Ichiro estaba acostumbrando su cuerpo a madrugar, una costumbre que le serviría de muchas maneras en sus próximos días. A las cinco de la mañana, cuando el resto de la aldea apenas comenzaba a desperezarse, él ya estaba en pie, listo para entrenar.
Aquella mañana no era diferente, Ichiro se dirigió al campo de entrenamiento con una energía que no muchos niños de su edad compartían, pero el tenía voluntad firme y una mente mucho más maduro que lo demás, su objetivo era simple: mejorar en Taijutsu, una de las disciplinas más exigentes de las artes shinobi.
El aire fresco de la madrugada llenaba sus pulmones y, con cada respiro, se sentía más despierto, más conectado con el entorno. De acuerdo con la explicación de su maestro y lo escrito en el libro de la academia, el verdadero poder del Taijutsu venía del equilibrio entre el cuerpo y la mente, y para Ichiro, no había mejor forma de buscar ese equilibrio que entrenando temprano, cuando el silencio dominaba la aldea y su mente estaba despejada.
— Primera hora de entrenamiento...
Al llegar al campo de entrenamiento número 17, Ichiro comenzó con ejercicios de calentamiento. Sabía que el Taijutsu no era simplemente cuestión de fuerza; era una combinación de velocidad, precisión y resistencia. Inició con flexiones y abdominales, intentando que su cuerpo respondiera sin ningún tipo de pereza. Era consciente de que no contaba con los mismos talentos que los demás niños provenientes de clanes o algunos genios civiles para las técnicas de Ninjutsu o Genjutsu, pero estaba decidido a empezar con el Taijutsu, confiando en que con esfuerzo y perseverancia, podría compensar cualquier carencia.
Luego de calentar, empezó a realizar una serie de movimientos básicos. Las patadas y puñetazos parecían sencillos, pero cada uno requería una técnica específica y una gran concentración. Ichiro recordaba las palabras escritas en el manual de entrenamiento: "Un movimiento básico bien ejecutado es más poderoso que una técnica compleja mal realizada". Con cada golpe, se enfocaba en mantener la postura correcta, en dirigir su energía y en equilibrar el peso de su cuerpo.
Durante la primera media hora, se dedicó a realizar movimientos repetitivos, mejorando la velocidad y precisión de sus ataques. Después, comenzó a trabajar en la resistencia. Corrió alrededor del campo de entrenamiento, subiendo y bajando una pequeña colina, hasta que el sudor empapó su frente. Aunque era agotador, sentía que cada paso lo fortalecía. Cuando su respiración se hizo entrecortada y sus piernas temblaban de cansancio, supo que era momento de detenerse.
Tomó un descanso breve, dejando que sus músculos se relajaran mientras observaba cómo el cielo comenzaba a iluminarse. Las primeras luces del amanecer pintaban de tonos rosados y naranjas el horizonte, entonces Ichiro sonrió. Konoha era hermosa en esas horas de la mañana, y ver la aldea en calma le daba una tranquilidad que difícilmente sentía en otros momentos del día.
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Terminado su entrenamiento, Ichiro decidió caminar por las calles de Konoha antes de dirigirse a la academia. A medida que avanzaba, se topó con una figura conocida: Asuma Sarutobi, uno de sus compañeros de clase. Asuma era un chico despreocupado, con una personalidad relajada que contrastaba con la seriedad de Ichiro. Sin embargo, ambos rara vez conversaban desde que comenzó la academia , no se llevaban mal pero tampoco eran muy amigos.
—"¡Asuma!" —lo saludó Ichiro, alzando una mano mientras se acercaba—. "¿Madrugando también?"
Asuma se giró con una expresión de sorpresa, y devolvió el saludo al reconocer a este compañero suyo
—"¡Hey, Ichiro! No tanto como tú. Apenas iba camino a la academia, pero veo que ya estuviste entrenando, ¿eh?"
Ichiro asintió, limpiándose el sudor de la frente.
—"Ya sabes, aprovechar la mañana antes de que todos los demás despierten. Aunque debo admitir que no me vendría mal dormir un poco más "—comentó, entre risas.
