Lo primero que logró sentir al salir del interminable vacío fue frío en su espalda. Tan punzante fue que sus ojos se abrieron como platos, y sus pulmones se expandieron con desesperación en busca de aire, el cual tragó en una sonora bocanada. Al instante su corazón comenzó a latir con más fuerza, asustada por lo que a su alrededor veía sin poder discernir familiaridad en nada de lo que la rodeaba.
"Qué...¿qué pasó?¿Por qué me da vueltas la cabeza?"
Intentó levantar una mano para llevársela a la frente, y fue cuando sintió no solo sus dedos, sino también todo su brazo amortiguado, como si se hubiera dormido encima de estos largo rato. No podía ser, ya que hasta donde podía percibir, se hallaba de espaldas contra algo acolchonado, aunque bastante incómodo, ahora que lo sentía con claridad.
Su vista estaba clara ahora, pero solo veía una habitación oscura, donde hacía mucho frío además:
- Hola. Ya despertaste.
- ¿Eh? ¿Quién dijo eso?
Las retinas se le encandilaron ante el foco que cayó con su brillo sobre su cara. Tras apartar la vista y volver a mirar con cautela, se perfilaba a su izquierda el perfil de un hombre, y una observación más enfocada le permitió distinguir tanto su camisa verde como su larga bata de doctor. Este se acercó y ella trató de levantarse, el amodorramiento nuevamente apoderándose de ella al tratar, sin éxito, de levantarse de lo que parecía una silla de dentista:
- Mi nombre es Koh Sewon - respondió el desconocido.
Este al decir aquellas palabras no pudo evitar sonreír como si recordara de repente una gran ironía:
- ¿Qué hago aquí? Por favor no me hagas nada.
Ella negaba con la cabeza de forma ansiosa, el miedo reflejado en sus acuosos párpados.
- Yo te dije mi nombre. Ahora dime el tuyo.
Este puso una linterna en cada pupila, verificando sus reflejos.
- ¿Qué haces?
- Responde la pregunta, por favor - replicó él - Tienes nombre, ¿cierto?
- Sí, si tengo...
La joven pausó unos segundos, dándose cuenta que su mente seguía algo embotada, sintiendo la cabeza grasienta y fría de repente. A ella vino toda una plétora de recuerdos:
- Mi...yo me...llamo Sa-rang. Cheon Sa-rang.
El hombre, como si hubiese sentido aquella cascada mental, levantó la vista con curiosidad, mirando por encima de la silla. Sa-rang volteó el rostro en la misma dirección, pero apenas vislumbró brillos azules emanando de una fuente desconocida.
- Las gráficas detrás de ti no las entenderías de todos modos. No te molestes, quieta.
Trató de pensar rápido en cómo podría lidiar con esto, pero no se le ocurría más que la interrogante de cómo pudo terminar en aquella situación.
"Cómo fue que...vamos, trata de recordar..."
Flores amarillas, brisa salada, sol, algo entre sus manos, pero su remembrancia fue interrumpida:
- Edad...
Sacada de su pensamiento, respondió algo crispada:
- ¿Por qué sigues preguntándome cosas así? No sé qué punto tiene...
- Digamos que este es un examen médico...no convencional. Pero antes de informarte de cualquier pormenor, necesito que mantengas la calma.
Ella, de forma ansiosa, respondió:
- Ni siquiera sé dónde estoy, o por qué...me tienes secuestrada aquí.
- Secuestro son palabras mayores. No es el término que usaría.
- Tampoco parece que viniera aquí yo sola.
- No. Ahora dime, tu edad...
- Bien, pero deja de insistir. Tengo 23.
- Ok. Ahora vamos con tus reflejos. Intenta no pensar en nada.
Este probó los reflejos a lo largo y ancho de su cuerpo. Su pantorrilla derecha se levantó y luego su izquierda. Mirando abajo, Sa-rang se miró el ombligo tras eso, poniéndose roja al recién percatarse. Gritó a todo pulmón antes de acurrucarse sobre su asiento, cruzando los brazos sobre sus piernas dobladas:
- Ey, qué crees que...
- ¡Degenerado! ¡¿Qué me hiciste?!
