Capítulo 8. Parte 1.
El sonido de la tela rozando contra la tela se hizo audible en la habitación; era lento y calmado. Poco después, el silencio reinó supremo, solo interrumpido por la respiración pausada y rítmica de alguien.
Hiroshi durmió como un bebé mientras estaba acostado de lado, sin ninguna preocupación en el mundo. Solo estaba en un profundo sueño sin sueños.
Ojos esmeralda se fijaron en él desde lo alto; eran como dos gemas preciosas que reflejaban un millar de emociones.
—Veamos. Ya hay bastantes diferencias desde la línea original. Supongo que ahora será casi imposible predecir con exactitud el siguiente evento, aunque las cosas en general siguen ahí. Aunque aún con gran parte de la información difuminada, seguimos a ciegas —murmuró Zero Two, sentada en una viga del techo. Debido al diseño del tejado en forma de V invertida, la viga principal era su silla temporal y podía estar sentada tranquilamente, con su cabeza apenas rozando el techo.
Con un suspiro, se recostó contra la pared y apoyó en sus piernas una tableta que mostraba varias imágenes y archivos dispuestos de forma ordenada.
El primer archivo mostraba una imagen de Naomi, acompañada de una pequeña descripción:
**Naomi, código 703.**
**Diferencia con la línea original:**
**Ella aún está consciente y puede pilotear con Hiro.**
La segunda imagen mostraba a Hiro, también con una descripción:
**Hiro, código 16.**
**Diferencia con la línea original:**
**Puede pilotar sin problemas. Su compañera actual es Naomi, tanto para pilotar el Franxx como en una relación romántica.**
Zero Two observó esta imagen y abrió el archivo para leerlo.
**Hiro, a diferencia de la línea original, puede pilotar sin dificultad gracias a la intervención de Hiroshi. Tampoco tiene una actitud de autodenominarse inútil.**
**También se descubrió por qué en la línea original el código 02 se obsesionó con él de manera tan brusca y antinatural.**
Zero Two frunció el ceño al recordar el día en que, con ayuda de su compañero Hiroshi, descubrieron ciertas verdades.
Debido a la conexión neuronal, era casi imposible para ambos ocultar secretos entre sí. Todo lo que uno sabía, el otro lo aprendería de alguna manera. Así descubrió que para Hiroshi este mundo había sido solo ficción, entretenimiento, un anime.
Era una noción tan loca que a veces Hiroshi caía en ataques de pánico pensando que estaba soñando o alucinando, o que algo le indicara que esto era falso. Por suerte, ella estaba presente para recordarle que esto era la realidad, y aunque fuera una locura, esto era tan real como él.
Ella era real, este mundo era real y todo lo demás también. Pero, aun así, eso la dejó un par de semanas con una crisis existencial.
En todo caso, y pese a que muchos recuerdos de Hiroshi estaban dañados por lo que fuera que la infección de los Buchert le hubieran hecho, aún podían sacar parte de la información que él tenía de este mundo.
Aunque con muchos huecos, habían sacado información importante para ellos. Primero, que ella y el chico llamado Hiro eran pareja en la línea original si Hiroshi no hubiera llegado. Y, al igual que él en su momento, ella notó algo anormal.
Y aunque se veía a sí misma en otra historia muy diferente, sintió que la unión de la Zero Two original y el Hiro original fue algo muy forzado y antinatural. Hiroshi dijo que era por cuestiones del autor, pero esa teoría se descartó cuando consideraron que todo era real.
Ahí fue cuando ella descubrió un talento que ni su yo original ni ella sabían que tenía: era extremadamente buena con los sistemas de programación, robótica y la tecnología en general. Realmente no lo había intentado antes, y si no fuera por Hiroshi jamás lo habría descubierto.
Para simplificar, era tan buena con la tecnología que le resultaba fácil, como un paseo por el valle en Strelizia.
Tanto que aprendió a hackear, lo suficientemente bien como para burlar la seguridad de los sistemas de APE y averiguar muchas cosas sin que nadie se diera cuenta.
Entre ellas descubrió que Werner, el infeliz, había tenido la idea de manipular su mente para generar fuertes sentimientos por Hiro, ya que él había sido escogido para ser su pareja y, con ella, cuando estuvieran listos, pudieran pilotear Star Entity.
Que él la salvara de niña no fue coincidencia. Que pudiera soportarla y, con el tiempo, realmente pilotear con ella no era suerte ni porque era el protagonista o algo así, simplemente estaba planeado. Hiro y ella fueron construidos para ser compatibles, y Werner tenía muchos planes para hacer que sus cuerpos, espíritus y almas fueran compatibles.
Dejar que Hiro pudiera ver por casualidad un experimento altamente secreto, que era ella, no fue un mero capricho del destino. Que Hiro pudiera llegar tan lejos en su intento de fuga, todo estaba planeado por Werner para sembrar la semilla, que estaría lista en su momento.
Cuando los separaron, el doctor estaba listo para inducir discretamente en sus mentes ideas de sentimientos por cada uno y así estos crecerían en lo que sería casi una obsesión.
Tenía la tecnología para borrar recuerdos, cambiar memorias y hasta ahora crear una copia casi estable de un enlace neuronal. Entonces, esa idea no fue descabellada. Todo habría sido así si no hubiera llegado Hiroshi.
Su pareja había sido literalmente una bala de cañón que chocó contra el curso de la historia y rompió dicho curso, dejando espacio para que prácticamente cualquier cosa pudiera pasar.
