isla de los Faunos había sido convertida en un centro de operaciones improvisado. Las paredes, una vez decoradas con adornos sencillos y detalles tradicionales de la isla, ahora estaban cubiertas de papeles, mapas y diversos documentos.

Vash se encontraba sentado detrás de un escritorio, su rostro marcado por la fatiga, pero su mente trabajando a mil por hora.

Las decisiones que tomaba no eran fáciles. Gobernar una isla, proteger a los Faunos y, al mismo tiempo, organizar la resistencia contra las fuerzas de Atlas, había agotado cada fibra de su ser.

Pero lo peor de todo no era la cantidad de trabajo; era la responsabilidad. El peso de la vida de cada Fauno estaba ahora sobre sus hombros, y cada día se sentía más presionado.

A su lado, una pila de papeles con informes llegados de diversas partes de la isla parecía interminable. Afortunadamente, había una solución a su agotamiento mental y físico: los clones espejo.

Una habilidad que había adquirido de la información en su mente, transmitida por Kouha y reforzada por las enseñanzas de Mitra, un poder capaz de crear duplicados de él mismo.

Esos clones podían moverse con rapidez y eficiencia por la isla, actuando como agentes múltiples que se encargaban de tareas que Vash no podía cubrir solo. Eran una extensión de él mismo, que le permitían delegar el trabajo sin perder la conexión o la esencia de lo que quería lograr.

Con un simple gesto de su mano, Vash activó los clones espejo. De inmediato, una serie de versiones de él mismo aparecieron alrededor del despacho.

Cada uno se dispersó en direcciones diferentes: uno fue a coordinar el reparto de comida entre los Faunos, otro se dirigió a la zona norte de la isla, donde los Grimms habían comenzado a atacar en pequeños grupos.

Vash había dado instrucciones claras: eliminar las amenazas y reforzar las defensas sin causar más daño del necesario.

Los clones de Vash se esparcieron con una velocidad asombrosa, moviéndose por la isla con precisión. Aunque, por dentro, Vash sabía que la presión que sentía seguía siendo inmensa.

Cada minuto que pasaba era un recordatorio de cuánto había cambiado su vida, de cómo el hombre que una vez fue conocido por su caos y destrucción ahora se encontraba a la cabeza de una nación, guiando a los Faunos hacia la libertad.

Kali se acercó a la casa del alcalde en silencio, sabiendo que, con todo lo que había sucedido, Vash debía estar agotado. Su expresión era seria, pero preocupada. Había notado que, aunque Vash se mantenía firme y optimista en su rol como líder, había algo en su mirada, una sombra, que no podía ignorar.

Algo que la preocupaba profundamente.

Cuando entró en la casa, la escena era tal como lo había imaginado. Vash estaba rodeado de documentos, con las manos sobre su rostro como si estuviera a punto de caer de agotamiento.

Los clones espejo trabajaban a su alrededor, y el sonido de los papeles moviéndose y los informes llegando a su escritorio eran los únicos ruidos que rompían el silencio tenso de la habitación.

Se acercó sin hacer ruido y se sentó frente a él, observando cómo él parecía no notar su presencia. Sus ojos se suavizaron al verlo tan entregado, pero tan claramente agotado.

—Vash... —dijo con suavidad.

Vash levantó la vista, y por un momento, parecía perdido, como si su mente estuviera en otro lugar. Cuando lo miró, sus ojos se encontraron con los de Kali. Ella estaba allí, con su expresión tranquila, pero con la firmeza de quien ha estado observando durante mucho tiempo.

—Kali... —respondió él, su voz algo rasposa, como si la fatiga le hubiera robado toda su energía. —No te preocupes, estoy bien... solo necesito un poco de tiempo.

Ella lo observó detenidamente, sin responder inmediatamente. Entonces, sin previo aviso, se levantó y se acercó a él, rodeándolo con sus brazos en un abrazo suave, pero firme.

Vash se tensó al principio, sorprendido por el gesto, pero luego sus hombros cayeron con un suspiro.

Era raro para él aceptar consuelo de alguien. Había pasado tanto tiempo como una figura solitaria que, aunque apreciaba la cercanía humana, no estaba acostumbrado a ser vulnerables frente a los demás. Sin embargo, en ese abrazo, sentía un respiro.