La sorpresa inicial del examinador se disipó rápidamente, respondiendo con la compostura intacta:
- Veo que tu respuesta motora es normal. Y que la irrigación capilar parece haber vuelto.
Sa-rang entonces lo imprecó, aun con miedo:
- ¿Dónde está toda mi ropa?
El hombre se encogió de hombros:
- No la llevabas puesta cuando te traje. Tampoco es que te sacara de un funeral o algo así.
Los labios de Sa-rang se abrieron, su mirada se perdió en confusión, en tanto el doctor decía:
- Es cierto, no lo recuerdas. No podrías...
- Funeral...
- Bien, procedamos con los análisis de sangre. Vuelve a sentarte...
Este se intentó acercar una vez más con una jeringa en mano, pero ella al ver la aguja se aterrorizó, y al tratar aquel hombre de tomar su brazo, ella le miró al rostro, con tanto miedo y rabia que:
- ¡No!¡Déjame!
Había pateado el diafragma del hombro, haciéndolo perder el equilibrio y caerse, golpeando uno de los aparatos de monitoreo mientras recuperaba el aliento. Este vio como la joven corría atravesando las persianas plásticas del laboratorio, subiendo escaleras en un santiamén.
- ¡No, espera...!
Sa-rang atravesó un pasillo, pasando por el lado de una sala, tropezando un par de escalones en el camino. Al tratar de agarrarse la cabeza, sintió no su cabello, sino alguna clase de casco con protuberancias cubriéndolo. Se paró, ignorando los raspones en sus rodillas y antebrazo, el dolor en un pie, y salió por la puerta de aquella casa.
"Tengo que salir de aquí, volver..."
Afuera estaba incluso más helado, el patio resbaladizo por la lluvia torrencial. Era de noche, y el vapor del agua dificultaba aun más el ver en medio del aguacero. Sa-rang agradeció que la puerta de calle no tuviese llave puesta, y salió despavorida por el camino, esperando que su captor no pudiese alcanzarla.
- ¡Ayuda, por favor!
Este había subido a su auto, y estaba saliendo a su encuentro. Al ver la sangre en el pasillo, se había preocupado incluso más, cosa reflejada en su expresión ansiosa. Tomó una grabadora de su bolsillo, y tras posarla en el portavasos, comenzó a hablar:
- 21 horas con 36 minutos del 21 de agosto de 2024. El proceso de inducción en el sujeto 47 ha sido todo un éxito. Eso de no ser por su repentino escape hace 5 minutos.
Entre las calles de asfalto chapoteaba la joven en su correr, y tras quién sabe cuánto halló un lugar con luces. Más era su miedo que su pudor en ese instante, por lo que sin pensárselo dos veces se metió a la tienda, resbalando con el suelo, cayendo de manos mientras respiraba niebla, agitada. Se trataba de un local de ropa de segunda mano, y las pocas personas dentro quedaron completamente pasmadas al verla entrar de aquella forma, incluyendo la casera, una señora mayor que parecía más consternada que otra cosa:
- ¡Oiga!
Sa-rang se había levantado, acercándose a la mujer, quien algo aprehensiva aún salió del stand, mirando de un lado a otro antes de decirle:
- ¿Por qué entra de esa forma a mi tienda?¿Cómo puede estar así en medio de la tormenta?
- A...alguien por favor, ayúdeme...
- Por favor, cálmese, venga conmigo.
- No, no, no, alguien debe llamar a la policía, un loco me tenía en su sótano, él...
- Espera jovencita...
La mujer miró de vuelta a los 4 o 5 clientes, enfundados en impermeables o con paraguas, tratando de filmar la escena o bien llamando por teléfono, alarmados:
- ¡Todos ustedes, salgan de aquí ahora mismo, estamos cerrados...!
- Señora - dijo uno - No la podemos dejar con esa tipa rara, alguien debe sacarla.
- Tiene razón - dijo una mujer - además esta lloviendo demasiado y...
La mujer tomó una escoba y la levantó contra la gente, aproximándose a paso corto:
- No me interesa...largo, fuera...
Les empezó a dar escobazos con fuerza en la espalda y el trasero, indignando a la gente y echándola. Paso seguido apagó la luz del lugar y cerró la persiana mientras la gente murmuraba con enojo sobre su comportamiento.
