Chereads / [Corvus] / Chapter 1 - -Eclipse-

[Corvus]

🇲🇽Alex_Grimm
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Synopsis

Chapter 1 - -Eclipse-

La noche reinaba con una calma absoluta. Mientras que la oscuridad dominaba el entorno. Lo único que se podía percibir en ese momento, era un silencio profundo y sofocante. 

El cielo se encontraba despejado, lo que permitía admirar las estrellas. Las cuales, si fueran vistas en ese momento, estas podrían llegar incluso a ser comparadas con preciosas joyas que embellecían el firmamento nocturno. Y al mismo tiempo, brindaban compañía a la luna creciente.

Ante la luz de la luna que se proyectaba hacia la tierra, se podía observar una gran agrupación de árboles de tronco blanco. Un frondoso bosque de abedules se alzaba sobre la tierra.

En uno de los extremos del bosque, donde los árboles parecían ser menos abundantes, se encontraba lo que parecía ser una pequeña cabaña. Los troncos de madera con los que estaba construida se encontraban desgastados, lo que ha por consecuencia hacía que la cabaña tuviera un tono verdoso.

El suelo a su alrededor se encontraba sucio, repleto de hojas secas y pequeñas ramas rotas. En uno de los costados de la cabaña, cerca de la entrada, había una pequeña agrupación de rocas de granito gris, las cuales se encontraban recubiertas por un manto mohoso, siendo acompañadas por múltiples tablones de madera podridos.

Desde el interior de aquella cabaña se podía percibir el brillo de una luz, la cual se encontraba siendo proyectada en dirección del exterior de la vivienda, lo que a por consecuencia generaba un claro contraste con el resto de la fachada.

[RRING... RRING... RRING... BIP... "Habla a la residencia Vollmond, si necesita algo deje un mensaje" BIP...]

["Mikel, se reportó un homicidio en la iglesia de San Miguel Arcángel en Monter. La capitana solicito tu presencia en escena lo más antes posible... Ah, sé que estás escuchando, por favor no llegues tarde"... RRING]

Toda la cabaña se encontraba en completo silencio. El cual fue roto por aquella voz, había sido un mensaje proveniente de lo que parecía ser un contestador automático, el cual concluyo con un delicado tintineo similar al de una campana.

El resonar de aquel tintineante sonido se propagó por toda la cabaña. Como si se tratara del eco en una cueva, siendo escuchado inclusive en el ático que esta tenía.

Desde el interior de aquel ático, se podían observar varios muebles de madera. En uno de los costados de la habitación, sujetas a la pared, se encontraban un par de estanterías, en las cuales se exhibían una variada colección de libros de distintos grosores. 

Debajo de estas se encontraba un pequeño escritorio de madera, sobre este avían varias hojas de papel blanco, de las cuales, algunas de ellas, tenían algunos dibujos.

En la misma posición que se encontraba el escritorio de madera, pero en el lado opuesto de la habitación, se hallaba un simple ropero de madera oscura. Que, debido a su considerable tamaño, ocupaba una gran parte del espacio donde se encontraba. 

En el extremo opuesto de la habitación se hallaba una ventana, sobre esta se encontraba una cortina algo grisácea, la cual, daba una ligera ilusión de estar sucia.

Esta se hallaba recogida, lo que permitía observar el exterior de la cabaña. Todo el panorama se encontraba sumido en una profunda oscuridad, dentro de la habitación frente a esta se exhibía una cama individual, la cual se encontraba siendo vestida con un conjunto de sabanas azabache, siendo acompañada por un par de muebles de madera oscura, ambos muebles eran un juego de buros. Mesas de noche. 

El primero se encontraba en el lateral derecho de la cama, este era un buro con cajón de ratón, mientras que el segundo buro que se hallaba en el lateral izquierdo, este era uno simple de tres compartimientos.

Sobre este primero se podía observar una lámpara de noche de color morado oscuro, junto con un pequeño bote cilíndrico de color blanco, mientras que, sobre el segundo buro, se hallaba una libreta forrada en cuero.

Esta tenía una apariencia vieja y algo desgastada, siendo un claro indicio del paso del tiempo. Junto a esta se posaban dos objetos, el primero era un bolígrafo negro con toques dorados, y el segundo era una desgastada goma de borrar de color rosa pastel.