También obligando a Werner a deshacer todos sus planes y cualquier cosa que le había hecho para concentrarse en una verdadera y quizás más natural pareja para ella. Si bien hubo muchos alienígenas y un científico trabajando de por medio, el hecho de que una experimentación y acciones del azar hicieran a Hiroshi prácticamente perfecto para ella desde el principio le dijo que esto era algo más que una simple coincidencia. Pensó que una fuerza mayor estaba en juego, sinceramente no le importaba ahora, no con todo lo que vivió con Hiroshi.
Y desde que ella se dio cuenta de todo, desde la idea de que posiblemente era ficción, que Hiroshi era de otro mundo y demás cosas, solo fomentó más su unión y amor. Realmente no había secretos entre ellos.
Hiroshi nunca tuvo la intención ni la idea de ocultarle esto a ella. En primer lugar, nunca pensó que llegaría a este punto, y en segundo, en esa primera conexión neuronal prácticamente se habían hecho uno.
Cerrando la imagen de su compañero en otra línea temporal que sinceramente no le interesaba, pese a saber todo eso, al final sintió un poco de lástima por su otra yo, que pensaba que todo lo que había sentido era real, pero eran simples planes de un humano loco, que al final la llevó a su muerte, cumpliendo los deseos de Werner, que aunque murió, logró conseguir lo que quería.
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Ahogando un resoplido que habría delatado su escondite, la pelirosa observó al invasor que miraba a su alrededor, posiblemente buscándola.
No la sorprendió. De hecho, lo esperaba. Pilotear con Hiroshi era casi una adicción instantánea, porque con él se sentía prácticamente imparable. De hecho, ese evento más reciente fue una de las cosas que acababa de anotar en lo que llamó el diario de ella y Hiroshi, para registrar las diferentes cosas de esta línea y la original, o quién sabe, quizás esta era la original y la otra era la alterna.
—Realmente no vale la pena que lo intentes, él está drogado para que pueda dormir en paz —dijo, asustando a la chica que se había agachado para estar a la altura de la cara pacífica de Hiroshi, quien aún estaba en la misma posición.
Ikuno se giró lentamente y miró fijamente a Zero Two, que aún estaba sentada en la viga donde la luz que entraba por la ventana no llegaba con mucha fuerza, dejando que los ojos esmeralda de la pelirosa destacaran como luces brillantes y muy amenazantes.
—B-bueno, yo quería… espera, ¿medicado? ¿Por qué hicieron eso para dormirlo? —preguntó Ikuno, confundida.
Zero Two no dijo nada y solo miró a su compañero.
Bueno, ¿qué esperas de alguien que vio su mundo morir, solo para luego ser enviado a otro mundo muerto, siendo medio convertido en los monstruos que mataron su mundo, para luego ser capturado y experimentado de maneras inimaginables? ¿Qué pueda dormir como alguien normal? Pues no, tiende a revivir todas esas experiencias diez veces peor en sus sueños, pensó Zero Two. No lo dijo porque eso era información solo de Hiroshi y de ella, y de nadie más.
Al no recibir respuesta, Ikuno vio de nuevo a Hiroshi y realizó otra pregunta.
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—¿Tú también te sientes así? —preguntó la chica de cabello negro, sobándose el brazo izquierdo con su mano derecha.
—¿Cómo qué? —preguntó Zero Two, aunque ya sabía a qué se refería.
—Imparable. Intocable. Invencible. Superior —enumeró lentamente Ikuno, mirando a Zero Two, quien puso su tableta en sus piernas con la pantalla boca abajo y totalmente apagada. Una tableta que ella y Hiroshi podían usar gracias a sus habilidades informáticas, convirtiéndola en un dispositivo totalmente aislado. Al parecer, Werner de alguna manera les copió la idea, no porque los hubiera descubierto, sino porque era consciente de la amenaza que representaba VIRM, al igual que ella. Mantener la información segura se había vuelto una necesidad primordial.
—Sí, y mucho más —respondió la chica de cabello rosa con una sonrisa desafiante, mientras recordaba con familiaridad la sensación de la que hablaba Ikuno.
—Ya entiendo por qué eres reacia a que otra chica se acerque a él. Si fuera tú, haría lo mismo —dijo Ikuno con calma.
—Pero no eres yo, y no digas que quieres estar en mi posición, porque si fuera así, no estarías viva —dijo Zero Two, mortalmente fría, causando que Ikuno se tensara.
—Entiendo y me disculpo por mi comentario. Haz como si nunca lo dije —respondió la chica de cabello negro.
—Como sea —dijo Zero Two entrecerrando los ojos—. ¿Qué haces aquí? —dijo con irritación.
Ikuno no respondió de inmediato, pensando en una respuesta que Zero Two aceptara y que fuera lo suficientemente buena como para que la chica de cabello rosa no la echara a patadas.
—Solo quería ver qué lo hace tan especial —dijo la chica de cabello negro, mirando nuevamente a Hiroshi.
Zero Two también miró al chico y su respuesta fue una simple palabra.
—Superviviente.
—¿Eh? —dijo Ikuno, confundida ante esa respuesta tan extraña.
—Ha pasado por muchas cosas y, entre todos, aún está aquí y presente. Si sobrevivió a todo eso, su posición, estatus y rareza están bien merecidos. Por eso es especial. Porque es un superviviente y sobrevivió a lo que muchos no han logrado. Eso lo hace superior a todos.
—Por eso yo luché para ganármelo. Créeme que he hecho un gran esfuerzo para conservarlo y mantenerlo solo para mí. Solo porque Hiroshi estuvo de acuerdo, pudiste probarlo. Y eso que probaste con él apenas una pequeña parte de su potencial. Pero como una simple humana, no eres capaz de siquiera saber el potencial que tiene —dijo Zero Two con burla.
