Wen Qinxi se dirigía hacia su pabellón con grandes zancadas, casi desmayándose de rabia. Estaba cerrado al mundo con aquellas imágenes reproduciéndose una y otra vez en su mente como un disco rayado. Estaba tan sumergido en esa burbuja que no se dio cuenta de que Qie Ranzhe lo seguía silenciosamente. Solo quería encontrar un espacio seguro para calmar la tormenta interna que tenía y, si estuviera fuera del juego, sería su dormitorio.
En cuestión de minutos estaba en su pabellón dirigiéndose directamente a su habitación cuando escuchó una voz profunda y dulce llamándolo.
—Xieshu... —llamó Qie Ranzhe nervioso sin saber por dónde empezar. Desesperadamente quería hablar las cosas y aclarar todos los malentendidos, pero frente a la severa expresión de Zhao Xieshu sus palabras se quedaron atascadas en su garganta y su mente se quedó en blanco.