".... Uuuuf.... Mmmmm" 

Se escuchó un suave gemido. El cual provenía de la cama que se encontraba en la habitación. Alguien se encontraba recostado sobre esta, tapado en su totalidad con las sabanas oscuras que tenía la cama, aquella figura comenzó a moverse lentamente, apartando las sabanas que lo cubrían, permitiendo distinguir la figura de un hombre. ".... Aaam.... Aaaa" 

 Dejo escapar un leve suspiro de forma entrecortada, llevando su mano asía su cuello, masajeándolo de forma algo brusca, mientras que, al mismo tiempo, con uno de sus brazos, se apoyaba en él bordé la cama. Coloco sus pies descalzos sobre el frío piso de madera, sintiendo un pequeño escalofrío que recorrió toda la parte inferior de su cuerpo.

Se sentó sobre el borde de la orilla de la cama. Y acercando ambas manos a su rostro, comenzó a frotarlo, lentamente. Como si aquella simple acción pudiera eliminar todo rastro de su cansancio.

Poso su mirada sobre la ventana que había en la habitación. Todo el exterior se encontraba oscuro, no pudo saber a ciencia cierta si todavía era de noche, o, en cambio, si ya era de madrugada. Apoyo ambas manos sobre sus rodillas, usándolas como si fueran un soporte, se puso de pie de forma algo brusca.

Se sentía cansado.

Una vez de pie desvió su mirada de la ventana, dirigiéndola al otro extremo de la habitación, mirándola de reojo, posando su atención sobre el armario que había en la habitación.

Frente aquel hermoso ropero de madera negra, acerco una de sus manos y abrió una de sus puertas, dentro avían varias prendas.

Desde el interior del ropero se podían ver unas cuantas camisas de tonos opacos, un par de suéteres de tela y algunos zapatos. 

Pero entre toda la ropa que había destacaba un conjunto en específico. Colgado sobre un gancho de madera, se encontraba un uniforme, recubierto con un plástico transparente que, hacía la función de conservarlo, pues este tenía una apariencia casi nueva.

Tomó un suéter de tela color gris y se lo puso, para seguidamente tomar un pantalón de mezclilla holgado, complementando su atuendo con un par de botas marrones, las cuales mostraban claras señales de desgaste.

Antes de salir de la habitación se dio vuelta, observando la mesa de noche que se encontraba en el lado derecho de la cama, acercándose a este estiro un poco su brazo, tomando la goma de borrar, el bolígrafo y la libreta de cuero que se encontraba sobre este.

La habitación donde dormía había sido anteriormente un ático, el cual gracias a su amplio espacio se había convertido en un dormitorio, por la misma razón este no contaba con una puerta normal.

En el otro extremo de la habitación, al lado contrario de la cama, a la altura del suelo se encontraba una escotilla de madera, la cual al ser levantada se activaba un pequeño mecanismo de resorte. Una delgada escalera de madera se extendió desde la base de la escotilla, hasta la base del suelo, conectando el primer piso de la cabaña con el ático.

Al terminar de bajar, Mikel se agachó un poco sosteniendo el último peldaño de la escalera, levantándolo.

Esta realizo la misma acción que había hecho antes, pero ahora de forma inversa. La escalera se retrajo rápidamente, posicionándose debajo de la escotilla a la altura del techo, visto desde su propia perspectiva.

Dando un par de pasos rápidos, se vio atravesando un marco de madera sin puerta, del otro lado de la inexistente puerta se encontraba una amplia habitación, esta era una cocina. 

Su cocina, que a simple vista solo podía describirse como sencilla.

Se acercó hasta estar frente a uno de los estantes que había, sobre este se encontraba un microondas de color negro con acabados rojizos, sobre este dejo la libreta de cuero que tenía junto con el bolígrafo y la goma de borrar. 

Dirigió su atención en dirección de la parte baja de la cocineta. Agachándose un poco y abriendo la pequeña puerta de madera.

Dentro de esta solamente había dos sartenes y una olla grande, la cual tenía algo de sarro, estiro un poco su mano tomando uno de los sartenes que había, poniéndose de pie se dirigió hasta estar frente a una pequeña estufa sencilla, colocándolo sobre esta y encendiéndola.

