Todos estaban atónitos para reaccionar a tiempo. La criada negó con la cabeza. —Acepto delante de todos porque no quiero ser acusada más tarde. Esa mujer... —señaló a Diana— se acercó a mí y me pidió que envenenara a la duquesa más tarde. Me dijo que la mujer no tenía ningún poder así que no crearía problemas. Y yo lo creí a causa de las monedas de oro. —Sacó una pequeña bolsa llena de monedas de oro y la arrojó cerca de Diana.
—Pero cuando la vi inclinar la cabeza frente a la duquesa, me di cuenta de que me estaba engañando. Más tarde pondría toda la culpa en mí y me enviaría al patíbulo. Soy una mujer pobre pero mi vida también tiene valor. —Diana apretó los dientes. Sus ojos se abrieron de sorpresa mientras miraba a Evangelina y luego a la criada.