Quince minutos más tarde, Sa-rang tiritaba mientras se sentaba en el banquillo frente a la caja fuerte, su nueva anfitriona ahora trayéndole una toalla para ponérsela en la espalda.
- Pobre muchacha. Debiste tener mucho miedo...
Sa-rang finalmente salió de su entumecimiento, y se llevó las manos a la cabeza, mirando al fin el misterioso casco. Las protuberancias resultaban algo familiares, las había visto en alguna parte antes:
- "He visto esto antes...pero no recuerdo dónde..."
- ¿Y esa cosa qué es?
Ella se sobresaltó al verla llegar junto a ella llevando algo entre sus manos:
- No...no lo sé... - replicó la joven.
- Oye, ten...
La mujer le extendió una taza hirviendo. La joven, reaccionando tarde, soltó el aparato y la tomó tímidamente por el asa:
- Es té de ginseng. Te calmará los nervios.
Tomó un sorbo, y dejó la simpática porcelana en el mostrador, procediendo a sentir la toalla sobre ella. Se secó el cuerpo, y apenas terminó, la dobló con pulso aun algo torpe, diciendo:
- Gracias, señora. Perdón por...espantar a sus clientes, le compensaré...
- Oh no, no, descuida, estabas fuera de ti en ese instante - replicó - Pero todavía no me explicas algo, y tal vez no es buen momento, pero debo saber qué te pasó si quieres que te ayude.
Sa-rang se volvió a sentar, y se tomó un poco más del té mientras la mujer tomaba un vestido amarillo de una percha cercana e interiores de otro:
- Bueno, no es que me sobre el dinero, pero ya que no tienes que ponerte puedes probarte esto...
Miró por un momento el atavío. Recordó algo, aunque no supo si era real o quizá un sueño que tuvo anoche con...
- Se lo agradezco...
La joven, tras vestirse, había espabilado lo suficientemente como para decir:
- Por favor, llame al 119. Un hombre...
- ¿Entonces es verdad? Qué terrible, no entiendo cómo pueden existir animales así.
- Simplemente...desperté en ese lugar y...me preguntó...¿Qué quería él de mí...?
Mientras ella hablaba, la casera, en total silencio, dejó un par de zapatillas Nike chinas y calcetines gruesos junto a ella. Prefirió guardarse su respuesta mientras marcaba su teléfono y llamaba.
- Nunca lo había visto...en toda mi vida.
- Tal vez...
- Creo...que no. No me siento...distinta.
Por primera vez desde que despertó, pudo esbozar una sonrisa con algo de esfuerzo, alzando palmas:
- Sólo tengo las manos más frías de lo normal...
La mujer, con lástima, le devolvió la sonrisa:
- Deberías tomar más té para recuperarte. Espera, creo que contestaron.
Pasó el teléfono, y una voz preguntó
- 119, ¿Cuál es su emergencia?
- Hola, quiero denunciar un secuestro.
- ¿Quién es la persona afectada?
Ella pausó antes de seguir:
- Fui yo, logré escaparme.
- ¿Cuál es su nombre y RRN?
- Cheon...Cheon Sa-rang. Es xxxxxx xxxxxxx.
- Por favor, dígame lo que recuerda del lugar del crimen.
- Era...una casa, había un sótano extraño, con aparatos y un muro rodeando el patio...
- Un momento señorita - dijo la operadora - Creo que hay un error en sus datos.
- ¿Cómo?
- Según lo que tengo aquí...usted...
La llamada se cortó de repente:
- ¿Hola? Hola...
Las farolas de un vehículo se encendieron tras la persiana. Sa-rang dejó caer el teléfono, aterrada, al ver la misma silueta que la había recibido en el laboratorio.
- No, no, es él, es el hombre, viene por mí...
Este posó una mano en el ventanal afuera, y se movió a continuación hacia la puerta. El pomo giró, pero al estar cerrado, la mano lastimada comenzó a forzarla, agitándola, cada vez más fuerte.
- ¡Oh, Dios mío...! - exclamó la casera, aterrada - ¡No se atreva a entrar, váyase...!