Junto a la pequeña estufa se encontraba una nevera. Al abrir la puerta dejo escapar un pequeño murmullo de molestia, dentro de esta solamente había un pequeño paquete de carne roja. 

Del cual solamente quedaba un pedazo. Siendo acompañado de un cartón de leche, un par de tomates y no mas de tres huevos...

Sobre la estufa se encontraba un trozo de carne, el sonido del aceite siendo calentado, y el sonido de la carne siendo cocinada, era lo único que se podía escuchar.

Mientras que la carne se cocinaba, un sonido sumamente parecido al de un silbido agudo resonó en toda la cocina. Dando a entender que el café estaba listo, con un rápido movimiento de manos tomo la cafetera, mientras que con la otra mano tomaba un vaso ancho de color plateado que estaba sobre la nevera, vertiendo el café dentro de este, y dándole un pequeño sorbo.

[Mmmm... Esta amargo] Ante esto solo pudo resignarse tomando el café a regañadientes, aunque el café negro no le desagradaba del todo, lo prefería dulce. Aunque, tampoco era como si tuviera otra opción, después de todo siempre olvidaba comprar azúcar, pues no la miraba donde usualmente la dejaba, o simplemente, se había olvidado de donde la dejo en primer lugar.

Ignorando aquellos pensamientos poso su mirada en aquella cafetera.

Esta estaba hecha en su totalidad de metal, parecida a una tetera francesa. La cual se encontraba oxidada y sumamente oscurecida en la parte de la base, producto de su prolongado y constante uso.

"Talvez... debería dejar de tomar tanto café"

Menciono en voz alta para sí mismo, aquella cafetera había sido un regalo de amigo sorpresa que la capitán había organizado la Navidad pasada. Lilith su amiga y compañera de trabajo, había sido quien se la regalo, curiosamente Lilith también había recibió un regalo, unos aretes de plata con forma de manzana roja, por parte de él...

Al otro lado de la habitación había una mesa de madera, sobre esta se encontraba un pequeño florero con diversas flores de caléndula, el cual, se hallaba siendo acompañado por un par de saleros de cristal.

Sobre esta misma era donde Mikel se encontraba comiendo, en silencio. Sin embargo, se detuvo por unos instantes y observo el techo, más en específico a la bombilla que se encontraba encendida. 

¿Había olvidado apagarla anoche? 

Se preguntó. Pero podía jurar que recordaba haber apagado todas las luces de la casa.

Restándole importancia al asunto de las luces, se dispuso a terminar de desayunar, lo cual no le llevo mucho tiempo, pues no era demasiada la comida que había en su plato. Una vez terminado de comer, se levantó de la silla donde se encontraba sentado, tomando el plato donde había comido, y colocándolo en el fregadero de la cocina, para seguidamente salir en dirección del baño de la casa.

El cuarto de baño era espacioso, pero pequeño al mismo tiempo. Este contaba con una ducha, un inodoro y un lavamanos, el cual sobre este último colgaba un espejo de buen tamaño. Sobre el lavamanos, junto a la perilla del agua, se hallaba un vaso de plástico con un cepillo de dientes y una pasta dental ya desgastada.

Frente aquel espejo era donde Mikel se encontraba, observándose fijamente. De tal manera que solo podía ver su cansado rostro.

Las ojeras debajo de sus parpados no eran muy pronunciadas, pero sí lo suficiente mente visibles para cualquier persona observadora. Su cabello tan negro como la noche se hallaba revuelto, como si fuera las espinas de un pequeño erizo.

Abrió lentamente la llave del lavadero, colocando ambas manos bajo el chorro de agua, limpiándoselas y empapándose el rostro. 

En el mundo existían personas desafortunadas que solían nacer con pequeñas deformidades. Estas solían variar entre extremidades faltantes o reducidas. Su madre había sufrido algún tipo de trastorno neurológico, el cual hacía que sus ojos fueran irregulares. Desde que tenía memoria esos ojos lo habían acompañado, para él esos ojos estaban dañados.

Más en específico sus pupilas, que al igual que su madre estas estaban caídas. Regadas como si se tratara de un par de gotas de lluvia, sin embargo, esto no le generaba problema alguno. 

