—¡Tú—! —balbuceó Shen Nianzu, con la sangre precipitándose hacia sus mejillas al instante. Ciertamente no era la primera vez que recibía halagos por su apariencia. Incluso se podría decir que el número de veces que lo había oído excedía la cantidad de granos de arroz que había comido. Sin embargo, había algo en la manera en que Jin Jiuchi lo decía —quizás fuera la intensidad en sus ojos plateados, o la forma en que no parecía poder desviar su mirada, o también podría ser porque su rostro era totalmente el tipo de Shen Nianzu—.
Le hizo sentir a Shen Nianzu como si lo escuchara por primera vez una vez más.