El contacto de Kali lo hizo sentir menos solo, como si, por un momento, pudiera dejar de ser el líder que siempre debía ser.

—Tienes mucho en tus hombros... —dijo Kali, su voz suave y cálida. —Debes descansar, Vash. No puedes seguir sin parar, te estás consumiendo.

Vash cerró los ojos, permitiendo que el consuelo de su abrazo lo envolviera por un momento. No sabía cuánto tiempo pasó allí, pero cuando volvió a abrir los ojos, se sintió un poco más liviano.

—Lo sé... pero no puedo. No mientras los Faunos sigan necesitando mi ayuda... —dijo, su voz baja. Luego, por primera vez en mucho tiempo, dejó caer su guardia y habló con una sinceridad cruda, casi imperceptible. —Hay tantas cosas de las que nunca he hablado. Cosas que no quiero que nadie sepa.

Kali lo miró, preocupada, pero sin soltarlo. No lo presionó para que hablara, pero su presencia era la invitación perfecta para que Vash finalmente se abriera.

Después de un momento de silencio, Vash habló, su voz temblando un poco mientras recordaba su oscuro pasado.

—Antes de todo esto, antes de llegar aquí… fui alguien más. —dijo, sus palabras pesando en el aire. —Fui líder de una pequeña nación soberana… en Europa.

En esos tiempos, estaba bajo el mando del Tercer Reich, y mi única misión era asegurarme de que mi gente nunca se rebelara contra el Imperio Alemán. Mi padre... —se detuvo un instante, respirando hondo, como si el simple hecho de mencionar su figura lo llenara de resentimiento.

—Mi padre era Reinhard Heydrich.

Kali sintió un nudo en el estómago al escuchar ese nombre. Reinhard Heydrich.

Un hombre cuyo nombre estaba asociado a la brutalidad y la crueldad sin límites. Vash había sido parte de su legado, un hombre que había crecido en la sombra de una figura aterradora.

Vash continuó, sin mirarla directamente, sus ojos vacíos de emociones a medida que relataba su pasado.

—Vivía bajo la regla del miedo. El control total, sin cuestionamientos, sin compasión.

Mi gente me temía tanto como al Imperio mismo. Pero lo peor vino cuando empecé a ver lo que estaba realmente sucediendo... Cuando vi con mis propios ojos las atrocidades cometidas, las vidas arrasadas por el régimen.

Y entonces me di cuenta de algo que cambió todo...

"si hacer jabón con la grasa humana de personas de diferente etnia no era buena idea"Kouha murmuró algo divertido por las ideas que ese Reich tenía.

"Podrias callarte pequeña peste." no quería recordar los detalles, de los que inconscientemente fue participe.

Vash cerró los ojos, respirando profundamente, como si al decir esas palabras estuviera dejando salir una gran carga emocional.

—Vi la verdad. Vi que, en realidad, era una pieza más en un juego de poder y control. Que la libertad que prometíamos era solo una mentira. Entonces, decidí ayudar a la rebelión. Ayudar a aquellos que luchaban por la verdad, por la justicia..Ah la rebeldia su deseo, su ley, su perdida.

Kali escuchó en silencio, sin interrumpir, mientras Vash hablaba de su pasado. Sabía que este era un tema que nunca había tocado antes, y su corazón se llenó de una mezcla de tristeza y compasión. Finalmente, cuando Vash terminó, ella se apartó lentamente del abrazo, pero sus manos aún descansaban sobre sus hombros.

—Tú… no eres tu padre, Vash. Eres alguien diferente. No importa lo que hayas sido antes... lo que haces ahora es lo que importa.

Vash la miró por primera vez, sus ojos cansados, pero llenos de gratitud. No dijo nada en ese momento, pero algo en su mirada le dijo que las palabras de Kali habían tocado algo profundo en él.

Ambos se quedaron allí, en un silencio cómodo, compartiendo el peso del momento. Aunque el futuro seguía incierto y las luchas continuaban, por primera vez en mucho tiempo, Vash sintió que tal vez no estaba tan solo en su carga.