Ikuno, para su crédito, no se vio intimidada y dio una respuesta.
—Entonces, por eso no son humanos. Aunque se vean como nosotros, ustedes son capaces de cosas que ni siquiera podré imaginar. Y antes de que comiences a pensar algo más, no me molesta. Más bien, me da envidia —dijo Ikuno con calma, mirando a Zero Two, quien alzó una ceja.
—¿Envidia? ¿Cómo te podemos dar envidia sin saber qué hemos pasado para estar en nuestras posiciones? —preguntó Zero Two con genuina curiosidad.
—No son reemplazables como nosotros —dijo Ikuno, agachándose a la altura de la cara de Hiroshi, para la molestia de Zero Two, que se tensó.
—No soy ingenua como los demás. Lo he visto: esta casa, las habitaciones selladas en ella, los rastros. No somos el primer Escuadrón 13 ni el último. Solo somos reemplazos de unas armas que fueron rotas y cambiadas por nuevas, que se romperán rápidamente —dijo Ikuno, extendiendo una mano hacia la cara de Hiroshi.
—Ni lo pienses —gruñó Zero Two, lista para saltar sobre Ikuno.
—¿Esos estaban ahí?—dijo la chica de cabello negro, deteniendo a Zero Two.
—¿Qué cosas?
—Los cuernos —preguntó Ikuno, apartándose y dejando ver que había movido un poco las cobijas que cubrían a Hiroshi.
Los ojos de Zero Two brillaron con emoción mientras veía los muy visibles y notables cuernos rojos que ahora salían de la cabeza de Hiroshi, no muy diferentes a los de ella, solo que más grandes y gruesos.
—Definitivamente no estaban ahí, y le quedan muy bien —dijo Zero Two, dejándose caer al suelo. Pese a la altura, no se vio afectada por el impacto de sus pies contra el suelo. Luego, con una pequeña carrera, saltó sobre la cama para la sorpresa de Ikuno, que vio cómo Zero Two se recostaba cómodamente encima de Hiroshi e inspeccionaba los cuernos de su compañero.
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—¿Qué haces aún aquí? ¿No tienes un compañero que visitar en la enfermería? —dijo Zero Two, queriendo un momento a solas.
—Él. Él me despreció con lo que hizo. Realmente no lo quiero como compañero, perdió su derecho para llamarse mi compañero, y su estado es su culpa, ni siquiera tuya pese a que lo dejaste en ese estado. Solicitaré un cambio de piloto —dijo Ikuno de manera seca, saliendo de la habitación.
—Je, poco a poco abres los ojos —dijo Zero Two, deteniendo a Ikuno que iba a cerrar la puerta.
Un silencio se instaló por unos segundos, hasta que la puerta se cerró.
—Bien, ¿y ahora ustedes? ¿Cuándo crecieron que no me di cuenta? —dijo Zero Two, tocando los cuernos del chico, que eran rojos en las puntas pero se desvanecían en un morado para terminar en un azul oscuro.
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**Capítulo 8: parte 2**.
-Bien, supongo que se estaban tardando mucho -dijo Werner, mirando los cuernos nuevos que adornaban la cabeza de Hiroshi, quien iba a tocárselos, pero un manotazo de Zero Two lo detuvo-.
-Si no quieres que se tuerzan, no los tocaría tanto -dijo Zero Two con un poco de humor, al ver un rasgo tan infantil en su compañero, que comparaba sus cuernos rojos con los de ella-.
-Eso simboliza que tus células al fin han logrado asimilar las células de los Klaxosaurios. Quitando de la ecuación ese otro extraño ADN y el origen de los nanobots, ya eres más como el código 02 -dijo el anciano mientras guardaba una muestra de sangre de Hiroshi en un maletín blindado y con un avanzado sistema para mantener las muestras por largos periodos.
Frunció el ceño al ver que le faltaban varios viales. El miro por encima de su hombro cómo los dos jóvenes discutían maneras de un cuidado adecuado de los cuernos. El científico gruñó internamente.
-¿Pero a dónde fueron a dar? ¿Quién se los llevó? De ninguna manera he olvidado guardarlas. No soy tan senil... no todavía -murmuró el anciano mientras miraba sus muestras y dejaba escapar un suspiro al notar que una muestra importante también había desaparecido.
Dudaba mucho que fueran Hiroshi o Zero Two. Aunque tenían conocimiento de esos viales, serían más directos con sus intenciones o métodos, como destruir todo el maletín de muestras directamente. Además, ellos no tenían la necesidad de tomar muestras, siendo ellos mismos muestras vivientes.
Eso dejaba la incógnita de quién se los llevó y cómo logró traspasar su sistema de seguridad. Esto debria tener un caso de investigación, pero sería silencioso para no alertar al raptor.
En eso se percató de que no escuchaba ruido y alzó la vista para ver que esos dos se habían ido, dejándolo solo.
Eso le facilitó las cosas y rápidamente se movió hacia las computadoras y desde ahí accedió a las cámaras de seguridad, comenzando a buscar cualquier anormalidad.
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Ikuno se sentó en el suelo mientras observaba las imágenes del anterior escuadrón 13. Ella no pudo evitar fruncir el ceño. Solo encontró este lugar por el mero hecho de que aún estaba algo empoderada por el enlace que tuvo con Hiroshi. Cuando regresó, estaba aún eufórica y con la suficiente cordura como para saber que sus compañeros no la pudieran ver así. Fue mientras vagaba en la casa que notó cosas que antes no; supuso que era un efecto secundario, que sus sentidos estuvieran más agudos de lo que debería.
