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Jin Jiuchi soñó que flotaba en medio de un mar de algodón de azúcar completamente blanco.
Estaba en un estado de dicha literal mientras estaba rodeado por la fragancia que más le gustaba. Era dulce y puro, y cuanto más la olía, más encantado quedaba. Abrió sus brazos y abrazó la nube de algodón de azúcar hacia sí mismo, luego fue mordisqueándola poco a poco. Cuando se movió e intentó escapar de su agarre, él apretó su abrazo y hundió su rostro aún más en la dulzura hasta
¡ZAS!
—¡Ay! —Jin Jiuchi despertó sobresaltado por aquel fuerte golpe y abrió los ojos de golpe para ver a la muñeca de jade mirándolo con enojo mientras cubría la parte trasera de su cuello. Su cabello plateado hasta la cintura estaba suelto y se derramaba a su alrededor como una capa divina, cada hebra brillando y centelleando bajo la luz del sol de la mañana. Su blusa de seda estaba arrugada y tenía la marca de una almohada estampada en su mejilla, pero eso no disminuía en lo más mínimo su belleza.