La isla podía cambiar. El futuro de los Faunos estaba en sus manos. Pero, por un momento, tal vez, solo tal vez, él podía encontrar algo de paz.

La casa del alcalde estaba en silencio, el crepitar de las brasas en la chimenea era lo único que rompía el silencio profundo de la noche. Kali seguía sentada al lado de Vash, su mirada fija en el rostro del hombre dormido.

A pesar del agotamiento que había marcado sus ojos y su cuerpo, ella había notado que Vash, al menos por un momento, había logrado encontrar algo de paz.

No todo era trabajo y sacrificio.

Con suavidad, Kali ajustó las mantas que cubrían su cuerpo, asegurándose de que estuviera cómodo. Vash dormía profundamente, algo que no había sucedido en días. Sin embargo, en su mente, la lucha no había terminado.

Dentro de su conciencia, el pequeño Kouha, el gato plaga, comenzó a moverse inquieto.

Había sentido el peso del cuerpo de Vash deteriorándose, las heridas que no habían sido completamente sanadas tras su enfrentamiento con esa vibora , el cuarto cielo.

El combate había dejado cicatrices más profundas de lo que Vash había querido admitir.

Aunque su cuerpo parecía mantenerse en pie, su interior estaba al borde del colapso.

"Estúpido pjaro", gruñó Kouha mientras se adentraba en los rincones más oscuros de la mente de Vash, donde se alojaban tanto sus recuerdos como sus dolores.

"Puedo sentir cómo estás destrozado por dentro. ¿Es que no tienes límites? *suspirar* supongo que ni siquiera sabe que es para empezar."

Kouha empezó a trabajar. Su forma de gato brilló suavemente en el espacio mental, extendiendo su aura sobre el cuerpo de Vash.

Con un suspiro, comenzó a reconstruir las fibras de su ser, fusionando la energía vital con el poder de Ewigkeit que residía en su alma. Las heridas internas, las fracturas en sus huesos, el daño acumulado por la batalla se curaron lentamente, aunque aún quedaba mucho por hacer.

Sin embargo, Kouha sabía que solo Vash podría completar el proceso de sanación. El trabajo físico era más que nada un alivio temporal. Aun así, sentía que tenía que hacer algo para aliviar el sufrimiento que Vash no permitía que los demás vieran.

En el mundo físico, Kali observaba el rostro de Vash, quien, aún en su sueño, fruncía el ceño de vez en cuando, como si los recuerdos de su pasado lo acecharan. Kali no era ajena a la idea de que Vash tenía algo más en su mente que la carga de ser líder de los Faunos.

La historia de su vida, lo que había sucedido antes de llegar a la isla, era un misterio lleno de sombras. Su misión había sido ayudar a los Faunos, pero también parecía estar huyendo de algo mucho más grande que él.

Era obvio que Vash tenía un pasado del que no quería hablar. Sabía que, por su propio bienestar y por el bien de todos los que dependían de él, debía encontrar algo más que la lucha constante.

Mientras lo observaba descansar, Kali pensaba en la complejidad del hombre que había ante ella. Vash Heydrich, el hombre que, en sus peores momentos, parecía desbordado por la carga de ser un líder, pero que, al mismo tiempo, no podía evitar ser el héroe.

Sin embargo, su mirada no dejó de mostrar algo más: una soledad feroz, algo que Kali temía que nunca pudiera escapar.

En el fondo de su mente, Vash estaba lejos de la calma que su cuerpo mostraba en el mundo físico.

Sus recuerdos se deslizaban hacia atrás en el tiempo, al lugar donde todo comenzó. Se encontraba en una vasta sala de reuniones, rodeado de personas que lo miraban con respeto, pero con una distancia fría y calculada.

Era un joven líder, heredero de una pequeña nación en el este de Europa, una nación soberana que había sido establecida bajo el control del Tercer Reich.

Las paredes de la sala estaban decoradas con símbolos imperiales y estandartes.

La atmósfera era opresiva, como una sombra constante que colgaba sobre todo. Cada palabra que pronunciaba era recibida con una reverencia que no deseaba.

Aunque su gente lo trataba como una especie de figura divina, Vash sabía que su posición se basaba en el miedo, no en el respeto genuino.

