Los jugadores observaban con la boca abierta mientras al oficial de autobús le quitaban sus ropas y yacía acurrucado en el suelo del autobús, temblando como una doncella a la que le habían robado la dignidad a la fuerza. Ahora sin las vendas, su piel seca y arrugada estaba expuesta para que todo el mundo la viera, como si hubiese perdido toda la elasticidad y suavidad que un humano debería tener.
—¡Mis vendas! —gritó con desesperación y se arrastró lejos de donde le había dado el sol, ya que el fulgor abrasador causaba que su piel se agrietara como si fuera a desintegrarse en cualquier momento—. ¡Devuélvanmelas... devuélvanmelas!
Por desgracia, al percibir que todos los jugadores habían desembarcado, el autobús centinela cerró su puerta sin piedad y lo atrapó adentro, dejándolo que se valiera por sí mismo.
Y el culpable del crimen, Jin Jiuchi, estaba actualmente de pie fuera del autobús con la venda en su boca y el resto enredado alrededor de su cuerpo. —...¿Guau?