—El dicho cosecharás lo que siembras resonó dos veces en la mente de Wen Qinxi mientras era abrazado con fuerza por Qie Ranzhe —ya podía sentir el calor que emanaba de la entrepierna del Mariscal entre sus muslos a través de la tela. Pero no llegó a detenerse demasiado en ese pensamiento ya que los ardientes labios de Qie Ranzhe se entrelazaron apasionadamente con los suyos en un beso vigoroso y casi salvaje con la lengua indómita del Mariscal recorriendo cada punto sensible de su boca dándole la sensación de ser tragado por completo.
—Ah... —Wen Qinxi jadeó de placer, haciendo que ruborizara profusamente mientras se aferraba con fuerza al Mariscal, provocando aún más a la bestia sensual que lo llevaba escaleras arriba. Qie Ranzhe parecía insatisfecho con el beso, de tal manera que su ardiente lengua se deslizaba más profundamente en la boca de Zhao Xieshu liberando sutiles cantidades de sus feromonas alfa declarando soberanía sobre su omega.