A pesar de ser el líder de una nación, Vash nunca había sentido pertenencia a esa figura que el régimen le había impuesto.

Su padre, Reinhard Heydrich, el líder implacable y brutal del Imperio Alemán, siempre había estado a la sombra de sus acciones. Aunque su padre era un hombre temido y respetado, Vash nunca había sido capaz de aceptar el camino que él había tomado.

En ese tiempo, Vash se había visto como un simple peón, alguien obligado a mantener la fachada de estabilidad mientras su nación vivía bajo la opresión del Imperio.

Pero incluso en la oscuridad de ese mundo, Vash había encontrado un refugio, un consuelo en una mujer que, a pesar de las reglas impuestas por su padre, se había mantenido a su lado.

Su nombre era Eleonore, una de las oficiales más leales a Reinhard Heydrich, una teniente de alto rango en el servicio de inteligencia del Deutsches Reich.

Era conocida por su frialdad y eficacia, su lealtad hacia el Imperio sin cuestionamientos. Sin embargo, cuando Vash había comenzado a cuestionar su papel dentro de ese mundo, fue ella quien lo había entendido.

Aunque provenían de mundos completamente diferentes, Eleonore había sido la única persona capaz de ver más allá de la fachada de líder que Vash era obligado a representar. Y, sin que nadie lo supiera, habían comenzado un romance secreto.

Eleonore era tan despiadada como cualquier otra figura de su clase, pero había algo en ella que Vash no podía rechazar.

Era su calma, su inteligencia y, sobre todo, su capacidad para comprender los dilemas de su alma. En medio del caos de su vida, ella le ofreció algo que nunca pudo encontrar en su padre: una comprensión profunda. No era solo una figura de consuelo, sino una aliada en el sentido más puro de la palabra.

Sin embargo, a pesar de todo, Vash sabía que no podía vivir en esa mentira para siempre. Eleonore le había dado lo que más necesitaba: humanidad. Pero la lealtad hacia su padre, y las oscuras sombras de la guerra, significaban que su relación estaba condenada desde el principio.

A medida que las tensiones aumentaban en el régimen, la lucha interna de Vash se intensificó. Había visto las atrocidades cometidas por el Imperio y no podía ignorarlas más. Su decisión de unirse a la rebelión, de destruir el sistema que le había dado poder, fue el único camino posible para él.

Eleonore, en su comprensión, lo apoyó, pero también sabía que su lealtad hacia el régimen eventualmente los separaría.

Mientras Vash seguía sumido en sus recuerdos, la figura de Eleonore se desvaneció lentamente en su mente, pero sus palabras seguían resonando en su interior.

"Siempre seré fiel a ti, Vash. Pero no puedo seguirte si pierdes todo lo que te hace humano."fue un susurro cruel, el llamado que lo habia quebrado.

Con esas palabras, Vash había tomado una de las decisiones más difíciles de su vida: abandonar la facción de nazi de su padre y unirse a la rebelión, con la esperanza de que, al hacerlo, podría encontrar algo más que poder y opresión.

El silencio en la casa del alcalde era absoluto cuando Kali se acercó nuevamente a Vash.

La expresión en su rostro era tranquila, pero sus ojos reflejaban una preocupación latente.

—Vash... —dijo, rompiendo el silencio. —Lo que viviste... no está en el pasado. A veces, el pasado tiene una forma extraña de quedarse con nosotros, no importa cuántos años hayan pasado.ella habia visto esa mirada cuando su marido vivia, la mirada de un hombre arrepentido. Que tanto tuvo que sufrir este chico que parecia tener la edad de su hija para tener esa mirada.

Vash, aún en sueños, murmuró su respuesta, aunque sin despertar por completo.

—Eleonore... —dijo, como si ella estuviera justo a su lado.

Kali se quedó quieta por un momento, sin comprender completamente el nombre, pero sintiendo que era parte de la clave del hombre que tenía frente a ella. Vash había perdido mucho, pero quizás, con el tiempo, encontraría algo más. Algo que no fuera la carga del pasado, sino una razón para seguir adelante.