Mikel cerro la llave del grifo, apago la luz del cuarto del baño, y salió de este cerrando la puerta a su espalda…

El cielo se encontraba teñido por leves tonos celestes, acompañado de una gran cantidad de nubes grises con toques oscuros. Una clara declaración de los cielos, los cuales parecían presagiar una muy posible llovizna. 

El aire frío de la madrugada golpeo gentilmente su rostro, el cual se encontraba toda vía algo mojado, parecía como si el tiempo se detuviera, permitiéndole dejarse llevar por la brisa. 

No paso mucho tiempo para que este reaccionara. Sacando una pequeña llave plateada del bolsillo de su chaqueta, caminando en dirección de un auto que se encontraba estacionado junto a la cabaña. Abrió la puerta del lado del conductor, seguidamente entro en este....

La carretera se encontraba completamente desierta, en los costados de esta se hallaban múltiples agrupaciones de árboles, los cuales estaban acompañados de una ligera neblina que impedía ver más allá del bosque que rodeaba el camino.

Debajo de estos mismos a la altura del suelo se podían ver cientos de hermosas hojas muertas de tonos amarillentos. El otoño ya había comenzado, y esas pequeñas hojas eran prueba de ello.

Desviando su interés del paisaje que lo rodeaba, centro nuevamente su atención sobre la carretera. Mikel se dispuso a seguir conduciendo de forma tranquila, en dirección de la.

Ahora lúgubre, ciudad de Monter.

Y como si se tratase de una profecía del mismísimo Nostradamus, la lluvia no tardo mucho tiempo en caer a la tierra.

Una leve llovizna caía sobre la ciudad. Las calles se hallaban completamente desoladas, toda la ciudad se había convertido en un pueblo fantasma. Monter, era una de las cinco ciudades que tenía el estado de Corvuz. Esta solo podía describirse como monótona. Aun así, los tonos grises y las construcciones semi góticas le parecían agradables a la vista, además, Monter había sido el escenario de los primeros casos que había ejerció como oficial de policía, un par de años antes de que se volviera detective de homicidios.

Monter había sido fundada por una de las siete familias reales a finales de los 800 d.c. Durante la época feudal, a comparación de todas las construcciones actuales, ya ninguna contaba con rastro de lo que había sido en un comienzo. 

Una leve llovizna caía sobre la ciudad. Las calles se hallaban completamente desoladas, toda la ciudad se había convertido en un pueblo fantasma. Monter, era una de las cinco ciudades que tenía el estado de Corvuz. Esta solo podía describirse como monótona. Aun así, los tonos grises y las construcciones semi góticas le parecían agradables a la vista, además, Monter había sido el escenario de los primeros casos que había ejercido como oficial de policía.

Solo un par de años antes de que se volviera detective de homicidios.

Monter había sido fundada por una de las siete familias reales a inicios de los 1400 d.c. Durante la época feudal, a comparación de todas las construcciones actuales, ya ninguna contaba con rastro de lo que había sido en un comienzo. 

Sin embargo, la iglesia de San Miguel se había mantenido estancada en el tiempo. Esta estaba construida en su totalidad con ladrillos de piedra gris, con un techo prominente de madera negra, además de contar con un amplio cementerio al lado derecho de la iglesia. El cual se extendía casi hasta las afueras de la ciudad. Había una reja metálica de color negro de casi dos metros de altura que se encargaba de rodearlo.

Esta iglesia era como el corazón de la ciudad. Un vestigio de una época pasada y alguien se había atrevido a mancillarlo...

Estacionándose frente a la iglesia, al otro lado de la calle, descendió de su auto cerrando la puerta del vehículo Poso su vista sobre aquella iglesia. Dejando escapar un leve pero necesario suspiro mental. 

Era como si dos personas se miraran fijamente. 

Mientras que una sensación difícil de describir comenzaba a brotar en su mente.

Las gotas de lluvia caían lentamente, asemejándose a los pequeños pasos que estaba dando.

Estando frente a las puertas de la iglesia, dos personas detuvieron su paso de forma brusca, estos eran dos hombres vestidos con uniformes de policía.

Aunque visto desde un punto de vista normal, cualquiera se hubiera percatado de su presencia, él no lo hizo.

"Lo lamento, pero no puede pasar" Hablo tranquilamente el primer hombre, observándolo fijamente.