Pero lo notó: una extraña disformidad en la pared. Sin importarle en ese entonces las consecuencias, investigó la anormalidad y encontró el cuarto oculto y con ello la verdad.
Miró la foto de nuevo, una copia perfecta de otro grupo de adolescentes posando frente a la casa. El mismo número de chicas, el mismo número de chicos, las mismas posiciones, las mismas sonrisas que tenía su escuadrón cuando se tomaron la foto que decora ahora la sala.
Ella miró otras cajas repletas de pertenencias de los otros equipos que estuvieron antes que ellos. Realmente sintió que todo el entusiasmo que tenía se le enfriaba mientras, con cada cosa que leía y observaba, aprendía la verdad.
La chica apretó los puños mientras veía una imagen y otra, y otra. Todas iguales: el día de arranque, la presentación, la felicitación de "padre". Todo era lo mismo, una mentira para mantenerlos en la ilusión de que eran especiales. No lo eran.
Ella miró las fechas entre cada imagen y sintió su estómago hundirse. En un lapso de dos años, un escuadrón tuvo un envejecimiento notable. No era tonta; antes no le había dado importancia, pero ahora sí.
Habían crecido demasiado rápido, anormalmente rápido. Notó la diferencia porque solo ellos crecieron rápido, mientras que los adultos no destinados a ser pilotos seguían casi sin cambios en el tiempo que ellos habían madurado mucho.
Ella vio un documento, el cual había leído y le dio la comprensión que tenía ahora. Era un listado de cómo fueron descartados los demás escuadrones: desde muerte en batalla o porque su tiempo de expiración se alcanzó.
Y que fueron llevados lejos para cumplir sus últimos años de vida. Tenían 18 años y se veían como el doctor Werner, que por lo que supo superaba los 50 años.
Y ella estaba pasando lo mismo que ellos.
-No esperaba que tú, de entre todos, supieras la verdad -dijo una voz calmada a sus espaldas, que la sobresaltó al inicio, pero se calmó al reconocer la voz-.
-¿Tú lo sabías? -preguntó ella con frialdad.
-Sí, pero como puedes notar, somos controlados con lo que decimos. Los adultos son controladores y no quieren que su pequeña mentira que ha estado años se rompa -dijo Hiroshi, parado en la puerta que se cerraba a sus espaldas, impidiendo así que alguien notara que la habitación fue descubierta.
-¿Tú también moriras tan rápido como nosotros? -preguntó Ikuno, levantándose para mirar a Hiroshi.
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-No, en el caso de Zero Two y yo, es imposible para ellos controlar tan fácilmente nuestro organismo. Cualquier cosa que intenten afectar nuestra condición física, nuestro sistema rápidamente se deshace de cualquier anormalidad -dijo Hiroshi con paciencia, notando cómo la chica miraba al suelo.
-Ya veo, entonces nosotros somos simples herramientas de uso corto -dijo Ikuno mientras sentía sus piernas temblar y por eso se recostó contra la pared.
-¿Cuántos años lleva sucediendo esto? -preguntó la chica con una voz pequeña.
-Desde que Werner llegó a sus 30. En un lapso de 20 años ha pasado por varias generaciones del escuadrón 13. Solo en estos últimos 10 años se ha frenado un poco-dijo Hiroshi mientras se agachaba a la altura de Ikuno y la miraba a los ojos. La chica tenía algunas lágrimas bajando por su rostro.
-Este es el mundo por el que los han hecho luchar durante tantos años, una lucha de orgullosos seres que se niegan a admitir su derrota. En el medio estamos atrapados nosotros -dijo Hiroshi mientras sacaba un pañuelo y se lo ofrecía a la chica.
-¿Qué se supone que debo hacer? Si se lo cuento a los demás, temo que directamente nos eliminen y pongan a otros niños en nuestro lugar -dijo Ikuno con un poco de temblor en su voz.
En presencia de Zero Two no pudo tener la suficiente confianza para contar sus miedos. La chica peli Rosa se sentía tan indiferente a su situación que simplemente no se sintió cómoda. Pero con Hiroshi, sintió que podía ser un poco más sincera con sus sentimientos y dejarlo salir.
Desde que pilotearon juntos, la paciencia de Hiroshi, su sonrisa amable y reconfortante, simplemente no pudo evitar dejar salir estas preocupaciones.
-Por ahora nada, pero créeme que pronto las cosas cambiarán. Sé que pueda que yo no pueda hacer mucho, pero si logro que los demás chicos vean la verdad, los ancianos inútiles aprenderán que ser egoístas y temerosos de dejar su poder pagarán caro -dijo Hiroshi con convicción en su voz.
-¿Qué pasa con el envejecimiento acelerado? Estaremos muertos para entonces-dijo Ikuno con duda.
Hiroshi sonrió.
-Eso déjamelo a mí. Tengo un método para detener la degradación acelerada de sus células -dijo Hiroshi levantándose y ofreciendo una mano a la chica-. Ahora sabes la verdad parcialmente. ¿Qué harás ahora? ¿Seguir lamentando el triste destino y aceptar ser una herramienta o apoyarme en la futura revolución y la verdadera lucha por la humanidad? -dijo Hiroshi con una gran sonrisa.
-¿Parcialmente la verdad? -dijo Ikuno con duda, mientras dudaba en aceptar la mano del chico con cuernos. Realmente no la desconcertó ese hecho tanto como pensó que lo haría, pero como fue la primera en saberlo, lo superó pronto y se acostumbro a verlo ahora cuernos.