Toda la chapa finalmente se rompió como si fuera de plástico barato, haciéndolas emitir un grito de pavor. El hombre caminó lentamente al interior tras empujar la puerta y romper el vidrio en trizas, extendiendo los brazos con arrogancia, y una expresión de hastío.
- ¡No lo entiendes todavía, Sa-rang. Aquí no tienes dónde correr! Tu rastro es muy fácil de seguir.
- ¡Deja de acercarte...te lo advierto!
Ella agarró una mesita y alzó las patas de esta contra el intruso, intentando embestirlo. Este con su mano herida la tomó a velocidad pasmosa y la arrojó a un lado con facilidad. En menos de un parpadeo la tomó por el cabello mientras avanzaba empujando a la mujer por los aires, estrellándola contra el espejo de un vestidor.
- Además te llevaste mi equipo de trabajo...
Tomó el casco de detrás del mostrador, tomándose el resto del té antes de tirar la taza al piso y marcharse empujando de la nuca a Sa-rang, quien trataba frenéticamente de soltarse pegando chillidos y arañándole el brazo hasta hacerlo sangrar.
- ¡Estás enfermo. Mataste a esa mujer!
- Vivirá. Aunque tal vez no vuelva a caminar igual. Es irrelevante.
Sewon la arrojó en el capó, que abrió y cerró con su mano libre, y emprendió la marcha mientras las sirenas de policía sonaban a lo lejos; las llamadas de los clientes por el disturbio en la tienda no habían tardado en responderse. La joven trató entonces de orientarse, haciendo todo por recordar cada giro y de algún modo lo que tomaba cada tramo en ser recorrido.
Los metros pasaban como si fueran pasados por un caracol en su mente, mientras terminaba de adquirir toda la claridad que necesitaba respecto de la situación previa a la que estaba viviendo. Nombres vinieron a su mente, de una vida entera que parecía haber sido eternamente enterrada en el pasado, y de entre todos ellos los de aquellos a quienes, parecía, más había amado.
- Gu Won...
Tosía con sequedad, y estornudó varias veces, ya las consecuencias de su exposición al frío comenzando a presentarse, en tanto se mantenía lo más quieta que podía
"Un momento..."
Se dio cuenta, tras media hora de crujido de chasis y variopintos sonidos provenientes del exterior, de que su recorrido no había sido sino una enorme vuelta, incluyendo un tramo elevado de avenida. Más pronto que tarde se detuvieron, regresando la iluminación de una farola a su rostro, antes de que el doctor la agarrara por el brazo, cargándola manos a la espalda directamente al interior de una subestación eléctrica.
Había parado de llover por un momento, brisa cayendo gentilmente sobre sus cabezas mientras se internaban por una puerta de reja entreabierta, recorriendo los peligrosos sistemas de electricidad hasta llegar a una especie de caseta de concreto sin ventanas. Al llegar, sólo los iluminaba un triste foco polvoriento rodeado de telarañas y moscas muertas al igual que el resto del bloque desnudo, poroso por la falta de mantenimiento al igual que dos estantes oxidados junto a sillas metálicas. Lo que desentonaba totalmente eran las escaleras descendentes bajo la supuesta tapa de alcantarillado en medio del piso:
- ¿Qué es este lugar?
- Debiste quedarte en casa, 47, ahora tendremos que conformarnos con esto...
Debajo del suelo resultaba hallarse un sótano bastante similar al de la casa aunque más amplio, con prácticamente los mismos equipos que el sitio anterior. Excepto quizá por la apariencia frankensteiniana de las máquinas, pegadas con cintas, oxidadas en parte o cubiertas de polvo.
- No, esa no era mi casa, yo no merezco nada de esto...
Fue amarrada a una silla plástica, y el casco fue conectado a nuevos cables. Esta vez, tras un par de minutos, pantallas viejas de televisión apiñadas unas sobre otras se encendieron frente a ella, mostrando signos y mapeos cerebrales. La mayoría, sin embargo, sólo mostraba estática.
- Lo que creas merecer me importa poco. Lo que vale es el progreso, y tú eres su viva imagen.