"... Ah" 

Fue lo único que salió de su boca antes de ser interrumpido.

"Ya escuchaste, amigo, la iglesia se encuentra cerrada hasta nuevo aviso" 

Hizo presencia el segundo, al costado del primer oficial. En un claro tono de voz que parecía querer intentar transmitir un tono de autoridad, rozando con la intimidación.

Mikel simplemente hizo caso omiso al segundo oficial. Tratandolo como si este no existiera. Solo basto con que mostrara su placa plateada, el primer oficial se acercó un poco para poder verla mejor, pasados escasos segundos poso su mirada sobre él.

"Mike... lo lamento, pasa. La capitana te está esperando"

Dijo tranquilamente, mientras que se acomodaba su chaqueta.

"Sí, es bueno verte a ti también Cesar"

Tras esa breve interacción, el oficial se apartó a un lado sin poder quitar la mirada que aún mantenía sobre el, dejándole paso libre.

Aunque el segundo oficial copio la misma acción que su compañero, este pareció confundirse ante la reacción de este. Pues ante sus ojos, nunca hubiera pensado que el tipo que ase unos instantes se encontraba frente a él sería un oficial. Pues este no lo parecía.

¿Talvez... era un consultor? 

Fue lo único en lo que pudo pensar, en el departamento de policía donde trabajaba, no era muy común de contratar consultores. Pero esto no quería decir que no los hubiera, y por lo general los poco que había para su gusto eran demasiado excéntricos, casi rozando lo enfermizo.

O al menos eso pensaba.

"Oye Cesar".

Hablo a su costado con una notable curiosidad.

"Que quieres Henry"

Respondió con desinterés hacia su compañero.

"¿Quién era ese tipo?"

"Solo un viejo amigo"...

Fue lo único que salió de su boca. 

Mikel, se encontraba atravesando aquellas puertas negras. Abriéndose paso.

Durante sus cuatro años ejerciendo como detective de homicidios. Fue testigo de múltiples escenas de crimen, desde simples allanamientos, posiciones de drogas, pequeños disturbios, robos y sobre todo homicidios. 

La muerte era un constante en su vida. Una fiel compañera de trabajo, la cual, se había convertido en algo mas que una simple amiga.

Dejo que su mente comenzara a divagar de nuevo. Talvez una pequeña pelea entre monjas, la cual había subido su intensidad. 

Eso hubiera parecido un consuelo en ese momento. Incluso antes de entrar, de poner siquiera un solo pie sobre la iglesia llego a pensar que seria algo casi. 

Poético. Un homicidio en una iglesia era una gran ironía. Sin embargo, aquel pensamiento fue rápidamente remplazado por uno nuevo.

Desde la entrada de principal de la iglesia. Mikel, levanto lentamente su mirada.

En ese momento su respiración de detuvo lentamente. No pudo evitar tambalear un poco, como si el piso posado a sus pies le estuviera negando el derecho de estar sobre el. Llevo lentamente su mano hacia su pecho, podía sentir sus fuertes latidos los cuales, amenazaban con destrozar su corazón y abrirse paso atreves de su pecho. 

Cerro sus parpados como si fuera la única opción que le quedaba, refugiándose en la oscuridad de se mente.

Pues ante sus ojos solo podía observar a un hombre. 

El cual se encontraba crucificado. Colocado sobre una prominente cruz de madera, sobre la parte superior de un altar, en el cual se supondría que estaría una estatuilla de cerámica de Jesús. El cual se encontraba siendo adornado por múltiples velas encendidas de color rojo y blanco.

Aquel hombre tenía vendas envueltas alrededor de su cabeza, tapando completamente su rostro. 

Su cabeza se encontraba caris baja, goteando una pequeña cantidad de sangre, sus antebrazos estaban atados al igual que su cuello y su cintura. Y al mismo tiempo que su cabeza, sus manos de igual manera estaban sangrando, pues estas habían sido atravesadas por lo que parecía ser clavos. 

Una imagen así fácilmente podía llegar a ser considerada una obra de arte, creada por un artista con una mente retorcida y enferma...

El sonido de un singular timbre se habría paso a través de su mente. Como si fuera un afilado cuchillo habiéndose paso a través de su piel.