Lo único que ella sabía era que, al igual que su gente lo necesitaba, él también lo necesitaba a ella, aunque no pudiera verlo todavía.

El sueño de Vash estaba lejos de terminar. Y si algo estaba claro, era que el futuro, por muy incierto que fuera, lo enfrentaría con más que un solo objetivo. Él no solo luchaba por la libertad de los Faunos. En lo más profundo de su ser, Vash luchaba por su propia redención.

El tiempo, en la mente de Vash, se había distorsionado. Los días se deslizaban como agua entre sus dedos, y sus recuerdos lo arrastraban hacia un pasado del que no podía escapar.

En ese espacio intangible, donde los recuerdos eran tan vívidos como si estuviera reviviéndolos, Vash se encontraba nuevamente junto a Eleonore.

El aire en la habitación estaba cargado de una tensión silenciosa, una quietud que solo se rompía por las palabras que se susurraban en la penumbra.

Vash recordaba la primera vez que vio a Eleonore con el rostro quemado. Había sido una batalla, una confrontación brutal que había dejado marcas tanto en su cuerpo como en su alma.

Durante el ataque, Eleonore había sido gravemente herida, la mitad de su rostro destrozado por una explosión cercana. Había quedado atrapada entre las llamas, pero logró escapar, con la mitad de su rostro irreconocible, desfigurado por las cicatrices.

Sin embargo, cuando ella se presentó ante él, con la piel quemada y su mirada fija en la suya, no hubo ni un ápice de duda en su mente.

"Si me encuentras fea, Vash... ¿Qué piensas de mí?"

Su voz temblaba levemente, pero la serenidad que mostraba era sobrecogedora.

Las cicatrices no eran solo marcas físicas, sino el reflejo de todo lo que había perdido en su lucha. Eleonore siempre había sido fuerte, implacable en su lealtad hacia el Imperio, pero esas marcas en su rostro la hacían ver vulnerable, humana, y eso la hacía aún más peligrosa.

Vash no había dudado ni un segundo.

"No eres fea, Eleonore... Eres hermosa. Para mí, siempre lo serás."

La respuesta había sido tan simple como sincera. En ese momento, lo único que importaba era ella.

Lo único que importaba era su corazón, que latía con fuerza a pesar de las cicatrices, las quemaduras y las heridas del pasado. No era la belleza externa lo que definía a Eleonore, sino su alma, su valentía, su amor.

Pero ahora, en los oscuros pasillos de su mente, Vash estaba atrapado nuevamente en sus recuerdos.

En el palacio en ruinas, la figura de Eleonore estaba más cerca que nunca, aunque su rostro ahora estaba marcado por una nueva clase de dolor. La escena era caótica, llena de soldados caídos y el sonido de las explosiones aún resonando en sus oídos.

En el suelo, las huellas de sangre mostraban el paso de una batalla devastadora.

Vash estaba de rodillas, con las manos cubriéndose el rostro, sintiendo la angustia aplastante. Frente a él, Eleonore estaba de pie, su figura majestuosa e indomable, a pesar de las cicatrices.

La luz de las llamas iluminaba su rostro, destacando los detalles de su belleza rota, pero inquebrantable.

"¿Por qué lo hiciste, Vash?" Eleonore le preguntó, su voz fuerte, pero con un tinte de tristeza profunda. "¿Por qué atacaste a tu propio pueblo? A tu propio hermano... a tu propio padre? ¿Por qué destruiste todo lo que habías construido?"

Vash levantó la vista, sus ojos llenos de desesperación, de arrepentimiento detras de sus gafas. "No pude seguir siendo parte de esto. No después de ver lo que el Imperio estaba haciendo... No después de todo lo que he presenciado... No podía quedarme callado, Eleonore. No podía ser parte de la mentira.

El fuego se esparce por todo el lugar llenando el espacio ennegro. vash movia su mirada por la habitación, Isaak,Rea,Rusalka,Valeria.

Sus cadáveres esparcidos por el suelo, lanzas habían atravesado sus cuerpos.Los ojos de Rusalka estaban vacios sus cuencas oculares fueron arrancadas. Rea tenia 5 lanzas empaladas en su pecho, isaak estaba casi destruido mientras valeria...tenia una sonrisa en su rostro mientras sostenía una lanza ornamentada justo donde estaba su corazon.