- Explícame de qué hablas, no te entiendo nada... "Ay, pero qué estoy diciendo, el tipo obvio está mal de la cabeza..."
- Bien, no tengo otra que comenzar a contarte, y no tengo demasiado tiempo...
Sa-rang recordó las sirenas que los seguían al principio, la vuelta, comprendió:
- La policía vendrá pronto, ¿no es así? Deberías entregarte y dejarme ir, yo...te ayudaré si lo haces.
La joven inmediatamente se arrepintió de decir aquello, pero no se le ocurría más maneras de hacer tiempo, más allá de lo que aquel tipo tuviera que decir:
- Nadie puede ayudarme, excepto tú. Y es la razón por la que te llamé.
- Sigues...diciendo esas cosas...son puras incoherencias...
- No, no, tu mente, tu consciencia, lo que en verdad eres y siempre has sido...
Las pantallas comenzaron a mostrar intermitencias, prendiéndose y apagándose hasta que todas, al unísono, mostraron imágenes. Sa-rang tardó muy poco en saber lo que eran.
- Todo vino aquí, gracias a mi nueva obra maestra. Ese casco...
- Sé donde he visto algo así, sí... - dijo la joven.
- ¿Y dónde lo viste? - preguntó él para inquirir.
- Cuando me hice un examen médico, recientemente - ella señalo con algo de insistencia - Te ponen cosas como esa en la cabeza...
- No vas mal encaminada, pero estos no solamente escanean tus ondas cerebrales, 47.
Sa-rang miraba la pantalla, atónita, y veía de nuevo lo que había visto de niña, oyendo pensamientos viejos salir de los parlantes de aquellos televisores. Pronto también oyó pensamientos más cercanos, más correspondientes a la realidad que hasta hace poco había conocido, su normalidad. Vio desde sus propios ojos, recuerdos vividos, ese lobby elegante, una vez más. Y una imagen recurrente, de un hombre joven serio y taciturno, oyó su propia mente, pensando en lo que la había llevado a cambiarlo todo:
- Tu...puedes ver lo que tengo dentro también...
- El Hotel King...así se llama donde trabajas...interesante
- Así que con sonrisas... - dijo Sewon - lo resuelves todo...claro, seguro que si...
- Espera, ¿qué? Oye, cómo es que se puede...
- Oh, pero qué tontería...y supongo que ese hombre que no paramos de ver una y otra vez en pantalla es tu...novio o...algo por el estilo, ¿correcto?
Ella no respondió, pensando con intensidad que desearía tener el apoyo de aquel mismo hombre ahora. Si pudiera contactarlo ahora...
- Ni siquiera te molestes, no solo leo tus pensamientos pasados con mi máquina, sino que registro todo lo que estás pensando justo ahora.
Este se acercó a su oído, y susurró:
- Así que escucha con atención. Necesito que hagas algo por mí, nada muy complicado. Una búsqueda...
- ¿Qué...búsqueda? - cuestionó - Deja de hacer esto, por favor, déjame ir.
- Me temo que no es tan fácil.
- ¿Por qué? Yo no he hecho nada, no debería estar aquí - ella apartó la mirada - quiero irme a casa...
- Te contaré una historia, verás - siguió él, ignorándola - Yo...Koh, Sewon, soy...bueno, fui...el mejor neurólogo de Corea en mi momento.
"¿Y cómo acabaste...así, entonces?" - se preguntó Sa-rang.
- Y yo...cree un medio, un método...que me permitía electroestimular el sistema nervioso central de cualquier ser humano, permitiéndome un acceso, una llave, extracción...de los recuerdos, fragmentos de personalidad incluso, algo accidental...entre un cerebro y otro.
- Eso...cómo puede ser... - ella miró los monitores - Es...algo que no puedo creer...incluso viéndolo.
- Hice la prueba...lo apliqué...en cuerpos humanos...recientemente fallecidos.
La chica al escuchar eso se puso pálida una vez más:
- Tuvimos...tuve, muchos problemas con eso, ¿sabes? Mi hijo...casi lo...perdí cuando tra...alguien quiso robar mi trabajo y mandarme a la cárcel. Pude resolverlo, satisfactoriamente, sí...