Era como una campana, pero sería fácilmente confundible con una trompeta. Vestigios de los cuales creía que ya no existían, se hacían presentes, eran como leves susurros, los cuales se filtraban a través de sus oídos y no podía callarlos...

No supo cuánto tiempo se había mantenido de pie en ese lugar.

 ¿Habían sido segundos?

 ¿Minutos?

 ¿Horas? 

No lo sabía. Pero en ese momento no le importaba.

"Llegas temprano. A que debo el milagro" 

Hizo mención la voz de una mujer. Esta había colocado gentilmente su mano sobre su hombro, interrumpiendo intencionalmente sus pensamientos. Con un claro tono sarcástico y una notable alegría reprimida en su voz.

Tras esas cortas palabras, reconoció al instante aquella voz. Dirigiendo su vista a su costado derecho, pudo ver a una mujer algo mayor. Vestía con un elegante traje de vestir de cuerpo completo de color rojo con una camisa de vestir negra.

Su pelo era de un castaño brillante. Su piel era blanca, ligeramente bronceada, pero había un detalle que la hacía resaltar a un más. Eso era su mirada penetrante, en la cual se podía ver pequeños rastros de ojeras, acompañado de unas cuantas marcas de la edad.

¿Se pintó otra vez el pelo? Se preguntó, pero nunca tendría el valor de decirlo en voz alta.

"Yo también me alegro de ver la capitana Anderson"

Dijo casi al instante, al percatarse de sus penetrantes ojos sobre él. 

En respuesta, ambos comenzaron a caminar a paso lento sin dirigirse la mirada. Pasaron a través de los múltiples asientos de madera de roble, caminando sobre una fina alfombra de color morado oscuro con leves acabados dorados. No paso mucho hasta que ambos se encontraron frente al destrozado cadáver.

Frente al altar de la iglesia, en la parte superior de esta se encontraban tres hermosos vitrales, estos estaban construidos en su mayoría con múltiples tonalidades de cristales de colores, en estos se alzaban diversas figuras aladas de carácter religioso. La escasa luz de la mañana pasaba a través del cristal, proyectándose sobre el altar. 

Estando frente al altar y a sus alrededores se encontraban varios grupos de oficiales. Pero, todos se encontraban alejados del altar, manteniendo la distancia. Eran como pequeños animales resguardándose de la lluvia.

Todo se encontraba en completo silencio, nadie se atrevía a hablar o siquiera dar un paso. Parecía como si todos se encontraran en un singular estado de shock. Algunos incluso preferían desviar la mirada y cruzar sus brazos, era raro de ver. 

Murmullos, leves murmullos salían de al rededor. Aquellos oficiales que alguna vez se atrevían a bromear, acerca del cuerpo e inclusive comer cerca de la escena del crimen, parecían muertos, o al menos eso reflejaba sus rostros. 

Esta no era la imagen de un grupo que había visto la muerte más que cualquier otro en toda su vida. Si no la de aquellos que se encontraban apreciando la verdadera naturaleza humana.

"BIEN, díganme que tenemos" 

Hablo fuertemente y de manera firme la capitana, como si se tratara de una madre, a punto de regañar a un par de niños.

"Ya pudieron identificarlo" 

Termino cruzándose de brazos, observando directamente a un oficial que se encontraba junto a un grupo de forense.

Estos tenían un traje de cuerpo completo, de color blanco y apariencia completamente plasticosa, con una careta que cubría por completo su rostro, al igual que un par de lentes gruesos de color negro, que como la careta que usaban estos cubrían por completo sus ojos. 

Y justo en la espalda con letras azules se podía ver escrito [DDPDCS] Departamento De Policía Del Condado Stebeort.

"Buenos días, capitana. Respondiendo a su pregunta tenemos a un hombre caucásico de un metro ochenta Masó menos, de compleción delgada, identificado por el padre de la iglesia como Juan Emanuel, valencia de 32 años."

Tomo una pequeña pausa y observo una pequeña libreta en su mano.

