El material de encaje del camisón era fresco al tacto, pero Li Qianfan podía sentir claramente la calidez y suavidad de la piel de Meng Lin, lo que hacía que su corazón temblara ligeramente, y no pudo evitar tragar saliva.
Especialmente sus nalgas llenas y firmes, que eran como melocotones maduros, atraían constantemente la mirada de Li Qianfan. En ese momento, sintió un fuerte impulso de tocarlas y amasarlas ásperamente.
Pero Li Dalong estaba acostado justo al lado de ellos, por lo que no se atrevió a hacer tal movimiento.
—Xiao Fan, trabajé demasiado hoy y me duele un poco la cintura. Por favor, dale un buen masaje —dijo Meng Lin, todavía contenida frente a su esposo.
—Claro, entonces masajearé tu cintura.
Li Qianfan asintió con firmeza e inmediatamente comenzó el masaje.
Sin embargo, después de masajear por un tiempo, Li Qianfan frunció el ceño y preguntó:
—Cuñada, ¿te has lesionado la cintura antes?