Ella se preguntaba por qué ahora de repente se ponía a pensar tanto en sus palabras; si trataba de disimular alguna segunda intención o mentira tras su relato, lo estaba haciendo terriblemente mal.
- No hubiera sabido que alguien más se interesaba en mi trabajo. Esos infelices del gobierno, sabían del proyecto...mi proyecto. Hasta ahora no sé como, pero me obligó a crear este lugar, por si acaso.
- Es...muy interesante lo que dices, y que el gobierno te siga, pero nada de eso tiene que ver conmigo.
- Oh, tiene todo que ver - respondió él - De no ser porque metían sus narices en mis asuntos, no habría llegado ese maldito.
- ¿Quién? No te entiendo nada...
- Jamás me dijo su nombre. Le extraje una muestra de sangre y no coincidía con el ADN de nadie. Llegó con todas esas promesas, hacer que me dejaran en paz, si usaba su regalo para mí.
Sa-rang asentía frustrada y cansada de la situación. Tenía la esperanza de que pronto vendría alguien a sacarla de ese manicomio:
- Es el método por el que te traje hasta aquí, Cheon Sa-rang. Usé a varios sujetos para los nuevos experimentos, algo revolucionario, él me ayudó a entender...viaje...entre universos...
- Estás loco, eso es ciencia ficción...
- También lo creía. Hasta que me lo mostró...era capaz de atravesar la barrera...entre mundos. Lo hacía en cuerpo...y usando mi técnica...experimentamos...con decenas de cuerpos, para hacer ese mismo viaje pero...solo transportando a la mente.
En ese momento le cayó la realización como baldazo de agua fría. Ella tocaba su piel, sus brazos, su cara, ansiosa, boquiabierta:
- Esto, todo esto, y esto, y todo...
- Ese sujeto...me dio coordenadas, miles de ellas, parecía no importarle revelarlas. Abducíamos la mente desde un lugar...y la ingresábamos en el cerebro. Como en el método anterior, solo los cadáveres frescos servían para el procedimiento...
Sa-rang se sintió tan asqueada, indignada y ahora ya nada de esto le parecía más que una pesadilla absoluta de la que no lograba despertar:
- ¡¿Pero qué es todo esto, qué se supone que es?! Por favor...sáquenme de aquí...
Ella estaba desconsolada, en tanto Se Won solo seguía sin miramientos:
- Huh, emociones, son una molestia. Y luego, ese infeliz...me engañó...solamente me dio la mitad de la fórmula. Lográbamos inducciones, por pedazos, hasta que lo logré contigo. Pero una mente aquí, una proyección completa y definitiva, ¡no lo puedo lograr!
El científico loco golpeó el aparador:
- Maldición...heheh...bien, bien, bien... - susurraba, y habló de nuevo con ella - Lo que quiero, Cheon Sa-rang, es que me ayudes a buscar a ese sujeto.
Buscó en los bolsillos de su abrigo, hasta hallar una foto, la cual le mostró; ella podía ver a un sujeto occidental delgado, ojos marrones, una piel pálida y cenicienta, con un cabello negro desaliñado, largo hasta el cuello, vistiendo una chompa negra y jeans del mismo color, con camiseta blanca.
- Ya veo. Estoy...muerta, muerta...en este mundo...
- Tenía el mismo nombre, ese cuerpo donde estás - dijo él - Lo increíble de tu caso, es que se conservó congelado más de un año. Bien preservado, excelentes condiciones, superó mis expectativas.
- ¿Cómo?
- ¿Eh?
- ¿Cómo...murió? - se señaló a sí misma - Ella. Tú...¿sabes, sabes por qué?
- Ughhh...bueno, ella...el reporte de la autopsia decía que estaba de camino a una entrevista de trabajo...¡ah, espera, ya me acordé de algo! Ese Hotel King...así se llamaba el lugar al que iba...vaya coincidencia...
- Oye, cómo, dices que...
- Sí, si...ella iba a entrevistarse en ese Hotel King...pero nunca llegó. La impactó un auto en la calle. Murió al instante. Descuida, nunca la formolizaron, y...me aseguré de reparar el daño interno...hice un par de trasplantes.
