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Chapter 13 - La conexión

Desperté sintiéndome más cansada de lo que debería. Las pesadillas se habían vuelto casi constantes, y cada vez parecían más reales, como si algo estuviera tratando de alcanzarme a través de mis sueños. A pesar de la luz suave que entraba por la ventana, una sensación de inquietud me envolvía. Me lavé la cara y me miré en el espejo, esperando ver algo distinto. Algo... algo que explicara por qué me sentía tan extraña últimamente. Pero no, solo estaba yo, con los mismos ojos violetas de siempre, aunque... ¿había algo diferente en ellos? Un brillo que no recordaba haber visto antes.

Intenté ignorarlo. Solo estoy cansada, eso es todo.

El desayuno en casa con mis padres fue como siempre: cálido, cómodo, rutinario. Pero mientras intentaba sonreír, mi mente seguía vagando hacia los extraños sucesos del bosque, y esa sensación de ser observada que no podía quitarme de encima. Mamá, como siempre, me observaba con esa mirada de madre preocupada.

—¿Estás bien, Amery? —preguntó con su tono suave de siempre, pero el ceño fruncido en su rostro me dijo que estaba más preocupada de lo que quería admitir.

—Solo un poco cansada —mentí. Sabía que si empezaba a contarle sobre los sueños, las sombras, o lo que había sentido en el bosque, solo la alarmaría más. Después de todo, ni yo misma entendía lo que estaba pasando. Era mejor no mencionarlo... por ahora.

Terminé el desayuno lo más rápido que pude y me despedí de ellos antes de salir hacia la universidad. Sentía que mi corazón estaba más pesado de lo normal. Todo me parecía más intenso: el ruido de los autos en la calle, el sonido de mis propios pasos, el viento frío de la mañana golpeándome el rostro.

Al llegar al campus, intenté concentrarme en las clases, pero cada palabra que salía de la boca del profesor se desvanecía casi al instante. Caleb. El solo recordar su sonrisa me provocaba una mezcla de inquietud y... algo más. Algo que no podía explicar, pero que me hacía sentir expuesta, vulnerable. Era una sensación que odiaba.

Durante el receso, me alejé de todo y todos. Me senté en el jardín, buscando un respiro, un momento de paz. El sol estaba cálido, pero no me ofrecía la calma que necesitaba. Cerré los ojos y de encontrar algún tipo de silencio en mi mente. Pero entonces lo sentí de nuevo: esa energía en el aire, esa extraña sensación de que algo me estaba llamando, atrayéndome. Sin pensarlo demasiado, me levanté y comencé a caminar.

Mis pies me llevaron hacia la salida del campus y, antes de darme cuenta, estaba frente al bosque. ¿Por qué estaba aquí? Algo dentro de mí, algo más profundo que la simple lógica, me estaba guiando. No había forma de resistirlo.

Al entrar, sentí cómo una calma extraña se asentaba en mí. Los árboles crujían suavemente con el viento, pero el sonido era... acogedor. Familiar. Me adentré más, siguiendo ese instinto que no podía explicar. Finalmente, llegué a un claro iluminado por un rayo de luz que se filtraba entre las ramas. Y ahí estaba. La sombra.

Esta vez, no desapareció. Se quedó, esperándome, observándome. Sentí una conexión con ella, como si la conociera desde siempre, aunque no podía entender cómo.

—Has comenzado a despertar, Amery —dijo la figura con una voz suave pero llena de poder. Un escalofrío recorrió mi espalda. —Tu viaje apenas comienza.

—¿Qué... qué estás diciendo? —pregunté, aunque mi voz temblaba un poco. Sentía miedo, sí, pero también... curiosidad. ¿Despertar? ¿A qué se refería?

—Eres parte de algo más grande. Es hora de que recuerdes quién eres —continuó la figura, extendiendo una mano hacia mí. Recuerdes. Esa palabra me golpeó con fuerza.

—No entiendo. ¿Quién soy realmente? —Mi voz sonaba pequeña en comparación con el inmenso vacío que sentía en mi pecho.

—Tu manada te necesita, Amery. Ellos han sentido tu llegada, y las fuerzas que te rodean están cambiando. Pero también hay quienes te quieren controlar.

Un millón de preguntas se agolparon en mi mente. Manada. Fuerzas. ¿Quién quería controlarme? Nada de esto tenía sentido.

—Tú tienes el poder de decidir tu destino —dijo la figura antes de desvanecerse, dejándome sola en el claro. Su última advertencia resonaba en mi mente: Elige sabiamente.

Me quedé allí, de pie, inmóvil, tratando de procesar lo que acababa de pasar. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y por un momento, no supe si lo que había visto era real o si simplemente mi mente me estaba jugando una mala pasada. Pero lo que sentí... esa conexión, ese tirón en mi interior, no podía ser solo una ilusión.

El viento empezó a soplar más fuerte, arrancándome de mis pensamientos. Era tarde. Muy tarde. Mamá y papá se van a preocupar si no vuelvo pronto. Me di la vuelta y caminé de regreso a casa, aunque con cada paso, la sensación de que mi vida estaba a punto de cambiar no me abandonaba.

Cuando llegué, el ambiente en casa era el de siempre: acogedor, cálido. Mis padres estaban en el sofá, conversando entre ellos, pero notaron de inmediato cuando entré.

—¡Hola, cariño! —dijo mamá, sonriéndome—. ¿Cómo te fue hoy?

Me desplomé en una silla frente a ellos, lanzando mi bolso sobre la mesa.

—Fue... raro —admití, sin saber cómo empezar a explicar lo que había ocurrido en el bosque. —Vi algo en el parque después de clases. Algo... o alguien. No sé. No puedo explicarlo.

Papá me miró, su rostro más serio de lo que acostumbraba. ¿Sabía algo?. Me estaba volviendo loca o, ¿realmente había un secreto que me estaban ocultando?

—Cariño, probablemente solo fue el estrés —dijo mamá, con esa calma que siempre usaba cuando intentaba evitar que me preocupara por algo. Pero su mirada... había algo más.

No quise presionar. Sabía que, por más que lo intentara, mis padres no me contarían lo que realmente estaba pasando.

Subí a mi habitación después de una cena ligera. Mi mente estaba hecha un caos, y ni siquiera mis libros de anatomía podían distraerme. ¿Qué demonios me está pasando?

Mi teléfono vibró, sacándome de mis pensamientos. Era Carla. Oh, genial. Otra persona que está preocupada por mí.

—¿Estás bien? Te fuiste muy rápido del parque, pensé que querías hablar —decía su mensaje.

Tecleé rápidamente una respuesta, intentando sonar normal: "Sí, todo bien, solo un poco de estrés. Gracias por preguntar."

Casi de inmediato, otro mensaje apareció. Esta vez de Alex: "Ey, ¿nos vemos mañana para repasar? No te olvides del examen de fisiología."

Le respondí que sí, agradecida por tener a alguien que me ayudara a mantener los pies en la tierra.

Mañana. Mañana sería otro día, pensé, pero la verdad era que no sabía cuánto más podría seguir fingiendo que todo estaba bien.

, y que quizás lo que había ocurrido en el parque no era una coincidencia.