-Oh, créeme, hay muchos secretos que se nos han negado ser escuchados. Pero si decides este camino de saber la verdad, debes saber que no hay vuelta atrás -dijo Hiroshi con paciencia.
-Bueno, en un par de años moriré, entonces ¿qué opciones tengo? -dijo Ikuno, aceptando la mano de Hiroshi y dejando que este la levantara.
La chica se secó las lágrimas con el pañuelo que Hiroshi le había dado y miró hacia la entrada que estaba siendo abierta por Hiroshi, quien miró por el pasillo y asintió al no ver a nadie.
-De nuevo, no me esperaba que fueras la primera en descubrir la verdad. Pero bueno, sé que eres mucho más inteligente que muchos adultos, entonces ahora no me sorprende. Pero recuerda, aún no es el momento para comenzar cualquier acción. Ahora seguiremos fingiendo ser las herramientas perfectas -dijo Hiroshi, mirando cómo Ikuno cerraba la puerta que se camuflaba casi perfectamente con la pared.
-Sí, primero debemos ganar una guerra a la vez -dijo Ikuno con una mirada más determinada. La desesperación que estaba sintiendo se disipaba casi completamente por la fortaleza inquebrantable de Hiroshi.
Fin capítulo 8. Parte 2.
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Este es un capítulo corto principalmente por qué no sé aún como hacer una escena adecuada de Convencer un personaje dejar por todo lo que fue creado y discretamente pasarse al bando del protagonista, se sintió muy incómodo, además cuando lo escribi estaba demasiado cansado y no pensaba con claridad, pero me da mucho estrés volverlo hacer, entonces lo dejaré así por ahora, espero sus opiniones de que pude a ver hecho mejor.
Capítulo 8: Parte 3. Madre e Hija.
Día 1.
La figura adulta se inclinó a su altura; tenía la sonrisa más radiante y pura para sus ojos infantiles.
La niña parpadeó varias veces cuando el adulto le ofreció un extraño objeto que su visión borrosa apenas distinguía.
—Ten, logré encontrar un par para ti. No son perfectos, pero sé que están lo suficientemente calibrados —comenzó a decir el adulto, pero sus palabras se perdieron en divagaciones.
La niña vio fijamente el objeto en la mano del adulto, preguntándose para qué servía y, en primer lugar, cómo le podría ayudar.
—Perdón, me perdí en mis pensamientos. Esto se llama gafas. En el antiguo mundo, antes de todo el caos de los Klaxosaurios, eran muy comunes, ya sea solo para decorar, pero en tu caso, las personas como tú las usaban para mejorar su vista.
—¿Mejorar? —dijo la niña inocentemente mientras inclinaba la cabeza.
—Sí, mejorar tu vista —dijo el adulto mientras abría el objeto y lo ponía en la cara de joven. La niña se puso tensa ante el extraño objeto, pero esa tensión se desvaneció cuando los ojos entrecerrados de la chica se relajaron visiblemente y una emoción nueva inundó su expresión monótona.
—¿Así ven todos? —tartamudeó la niña mientras se llevaba las manos hacia el marco de las gafas, y cuando iba a tocar el cristal, el adulto la detuvo.
—No, no, no toques el cristal, empañarás los lentes —dijo el adulto mientras reacomodaba las gafas de la niña.
—¿Por qué? —dijo la chica con duda.
—¿Por qué, qué? —dijo el adulto mientras se levantaba y admiraba a la pequeña con su nuevo aspecto.
—Darme estas... gasas —dijo la niña lentamente.
—Primero, son gafas, no gasas; y segundo, ¿cómo una de las futuras heroínas de la humanidad va a poder salvarnos si no puede ver bien? —dijo el adulto con una gran sonrisa. Sin embargo, al final era lo único visible de él; el resto de su cara estaba cubierta por una extraña máscara y un gorro que cubría todo el resto de la cara del adulto.
—¡¿En serio?! —dijo la niña con emoción mientras veía al adulto.
—Sí, ¿recuerdas todas las historias de los monstruos malos que atacan? —dijo el adulto con seriedad, sus labios apretados en una línea.
—Sí, los malos. Ellos son los culpables y la razón por qué todos estamos así —dijo la niña mirando lentamente el desierto en expansión con ojos algo temerosos.
El adulto, que en realidad era una mujer, puso sus manos en los hombros de la niña y la apartó de la vista deprimente del mundo muerto.
—Para eso estás tú y tus compañeros: para evitar eso y algún día salvar a todos —dijo la mujer con una sonrisa amable.
—Este... ¿cuál es tu nombre? —preguntó la niña con duda.
—¿A qué te refieres?—.
—Bueno, el código 16 vino un día y sacó esto de los nombres; entonces nos dio a todos nombres. Me dio este nombre llamado... Ino. Iru. Ikuno. ¡Eso, Ikuno! —dijo la niña mientras alzaba la vista para ver a la adulta que la había abrazado por alguna razón.
Los ojos verdes de la niña miraron a la máscara blanca de la mujer, la cual la veía con una sonrisa tensa.
—Un nombre, eh... —dijo la adulta mientras miraba hacia un lado por encima de su hombro. Debido a su posición, la niña no pudo ver que vio la adulta.
—Entonces ya comenzó —murmuró la mujer.
—¿Dijiste algo? —preguntó la pequeña Ikuno.
—Nada —respondió la adulta con rapidez.
—Amm, okey —dijo Ikuno, su joven mente dándole poca importancia.