Al oírlo, eso la puso triste, pensar que la persona cuyo cuerpo ocupaba ahora tenía esos mismos sueños, las mismas aspiraciones que ella...y que nunca llegó a ser. Pensó en su abuela, que habría sido de ella, sola en el mundo. No pudo evitar llorar:
- Si quieres volver a ver a tus seres queridos, también necesitarás la fórmula que busco.
Ella lo volvió a mirar:
- Así es. Una vez hagas esto para mí, no tengo ningún otro uso para tu tonta habilidad. Esa sonrisa tuya me puede servir, el idiota ese es sensible a gestos afectivos de una mujer.
- Y tú...tú...
- No quieres saberlo.
- Ok.
- Sácale esa formula, cómo sea. Tráemela, y te podré devolver a tu verdadero cuerpo, en tu verdadero mundo.
- Pero hay algo que no entiendo...¿qué ganas tú?
- Desaparecer. Buscarme a mí mismo, pasar mi mente...adiós a mis problemas aquí, comienzo en otro lado.
"No tengo más opción. Es imposible...saber si me dice la verdad en todo, pero es mi única oportunidad por ahora."
- Lo haré...
El científico sonrió:
- Muy bien. Todo está preparado.
Se apartó, y tomó de un aparador un casco, similar al de Sa-rang, pero con un visor similar al de una interfaz de realidad virtual. Tomó asiento en otra silla oxidada, acercándose a su víctima de nuevo, y en el display frente a sí utilizó el mapa, similar a un mar de corrientes, como ríos corriendo en el infinito. Usó su mirada para alternar el puntero frente a sus ojos, el cual a cada contacto arrojaba un número, otro, otro, y otro más.
- ¿Qué haces?
- Busco el primer lugar...uno al que le gustaba llevarme...es nuestra primera pista. Allí recibía sus atenciones el muy cretino...
- Ah, entiendo.
Por unos minutos buscó y buscó. En un momento dado se escuchaban pasos arriba de ellos, ecos lejanos, ladridos de perros. Ella estaba segura; debía ser la policía, seguramente habían hallado el auto de su captor, y lo estaban buscando por todas partes. Se debatió brevemente si gritar para pedir auxilio, pero pronto descartó aquello, simplemente porque, si en esa realidad, ella estaba clínicamente difunta, de nada le serviría regresar. Además, y mucho pesaba en su corazón, que tal vez ya no tuviese una abuela aquí para recibirla si decidía quedarse.
No. Su familia la esperaba, todos sus seres queridos la esperaban. Aún así solamente una pregunta la acosaba:
"Si mi...mente está aquí...¡¿qué pasó con mi cuerpo?!'
- Listo, encontré el sitio. Te espero para tu reporte...tendrás media hora...
Unos zumbidos eléctricos comenzaron y las luces parpadearon por toda la subcentral, asustando a los policían arriba; los perros se pusieron nerviosos, espumando por la boca y ladrando
- Espera, ¿así nada más? - cuestionó, asustada...
- Pregunta por el Bar Estrella Blanca, en la calle número 3, avenida Victoria del 49.
- Qué, y eso qué significa...¡oye, no...!
Tuvo un espasmo, y no alcanzó a exclamar nada más. En el casco de Sa-rang los cables brillaron, conectándose a un dispositivo similar a una batería cilíndrica, de la que cilindros más pequeños emergían con una especie de líquido, rojo, brillante al activarse. Un doble chirrido más, la máquina pulsó en sus luces, los cables, y para cuando dejaron de hacerlo, la chica, con su vestido amarillo de segunda mano, cayó blanda sobre su asiento.
Un minuto después, Sewon se levantó algo entumido, mirando los monitores de su computador; sacó su grabadora:
- 01 horas 34 minuros del 22 de agosto de 2024. El sujeto 47 recapturado exitosamente ha sido sometido al proceso de proyección temporario. Operación Safari comienza, primer objetivo TL1946.Q11.B449.
Finalmente, fue con ella, y revisó su pulso cuidadosamente; no había vuelto a morir. Eso era bueno; su cuerpo estaba en una especie de hibernación, prácticamente en estado catatónico.
- Debo llevarla al cuarto aséptico. Su cuerpo necesitará una siesta.