—¡Dios mío!
Al observar cómo la condición de Li Qianfan mejoraba notablemente, las pupilas de Tong Caicai se contrajeron y una expresión de sorpresa indiscutible apareció en su rostro, seguida de una respiración cada vez más agitada.
—¿Este tipo es incluso humano?
—Es prácticamente un burro.
—¿Qué tipo de mujer podría resistir a un hombre como Li Qianfan?
En ese momento, Tong Caicai se sintió cada vez más envidiosa de Hong Jiumei. ¿Dónde había desenterrado a semejante tesoro de hombre? Incluso un hombre ciego sería amado por incontables mujeres.
—Caicai, estoy en gran forma ahora, ¿podemos hacer el chequeo? —dijo él.
Viendo que Tong Caicai todavía estaba perdida en un embeleso, Li Qianfan esbozó una sonrisa astuta y habló como un recordatorio.
Sus palabras devolvieron a Tong Caicai a la realidad y tomó suavemente la mano de Li Qianfan. Un aliento ardiente se extendió en su palma, y la sensación de ello, tan sólida como hierro forjado, hizo que su corazón latiera con fuerza.