Ambos comenzaron a caminar juntos por las calles de la aldea, charlando sobre los entrenamientos y los profesores de la academia. Aunque sus conversaciones generalmente giraban en torno a temas de Taijutsu o a las dificultades de las clases de práctica, entonces Ichiro decidió abordar un tema distinto, algo que había estado planeando para acercarse y mejorar su relación con ellos desde hacía tiempo.
—"Oye, Asuma... "—comenzó, con un tono de voz travieso—."¿Es cierto lo que se dice de ti y Kurenai?"
Asuma se detuvo un segundo, sorprendido, y una leve sombra de rubor apareció en su rostro. Intentó disimularlo, pero no pudo evitar la sonrisa nerviosa que asomaba en sus labios.
— "¿Q-qué dices, Ichiro? ¡Eso son solo rumores!"—respondió, mirando hacia otro lado, evidentemente incómodo.
Ichiro rió, dándole un codazo amistoso.
— "Vamos, Asuma, no tienes que esconderlo. La gente habla, y créeme, no se necesita ser un genio para darse cuenta de que te gusta Kurenai. Lo he visto en tu cara cuando la miras."
Asuma suspiró, resignado, y lanzó una mirada de advertencia a Ichiro.
— "Está bien, pero... ¡guarda el secreto, por favor! No quiero que toda la clase lo sepa, ¿de acuerdo?"
Ichiro asintió, levantando las manos en señal de promesa.
—"Lo juro, lo juro. Nadie más se enterará. Aunque, ¿sabes? Deberías ser un poco más directo con ella. Alguien como tú, hijo de un Hokage, seguro podría ganarse su corazón sin problemas."
El niño soltó una risa nerviosa y cambió de tema rápidamente, sin querer prolongar la conversación sobre sus sentimientos por Kurenai. Sin embargo, Ichiro todavía tenía otra cosa que decirle.
— "Y oye, Asuma... hay algo más que quería advertirte y me sigue preocupando"
—"¿Eh? ¿Ahora qué?" —preguntó Asuma de (6años), frunciendo el ceño.
—"Esos palillos que siempre llevas en la boca... deberías tener cuidado con eso. Es un mal hábito, y me da la impresión de que terminarás con algo peor si no lo dejas ahora."
Asuma miró el palillo que tenía entre los labios, alzando una ceja.
—"¿Qué? ¡Esto es inofensivo! Solo me ayuda a pensar "—respondió, quitándose el palillo y girándolo entre sus dedos—. "No entiendo por qué te preocupa."
Ichiro sonrió y negó con la cabeza, aparentemente muy preocupado por el tema y su tono se tornó 'seria'.
—"Dicen que empezar con palillos puede llevarte a algo más... como el tabaco. No me gustaría verte convertido en un adicto, Asuma. Además, te hará más difícil hablar con Kurenai si tienes un mal aliento, ¿no crees? "—añadió en tono de broma.
Asuma rio, a pesar de la advertencia, y le dio una palmada en la espalda a Ichiro. Reconociendo a este extraño compañero.
—"Eres un buen amigo, Ichiro. Pero te preocupas demasiado. Te prometo que no dejaré que un palillo se convierta en un problema."
Ichiro se sentía satisfecho. No solo había comenzado el día entrenando, sino que también había compartido un buen momento con Asuma. Sabía que su vida como ninja estaría lleno de desafíos y contar con algunas personas que te cubran la espalda era indispensable. Pero también recordó que solo con suficiente fuerza puedes mantenerte a salvó.
Cuando finalmente llegaron a la entrada de la academia, se despidieron con un apretón de manos.
—"Nos vemos en clase, Ichiro. Y recuerda, ni una palabra sobre Kurenai, ¿vale? "—dijo Asuma con una sonrisa cómplice.
Ichiro le guiñó un ojo.
—"Descuida, tu secreto está a salvo conmigo. Aunque creo que no soy el único que se ha dado cuenta. Buena suerte, Asuma."