—¿Dijiste cómo me podrías llamar? Pues... —comenzó a decir la adulta, llamando la atención de la joven.
—¿Sí? —preguntó Ikuno curiosa.
—Puedes llamarme "madre" —dijo la mujer con una sonrisa radiante.
—¿Madre? —preguntó Ikuno confundida.
—Eso no importa ahora, pero debes prometerme que no le dirás a nadie cómo me llamarás. Es un secreto entre tú y yo —dijo madre con una sonrisa traviesa mientras se llevaba un dedo a los labios en señal de silencio.
—Amm, vale —dijo Ikuno mientras ignoraba la sonrisa triste de la mujer.
Día 2.
—¡Tarán! —dijo madre mientras mostraba un conejo de peluche a la pequeña Ikuno, que abrió sus ojos sorprendida y corrió hacia la mujer, admirando el pequeño animal de felpa que la mujer le entregó.
—¿Qué es, qué es? —animó la niña mientras inspeccionaba el peluche.
—¿El animal o el objeto en sí? —preguntó madre con curiosidad, sonriendo al ver la reacción de la niña.
Estaban en su típico lugar de encuentro: un invernadero aislado que era un jardín donde las personas podían relajarse. Sin embargo, eso no era tan común ahora. Ese lugar, normalmente olvidado por los demás, se mantenía solo, pero eso era bueno porque podía estar con su. hija.
Los ojos verdes de la mujer se iluminaron con diferentes emociones, pero estos eran ocultos por la máscara que todos eran obligados a usar en Garden.
—Amm, los dos —dijo la niña tímidamente mientras abrazaba con fuerza el gran peluche.
—Eso se llama peluche. Los niños de tu edad suelen usarlo para divertirse o como un medio de consuelo, ya que es cálido y cómodo. Pero lo que lo hace especial son las emociones que transmite quien te da el peluche, en relación con la forma que tiene.
Representa un conejo blanco. Aunque hoy en día no hay muchos de esos, quizás te muestre uno real —dijo la mujer con calma mientras se sentaba en un banco cercano y veía a la niña jugar.
No había problema; eran los únicos aquí después de todo y a los demás realmente no les importaba el verdadero estado de los parásitos, con tal de que se reportaran cada noche. Les bastaba.
—¿De verdad? Espera, ¿qué es un conejo? —dijo la niña alegre y luego confundida.
—Jeje, algún día lo entenderás; eres muy inteligente después de todo —dijo la adulta.
—Está bien, mami —dijo la niña con emoción mientras, en su inocente impresión, iba a mostrarle a su nuevo amigo felpudo el lugar.
La mujer sintió un pulso de dolor en el pecho mientras veía a Ikuno y su depresión y desprecio a sí misma solo crecían más.
Día 7.
—Es 18 —dijo la niña dudosa mientras intentaba contar algo con sus dedos.
—Exactamente, 2 por 9 es 18. Eres una pequeña genio, ¿no es así? —dijo madre mientras estaba sentada en una manta extendida en el suelo, con Ikuno a su lado haciendo tareas en un cuaderno.
—Pero es tan difícil —dijo la niña, amargada por las tablas de multiplicar.
—No es difícil después de que le agarras el truco, pero... ¿quieres saber un secreto? —la mujer bajó la voz como si lo que fuera a decir fuera muy serio.
Ikuno se acercó a la mujer para escuchar mejor.
—Entre nosotras, detesto las matemáticas —dijo la adulta con una gran sonrisa.
Ahora sus ojos verdes y cabellera castaña estaban libres para que todos la vieran, ya que su casco no estaba puesto en su lugar. La cara de la mujer tenía una extraña similitud con la niña, pero esta, en su etapa infantil, no lo notó.
La mujer se tensó al escuchar un ruido a la lejanía y rápidamente se puso el casco y se levantó, organizando su ropa. Con todo listo, le hizo una señal a la niña, que entendió muy bien, que vio desde su lugar como madre se alejaba y se quedaba quieta y firme como una estatua.
—196, es hora de las pruebas que se te informó ayer —dijo la voz fría y sin emociones de un adulto masculino.
—¿E es Para saber si soy adecuada para pilotar un Franx? —dijo la niña con duda.
El hombre puso una sonrisa falsa y dijo con falsa emoción:
—Por supuesto, después de todo tú y tus compañeros serán los héroes de la humanidad —dijo el adulto mientras veía a la niña emocionarse.
—Tú —el hombre vio a la mujer distante—, recoge todo eso. Tu labor queda relevada por mí; ahora me haré cargo del parásito —dijo el hombre mientras guiaba a Ikuno fuera del invernadero.
La mujer se inclinó en una leve reverencia y hizo lo que se le pidió, pero se sobresaltó cuando Ikuno gritó molesta.
—¡Pero no quiero alejarme del señor Pudu! —dijo Ikuno molesta, abrazando más fuerte su peluche.
El hombre la miró con una mirada fría y mordaz, haciendo que la niña guardara silencio.
Con un movimiento rápido, el hombre tomó el peluche y lo alzó, lejos del alcance de la niña, que lloró y saltó para intentar atrapar el peluche.
—En estos momentos no te puedes distraer; tienes que hacer las pruebas —dijo el adulto con severidad.
La niña miró a madre con ojos suplicantes, pidiendo una ayuda silenciosa, pero en su lugar solo vio cómo la mujer apartaba la vista torpemente.
El hombre entrecerró los ojos ante esta interacción, pero no dijo nada cuando se llevó a Ikuno.
Día 37.
