—Ahora Grace, dime —ordenó Conrad con su tono de Alfa, sin dejarle espacio para discutir.
Ella se sentó con cuidado, manos extendidas sobre la parte superior de sus muslos, ojos cerrados mientras inhalaba temblorosamente.
—Bueno, siempre pensé que tú y mamá eran mis padres, por supuesto eso fue hasta mi decimoctavo cumpleaños. Me diste el diario de mamá que ella guardaba y cuando lo abrí —hizo una pausa mientras sus ojos se abrían mientras una lágrima solitaria escapaba por sus mejillas sonrojadas—. Cayó una carta sellada en un sobre dirigido a mí en mi decimoctavo cumpleaños y era de mamá —dijo, con la voz quebrada.
Conrad permaneció quieto, con un ligero fruncimiento de ceño.