"A las 12:21 AM se realizó la llamada de emergencia, según el padre Alexander, el señor Valencia se quedó hasta tarde limpiando y durante la madrugada, cuando el señor Krähe vino, lo encontró el cuerpo sin vida y llamo a emergencias. El señor Krähe no quiso decir nada más, el viejo parecía estar afectado"

Concluyo el oficial que se encontraba junto al grupo forense. El tipo eral grande, media casi un metro noventa. Sus facciones eran ásperas, asemejándose a las de un simio, o, en su caso, como las de un gorila. Mientras que vestía un uniforme de oficial de un tono azulado más oscuro que el resto

"Bien... Lawrence, quiero que busque su dirección y mande a alguien para notificar a la familia o a sus conocidos. Además, que también necesito que se termine de acordonar el área. Quiero que se notifique a un equipo de limpieza aquí lo más antes posible. No quiero que se les pase nada por alto" Desvío su vista del oficial y la poso sobre el altar.

"No me importa lo que se tengan que tardar. Incluso si solo se encuentra una pequeña mota de polvo, quiero que me lo hagan saber" Ella terminó de hablar. Sin embargo, nadie se movió de lugar.

Era entendible, después de todo era consciente de lo repulsivo que podía llegar a ser la imagen que se proyectaba frente a ellos. Incluso sintió ganas de vomitar. No había comido nada, pero sentía que su estómago le daba vueltas cada vez que miraba en dirección de aquel altar.

"!QUE ESTAN ESPERANDO¡".

Hablo fuerte mente mientras que con su mano señalaba al pequeño grupo de personas de traje de látex 

"Y ustedes tres terminen de embolsar el cuerpo y llévenselo de aquí antes que esos malditos reporteros aparezcan"

"FUERTE Y CLARO, capitana"

Lawrence, y el grupo forense respondieron de forma rápida, comenzando a moverse como si su vida dependiera de eso.

Mikel miró esto con algo de gracia.

"Parece ser que todo se encuentra en, orden. Si quiere capitana puedo ir a la estación y ayudar con los interrogatorios, no veo que pueda ser de ayuda aquí"

Hablo rompiendo el hielo que se comenzaba a formar en el ambiente. Volteando a su costado, posando su mirada sobre la capitana.

"No... El detective Morgan será el encargado de los interrogatorios" 

"¿Entonces?-"

Dijo antes de ser interrumpido.

"EL PADRE... Quiero que hables con él"

".... El sargento Lawrence dijo que se encontraba indispuesto. No creo que sea buen momento"

Dijo, no muy conforme con aquella solicitud.

"No me importa si es un buen momento o no. En lo que a mi respecta, él es nuestro único testigo. En parte, es cierto que no deberíamos abrumarlo en este momento"

Suspiro mientras con una mano se acomodaba su cabello.

"Incluso en otra situación le daría un par de días antes de pedirle que testificara, pero no ahora. Quiero que hables con él...."

Concluyo la capitana con una pequeña sonrisa en su rostro, la cual llegaría a parecer a la de una madre que observaba a un hijo. Sin embargo, a aquella imagen era rápidamente destrozada, por su característico ceño fruncido y mirada penetrante.

La capitana se dio vuelta dándole la espalda a Mikel. Comenzó a caminar con dirección de un par de tipos vestidos con traje.

Mikel, suspiro un poco, a pesar del café, aún tenía sueño. Poso su mirada sobre el altar, a su alrededor había un par de cajas blancas con diversos utensilios que eran utilizados por el grupo de forenses. 

Había sangre sobre el suelo, la forma era semejante a la suela de zapatos, talvez botas. Eran grandes, pero ya se encontraban secas, lo que le dificultaba distinguirlas del todo... 

Un leve olor metálico se filtró a través de su nariz. La cruz sobre el altar aún tenía algo de sangre fresca, la cual se encontraba goteando levemente, cayendo uniformemente sobre la mesa del altar, mezclándose con la cera de las velas que se hallaba sobre este. 

Hay era donde se encontraba aquel hombre crucificado. Exhibido como si se tratara de un trofeo de caza. Su mente estaba tranquila, pero sentía que poco a poco esta le pesaba. 

Esto había sido un anuncio, una hermosa presentación plasmada sobre un hombre destrozado que servía de intérprete.

No podía dejar de verlo, era imposible no verlo. Todo estaba hay por alguna razón, nada estaba colocado al azar, todo tenía un simbolismo. Una pieza de un rompecabezas el cual comenzaba a tener forma.

"Oye amigo. Podrías alejarte un poco".