—Mira, mamá, me dieron una medalla por destacar en los exámenes. Incluso estoy siendo mejor que Ichigo, y me dijeron que si sigo así, podría ser la capitana del escuadrón trece.
Madre, que tenía una cámara en la mano para fotografiar a Ikuno, dejó caer dicha cámara cuando escuchó el escuadrón que designaron a su hija.
—¿El 3... 13? —tartamudeó la mujer con miedo, mientras sus manos temblaban.
—Sí, dijeron que ahí solo van los mejores de los mejores y que sería una gran piloto —dijo Ikuno felizmente, pero su felicidad se desvaneció al ver el estado de su madre—. ¿Estás bien? —preguntó la niña.
—S-sí, estoy bien —dijo la mujer mientras se agachaba y abrazaba a su hija—. Estoy muy feliz por ti —dijo mientras sus ojos tenían un extraño brillo determinado.
Pero no notó cómo, desde la puerta, una figura se retiraba calmadamente.
Día 50, en la noche.
—¿A dónde vamos? —dijo Ikuno con un bostezo, aún adormilada, cuando madre la sacó de forma silenciosa de su habitación compartida con las demás chicas.
—A un lugar genial. ¿Recuerdas esa vez que te dije que te mostraría los conejos, como el señor Pudu? —dijo la mujer con alegría tensa, mirando varias veces a su alrededor mientras se escabullía entre los pasillos. Mientras Ikuno solo se emociono ante la idea de ver un conejo real.
—Ahí está —murmuró la mujer viendo que había llegado al hangar y vio un auto preparado para su fuga—. Si me apresuro, estaré con la resistencia —murmuró la mujer mientras subía a Ikuno al asiento del copiloto, asegurando bien a la niña. La mujer revisó el auto sellado de todo terreno, que era un vehículo Mars Rover, o así le decían de broma sus compañeros cuando originalmente el prototipo fue creado hace años para colonizar Marte. Ahora solo era un vehículo necesario y el de menores requisitos para poder moverse en el ambiente exterior.
Negando con la cabeza, la mujer se subió en el asiento del conductor y, con una rápida vista a su alrededor, encendió el vehículo y se fue a toda marcha de Garden.
—Señor, ¿las dejará irse? —dijo el adulto de antes, mirando a la figura encorvada a su lado.
—Déjalas, a este punto solo tienen un lugar donde ir, y eso es con los rebeldes. Ese grupo ha sido muy problemático últimamente; el segundo Garden, Edén, fue atacado hace dos días y se llevaron a todos los niños lejos de nuestro alcance. Entonces, ella nos llevará directamente a ellos —dijo la figura encorvada con una sonrisa maliciosa.
—Sí, señor —dijo el adulto haciendo una señal para que varias figuras fuertemente armadas salieran de sus escondites.
Día 51 en la mañana.
Ikuno miró desde la ventana del auto cómo madre hablaba con varias personas. Algunas se veían muy jóvenes, además de que no se veían tan limpios como todos los demás adultos.
Madre parecía dar un suspiro de alivio y luego señalar en una dirección con duda, mientras los hombres asentían y señalaban su propio auto, que parecía viejo, o esa impresión le dio.
Madre dijo que sí con la cabeza y luego se acercó al auto donde estaba Ikuno.
—¿Está bien que nos saltemos las lecciones hoy? —dijo Ikuno inocentemente, mirando a madre, que dio una leve risa mientras le revolvía el cabello.
Día 67.
Sus ojos se abrieron en horror mientras veía la pequeña aldea, base de los rebeldes, arder en el caos. Una enorme figura humanoide se alzaba en medio del desastre, mientras los gritos de los niños se escuchaban cuando eran atrapados por las fuerzas de seguridad de APE.
—Debí saber que tú serías demasiado sentimental para desprenderte del parásito —dijo un miembro de las fuerzas de seguridad.
—Es mi hija, idiota —gritó la mujer molesta.
—Aunque sea de tu sangre, aunque hayas dado tu útero, solo fuiste una cámara de gestación para nosotros. Solo das los parásitos que serán una nueva generación que reemplace a la anterior, como las demás mujeres—dijo la voz de un anciano, mientras el jefe de la fuerza de seguridad encargada de este ataque se apartaba, dejando paso a la figura encorvada.
—Eres un bastardo —escupió la mujer molesta.
—Solo pragmático —fue la respuesta del hombre anciano.
—M-madre, tengo miedo —dijo Ikuno mientras era sostenida por la fuerza por uno de los miembros de seguridad.
—Tranquila, hija, todo está bien —dijo la mujer con calidez en su voz.
—Repugnante —dijo el anciano, sacando una de las pistolas de un hombre cercano y acercándose a la mujer.
Ikuno se sobresaltó cuando vio el arma, la misma cosa que le hizo cosas malas a otras personas. Era una cosa malvada, porque después de un ruido fuerte, una persona caía y ya no se levantaba. Su nueva amiga, Natasha, parecía dormida, pero no se despertó pese a sus esfuerzos cuando esa cosa la apunto y estalló.
—Aléjate de mamá —gritó Ikuno forcejeando.
—¡Detente! —gritó la mujer, haciendo que la niña se detuviera.
—Quiero tu palabra de que la dejarás fuera de esto —dijo la mujer mirando al anciano.
—Tranquila, será reinstalada en el lugar donde pertenece —dijo el anciano secamente.
La mujer sonrió felizmente y vio a la niña.
—Te amo, hija.
Estallido.
Ikuno gritó cuando vio a su madre desplomarse con un hueco en la cabeza y líquido rojo por todas partes.
—Señor, ¿qué hacemos con el parásito? —preguntó el guardia que sujetaba a la niña, que gritaba y lloraba llamando por su madre.