Las palabras le salían entrecortadas, como si cada una de ellas fuera un peso insoportable. Eleonore no decía nada al principio.

Solo lo miraba, observando el dolor en sus ojos, el dolor que había causado por seguir su propio camino.

"¿De verdad crees que esto es lo correcto?" preguntó Eleonore, su tono aún firme, pero había una quebradura en su voz. "¿Crees que esta rebelión te salvará? ¿O te llevará a la misma oscuridad que nosotros hemos vivido?"

Vash no podía responder de inmediato. Sabía lo que Eleonore estaba insinuando.

Sabía que ella tenía razón. La lucha que había iniciado, aunque por buenas razones, lo estaba consumiendo.

Y lo peor de todo era que estaba comenzando a convertirse en algo mucho más grande que él, más allá de lo que podría haber imaginado.

"Lo que estábamos haciendo no era para salvar a nadie, Eleonore..." susurró, con la voz rota. "Era solo una máscara, una fachada para ocultar lo que realmente somos. Mi padre... mi verdadero padre no lucha por un propósito, Eleonore.

Él solo lucha por más poder, por más control. Y yo... yo no quiero ser como él."

Eleonore lo miró en silencio durante un largo momento.

La luz de las llamas iluminaba su rostro, revelando la tristeza en sus ojos. Ella sabía que Vash estaba cambiando, que había tomado una decisión irreversible. Y aunque lo amaba, también sabía que sus caminos ya no podían ser los mismos.

"Vashy..." susurró finalmente, con una suavidad que contrastaba con la dureza de su figura. "Te seguiría hasta el fin del mundo, pero si te alejas de lo que somos... si te alejas de la causa por la que luchamos, entonces... ¿quién seré yo?"

Vash cerró los ojos, su alma llena de dolor y confusión. Sabía lo que Eleonore le estaba pidiendo, pero también sabía que no podía seguir ese camino.

El amor que compartían era real, pero la guerra que libraban los había desgarrado. No podía vivir en esa mentira.

"Lo siento, Eleonore," murmuró, su voz temblando. "Lo siento por todo lo que te hice pasar. Pero este es mi camino. No puedo seguir siendo parte de esto."

Eleonore permaneció en silencio por un largo momento, pero su rostro estaba cubierto por una sonrisa triste, resignada, como si ella ya supiera que ese día llegaría.

"Entonces, lucha por lo que crees... pero recuerda siempre lo que dejamos atrás."

El fuego incandescente estalló.

El eco de esas palabras resonó en la mente de Vash mientras se encontraba en la oscuridad de su conciencia.

"Recuerda siempre lo que dejamos atrás." Aquellas palabras de Eleonore seguían atormentándolo, porque en el fondo, él no podía dejar de preguntarse si había hecho lo correcto.

Kali, al lado de él, continuaba velando su sueño en el mundo real, sin saber que el peso de su dolor seguía siendo tan grande como en aquellos días lejanos.

La rebelión en la que estaba inmerso no solo era contra un imperio o una nación, sino contra su propio destino. Y la duda nunca dejaba de seguirlo.

Vash despertó con un sobresalto, como si algo lo hubiera sacado de su trance. Su cuerpo seguía destrozado, pero ahora, más que nunca, algo dentro de él se sentía pesado.

Kali estaba a su lado, su presencia reconociendo su angustia incluso sin palabras.

"Vash... ¿todo bien?" preguntó con suavidad, tocando su hombro con delicadeza.Vash respiró hondo y se incorporó lentamente, mirando el techo. Su mente estaba en guerra consigo misma, luchando entre lo que fue y lo que ahora debía ser.

Todo había cambiado, pero la verdad, como una sombra, seguía siguiéndolo.

"No sé si lo que estoy haciendo es correcto," murmuró, con la mirada perdida. "Pero sé que no puedo quedarme atrás... y que no puedo olvidar lo que he hecho."

