Tenía ocho, ocho años, cuando todo comenzó. En verdad había comenzado antes, pero fue ahí cuando me di cuenta de que nada es suficiente, al menos para mis padres… Era una de mis presentaciones de ballet. "El cascanueces" me salió algo mal y apenas había conseguido ser el hada de azúcar.
-Mama!- Estaba saltando, y fui corriendo hacia donde ellos se encontraban. Los ojos me brillaban y una sonrisa iluminaba mi rostro. —¿Cómo me fue? —dije elevando la cabeza.
—Espera, Hannah, voy a hablar con la mamá de Inés; esa niña lo hizo genial, además, por lo que escuché, no es de aquí. ¿De dónde viene?
-Uhm... Creo que América
¿Y ella consiguió el papel principal?
-Sí... Pero ¿cómo estuve?
—No, ella lo obtuvo, hija. ¿De dónde me dijiste que es?
-Uh... América
-Y por qué vino aquí?
—No lo sé, solamente hablo de que allí sus papás no tenían trabajo o algo así.
—Y ella te gana el papel a ti, a ti que nunca te faltó nada, que tienes todo lo que quieres… ¿Sabes cuánto me costó venir a verte? Tuve que cambiar con tu padre el horario de la empresa.
-No... Pero
—Pero nada, sobre todo cuando tu padre está enfermo, tienes que ponerlo orgulloso, a mí y a él, pero como van las cosas no vas a hacer ni la mitad. Mis ojos se aguaron, pero me limpié con mi brazo y asentí. Mi madre fue a hablar con la de Inés.
—Hola, Adelaida… —pude haber seguido escuchando, pero dirigí mi mirada y atención a Inés, la chica que mi madre había felicitado. Le tenía envidia, no era la primera vez que sucedía esto, su piel era de un tono cálido, su pelo era un negro rizado; se había sacado el peinado ajustado de siempre; una punzada de envidia me invadió. Sentí una necesidad enorme de gritarle, de decirle que su baile había sido horrible, para que así quizás nunca volviera a bailar, porque si ella no bailaba… Yo iba a ser la protagonista, la mejor, no su sombra. No podría ser insuficiente si no había nadie que me superara; No, no podía.
Hija, ¿por qué no te vas a jugar allá con Inés? Voy a hablar con su mamá. Hice caso y me moví hacia allí junto con ella. Era una equina donde, curiosamente, nadie nos vería. Intente sacar una conversación; en clase no hablaba mucho con ella, solamente la había escuchado bien cuando nos presentamos.
—Hola —sonreí; de alguna forma no sentí esa sonrisa auténtica como la que solía dar cuando hablaba con mis amigas o cuando sacaba diez en un examen; se sentía distinto.
Inés no me contestó rápido; la podía notar incómoda, era tímida o al menos eso demostraba. Sentí una punzada de superioridad que nunca había sentido antes. Era como si hubiera sido la mejor alumna de mi clase, como si hubiera resaltado… Bueno, casi era algo distinto. Se sentía incómodo y una parte de mí despreciaba a los inferiores, aquellas personas que yo consideraba inferiores.
—Hola —La noté tímida; ella miraba hacia otro lado y jugaba con sus dedos. —Estuviste bien —fruncí el ceño.
—No, no estuve bien—Inés me miro con incredulidad, sin entender bien.
—¡Pero fue genial! —negué con la cabeza.
-A mama le gusto más lo que tú hiciste...
-pero...
-Sabes algo?
-Que?- Los impulsos se apoderaron de mí. La arrastraría detrás de una puerta donde nadie nos vería.
—Bailaste horrible, además yo debí haber sido Clara; fuiste tú solamente porque tu mamá es amiga de la dueña; ni siquiera sé por qué eres bailarina; las bailarinas son bonitas. Inés me miró, sus ojos cristalizados; intentó irse, al agarre de la muñeca. —Escuchame, si le llegas a contar esto a alguien, voy a decirle a las chicas que tú mientes y que me dijiste cosas feas. La miré, sus ojos estaban aguados, pero no le di importancia —¿Te caíste? - Dije en voz un tanto alta para que quienes estaban cerca escucharan. Mi mamá y la suya vinieron en el acto.
-Que paso?-Su mama me miro
—Se cayó con el escalón —dije señalando a uno que no se encontraba muy lejos.
—Mamá… ¿Ya nos podemos ir? —le preguntó Inés a su madre mientras agarraba la falda del vestido. Su madre asintió y le dio la mano.
—Ya me tengo que ir. Adelaida, la niña está cansada. Un gusto haber podido conversar más. Mi madre se despidió de ella y seguido de esto fuimos al auto.
—Hija, más te vale que la próxima vez consigas el papel principal. Fuimos al hospital, donde se encontraba mi papá; mi mamá fue a charlar con las enfermeras mientras yo estaba con él.
-Baile mucho... Pero igual no fui protagonista.
—No pasa nada, seguro estuviste hermosa como siempre.
¿Cuánto falta para que te cures?
—No sé, pero te tengo un regalo, bueno, varios.
-Que es?
—Abrí la caja de allá —señaló una caja. La abrí, tenía 2 cosas: un sobre y un alhajero. Primero lo abrí dentro tenía un collar. Fui saltando a donde mi padre para que me lo pusiera.
-Y... Listo
-Como me veo?
—Preciosa, como siempre… Ahora abrí el sobre. Fui y lo abrí; eran boletos a Disney 2… Solo 2 boletos junto con otros 2 pasajes de avión.
¿Por qué son solo dos? Somos tres…
—Van a ir tú y mamá, yo tengo que quedarme para ponerme fuerte, ¿ok? Asentí a mi mamá y entré a la habitación. La notaba distinta, aunque no sabía qué era, quizá sus pasos que ya no eran tan prominentes como solían ser o su mirada, que de alguna forma emanaba tristeza. No era la forma de sus labios ni cómo estaba parada, algo, algo en sus ojos… me hacía saber que algo no andaba bien, pero no estaba segura de qué era. Después de todo, era solo una niña.
—Hija, necesito que salgas del cuarto un momentito, tengo que hablar con papa, ¿ok? Yo solo asentí, sin entender bien lo que sucedía, pero sabiendo que algo iba a pasar… Y así fue, algo pasó, algo malo, tan malo que cambió mi vida para siempre, tan malo que hizo que yo nunca más volviera a ser esa niña, que aunque era mala tenía posibilidades de cambiar.