El hombre anciano vio de reojo a la niña y miró el caos atrás, donde antes fue el escondite de los rebeldes.
—Limpien sus recuerdos de esto y de esa traidora. Espera, de hecho, no lo hagan. Del todo,Tengo una idea —dijo el anciano con una sonrisa macabra, mientras su ojo mecánico brillaba con malicia.
Día 60.
—Ella ella ella murió. —dijo Ikuno algo atontada mientras estaba en una camilla conectada a equipo médico.
—Sí —dijo Werner de forma impasible, mirando a la niña—. Fue asesinada por los Klaxosaurios —dijo el hombre mientras veía a la niña revivir otra vez el dolor de perder a un ser tan querido para ella.
—¿Cómo... cómo pasó? —tartamudeó la niña con dolor en su voz.
—Ella iba de camino a un lugar especial para traerte esto —dijo Werner dejando el pequeño animal peludo en la cama.
Era un conejito blanco.
—De camino de regreso, su transporte fue atacado por un Klaxosaurio. No hubo sobrevivientes. Cuando te enteraste de la noticia, te desmayaste y, con la caída, te golpeaste la cabeza —dijo Werner, señalando la razón de por qué estaban allí y por qué a la niña le dolía tanto la cabeza.
Ikuno vio fijamente al conejo blanco que la miraba con sus ojos inocentes.
—Es mi culpa —murmuró la niña.
—¿Por qué? —preguntó Werner con calma.
—Yo quería ver uno, entonces le dije a madre que me trajera uno —dijo Ikuno lentamente.
—No es tu culpa —corrigió Werner con paciencia—. Es culpa de los Klaxosaurios, como siempre —dijo el anciano con calma.
Ikuno apretó las sábanas que la cubrían y su expresión antes alegre e inocente se reemplazó por una fría máscara seria e indiferente.
—Si quieres culpar a alguien, que sean los Klaxosaurios. Ellos mataron a tu madre —dijo Werner viendo cómo la ira despertaba en la niña—. Si quieres hacer algo, vengala, haz que paguen por lo que hicieron —dijo Werner mientras veía a la niña mirar afuera con una mirada nueva en su expresión, de furia.
**Actualidad**.
Werner sonrió al escuchar a una de las pequeñas semillas que dejó para apoyar a la futura pareja que controlaría a Star Entity.
—¡Muere, muere, muere! —gritó Ikuno mientras piloteaba el Chlorophytum junto a Hiroshi, arrasando con el enjambre de Klaxosaurios—. Esto es por ella, y ella, y ella —gritó el Chlorophytum mientras mataba a un Klaxosaurio tras otro, acumulando los cuerpos a su alrededor.
—Entonces, esa es la hija que estabas criando, ¿eh, Felicia? —pensó Werner con una sonrisa alegre en su ojo humano, ignorando las miradas de horror que Nana le dirigía.
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La sangre de Ikuno bajaba por su nariz mientras su euforia se desvanecía con cada segundo. A medida que leía los documentos, sus verdaderos recuerdos salían a la luz, desbloqueando los preciados recuerdos y revelando la verdadera verdad.
—Es por eso que te pusiste así cuando escuchaste que iba al escuadrón trece —murmuró Ikuno mientras más lágrimas caían de sus ojos, casi manchando las muchas imágenes de los anteriores escuadrones trece.
La chica apretó sus puños y golpeó la pared de cemento una y otra vez, desahogándose mientras reventaba sus manos contra la dura piedra.
—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! —pensó Ikuno mientras su ira crecía hasta un punto de casi ebullición. Luego, todo se enfrió mientras la chica se desplomaba en el suelo, llorando amargamente.
Lo siento. Mamá.
**Día presente**.
Ikuno se sobó distraídamente sus manos vendadas mientras seguía a Hiroshi, que caminaba alto y fuerte. El poco personal adulto que lo veía agachaba la cabeza, pero ella podía ver su disgusto, aunque no podían más que ser sumisos ante Hiroshi.
—¿Qué harás ahora con tu compañero? —preguntó Hiroshi, llamando la atención de Ikuno, que resopló ante la mención de ese tipo.
—Por mí, que se vaya. Una persona como él solo nos matará tarde o temprano. Él y los demás, si no se toman esto en serio —dijo Ikuno con calma.
—Tienes razón. Por cierto, ¿has visto a Zero Two? —preguntó Hiroshi, mirando por encima de su hombro.
—No la he visto —dijo Ikuno, negando con la cabeza.
—Me pregunto dónde estará —se dijo Hiroshi.
**En otro lugar**.
—Sabes, mi cariño puede ser paciente y piadoso, pero tu estupidez está costando caro.
Mitsuru se tensó en su cama de hospital al escuchar la voz de ese... ese monstruo.
—En la línea original puede que seas algo rescatable, pero no me arriesgaré a que perjudiques más tus comentarios. No lo parece, pero ni Darling se molestó por tus comentarios de que tú, un asqueroso humano, podías apartarme de su lado —dijo Zero Two, sentada frente a Mitsuru, estando solos en la enfermería.
Los ojos de Zero Two brillaron con frialdad mientras miraba al chico, que la veía con puro terror.
**Fin del capítulo**
Este capítulo fue difícil para mí. Ni sé cómo demonios hice para inventar todo un arco de infancia de Ikuno, pero bueno, así de raro soy. Espero que les guste y nos vemos en el próximo capítulo.
Recuerden sus comentarios son el combustible que me motiva a seguir sacando capítulos.
Adiós.