Shen Nianzu se aferró a un destello de esperanza, deseando desesperadamente que quizás... quizás Jin Jiuchi no necesariamente sufriría las mismas heridas después de regresar al templo. Tal vez el reino separado les daría un aumento temporal y tan pronto como completaran la tarea, todo volvería a ser como era.
Sin embargo, ese pequeño atisbo de esperanza fue inmediatamente apagado cuando se acercó y vio la gran mancha carmesí que teñía la ropa de Jin Jiuchi, de otro modo de color claro.
Su sangre se heló, y un escalofrío helado le recorrió la espina dorsal, como si le hubieran vertido agua congelada sobre la cabeza. Sus ojos ardían. —No...