—Habiéndole confiscado su vieja ropa, a Qie Ranzhe no le quedó más remedio que caminar por el bullicioso mercado en su llamativo atuendo —. Como un joven atractivo vestido con ropa aristocrática, era natural que atrajese la atención innecesaria a dondequiera que fuera. ¿Quién podría culpar a estos espectadores divertidos cuando un noble tan deslumbrante les había honrado con su presencia?
—Los rumores iban y venían con otros tratando de adivinar de qué prestigiosa familia provenía —. Algunos creían que era uno de los miembros del gremio que habían venido recientemente a la ciudad en busca de nuevos reclutas —. Ninguno de ellos podía reconocer al líder de los rufianes que había sembrado el caos en el mercado una o dos veces .
—Él sentía su mirada curiosa penetrando su piel, pero a Qie Ranzhe no parecía preocuparle con la mente a la deriva —. Desde que desarrolló una relación cercana con Lin Jingxie, el chico había tomado como su responsabilidad proveer para él y sus chicos, por lo que estaba extremadamente agradecido —. Qie Ranzhe sabía que nunca podría recompensarle por su bondad, pues no poseía nada de gran importancia .
—Solo podía ofrecer su vida a Lin Jingxie, prometiendo estar a su lado y cuidar de él por el resto de sus vidas —. Es por esto que tenía un ardiente deseo de trabajar duro y ascender de rango en el gremio para así obtener suficiente poder para proteger al amor de su vida —. Por ahora, solo podía ofrecerle a Lin Jingxie un colgante de jade tallado con un fénix hetian colgando en dos cuerdas negras separadas .
—Qie Ranzhe había notado que Lin Jingxie parecía tener gusto por el fénix llameante a juzgar por la espada que le había regalado, por lo que eligió una talla de fénix —. Este colgante era especial porque podría ser separado en dos mitades —. Una mitad era para Lin Jingxie y la otra mitad la guardaría él, de esa manera Lin Jingxie siempre lo recordaría cada vez que mirase el colgante mientras estuviesen separados .
—Esta joya era demasiado cara para Qie Ranzhe, así que le preguntó al Maestro Lin si podía trabajar en uno de sus campos de arroz para ganar algo de dinero para el colgante —. El Maestro Lin al principio se horrorizó rechazando hacerlo trabajar diciendo que cualquier cosa que Qie Ranzhe necesitase, se la conseguiría —. ¿Cómo podría hacer trabajar a un príncipe para él? ¿No era eso cortejar a la muerte?
—Pero el Maestro Lin no tuvo más remedio que ceder cuando se dio cuenta de lo terco que era Qie Ranzhe —. Aceptó bajo una condición, la cual era que Qie Ranzhe nunca debería delatarlo en el futuro y solo hablar bien de él cuando llegase a la capital —. Qie Ranzhe estaba simplemente feliz de que aceptase, prometiendo rápidamente mientras ignoraba las tonterías del Maestro Lin .
Ignorando todas las miradas y susurros, finalmente llegó al puesto que buscaba. El anciano altamente habilidoso que actualmente tallaba algo que parecía un pez a medio hacer levantó la cabeza cuando escuchó a Qie Ranzhe llamarlo. Reconoció al instante la voz, pero enfrentado a un noble vestido lujosamente no pudo evitar sentirse confundido. Entrecerró sus ojos llenos de cataratas para mirar de cerca el rostro algo familiar. Sin poder hacer coincidir la voz con el rostro que esperaba, finalmente dijo:
—¿En qué puedo ayudarle, amable señor? —mientras se limpiaba el polvo de sus temblorosas manos arrugadas.
—Tengo muchas tallas que podrían interesarle. Mire esta, ¿qué le parece esta? —continuó divagando, anunciando su magnífico trabajo.
Qie Ranzhe vio al anciano quedarse sin aliento charlando sin parar y no pudo soportarlo más. Lo detuvo diciendo:
—Viejo Tang, soy yo, Qie Ranzhe. Vine a recoger los colgantes —con las manos extendidas gestualizando para que se calmara. No pudo evitar preguntarse si su cambio de apariencia era tan drástico que la gente ni siquiera podía reconocerlo.
Le tomó una eternidad al anciano con mala vista convencerse de que era Qie Ranzhe. Solo entonces el hombre le presentó los hermosos colgantes de jade que casi llevan a Qie Ranzhe a las lágrimas. Sonrió como un gato de Cheshire mientras acariciaba suavemente los colgantes gemelos con el pulgar con satisfacción.
Viendo lo feliz que estaba el hombre, el Viejo Tang lo elogió diciendo:
—Tu novia debe ser la mujer más afortunada del mundo al tener a un hombre que la ama tanto —con voz temblorosa. El anciano tenía suficiente experiencia en estas cosas y podía decir cuándo una persona estaba enamorada con solo una mirada. Esa radiante y cálida sonrisa y ojos soñadores en el rostro de Qie Ranzhe no eran una excepción, revelando instantáneamente sus verdaderos sentimientos.
Qie Ranzhe alzó la mano mientras guardaba cuidadosamente los colgantes diciendo:
—No, él es el hombre más afortunado del mundo —antes de colocar el dinero sobre la mesa.
El anciano casi tuvo un ataque al corazón al escuchar la palabra "hombre" y solo volvió en sí al sonido del dinero golpeando la mesa. Abrió la pequeña bolsa y sus ojos se agrandaron diciendo:
—Esto... esto es el triple de lo que pedí. Permítame tomar mi parte y luego devolverle el resto.
Inmediatamente comenzó a contar pero pronto fue detenido por las palabras de Qie Ranzhe:
—Todo es suyo, este colgante vale mucho más para mí, pero esto es todo lo que tengo —dijo Qie Ranzhe y se dio la vuelta antes de alejarse. El anciano se quedó sin habla con sus temblorosas manos sosteniendo la pequeña bolsa con incredulidad.