Kali no dijo nada al principio, simplemente lo observó. Sabía que, como siempre, Vash tendría que enfrentarse a sus propios demonios, a pesar de todo lo que había logrado hasta ahora. Pero en ese momento, lo único que podía hacer era estar a su lado. "No tienes que hacerlo solo," susurró. "Nunca lo harás."

Vash no respondió. Solo asintió lentamente, sintiendo el peso de su destino y de sus recuerdos. Algo dentro de él seguía resistiéndose a lo que había dejado atrás, pero lo que quedaba frente a él era mucho más grande.

La lucha por la libertad de los Faunos acababa de comenzar.

El aire en la isla Meganarine había cambiado, tan denso como las hojas caídas en el bosque, pero también había algo de paz. Los días transcurrían más tranquilos desde la última vez que Vash había sido asaltado por sus recuerdos, y ahora se encontraba más sereno, sin esa tormenta interna que le había consumido tanto tiempo.

La gente comenzaba a confiar en él como su nuevo líder, una figura de fuerza y estabilidad. Su poder se extendía como una sombra protectora sobre la isla, pero no sin sacrificios.

Kali, que estaba a su lado, veía la transformación de Vash de una manera muy diferente.

No solo veía al líder fuerte que debía guiar a los Faunos, sino que sentía un creciente apego hacia él. En sus ojos había algo más que el respeto que le debía como aliado y protector.

Le veía no solo como el hombre que luchaba por los demás, sino también como alguien que, de alguna forma, compartía la soledad que ella misma sentía.

Ella había estado tan sola durante años, su vida marcada por la guerra, la pérdida y la búsqueda de algo más, algo que no sabía cómo nombrar.

Pero ahora, con Vash, se sentía conectada de una manera que nunca había experimentado antes. Su proximidad no era solo por sus responsabilidades compartidas, sino por algo mucho más profundo, un anhelo de algo más.

Mientras tanto, Blake observaba desde lejos. La relación entre Vash y Kali no había pasado desapercibida para ella, y aunque no lo demostraba abiertamente, algo en su pecho se revolvía cada vez que veía la cercanía entre ambos. La tristeza y la confusión se mezclaban en su rostro, pero también había algo más: celos.

No estaba segura de qué significaba todo eso. ¿Era solo la proximidad de su madre y Vash lo que le afectaba? ¿O era algo más profundo, algo que no había esperado sentir?

En una tarde tranquila, mientras la luz del sol se desvanecía en el horizonte, Blake recibió la visita inesperada de su madre, Kali era una mujer sabia, pero también lo suficientemente perceptiva para darse cuenta de lo que pasaba en el corazón de su hija. Sin decir palabra alguna, había llamado a Blake a su habitación, un espacio donde pocas veces la joven Fauna había sido llamada para hablar de temas tan personales.

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"Blake, siéntate."

La voz de kali era suave, pero cargada de una autoridad cálida. Su presencia llenaba la sala con una energía tranquila y controlada, muy diferente a la energía de su hija, que era vibrante y casi eléctrica en su naturaleza. Blake se sentó, con la mirada fija en el suelo, nerviosa.

"¿Qué pasa, madre?" preguntó Blake, sin alzar la mirada. Sabía que su madre había notado algo, pero no estaba lista para discutirlo.

kali se acercó, se sentó a su lado, y la miró fijamente a los ojos.

"He notado la tensión entre tú y Vash. No puedes ocultarme eso, hija."

Blake tragó saliva, sus mejillas se sonrojaron al instante. No podía negar que su madre tenía razón, y no sabía cómo reaccionar. "No... no es nada, madre."

kali dejó escapar un suspiro suave, como si no se dejara engañar por las palabras de su hija. "Sé que te duele. Pero debes ser honesta contigo misma. Si realmente estás sintiendo algo por él, tienes que entender lo que eso implica."

Blake levantó la vista, sorprendida. "¿Qué quieres decir?"

kali la miró con ternura, pero también con un toque de seriedad. "Vash es un hombre marcado por su pasado. No solo por lo que ha sufrido, sino por lo que debe hacer. Su destino está más allá de los sentimientos humanos comunes. Puede que te atraiga, Blake, pero no puedes olvidarte de lo que él es. Y no puedes esperar que algo así funcione, no sin sufrir."