La voz era monótona, con un leve tono de nerviosismo, perteneciente a uno de los tipos vestido en látex blanco. Este no tenía una masca que cubriera su cara, lo que permitía ver su ojeroso rostro.

Tenía una cámara entre sus manos y una tabla de madera con un par de hojas. Mikel entendió casi al instante moviéndose a un lado. El hombre solo se limitó a tomar sus fotografías...

El brillo de los flashes de la cámara le eran molestos. 

Mikel solo dejo escapar un leve gruñido de molestia. La cabeza le dolía. Observo hacia otro lado con desinterés hasta que alguien llamo su atención. Vestía un uniforme de policía de color azul oscuro, el cual lo hacía resaltar.

Su mirada era penetrante, no tanto como la de la capitana, pero se asemejaba bastante. 

Aquel hombre se encontraba observándolo fijamente.

"Porque sigues aquí. Que la capitana no te ordeno que hicieras algo" Su voz era gruesa, indiferente en todo aspecto. 

"... Sí... Sabes donde está el padre"

"Está afuera... Él prefirió quedarse afuera Junto a la entrada del cementerio. Un oficial se encuentra con él"

Él rompió el juego de miradas que se comenzaba a formarse entre ellos. Dejo escapar un leve suspiro de molestia y comenzó a dirigirse en dirección del hombre de blanco que se encontraba detrás de él. Paso a su costado rápidamente sin volverle a prestar atención.

"El equipo de limpieza llegará aquí en menos de 10 minutos. Necesito que termines de fotografiar la escena del crimen y te unas a ellos"

Su voz era clara, y el hombre del grupo forense solo pudo asistir con un leve movimiento de cabeza.

Mikel había entendido el mensaje, y comenzó a dirigirse en dirección de un amplio pasillo. Las paredes eran oscuras, mientras que la luz parecía no atreverse a invadir aquel oscuro pasillo.

La sensación de estar atravesando aquel pasillo era sofocante, como si estuvieras siendo observando por cientos de ojos a la deriva.

Al final de este se podía ver un par de puertas de cristal. Estas tenían un extravagante patrón de cristal multicolor, asemejándose a los prominentes ventanales que se alzaban sobre el techo de la iglesia.

Junto a esta había una joven oficial de pelo rojizo brillante. Era alta, con una mirada la cual se comenzaba a cerrar levemente, el sueño se comenzaba a apoderarse de ella.

Mikel solo pude ver esto con algo de gracia, era como ver un pequeño pollo durmiendo. El solo siguió su camino, abriendo las puertas con tranquilidad permitiéndole el paso al exterior de la iglesia.

La llovizna ya había cesado. Aun así, todavía podía sentir una leve sensación de humedad en el aire, el cielo seguía completamente nublado. Frente a él se encontraba un extenso cementerio, la vista era melancólica, fácilmente contagiosa.

Mikel metió lentamente sus frías manos en los bolsillos de su chaqueta. Siguiendo por un camino de piedra el cual rodeaba la parte exterior de la iglesia. El suelo se encontraba lleno de charcos, producto del sobrante que había dejado la lluvia.

La iglesia de san miguel sin duda era más grande de lo que se podía apreciar a simple vista. 

Sin embargo, no tardo mucho en rodearla. Había llegado la zona fúnebre, o lámenos eso pensaba.

El lugar era amplio, con varios bancos hechos de cemento y algunas sillas de madera, adornos florales y pequeñas estatuillas de piedra de lo que Mikel pensaba que eran ángeles llorando. Con una gran vista, de la cual se podría ver incluso ver por lo menos un cuarto del terreno de la iglesia.

Un poco más alejado de donde se encontraba, podía ver a un hombre vestido de negro que parecía estar perdido en el abismo.

Era un hombre algo mayor, talvez rondado entre los setenta u ochenta años. Su cabello era grisáceo, al igual que la barba de su ya arrugado rostro.

Este se encontraba vestido con una larga túnica oscura, al alrededor de su cuello había un rosario de madera clara. Sobre su cabeza portaba un pequeño sombrero de copa de color negro con un delgado listón rojo.

"Disculpe. Es usted el padre Alexander".

Pregunto en voz alta. Acercándose hacia el hombre, este no pareció escucharlo en su momento. Pero dirigió su mirada sobre él, mirándolo fijamente.