Blake cerró los ojos, como si estuviera tratando de procesar las palabras de su madre. Sabía que lo que decía era cierto, pero también había algo en su corazón que la hacía dudar de la realidad que kali le mostraba. "No lo sé, madre. Tal vez estoy confundida. Pero..."

kali le dio un toque suave en el hombro, interrumpiéndola. "Es normal que te confundas. La atracción y el amor no siempre siguen las reglas de la lógica. Pero debes entender, Blake, que Vash no es el tipo de hombre con el que puedas construir algo normal. Él tiene su propio destino que seguir."

Blake la miró, una mezcla de tristeza y frustración en sus ojos. "¿Entonces debo olvidarlo?" preguntó, su voz temblorosa.

kali la observó con una mirada penetrante, comprendiendo el conflicto interno de su hija. "No. No te pido que lo olvides, pero sí que seas consciente de lo que implica. Si decides seguir esos sentimientos, estarás caminando en una senda difícil, hija. Y no puedo garantizarte que ese camino sea el mejor para ti."

Blake permaneció en silencio, sus pensamientos luchando por ordenarse. A pesar de todo lo que su madre le decía, no podía negar lo que sentía en su corazón. Vash había sido su ancla en muchos momentos, una figura que representaba fuerza, pero también vulnerabilidad. A pesar de todo, ella no podía dejar de sentirse atraída por él. No solo por su poder, sino por la calidez que había comenzado a mostrar, por la persona que parecía ser debajo de todo lo que lo había marcado.

"Solo quiero ser feliz," murmuró Blake finalmente, sus ojos llenos de incertidumbre. "Solo quiero algo real."

kali sonrió suavemente, acariciando su mejilla. "Lo sé, hija. Y te lo mereces. Pero no todo lo que brilla es oro. Si decides seguir adelante con esto, asegúrate de que sea lo que realmente quieres. Y si tienes dudas, no dudes en compartirlas conmigo."

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Mientras tanto, Vash seguía en la isla, ajeno a los conflictos emocionales que se tejían a su alrededor. Su enfoque estaba en los Faunos, en reconstruir la isla, en cambiar las vidas de aquellos que dependían de él. Sus días eran largos, trabajando incansablemente con sus clones para ayudar a sanar, alimentar y guiar a la gente. No importaba lo que pasara en su mente o en su corazón, su deber seguía siendo lo primero.

Ayudaba a reparar las casas de los Faunos, a construir nuevas estructuras y a cuidar de los que estaban enfermos. Cada vez que alguien venía a agradecerle, él respondía con una sonrisa apagada, siempre sintiendo que no hacía lo suficiente. A veces sentía que las acciones no podían reemplazar lo que realmente deseaba, algo que no sabía cómo conseguir.

Pero la isla comenzaba a cambiar, y su relación con Kali se profundizaba. Había algo en el ambiente, algo que Vash sentía, aunque no lo entendiera completamente. A menudo, Kali estaba cerca, ayudando a las personas, pero también se le veía observándolo, con una expresión que decía mucho más que las palabras.

A pesar de todo, Vash no era ajeno a la presencia de Blake. Podía sentir su mirada, sus sentimientos no expresados, como un susurro en la brisa. Él estaba seguro de que algo había cambiado en ella, pero no sabía qué.

Cada día, los recuerdos de su pasado se desvanecían un poco más, reemplazados por las realidades de la isla y la gente que lo rodeaba. Sin embargo, había algo en el aire que indicaba que, quizás, el destino de Vash nunca sería tan sencillo como ayudar a los demás. A veces, los destinos entrelazados no eran tan fáciles de evitar, y los sentimientos más profundos, más humanos, podían ser los más complicados de manejar.

"Luego me agradeces con pezcado"kouha canturreo feliz pero vash solo, ignoro a la plaga.

"Lo hare cuando dejes de ver mis memorias"

".....No me obligues a mostrarte las cosas pervertidas que hacias con esa mujer masoquista" la amenaza dejo quieto a vash por un segundo, y maldijo en sus adentros.

Bien podria darle pezcado a esa cosa pero la pregunta es.

La pregunta era, ¿quién estaría a su lado cuando todo esto terminara?